Iván Vélez: «Frente a la religiosidad de los incas, los españoles creían estar ayudados por un dios más poderoso»

El autor conversa con GACETA sobre la figura de Pizarro, el imperio y la Leyenda Negra con ocasión de la reciente publicación de su último libro, «La conquista del Perú» (La esfera de los Libros)

Iván Vélez lo tiene tan claro como Sócrates, “una vida sin reflexión no es vida para el hombre”. Para este escritor y arquitecto una de sus prioridades es trazar sobre el papel soluciones a tanto desmán histórico-cultural y que la actual fragilidad de la verdad no termine de sacudir los cimientos de España. Investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno, director  de la Fundación DENAES y autor de títulos tan celebrados como Nuestro hombre en la CIA. Guerra fría, antifranquismo y federalismo (Ed. Encuentro), Reconquista. La construcción de España y La conquista de México, editados por La esfera de los libros, publica ahora en este mismo sello La conquista del Perú.

Y lo hace con rigor histórico, “nuestros archivos son una auténtica mina, un patrimonio de un valor incalculable”, y con emoción contenida.  No tener noticia de conmemoración alguna de aquel 14 de noviembre de 1524, cuando el navío Santiago levó anclas rumbo al Perú, le remueve su interior. Aquel primer viaje, y los que le sucedieron, llevaron a los hombres de Pizarro a la conquista del imperio inca. Estos días, que se cumplen 500 años del inicio de la aventura andina,  Iván Vélez conversa  con IDEAS con la lucidez que le caracteriza. A lo largo de las 368 páginas de La conquista del Perú asistimos a una de las mayores epopeyas de la humanidad apoyada en la fiel transcripción de aquellos acontecimientos, glosados con una prosa tan extraordinariamente limpia que aún conservan su frescura y su interés. 

Sitúese en la batalla de Cajamarca con la captura de Atahualpa. Allí comienza a establecerse la estructura del imperio español sobre el inca. De la salida de los hombres de Pizarro –desde Panamá– hasta la estabilización del virreinato con Francisco de Toledo. Una hermosa y árida narración en la que tan bien se reconocen los temores y los tormentos que precipitaron los destinos de nuestros hombres. Seremos uno más entre el sol infernal y la noche más oscura, como recién salidos de los Comentarios reales, del Inca Garcilaso. Revivirá una historia de tal potencia que se sentirá atrapado y fascinado, cabalgará al ritmo de los caballos, leerá documentos y crónicas que le llenarán de orgullo y tomará aliento como si estuviera a escasos centímetros de todos ellos.

Está especializándose en héroes, conquistas, batallas, sobre la conducta humana, el compromiso, la lealtad… ¿Cuál es su preferido? ¿Qué le ha emocionado más?

Hernán Cortés, porque aúna en su figura la espada y la pluma. Si la espada, que más que espada fue un excelente manejo de los hombres y los tiempos, le dio la victoria en el campo bélico, la pluma, que él mismo manejaba con soltura, le emparentó con los héroes clásicos. Sus Cartas de Relación contienen momentos crueles, pero también conmovedores, como la descripción de las mujeres y niños que salieron de Tenochtitlán durante el asedio. En cuanto a la conquista del Perú, uno de los momentos más emotivos es la noche en la que Gonzalo Pizarro espera ser ejecutado al amanecer.

En lo que se refiere a las conquistas españolas, los propios documentos que se enviaron desde el Nuevo Mundo, aunque buscaban casi siempre beneficios, muchos de ellos contienen elementos fantásticos que los asemejan a novelas. Por este y otros motivos, prefiero los legajos a las novelas.

Todo comienza en la batalla de Cajamarca. Allí empieza a establecerse la estructura del imperio español en el imperio inca…

La captura de Atahualpa en Cajamarca, maniobra de una enorme audacia, supone el choque, cara a cara, de dos mundos. No hay más que fijarse en la entrega que se le hace al emperador inca de un libro, objeto desconocido para él. La prisión del Inca, que aunaba en su persona tal poder, supuso un colapso de su imperio. Aunque luego brotarán rebeliones, es a partir de ese momento cuando el poder español se impone, apoyado, por supuesto, en estructuras previas y en señores que vieron en la llegada de los barbudos la oportunidad de sacudirse el yugo incaico.

Ya no es sólo la leyenda negra sobre España, sino la que sobrevuela en torno a Pizarro como un personaje oscuro… Lo sitúa en el libro a la altura de Julio César. Y en España se le menciona sólo de pasada…

No lo sitúo yo, lo situaron hombres de su tiempo que se miraban en el Mundo Clásico al que, en ocasiones, creyeron superar. Sobre Pizarro hay muchas leyendas. La del porquero analfabeto, la del hombre violento. Sin embargo, sin desdeñar el lado más duro de su personalidad, sin el cual no hubiera sobrevivido en aquel mundo, Pizarro es un hombre que se preocupa por rodearse de una familia marcada por la bastardía. Es también un hombre que, aunque analfabeto, es muy consciente de la importancia de la palabra escrita. Que apenas se le mencione es un efecto lógico de la leyenda negra, que sólo ve sombras en nuestro pasado.

Y logró sus empresas con sólo un puñado de hombres, apuntaba Francisco de Jerez: “¿Cuándo vieron los antiguos tan grandes empresas de tan poca gente contra tanta, y por tantos climas de cielo y golfos de mar y distancias de tierra ir a conquistar lo no visto ni sabido?” Qué eficacia con tan poco “material humano”…

Totalmente, sin un mundo indígena dividido, los españoles hubieran sido aniquilados. Pizarro, que tenía ya una amplia experiencia en el Nuevo Mundo, no olvidemos que estuvo presente en la ejecución de Núñez de Balboa, por lo que también conocía de primera mano las pugnas entre españoles, supo ver las fisuras, los enfrentamientos internos entre etnias. A partir de ahí, establece alianzas que son las que les permitieron convertirse en el hombre más poderoso al sur de Panamá.

Aborda algunos de los mitos que alimentan más controversia: términos como “imperio”,  “indígena”, “esclavo”, “guerra”, “paz”… ¿Por qué siempre surge la polémica cuando todo el material historiográfico se puede contrastar? El aparato documental español es fabuloso…

En efecto, nuestros archivos son una auténtica mina, un patrimonio de un valor incalculable. Muchas veces he dicho que su divulgación debería ser una política de Estado, pues de ese mundo procedemos. Un mundo convulso, naturalmente, pero tan documentado, con tantos testigos, que permite reconstruir nuestro pasado y el de las naciones hispanoamericanas.

Ya lo dejó escrito Lope de Vega, “¡Oh patria!, cuántos hechos, cuántos nombres,/ cuántos sucesos y victorias grandes…/  Pues que tienes que haga y quien te obliga, / ¿Por qué te falta, España, quien lo diga?” ¡Cuánto cuesta celebrar y elogiar los méritos de España!

En efecto, ya en tiempos de Lope –Quevedo también se lamentó de un modo parecido– se denunciaba ese desdén por los ataques que se recibían. No soy, en absoluto partidario de edulcorar el pasado ni de considerar, pues sería un grave error, que España es una esencia eterna, pero, desde luego, lo que carece de sentido es tragarse toda esa papilla ideológica, repleta de ingredientes actualistas, que se dio en llamar leyenda negra. Las naciones hispanas, de ambos lados del Atlántico, procedemos del Imperio español, un imperio, por decirlo en palabras de Gustavo Bueno, generador. Por lo tanto, ni vergüenza ni perdón.

Qué riqueza la de nuestra lengua. Leer cada documento y sus crónicas es una gozada, qué forma de transmitir tanta pasión. Imagínese que Pizarro soltara sobre Perú y demás territorios lo de “espacio público compartido” al que se refiere Illa respecto a España…

Las comparaciones son odiosas, desde luego. Los documentos, en efecto, contienen un léxico precioso, a pesar de que a veces sean de muy complicada lectura. Quiero aprovechar, por cierto, para agradecer a Tomás Mazón su ayuda a la hora de descifrar algunos documentos. Por poner un ejemplo, cómo no deleitarse con la expresión, “guiados por su dañado propósito”, tan aplicable a amnistiados traidores de nuestro presente.

Chancas, waris, incas, cañaris, amazonas… Su análisis rompe con la idea de esa Arcadia feliz y armónica que los cristianos habrían destruido. Ese mundo anterior a la llegada de los españoles era mucho más complejo y convulso…

Ese mundo adánico es una visión infantil, pueril. Es creer en el buen salvaje. Sin embargo, todos sabemos que ese buen salvaje a menudo solía masacrar al buen salvaje de la tribu de al lado, ya sea para comer, para raptar a sus mujeres o para hacer esclavos. Esa es la realidad, la cruda realidad, a la que llegaron unos españoles que quedaron horrorizados ante, por ejemplo, el hallazgo de “tinajones llenos de niños secos que habían sacrificado” en los templos dedicados al Sol.

La conquista de Perú fue un proceso largo, es una de las conquistas que más se sufrió. Hay un episodio importante respecto a la causa secesionista hispanoamericana que Simón Bolívar auspició por carta. A menor escala, el secesionismo vasco ha reivindicado el oñacino como un temprano precedente. Hay más tela que cortar de la que parece…

Claro, porque la Historia se hace en el presente, con los relatos y reliquias que tenemos entre manos. Un libro de estas características se escribe así, porque no existe la máquina del tiempo que nos permita viajar al Perú de hace medio milenio. Por todo ello, la Historia es un campo de batalla ideológico en el que algunos creen ver, es el caso de Bolívar, precedentes de sus políticas actuales. Pura fantasía.

Háblenos de la fama y la fortuna. Fueron las promesas de riqueza lo que, en principio, fascinó a la expedición española…

En efecto. Hay que pensar que aquellos hombres manejaban ideas fantásticas, mitos que creían posibles en el Nuevo Mundo. El Dorado, las amazonas, el País de la Canela. He querido prestar atención a estos aspectos para no escribir una obra puramente positivista consistente en una acumulación de nombres y fechas. Los españoles buscaban fortuna, enriquecimiento, pero tenían también una idea de trascendencia que, de algún modo, consiguen cuando se exhuman sus documentos.

Hasta Neruda, a pesar de su visión negrolegendaria sobre la conquista y el periodo virreinal, tuvo que reconocer en Confieso que he vivido la deuda contraída con aquel mundo del que él mismo fue fruto. ¿Lo de Sheinbaum con la agotadora retahíla “España tiene que pedir perdón” cómo lo definimos ya? (por cierto, ¿ha pensado en enviarle a la presidenta mexicana algunos de sus libros para que se ponga al día?)

Por mucha leyenda negra que consuman, es innegable que ambos proceden del mundo virreinal, por el simple hecho de que son ciudadanos de naciones soberanas que se fraguaron como transformación, revolucionaria, si se quiere, de las estructuras del Imperio español. El México actual no es una restauración del Imperio mexica. Dicho lo cual, buscar en el pasado español la causa de todos los males actuales supone una mezcla de ignorancia y mala fe. No descarto mandarle algún ejemplar a doña Claudia. Necesita, por decirlo en expresión de aquella época, salir de esa ceguedad.

Hoy se reescribe el pasado y el presente según conveniencia de los administradores de la moral… Decía Orwell “si el líder dice de tal evento esto no ocurrió, pues no ocurrió. Si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos son cinco. Esta perspectiva me preocupa mucho más que las bombas”… Cualquiera diría que Orwell vive entre nosotros

En cierto modo, siempre ha sido así. Hoy, sin embargo, la tecnología, las redes, favorecen esos procesos orwellianos. De todos modos, tengo entendido que Pedro Sánchez nos va conducir a la verdad más cristalina gripando la máquina del fango.

Pizarro mostró, en ocasiones, sus temores recogiéndose en profunda cristiandad por su alma. La religión, cuando no se le da aires fanáticos, tiene un efecto civilizador en las relaciones humanas, recuerdo escuchar en alguna charla a Vargas Llosa…

Pizarro y sus compañeros eran profundamente católicos, lo cual no impidió que cometieran crímenes y excesos. Sin embargo, la fe les fortalecía. Frente a la religiosidad de los Incas, los españoles creían estar ayudados por un dios más poderoso.

Para aguantar este panorama actual hace falta ración y media de épica… ¿A qué le suena esta España que antes fue cuna de Quevedo, Góngora, Velázquez, Cervantes…? Apuesta esperanzado por…

Sí, un puntito de épica es necesario, mezclado con altas dosis, en el momento actual, de estoicismo. Apuesto por una regeneración, por una reacción de los españoles ante los planes de diversos sectores de nuestra sociedad marcados por la búsqueda del interés propio y la división. Apuesto por la nación española, hoy amenazada por algunas sectas marcadamente hispanófobas. 

Hablemos de las mujeres que encontraron en América y su importante papel. Muchas, a lo largo de los siglos de batallas y conquistas, readaptaron sus lealtades (formalizando matrimonios y más) y no se les ha considerado traidoras por ello…

Volvemos de nuevo a las visiones actualistas del pasado. Las mujeres de aquella época no pueden verse con los ojos del presente. Tampoco hay que caer en la simplificación de creer que todas eran iguales, pues nos hallamos ante sociedades muy estratificadas. En cuanto a la traición, de la que se acusa a doña Marina, no tiene sentido. Fue una mujer que habiendo sido vendida como esclava, se sobrepuso a su situación.

Emoción, sangre, sudor y lágrimas y, en muchas batallas históricas, ese ingrediente tan importante llamado amor. La atracción entre dos seres es también una manera de contrastar y determinar los universos de los que proceden, y menuda riqueza de universos…

Cierto. Venus siempre ha tenido un poderoso influjo.

Iván, ¿hay que dejarse guiar por el corazón?

Si hacemos caso al lema que figura en el dintel de la Casa de los Tiros, en Granada, sí. Allí, bajo una espada que apoya su punta en un corazón, se puede leer: “El corazón manda”.

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