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El timo progresista de Wikipedia

Menos de la mitad del presupuesto de Wikimedia, la ONG detrás de Wikipedia, tiene algo que ver con el funcionamiento de la enciclopedia

Como casi todo lo demás en Occidente, el mundo de las organizaciones sin fines de lucro está dominado por activistas progresistas que han convertido muchas de estas ONGs en un timo con objetivos políticos. El objetivo es traspasar dinero de su bolsillo al de entidades que promueven intereses opuestos a los intereses generales.

De esto hay muchos ejemplos. A los interesados, les remito a un artículo reciente del New York Times, explicando cómo todas las grandes fortunas de EEUU creadas por viejos cascarrabias y ahorradores de derechas han acabado rellenando fundaciones dedicadas a pasarle dinero a espuertas a organizaciones dedicadas a las causas más queridas de la izquierda radical. Ya lo avisa la ley de (Robert) Conquest: toda organización no explícitamente de derechas acaba siendo de izquierdas.

Ése es el mundo en el que vivimos. Y es importante entender que ello afecta incluso a las organizaciones aparentemente más inocuas. Piensen en la Fundación Wikimedia, la ONG detrás de Wikipedia. ¿Puede haber algo más neutral, más de interés y servicio público que una enciclopedia que casi cualquiera puede editar?

Parece que la respuesta es que sí. Cualquier cosa es más neutral que Wikipedia, como está últimamente insistiendo Elon Musk y como muchos habrán podido comprobar viendo muchas de las entradas de la enciclopedia, que son patrulladas con celo por los defensores de la corrección política. Sin embargo, es mucho más interesante lo que la fundación hace con el dinero que recauda con esas campañas masivas caracterizadas por anuncios molestos en la cabecera de Wikipedia.

La Fundación Wikimedia ha recaudado millones de dólares, incluso cuando el coste del alojamiento web (alrededor de 2,5 millones de dólares al año) se ha mantenido constante. Resulta que menos de la mitad del presupuesto de Wikimedia tiene algo que ver con el funcionamiento de Wikipedia.

Con el resto del dinero, la Fundación ha ampliado enormemente su personal; la organización emplea a unas 400 personas y a finales de 2021 habían acumulado más de 230 millones de dólares en activos. Con mucho más dinero y más gente de la que necesitan para administrar una enciclopedia colaborativa, se han convertido en una institución que otorga subvenciones.

Por ello, gran parte de su personal dirige cosas como el Fondo de Alianzas Wikimedia, que «apoya a organizaciones que pueden contribuir a la dirección estratégica del Movimiento Wikimedia, especialmente aquellas que promueven la equidad del conocimiento».

Muchos beneficiarios de subvenciones de Wikimedia son para darles de comer aparte, y lo mejor es que la fundación presume públicamente de darles el dinero que les sacan a todos ustedes con sus campañas de recaudación. Hay desde fundaciones de inclusión que suenan a pufo (STEM en Route to Change Foundation) hasta ONGs izquierdistas como Borealis Philanthropy, que se ha asociado con Black Lives Matter y en 2021 tuvo ingresos totales de 83,9 millones de dólares.

No querría que lean esto y piensen que todo el mundo de las fundaciones es una gran estafa, y salgan corriendo a cancelar sus donaciones a, por ejemplo, Cáritas. Pero sí querría recordarles que regalar dinero a la gente sin fijarse muy bien en lo que van a hacer no es más que una forma más o menos fácil de tranquilizar la conciencia.

Como corresponsal, hace una década, me tocó viajar a Melilla para reportar sobre los asaltos de subsaharianos a la valla de la frontera, uno de los temas más complejos que he encontrado en muchos años en la profesión. Lo que más me chocó no fue ver a los inmigrantes ilegales alojados en un centro de detención (de puertas abiertas) contiguo a un campo de golf, de donde pueden entrar y salir cuando quieran.

Lo que más me chocó fue observar cómo una parte no irrelevante de la economía de Melilla corresponde a ONGs que usan el dinero de nuestros impuestos para, en efecto, mantener en marcha un sistema moderno de transporte de esclavos, en el que ellos se coordinan con los traficantes para acoger, proteger, procesar y transportar a Europa a estos indocumentados. Mucha gente paga la hipoteca de este modo, y duerme a pierna suelta.

Un par de años después, me pararon en el centro de Madrid con el fin de pedirme dinero para Médicos sin Fronteras. Me negué. El voluntario, un chaval joven, me preguntó que por qué no quería colaborar con una ONG tan impoluta. Le respondí:

«Soy corresponsal, y vengo de hablar con gente del ministerio de interior que me contado cómo Al Qaeda usa las instalaciones de Médicos sin Fronteras para curar a sus heridos, y sus vehículos para moverse por Siria sin ser detectados». Habría estado genial si este chaval se hubiera quedado callado ante la explicación. Pero no: insistió en convencerme. Ellos no se van a callar. Pero eso no quiere decir que tengamos que escucharles, y mucho menos que tengamos que darles dinero.

Madrid, 1973. Tras una corta y penosa carrera como surfista en Australia, acabó como empleado del Partido Comunista Chino en Pekín, antes de convertirse en corresponsal en Asia-Pacífico y en Europa del Wall Street Journal y Bloomberg News. Ha publicado cuatro libros en inglés y español, incluyendo 'Podemos en Venezuela', sobre los orígenes del partido morado en el chavismo bolivariano. En la actualidad reside en Washington, DC.

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