“En todas las cuestiones fundamentales, primero habrá que oír lo que nos dice Dante”. Con esta cita de Jacob Burckhardt, incluida en La Cultura del Renacimiento en Italia, abre Alejandro Rodríguez de la Peña, catedrático de Historia Medieval en la Universidad CEU San Pablo, La Europa de Dante (El Buey Mudo), breve ensayo con vocación divulgativa y amena lectura con el que el lector se adentrará en el universo y pensamiento cultural, artístico y político de Dante. Rodríguez de la Peña ha logrado, una vez más –tras Compasión. Una historia (CEU Ediciones) e Imperios de crueldad. La Antigüedad clásica y la inhumanidad (ediciones Encuentro), entre otros- divulgar sin renunciar a la profundidad. La Europa de Dante es una suerte de guía a través del pensamiento y la cultura clásica como lectura metafórica y espiritual del mundo. Ahora que reflexión y crítica se tambalean, qué importante sería tomar conciencia de hacia dónde nos dirigimos y, sobre todo, saber si es ahí donde nos conviene ir.
Dante Alighieri es una de las figuras, “si no la figura”, que mejor encarnó el humanismo medieval al tiempo que anunciaba el tiempo renacentista. Por otra parte, “no sólo es hoy, para todos los europeos, una referencia cultural fundadora, para los católicos en particular es también una figura que va más allá de lo literario” –señala Rodríguez de la Peña-, “es el único laico no elevado a los altares al que se le han dedicado tres encíclicas papales: “El propio Benedicto XV proclamó en su carta encíclica de 1921 que las enseñanzas que nos dejó Dante en todas sus obras, pero especialmente en su triple poema, pueden ser una guía muy valiosa para los hombres”.
Y, ¿por qué Dante? Rodríguez de la Peña señala una serie de razones para comprender el objeto de este ensayo: por la universalidad de su pensamiento y sus saberes. En Dante se aúnan la condición de poeta, filósofo, pensador, político, hombre de estado, profesor universitario, astrónomo y erudito enciclopedista. La segunda razón: “Siendo un devoto católico toda su vida, se convirtió en un entusiasta defensor de la causa del Imperio y, además, fue un crítico durísimo de la corrupción de la Curia y de las ambiciones temporales del Papado”. Encarna unos valores y una tradición que no son sólo italianos, son europeos. Asimismo, Dante –señala De la Peña- es el engarce entre dos épocas: la Edad Media y el Renacimiento, para concluir que su figura nos permite comprender, mejor que ninguna otra, cómo el Renacimiento Italiano y el Pleno Medievo fueron épocas mucho más parecidas y entrelazadas de lo que muchos humanistas nos han hecho creer.
¿Está Europa dejando pasar una ocasión irrepetible para demostrar cuál es su razón de ser? ¿Qué papel juega hoy la espiritualidad cuando parece que el egoísmo, la insensibilidad, la mentira, van ganado la partida? ¿Cómo anda de vigor la iglesia cuando ante diversos ataques su respuesta permanece inalterable?
Lean estos primeros versos de La Divina Comedia: “A mitad del camino de la vida, /me hallé perdido en una selva oscura”. Lo extraordinario y lo inesperado. ¿Tal vez en este camino de desorientación y confusión nos encontramos?
Vivimos tiempos de acentuada crisis. ¿Es necesario volver a la emoción? Es evidente la necesidad de releer a los clásicos y Dante es esa figura tan necesaria entre las virtudes, los pecados y las tentaciones ¿Que puede ofrecer Dante al lector de hoy?
Dante es una ventana a otra época, una época que vivía la virtud de un modo diferente al nuestro, porque aceptaba y no negaba las realidades del pecado y la tentación. Al igual que la Atenas de Sócrates, la Europa de Dante puede enseñarnos de nuevo el camino de la virtud.
Apuntaba San Juan Pablo II, “podría decirse, con una expresión atrevida, que los derechos del hombre son también derechos de Dios”. Preocupa que no se entienda del todo esta frase y que, por ejemplo, los intereses se impongan demasiado a las convicciones…
En la tradición cristiana la concepción de la dignidad de la persona humana como algo sagrado, universal e inviolable está, de hecho, vinculada a la idea del Hombre como hecho a imagen y semejanza de Dios, lo que lo eleva por encima de todas las criaturas. Luego, en efecto, en la historia de los derechos humanos en Occidente la matriz religiosa resulta fundamental. Olvidar esto fue uno de los dramas de la Europa del siglo XX.
En La Divina Comedia encontramos una de las primeras huellas del mundo moderno. Europa se asienta sobre tres “colinas”: “La del Capitolio, la de la Acrópolis y la del Gólgota; pensamos como los griegos, ejercemos el derecho como los romanos, pero la ética es la cristiana”. Un europeo puede no ser creyente, pero buena parte de lo que habla surge de su herencia cultural cristiana. Y ahí está la verdad, la luz…
Un historiador francés, André Piganiol, bautizó en su día como «el triunfo de Platón» la conversión al Cristianismo del Imperio Romano en el siglo IV. Otro historiador de la cultura, Charles Cochrane, ha calificado como la «primera filosofía católica» el pensamiento de Platón. La Iglesia de la Antigüedad Tardía y la Edad Media construyó un hogar duradero para el espíritu y la filosofía griegos. Paradójicamente, la victoria cristiana sobre los paganos supuso la supervivencia milenaria en Occidente de las esencias de la filosofía griega. Se cumplía así el sueño de Alejandro Magno al fundar la ciudad de Alejandría: se unían Oriente y Occidente, Atenas, Roma y Jerusalén. Tres sistemas universales, dos nacidos en Occidente (la filosofía griega y el Estado Romano) y el otro en Oriente, la religión cristiana, iban a unirse en la Cristiandad medieval.
Dante era fiel cristiano que ni ignoraba ni despreciaba su herencia clásica. Creía en el orden teológico del mundo y del hombre, según sus virtudes y pecados. Dante anunciaba el tiempo renacentista desde su rincón medieval, sin embargo, se sigue confundiendo esto.
Si uno lee bien a los Padres de la Iglesia o a los escolásticos percibe que ese pensamiento es tan parte del humanismo como el humanismo renacentista, si por «humanismo» entendemos lo que es la definición original de humanismo: tradición greco-romana más una visión del ser humano que parte de una dignidad universal del ser humano, una mirada compasiva sobre el ser humano, una mirada humana. Eso está en los Padres y está en los escolásticos, es humanismo cristiano. Pero no parte de un antropocentrismo, como el de algunos pensadores renacentistas, donde el ser humano se convierte en el referente supremo del cosmos. Antes de que lo hiciera el Renacimiento Italiano, el Renacimiento escolástico del siglo XII recordó a Europa lo que ya está en el Evangelio: todo ser humano, sin excepciones, tiene una dignidad. El Cristianismo, desde el principio, combinó un teocentrismo básico con ese humanismo.
Los primeros versos de La Divina Comedia inquietan, “a mitad del camino de la vida, /me hallé perdido en una selva oscura”, aquí existe lo maravilloso y lo inesperado. ¿En ese camino de confusión tal vez se encuentre el hombre actual?
La capacidad para el asombro, casi infantil, de las gentes de la Edad Media es una de sus cualidades principales y algo que se ha perdido en buena parte. Lo maravilloso, lo mágico, lo sobrenatural, lo permea todo en la cosmovisión medieval. Y el viaje espiritual de Dante es un magnífico reflejo de esa forma de ver el mundo.
En el “Paraíso” Dante destaca a Francisco de Asís refiriéndose al Cántico de las criaturas. Hay una profunda sintonía entre ambos. Por ejemplo, el de Asís predicaba por caminos y aldeas acercándose al pueblo. Y, Dante escribió La Divina Comedia en italiano para hacerla más cercana al lector, y no en latín como era usual en la época…
No se puede comprender a Dante sin San Francisco, es una de las figuras que más le marcó tanto por su espiritualidad de la pobreza como por su propia condición de poeta religioso. San Francisco de Asís fue un trovador de Dios en lengua vernácula italiana, alguien que hacía poesía teológica. No otra cosa hizo Dante en la Divina Comedia.
¿Por qué al hablar de La Divina Comedia siempre atrae más tratar sobre los capítulos del “Infierno” que de la esperanza, en definitiva, hacia donde desea guiarnos Dante?
Ya desde el siglo XIX el Infierno es la parte que más interés ha despertado en los lectores de la Divina Comedia. Yo lo asocio, sobre todo, a dos factores: la pérdida de fe en lo sobrenatural (que haría comprender el Paraíso como una realidad inteligible) y el gusto literario por lo tétrico y oscuro propio del romanticismo del siglo XIX y de la segunda mitad del siglo XX.
La Europa soñada por Dante era “una Europa de la compasión, el espíritu y la memoria”. “La compasión cristiana, el espíritu helénico y la memoria de Roma”. ¿Podríamos decir que virtudes como la compasión y la piedad están amenazadas? Piedad, por ejemplo, que en la concepción humanista griega era uno de los pilares sólidos de la democracia…
La pietas, la piedad, en el mundo grecorromano vinculaba en un único concepto la devoción filial, la devoción religiosa y la clemencia. Tener humanidad, tener compasión, es parte de un sistema de virtudes éticas que tienen que ver con una devoción en el corazón por el bien de tus semejantes y una disposición para sacrificarse por ellos. Si se elimina eso, como ha hecho nuestra época, quedan dos extremos, igualmente falsos: por un lado, la solidaridad ideologizada y el discurso del victimismo; y, por el otro, un neopaganismo donde los fuertes no se apiadan de los débiles.