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¿Estamos ante un 15M de derecha?

Lo que fue “el pueblo” para el 15M lo es ahora “la nación”. Un único sujeto soberano que “la casta” busca trocear

El eje izquierda-derecha lleva años herido pero luchando ferozmente por mantenerse. El primer estocazo se lo dio el 15M allá por 2011, rechazando el bipartidismo PP-PSOE y diciendo que “no somos de izquierda ni derecha, sino los de abajo contra los de arriba”. La derecha mediática no lo entendió del todo e insistió en que era un movimiento «izquierdoso», «perroflauta» o «neocomunista». Andando el tiempo, el legado del 15M fue reivindicado por Podemos, hoy en Sumar, dilapidando su potencial transversal y popular para convertirse en el brazo tonto del PSOE, dándole finalmente la razón a la derecha mediática. 

Hoy, más de una década después, miles de personas vuelven a salir a la calle contra el PSOE (no olvidemos que el 15-M ocurrió en tiempos del gobierno de Zapatero). En esta ocasión las protestas tienen el apoyo de los diferentes medios de la derecha, sus partidos y sus movimientos. Porque esta vez la corrupción de la casta política va envuelta en la bandera roja «sociata» y en la estelada «indepe», capotes mucho más apetecibles para las vaquillas diestras. Sin embargo, lo que estamos viviendo estos días a lo largo y ancho del país desborda los contornos de las derechas parlamentarias, tal y como en su día el 15M se le indigestó a Izquierda Unida.

Los indignados de la Puerta del Sol superaron entonces las coordenadas mentales de izquierda y dieron con una nueva clave. Las diferentes fuerzas políticas no eran más que facciones de un mismo enemigo: «la casta». Frente a ella, el 15M representaba un único sujeto soberano que «la casta» había troceado: «el pueblo». Nada de rojos contra fachas ni progres contra peperos: “el pueblo contra la casta”. La misma superación ideológica se está dando ahora entre los indignados de la Sede de Ferraz. Pese a que amplios sectores de las protestas tienen una procedencia derechista, poco a poco esa identidad se diluye en otra. «La nación». Lo que fue «el pueblo» para el 15M lo es ahora «la nación». Un único sujeto soberano que «la casta» busca trocear.

El concepto de «casta» está evolucionando también, a medida que en las diferentes protestas avanza un discurso que no solo señala al PSOE de Sánchez y al Junts de Puigdemont, sino al “estado de partidos” o «partidocracia». Va calando la impresión de que el PSOE cede a los independentistas tal y como lo ha venido haciendo el PP en la derecha. Que todos los partidos del arco electoral juegan igualmente con el poder judicial en cuanto tienen ocasión. Y que la aritmética parlamentaria es la forma en que los partidos de un lado y otro manipulan aquello que los votantes habían decidido.

Más allá de PSOE y Junts, incluso más allá de la «partidocracia», «la nación» está encontrando nuevos enemigos. Por un lado está la Europa de los jueces alemanes y belgas que desoyeron a la justicia española. La misma Europa que ahora aplaude la traición desde Bruselas, en nombre de la gobernabilidad de sus estados-miembro. Este rechazo a la Unión Europea es una novedad para una derecha que, en diverso grado, siempre ha sido europeísta. El «euro-escepticismo» era patrimonio de la izquierda pre-15M que abanderaba Anguita y de la izquierda post-15M que tuvo su faro en la Grecia de Syriza.

Por otro lado está la policía. Tradicionalmente jaleada y vitoreada por las derechas, ahora reprime las protestas dejando tras de sí unas heridas más allá de lo físico: el desengaño de que “los nuestros” ya no son realmente «los nuestros». La cruda realidad de que las «fuerzas del orden» están ahora al servicio de las «fuerzas del caos» (y quizás lo estuvieron siempre), mientras que el único orden verdadero es el que emana de «la nación». Ya lo decía el 15M, «el pueblo es quien más ordena». Hoy la izquierda se burla de la supuesta ingenuidad de estos manifestantes que se sienten traicionados por la Policía. Pero lo cierto es que el 15M manifestaba esa misma decepción, haciendo ver que la policía debía estar en la plaza junto a ellos y no frente a ellos. El 15M comenzó a romper con las viejas nociones izquierdistas anti-policiales, igual que ahora se está rompiendo con las viejas nociones derechistas pro-policiales.

En último lugar está la monarquía, cuya pasividad con la situación y colaboración necesaria con la investidura de Sánchez es, para muchos, un acto de traición. Antes de las elecciones comentamos aquí que, al igual que la izquierda post-15M tuvo como reto «atreverse a sacar la bandera rojigualda», quizás pronto «un sector de la derecha tendrá que sacar la tricolor republicana». No ha sucedido exactamente así, sino que el «noviembre nacional» porta sus banderas rojigualdas recortando y eliminando el escudo monárquico del «régimen del 78». A efectos prácticos es lo mismo: la «monarquía constitucional» tan alabada por la vieja derecha tiene un roto del tamaño del agujero en las banderas.

Estas transformaciones en sectores de la derecha sociológica son equivalentes, en direcciones opuestas e iguales, a las que tuvieron lugar en el 15M entre sectores de la izquierda sociológica. Solamente el recelo mutuo entre ambos sectores les impide detectar el paralelismo y aprovechar la confluencia. Lo más normal sería que los últimos rescoldos de aquello y las primeras chispas de esto avivasen juntos un fuego común de «pueblo» y «nación» (lo “nacional-popular” que decía Gramsci) para incinerar de una vez por todas los rastrojos de la «izquierda» y la «derecha».

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