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José Luis López-Linares: «La verdad no uniforma, la verdad une»

La Gaceta conversa con el director José Luis López-Linares tras el estreno de 'Hispanoamérica. Canto de vida y esperanza'

Seguro que en estos tiempos de incertidumbre habrá quien, en ocasiones, aún se acoja a aquella frase de Estragón en Esperando a Godot: “No hay nada que hacer”. Evitemos a los malasombras y tomemos conciencia de nuestra Historia y de las lecturas que nos quedaron grabadas bajo la piel. Qué definitivo será no tirar tierra sobre las huellas del camino. No renegar del pasado, más aún cuando somos parte de un tesoro de civilización formado por, aproximadamente, 500 millones de personas. Saber que lo que nos une es la verdad de nuestro ser, hermanados no sólo por un idioma, sino por una religión, una cultura y una manera de estar en el mundo que se ha ido creando a través de estos 500 años de vida en común. Apreciando que, por encima de todo, son la fuerza de la vida y la libertad más poderosas que esas peroratas profetizando que todo se encamina hacia la desaparición.

El director y productor José Luis López-Linares, con quien IDEAS mantuvo esta semana esta conversación,  acaba de estrenar Hispanoamérica. Canto de vida y esperanza. No sólo estamos ante un documental, es un regalo extraordinario, un bálsamo contra los engaños que, actualmente, basándose aún en la torticera leyenda negra, nos tienden el rencor y la ideología impuesta… Viendo Hispanoamérica  te sientes atrapado frente a la pantalla ante un trabajo de enorme sensibilidad, sin artificios, mientras en el patio de butacas flota toda la poesía desde Ercilla y el Inca Garcilaso de la Vega, a la liturgia y un Ave María que sobrecoge y deja al público envuelto en una emoción palpable. Acabada la ovación, con el público puesto en pie, eres consciente de la sabiduría, el poder de la amistad y toda la grandeza del patrimonio cultural que abarcamos en común.

Menudo regalo nos trae López-Linares con aroma a caña de azúcar y cacao, con el ímpetu descubridor de los Reyes Católicos y la fe quijotesca de conquistadores, bajo el sol y la luna que acompañaron a aquellos guerreros que batallaron. De voces que susurraron coplas llenas de arengas, entre aguas que descendían cristalinas y la belleza sobria de las pinturas y las arquitecturas de plazas e iglesias. 

López-Linares, con Hispanoamérica, se reinventa a sí mismo. Una y otra vez. Tras España, la primera globalización, que supuso un éxito sin precedentes en el género del documental —casi un millón de visualizaciones en RTVE, el documental español más visto en cines, miles de libros vendidos, DVD’s…—, llega sin etiquetas, nadando libre y sin red en los mares de la mejor producción cinematográfica que se ha hecho hasta ahora. En memoria de nuestros antepasados. Y pensando en el futuro, en nuestros hijos.

El éxito de Hispanoamérica está siendo arrollador. Ya España, la primera globalización supuso un terremoto de buenas nuevas. Cada proyecto, a partir de ahí, es una batalla, un reto…

Sí, es cierto. España, la primera globalización fue un éxito que no nos esperábamos, la verdad. Y, lo que más me impresionó fue como se recibió, con ese agradecimiento. No sólo es que a la gente le guste la película, sino que te dan las gracias por haberla hecho. Eso para mí fue muy importante

¡Tener este éxito con un documental sobre la historia y aquellos que dignificaron nuestro origen es derribar mitos a lo grande! Como escribió Antonio Machado: “¿Dónde está la utilidad de nuestras utilidades? Volvamos a la verdad”…

Al final de la película, Adelaida Sagarra Gamazo  —profesora titular de Historia de América en la universidad de Burgos—  dice que “la verdad no uniforma, la verdad une”, y yo creo que eso es lo que he querido y he logrado transmitir con la película, que somos una civilización, un conjunto de 500 millones de personas, y lo que nos une es la verdad de nuestra historia común. La verdad de nuestro ser, no sólo unido por el idioma, sino una religión, una cultura y una manera de estar en el mundo que se ha ido creando a través de estos 500 años de vida juntos. Esto es para mí lo más importante. Quiero que la película descubra, a los espectadores que acudan a verla, que estamos viajando en canoas y tenemos un transatlántico al lado al que podemos subirnos. Y el transatlántico está hecho, no hay que construirlo, sólo tenemos que darnos cuenta de que está ahí y que es nuestro.

Casi nada ya se le resiste: cine, documental, guion, producción, una actividad enfebrecida  que lo ha convertido en uno de los mejores representantes del cine español y del legado español en el mundo, haciendo de su trabajo un encuentro para la convivencia ¿Qué le sigue emocionando? Y, ¿qué no le da “miedo”?

Me sigue emocionando, cada vez más, descubrir nuestra historia en común. El arte, la música… Creo que he logrado transmitir lo que tanto me emociona. Y, ¿miedos?, la verdad es que no hay que tener miedo a nada. Me daría miedo hacer una mala película, no mostrar lo que quiero,  fracasar en el intento y que no me escuchara nadie… Por lo demás, no, no hay que tener miedo.

Cuenta que estos documentales surgieron por esa gran inquietud que sintió al contemplar, en cada viaje que hacía al exterior, que algo no encajaba, que estábamos dilapidando un tesoro excepcional. La inquietud se fue transformando en indignación ante las mentiras que vertían políticos y demás voces

Sí, es así. Fue un sentimiento surgido al tener que aguantar mentiras y estupideces como que España tenía que pedir perdón y cosas parecidas. Pero fue al leer el libro de Elvira Roca Barea, Imperiofobia y leyenda negra, ya antes de acabarlo, cuando decidí que yo tenía que hacer algo sobre esa idea con la profesión a la que yo me dedico, que es el cine documental. Roca Barea había escrito un libro extraordinario y había ordenado, de una forma muy meritoria y muy clara, un montón de ideas muy complejas. Y pensé que si ella lo había hecho, yo también sería capaz de hacerlo en mi medio y con mis herramientas: la imagen, la voz, el cine… Ahí empezó todo

Tenemos que valorar ese “ejército de ángeles arcabuceros”, como usted  les llama. Esas personas que aportaron su ayuda para crear estos trabajos a base de campañas de mecenazgo. Vamos, que la historia se repite,  España se va construyendo conquista a conquista. Imagino que este proceso habrá sido arduo, ¿estas condiciones limitan, pero también fortalecen, animan a innovar en formas de financiación?

Por supuesto. La verdad es que, de alguna manera, fue una suerte que no nos dieran apenas subvenciones para la primera película ya que me llevó a pensar otros medios de financiación.  La idea del mecenazgo fue algo extraordinario. Obtuvo una respuesta increíble. Conseguimos una parte del presupuesto importante y, sobre todo, conseguimos a un numerosísimo grupo de personas que hicieron suya la idea; fueron partícipes de la película y cuando se estrenó llenaron cines, convencieron a sus amigos, a la familia, para asistir a su proyección. Sentían la película como suya. Y eso, por supuesto, nos ha dado alguna autonomía extraordinaria. Contar con estas  personas que nos apoyan es algo increíble. Es una libertad, y te anima a seguir, presentar otros proyectos y poder llevarlos a cabo

Lo más reciente: lo del ministro de Cultura sobre la descolonización de los museos. La cuestión es que siguen intentando devaluar nuestra historia y la marca España. Pero creo que están consiguiendo el efecto contrario, están despertando un amor por nuestra cultura, nuestros orígenes, por aquellos que batallaron por todos nosotros…

Mira, en esta película yo ya doy por superada la leyenda negra; es decir, hay mucha gente que no se ha enterado de esas falsedades, pero ya empieza a ser su problema, ya no es el mío. Por mi parte, he hecho una película explicándolo todo muy claro y, además, hay  muchos libros, como el de Elvira Roca Barea, de Marcelo Gullo, y de tanta gente… Hay personas extraordinarias en YouTube, gente que publica entrevistas, conferencias, hay asociaciones como la Asociación Cultural Héroes de Cavite, en fin, hoy no hay ningún historiador serio que pueda seguir siendo negrolegendario. En definitiva, creo que esta película va un paso más allá, el que no se ha enterado ya es su problema…

Comentaba que existe actualmente una generación formada por artistas, filósofos, lectores, escritores, espectadores, españoles que aman y necesitan a su nación. Es esperanzador…

Efectivamente.  Mi amigo Jorge Sánchez de Castro le ha puesto un nombre: Generación 21-21. Es una generación que nace de abajo a arriba, que es popular, que no está aliada a ninguna política de partidos, que está creando un capital simbólico y cultural importante y que es independiente, autónoma, se basta a sí misma para sus contenidos. También es importante el hecho de que está descentralizada, es decir, no hay ninguna organización por medio. Comenzó por una necesidad y las personas se van sumando porque necesitan tener una base sólida, conocer su historia, saber de dónde vienen. Si no sabes de dónde vienes, no sabes quién eres. Y esa es una necesidad que se está dando no sólo en España, sino en toda Hispanoamérica

Tengo que resaltar los aplausos de los espectadores al término del documental. Es una especie de catarsis la que muchos sienten, que noté al encenderse las luces del cine y ver las caras de emoción. La misión evangelizadora tiene una especial relevancia en Hispanoamérica (esa escena con el Ave María). Cuenta que Quito le emocionó especialmente…

Es cierto, en muchas salas se aplaude después de la proyección. El espectador yo creo que sale muy contento de la película, sale feliz. Algunos espectadores me han contado que les ha ayudado a conocerse a ellos mismos, y no hay nada más catártico que eso. Lo de Quito impresiona, sí. Aparte de que su centro histórico es el mejor conservado de América, y seguramente del mundo, sus dos grandes iglesias, la de la Compañía de Jesús y la de San Francisco, son impresionantes. Quito es increíble. Asimismo, fue la primera vez que asistí a una proyección de nuestro trabajo documental fuera de España y tenía cierto miedo, cierta prevención, por ver cómo iban a reaccionar allí ante la película. Y la reacción fue extraordinaria, igual que en España. No hubo ninguna diferencia. Sobre todo me emocionó eso, que la reacción fuera la misma que en España, allí, al otro lado del Atlántico

Lo que cuesta desmontar una idea equivocada… España va allí a crear, “un imperio generador”, que decía Gustavo Bueno. ¿Podríamos también definir Hispanoamérica y España, la primera globalización como unos trabajos perfectamente divulgativos, didácticos? Lo difícil no es saber historia, lo complicado es saber contarla y usted lo hace de maravilla…

Yo no soy historiador realmente, no he hecho ninguna investigación histórica. Todo lo que aparece en la película, alguien ha trabajado sobre ese tema antes que yo, claro. Yo sólo estoy subido en hombros de gigantes, esa es la ventaja que tengo. Y sí, por supuesto, es un esfuerzo el hecho de divulgar porque más que contar lo que hacemos es mostrar nuestra historia, nuestro patrimonio artístico, cultural, musical… Mi oficio consiste más en mostrar que contar. El cine tiene esa ventaja, quizá más que un libro de historia, de divulgación, que también hace una labor importantísima, pero el cine… Sobre todo si vas a las salas y ves la película en una gran pantalla, junto a otras personas, la calidad de las imágenes, el sonido… Realmente es otra cosa, como decíamos antes, se siente ese efecto catártico. Un libro, por ejemplo, lo lees en soledad, tomando notas si acaso, pero una película es otra cosa…

En definitiva, el cine, la literatura, la cultura, nos permite, entre otras cosas, conocer de verdad a otras personas, porque está claro que actualmente, en esta vida cotidiana, no nos conocemos ya ni nosotros mismos…

Es cierto. Mira, en López-Li Films organizamos unas jornadas junto a la Asociación Unidos por la Historia, en la Fundación Rafael del Pino. Allí, los protagonistas eran parte de los historiadores que habían colaborado en Hispanoamérica. Yo les conocí a todos durante el rodaje, pero ellos no se conocían entre sí. Lo que hicimos fue traer a catorce historiadores y expertos que aparecen en la película —de Méjico, Perú, Bolivia, Venezuela…— para que se conocieran. Ese es otro de los objetivos, conocernos personalmente, además de compartir la riqueza de su sabiduría

Este tesón y esta rigurosidad suya, poniendo luz en la oscuridad a base de datos, testimonios y una exhaustiva documentación, es casi un imperativo ético. Qué pocas películas históricas, con una historia tan rica y compleja como la nuestra, se hacen en España… ¿Somos los españoles incapaces de enfrentarnos de una forma natural con nuestra historia?

Los españoles no somos diferentes, en principio. No tenemos una tara psiquiátrica que nos impida conocer nuestra historia o renegar de ella, sino que hemos sufrido un acoso propagandístico muy grande, desmesurado. Ha habido una inversión tremenda, desde todo tipo de medios, para machacarnos culturalmente. De ahí que, como dice en la película uno de los participantes, nos hayan contado mal historia y, para colmo, nos la hemos creído. Pero es que ese contarnos mal la historia ha sido desde una industria del marketing y una propaganda con una potencia tremenda. Y sigue sucediendo, en cualquier película de Hollywood que pasan por ahí siempre hay algún español masacrando a alguien, un genocidio; sin embargo, no hay ningún genocidio inglés, por ejemplo, ni ninguna cosa parecida. Siempre somos los españoles, lo cual, claro, proviene de una inversión tremenda en medios, en dinero y en inteligencia; somos víctimas de eso. Tenemos que darnos cuenta de que no podemos seguir creyéndonos esos mensajes.

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