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¿Cuántos fueron los fusilados en la posguerra?

Si, como hace Payne con toda la razón, colocamos la guerra civil española dentro de las guerras revolucionarias europeas del siglo XX, el resultado no sostiene la pretendida excepcionalidad sangrienta española, ni mucho menos el holocausto español

A la izquierda no le interesa el conocimiento de la Historia sino como propaganda. La búsqueda de la verdad es algo secundario y hasta prescindible. Para ella la historia es una manifestación de la dialéctica entre opresores y oprimidos.

Después de la caída del Muro Antifascista en Europa (fuera de nuestro continente, las tiranías comunistas siguen lozanas, desde China a Cuba), la izquierda cambia el sujeto de la Historia. Abandona al proletario y al guerrillero, y promueve a la víctima. Es el entierro del héroe. El motor de la Historia pasa de ser la sangre a ser la lágrima. Y para hallarse en la vanguardia revolucionaria que pretende asaltar el poder y los presupuestos hay que encajarse en un grupo de víctimas, sea mediante el sexo en todas sus expresiones, la raza o la voluntad. La clase social ha desaparecido de los análisis y programas izquierdistas.

LAS MENTIRAS DE LA ‘MEMORIA HISTÓRICA’

La memoria histórica forma parte de este movimiento. Ya no sólo la sufre España, sino que se ha extendido a todo el mundo occidental. En Estados Unidos y Gran Bretaña también se derriban estatuas (sean de Cristóbal Colón, de conquistadores españoles, de generales confederados, de reyes y hasta del mismísimo Winston Churchill, al que su condición de vencedor del nacional-socialismo alemán no protege de los guerreros del bien), se profanan tumbas y se miente sobre el pasado.

La finalidad de la memoria histórica es seguir dividiendo a la sociedad. En el caso español, entre progres y demócratas, que forman el bando de los oprimidos, y católicos y carcas, los opresores. Para imponer este relato, la izquierda emplea uno de sus trucos más habituales: la mentira, cuanto más infundada y descomunal, mejor. Así se ponen en circulación mentiras como que Franco quiso entrar en el Segunda Guerra Mundial como aliado del Eje, pero que Hitler se opuso; los 300.000 niños robados a sus madres por una trama franquista; los más de 114.000 asesinados por el bando nacional de la guerra civil; y España como segundo país del mundo en fosas comunes, sólo detrás de Camboya.

El periodista e historiador Miguel Platón desmonta en este libro capital, La represión de la posguerra. Penas de Muerte por hechos cometidos durante la Guerra Civil (Actas), una de las mentiras más dañinas y venenosas de la memoria histórica, que es el número de ejecutados por los vencedores.

En su prólogo, el profesor Stanley G. Payne recuerda quién fue el primero que dio cifras descabelladas sobre la represión de los nacionales. Se trató de Gabriel Jackson, que calculó los muertos en unos 200.000. ¿Pruebas? Ninguna. Los investigadores que han trabajado con rigor y sin anteojeras, como Ramón Salas Larrazábal, Carlos Fernández Santander y Ángel David Martín Rubio, siempre han rebajado esas cifras disparatadas.

15.000 EJECUTADOS POR ASESINATOS, TORTURAS, ETC

Platón, autor de otros libros centrados sobre todo en el comienzo de la guerra civil, en colaboración con su esposa Rosa, ha pasado varios años investigando las sentencias a muerte dictadas en los consejos de guerra custodiados en el Archivo Militar de Ávila. Ha repasado tres cuartas partes de los 22.337 expedientes y seguido el destino de los condenados, hasta su ejecución o su indulto. Aunque esos expedientes están disponibles desde 2010, él ha sido el primero en revisarlos. Me pregunto a qué se dedican tantos doctorandos, tantos activistas de la memoria histórica y tantas subvenciones…

Según sus conclusiones, los consejos de guerra celebrados a partir del 1 de abril de 1939 condenaron a unas 122.000-125.000 personas a diversas penas de cárcel. De ellas, en torno a 30.000 recibieron la pena máxima,  la condena a muerte, pero las ejecutadas fueron unas 15.000; el resto recibió indultos del jefe del Estado, el general Franco, a instancias de los auditores militares, que revisaban los expedientes.

Si, como hace Payne con toda la razón, colocamos la guerra civil española dentro de las guerras revolucionarias europeas del siglo XX, que comienzan en 1917 en Rusia con el golpe bolchevique y concluyen en 1949 en Grecia, el resultado no sostiene la pretendida excepcionalidad sangrienta española, ni mucho menos el holocausto español que ha querido ver uno de esos hispanistas británicos que viven muy bien de contarnos mentiras.

Además, los sumarios, subraya Platón, demuestran que los tales condenados lo fueron, no por sus ideas, ni por la defensa de la democracia, sino por crímenes estremecedores: asesinatos, secuestros, violaciones, organización de centros de tortura (las chekas), saqueos… Los testigos que declaraban en los juicios solían ser o supervivientes o habían asistido a la comisión de los delitos. Por ejemplo, abundan los asesinatos en pueblos perpetrados delante de la familia o de vecinos, que luego testifican.

Las sectarias leyes de memoria, que comenzaron con el socialista Zapatero (2007) y que el Partido Popular se niega a derogar en Andalucía o Cantabria, convierten a estos asesinos de masas y sádicos en modelos dignos de glorificación.

Muchos de los condenados recibieron el indulto de Franco porque habían usado sus cargos (alcaldes, concejales, comisarios, oficiales…) para amparar a amigos o vecinos, y eran éstos los que solicitaban el perdón. Aquí se aprecia el comienzo de la reconciliación.

LLUVIA DE INDULTOS

Al finalizar 1939, había 270.719 presos en las cárceles españolas. Sus jefes, desde Juan Negrín  a Santiago Carrillo, se pusieron a salvo semanas antes de la rendición (Indalecio Prieto huyó de España en diciembre de 1938). Añade Platón que muy pronto esta población carcelaria empezó a disminuir debido a sucesivos indultos que dictó el jefe del Estado.

Según un informe de la Asesoría Jurídica del Ministerio del Ejército, de fecha 9 de junio de 1945: “Están en libertad todos los condenados a penas hasta veinte años”. Y téngase en cuenta que entonces el maquis operaba en el campo y en las ciudades grupos de extrema izquierda, sobre todo vinculados al PCE, cometían atentados terroristas (y en ocasiones asesinaban a sus camaradas desobedientes, como Gabriel Trilla y Víctor García).

El balance que ofrece Platón es que los condenados a prisión, incluyendo los indultados de muerte, ni siquiera cumplieron la mitad de su pena: “Por término medio sólo una cuarta parte y a medida que pasaba el tiempo incluso menos”. Si se compara este dato con el trato que dieron Stalin y Tito en la URSS y Yugoslavia, respectivamente, a sus propios compatriotas acusados de colaboración con los alemanes, la pregunta es obvia: ¿de qué genocidio nos hablan los altavoces del Poder?

MENOS PRESOS CON FRANCO QUE CON SÁNCHEZ

Durante el régimen franquista, el mínimo histórico de presos bajó hasta 10.622 en 1965, gracias a la aplicación sucesiva de dos indultos generales, uno en 1964 por la conmemoración de los 25 años de paz y otro en 1965 por el Año Santo Compostelano. En el último año completo de vida del general Franco, 1974, los presos ascendieron a 14.764.

En mi libro Eternamente Franco recojo los datos de los reclusos en Francia para compararlos con los de España. En 1965, las cárceles franceses encerraban a 31.245 personas, casi el triple que las españolas. En 1974, había bajado a 27.100, cerca del doble. Esa diferencia no puede atribuirse a la mayor población, ya que la francesa superaba a la española en menos de un 50%. La conclusión sorprendente es que un régimen autoritario dirigido por el jefe militar del bando vencedor de una guerra civil, tenía muchos menos encarcelados que un régimen liberal y democrático.

Al comienzo de 2023, la cifra de internos en todas las cárceles españoles (incluidas las catalanas y vascas, cuyos números excluye el Ministerio de sus estadísticas porque la gestión está transferida a los gobiernos regionales) rondaba los 56.000. Estos datos nos conducen a dos preguntas incomodísimas: ¿hay más delincuencia en la España del socialista Sánchez que en la de Franco?, y ¿son más duras las leyes penales del Régimen del 78?

Como escribe Miguel Platón, “sólo la verdad completa puede reconciliar a los españoles consigo mismos”. En su libro tenemos una parte fundamental de ella.

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