Diego Fusaro: «Cualquiera que ame de verdad a Europa debe oponerse a la Unión Europea»

El filósofo italiano (Turín, 1983) publica nuevo libro: «Defender lo que somos: las razones de nuestra identidad»

Diego Fusaro ha tenido un efecto singular en el debate público español. A pesar de ser un pensador de culto, sus entrevistas en diarios digitales han tenido una repercusión enorme, debido a la contundencia de sus titulares. El primer impacto llegó en 2019: “Muchos tontos de izquierda combaten el fascismo inexistente y aceptan el totalitarismo del mercado”, dijo a El Confidencial en 2019. Se recrudeció entonces una feroz campaña de cancelación, orquestada por medios como La Vanguardia y CTXT y gestionada por columnistas como Enric Juliana, Pedro Vallín y Steven Forti. Otra de sus tesis centrales es el rechazo del bipartidismo: “Izquierda y derecha defienden a la clase dominante”, afirmó en Vozpópuli en 2021. Hoy podemos decir que la caza de brujas contra Fusaro ha fracasado y que parte de sus tesis crecen en la izquierda rojiparda y en una nueva oleada de partidos socialpatriotas. Más allá de las polémicas, estamos ante un autor riguroso e incómodo que ha aportado ensayos útiles para comprender los conflictos actuales, entre ellos Pensar diferente: filosofía del disenso (2017), Historia y conciencia del precariado (2021) y el reciente Defender lo que somos: las razones de nuestra identidad (2024).

Parece que cada día se ve más clara la naturaleza antidemocrática de la Unión Europea, el bipartidismo pierde apoyos, los líderes mundiales llevan cada vez menos el pin de la Agenda 2030…Se dice que los europeos se están suicidando, pero en ciertos aspectos se están despertando.

Al contrario de lo que dice la retórica dominante, la Unión Europea no es otra cosa que la reorganización vertical del capitalismo vencedor después de 1989: un proyecto de clase, con el que los heraldos y arquitectos del sistema capitalista han reorganizado los espacios del viejo continente, fortaleciendo la ofensiva de clase y el triunfo del capital financiero. El funcionamiento del Parlamento Europeo muestra plenamente el déficit democrático que caracteriza a la Unión Europea. Basta leer atentamente el Tratado de Lisboa de 2007 para ver que marca el triunfo de la razón capitalista, dado que, además, una de las palabras más recurrentes es el lema ‘competitividad’. Hoy se habla mucho de los valores europeos, que deberían unirnos en este momento delicado. Pero ¿cuáles son realmente los valores de la Unión Europea? La competitividad y el capital financiero anulan la cultura y los valores del arcoíris (indigenismo, ideología LGTBIQ+, wokismo…) son la negación y no la realización de la historia europea. Cualquiera que ame verdaderamente a Europa y su historia debe hoy oponerse a la Unión Europea, que es una negación y una perversión de ese acontecimiento histórico. La Unión Europea, fase suprema del nihilismo capitalista, se está suicidando literalmente, como se desprende de la tragicómica historia del rearme europeo pretendido por la vestal del neoliberalismo Ursula von der Leyen.

Su libro se titula Defender lo que somos: las razones de nuestra identidad. Algunos lectores pueden encontrar extraño que se haga una defensa de la lo identitario tras tantos años criticando las políticas de la identidad del wokismo.

El texto explica que el sistema turbocapitalista destruye los vínculos identitarios de cultura y territorio, clase e historia, para reemplazarlos con identidades y consumo como los del arcoíris…La lógica del capital produce identidades de microconsumo que son totalmente orgánicas a la lógica mercantil: además, transforman los caprichos de consumo individuales de las clases ricas en derechos fundamentales.

En uno de los pasajes del ensayo recuerda La historia interminable (1979), el superventas juvenil de Michael Ende, como un cuento que sirve para comprender el poder destructor de la mentalidad posmoderna y el consumismo. El relato de Ende tiene incluso un personaje que es La Nada…

Explico el nihilismo como devaluación de todos los valores (Nietzsche) y como reducción del ser a algo disponible para la voluntad de poder (Heidegger), que debe destruir todos los valores capaces de impugnar la mercantilización total de lo real y lo simbólico. El sistema busca reducirnos a algo plenamente disponible para las prácticas de producción y valorización capitalistas. Por eso defiendo la importancia de las identidades como fortalezas de resistencia al avance de la nada de la civilización tecnocapitalista: las identidades culturales son barreras que circunscriben un sentido y un mundo de valores que pueden resistir y formar la base de un proyecto de oposición radical al capitalismo.

En vez de usar el término “globalización”, propone una expresión más precisa: “nihilismo globalista”. ¿Cree que la vía para recuperarse es algún tipo de marcha atrás, tipo la que están llevando a cabo Trump y Vance?

Trump y Vance sólo representan el capitalismo en otra variante del mismo: son, si se quiere, anomalías del sistema capitalista, ciertamente no alternativas a ese sistema. Recientemente, Trump introdujo en Estados Unidos la Tarjeta Gold, con la que quienes posean al menos cinco millones de dólares pueden beneficiarse de derechos especiales. La manera de resistir al nihilismo globalista consiste en recuperar plenamente la identidad y las raíces culturales, para luego proponer sobre su base un proyecto socialista y comunitario de oposición al capitalismo dominante, tanto en la variante cosmopolita como en la variante nacionalista.

Utiliza una cita de Constanzo Preve que me parece crucial: “El comunitarismo es la vía principal que conduce al universalismo”. ¿En qué consiste el comunitarismo en el siglo XXI?

En mi opinión, no hay mejor manera de entender el valor universalista del comunitarismo tal como lo entendía mi maestro Costanzo Preve, que hace referencia al concepto de «universal abstracto» formulado por Hegel. El discurso del capitalista hoy nos pide renunciar a nuestra identidad como españoles o italianos para asumir la identidad europea o la identidad humana. A su vez, la identidad europea y la identidad humana se entienden como una negación de detalles históricos. Hegel nos diría que la única manera de ser europeo y ser humano es reflejar plenamente la propia identidad como italianos, españoles, alemanes, etcétera. La identidad europea y la identidad humana existen de hecho en la implementación concreta de la identidad particular. El engaño del discurso capitalista radica en el hecho de que pretende querer promover una identidad universal superior cuando en realidad sólo pretende destruir identidades particulares para producir ese proceso que definí en mi libro como desidentificación, que es un proceso de homologación individualista.

También nos recuerda las proféticas lecciones de Pasolini. ¿Cómo cree que debería usarse sus intuiciones para la lucha política en 2025?

Pasolini es para mí un autor absolutamente central para comprender el capitalismo liberal-progresista actual. Fue el primero en comprender lo que estaba pasando en los años sesenta, con la transición de un capitalismo burgués y autoritario a un nuevo capitalismo hedonista y permisivo (lo llamo turbocapitalismo para distinguirlo del anterior), hecho especialmente para consumidores nihilistas. Además, Pasolini comprendió perfectamente la importancia de la tradición, que siempre ha defendido, sabiendo muy bien que el capitalismo produce una acción antitradicionalista destinada a destruir todas las identidades y tradiciones para producir una nada funcional a la circulación ilimitada de la forma mercancía. Como recuerdo en mi libro, Pasolini era consciente del ‘genocidio cultural’ producido por el sistema capitalista.

Parece que el Papa Francisco, sobre quien ha escrito con gran dureza, está llegando al fin de su mandato. ¿En qué situación ve a la iglesia y en qué medida concibe el catolicismo como un arma de resistencia política?

En mi libro El fin del cristianismo (2023) expliqué la enemistad entre el turbocapitalismo y el cristianismo. Mientras que el viejo capitalismo podía utilizar el cristianismo como instrumentum regni, sometiéndolo a sus propias funciones, el nuevo turbocapitalismo ha declarado la guerra al cristianismo y en general a toda religión de trascendencia: no sólo no necesita la religión, sino que necesita su neutralización, porque la religión de la trascendencia sigue siendo un límite frente a la difusión de la forma mercancía y su absolutización nihilista. Pasolini también lo entendió. ¿Quién dijo que la Iglesia de Roma se encontraba en una encrucijada fundamental: o partir de sus orígenes y, por tanto, de la oposición a un mundo que ya no quiere el cristianismo, o suicidarse y disolverse en la civilización del consumo? Con estas categorías interpreto la diferencia total entre el modelo de Ratzinger y el de Bergoglio. Ratzinger representó una resistencia en nombre de lo sagrado y de la trascendencia, de la teología y de la filosofía, a la nada de la forma mercancía y por eso mismo se opuso desde el principio. Bergoglio, por otra parte, representa mejor a la neoiglesia poscristiana smart, líquida y cerrada a la trascendencia, reducida a un simple repetidor del orden mental de culminación de la globalización turbocapitalista. Por eso el orden discursivo dominante del capitalista gusta tanto de Bergoglio. En mi libro sobre el cristianismo también intenté explicar por qué Bergoglio nunca fue Papa, pero esa es otra historia.

Ha venido ya varias veces a España, casi todas con amenazas de cancelación.

Vengo a menudo a España para dar conferencias, clases y presentar mis libros. España es un entorno profundamente estimulante, en algunos aspectos incluso más que la Italia actual. Me parece que el debate es más libre que en Italia, donde ahora reina un solo pensamiento. Las amenazas de cancelación siempre han venido de márgenes cómicos de lo que en uno de mis libros definí como izquierda liberal y atlantista de mala calidad, que le ha dado la espalda a Marx y a los trabajadores para convertirse en la guardia fucsia de la globalización capitalista: la izquierda proeuropea y cosmopolita, la izquierda que completa a la derecha financiera. Hay un proverbio persa que dice que “los perros ladran a la luna, y mientras tanto pasa la caravana”.

En un contexto de desprestigio de la figura del intelectual, casi siempre merecido, me gustaría saber qué papel le interesa jugar en el debate público.

Nunca, jamás me definiría como un intelectual, dado que hoy los intelectuales son la parte dominada de la clase dominante, o para decirlo con Gramsci, son completamente orgánicos para la clase dominante. Me defino como un filósofo independiente, un alumno lejano de Marx y Hegel. Si se quiere, también soy un parresiasta, en el sentido griego antiguo del término: un investigador que dice lo que piensa incluso frente al poder sin temer las consecuencias. Incluso en esto Pasolini y Gramsci, pero también Costanzo Preve, siguen siendo mis modelos.

Víctor Lenore (Soria, 1972) es periodista cultural. Ha colaborado en distintos medios, entre ellos El Confidencial, Vozpópuli, El País, La Razón y Rolling Stone. Es autor de los ensayos 'Indies, hípsters y gafapastas' (Capitán Swing, 2014) y 'Espectros de la movida. Por qué odiar los años ochenta' (Akal, 2018)

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