Paloma Hernández: «La idea de hombre o mujer que manejamos en España entra en contradicción irresoluble con la que trae el islam»

GACETA conversa con la autora Paloma Hernández sobre su último libro «Islam y Feminismo. Religión y geopolítica en el siglo XXI» (Sekotia, 2024)

Paloma Hernández es investigadora asociada de la Fundación Gustavo Bueno y autora de Arte, propaganda y política (2021), El fin de la izquierda (2023) –ambos en Sekotia, del grupo Almuzara–, y Filosofía para gente despierta: 80 temas para analizar desde un pensamiento crítico (Oberon, 2024). Asimismo, dirige su proyecto Fortunata y Jacinta, en Youtube, centrado en filosofía política y filosofía de la historia, donde ofrece análisis sobre fenómenos políticos, sociales y artísticos. IDEAS conversa con la autora a propósito de su último libro, Islam y Feminismo. Religión y geopolítica en el siglo XXI (Sekotia, 2024): «El denominado feminismo islámico, promovido por grupos que se presentan como progresistas, actúan como un Caballo de Troya en Europa, facilitando la entrada del fundamentalismo musulmán en sociedades que valoran la individualidad y la igualdad jurídica entre hombres y mujeres», según reza el subtítulo.

Dice en el libro que el mito de Occidente es utilizado por muchas corrientes ideológicas  por ejemplo, el feminismo islámico muy interesadas en encontrar un chivo expiatorio al que responsabilizar de todos los males

Sí, efectivamente. Lo que trato de explicar es que la idea de un Occidente unido y homogéneo es un mito que, entre otras cosas, busca reforzar las separaciones con Oriente, entendido también como un bloque monolítico. Voy a intentar explicarlo con un ejemplo. La politóloga sirio-española Sirin Adlbi Sibai sostiene que los musulmanes tienen que emprender un movimiento de descolonización de su fe y de su pensamiento, puesto que ambos han sido apresados por el aparato de poder «occidentalocéntrico y cristianocéntrico». Desde esas posiciones, ella intentará justificar que el problema no está en el islam, sino en el racismo, la xenofobia y la islamofobia insertos de forma estructural en las sociedades «occidentales», vicios que habrían dejado su huella en las sociedades musulmanas durante la era del colonialismo. Pero cuando habla de «Occidente» no aclara a qué se está refiriendo. Occidente es, según ella, una sola cosa y toda igual, es el enemigo, y no tiene en cuenta qué potencias protagonizaron el colonialismo abrasivo del siglo XIX y cuáles no…

Les da lo mismo ocho que ochenta, hablando llanamente…

Sí, totalmente. Estas corrientes no distinguen entre los diferentes modelos de imperio que se han dado históricamente y por ello meten en el mismo saco al Imperio británico ocupando y controlando Egipto a partir de 1882, al Mandato francés de Siria y Líbano o a los Estados Unidos de Norteamérica en Irak, por poner otro ejemplo, poniéndolos en igualdad de condiciones con la acción histórica que España lleva a cabo en América. Por cierto, dicen que el imperialismo occidental es el mal, pero jamás hablan del Califato, ¿acaso el islam se expandió repartiendo margaritas y cantando el «la,la,la»? ¿No se expandió con la razón de la fuerza antes que con la fuerza de la razón?

Realmente, menudo Occidente echado a perder. Me refiero a qué poco nos valoramos, con este complejo que gastamos y echándonos piedras sobre nuestro tejado…

Ese auto-odio tiene muchas causas y en el libro trato de abordar algunas de ellas. No hay que olvidar, por ejemplo, que muchas teorías desarrolladas contra las sociedades de tradición cristiana, sobre todo católicas, surgen en los ámbitos «intelectuales» y universitarios anglosajones y francófonos, y que en Hispanoamérica estas doctrinas han dado lugar a la pujante corriente de la «decolonialidad», generosamente financiada por nuestros respectivos Estados, también aquí en España. Pero lo que estos activistas «decoloniales» no quieren entender es que, alimentando esa endofobia y ese extravío identitario, se ponen al servicio de las potencias extractivas realmente existentes y de otros modelos culturales hegemónicos: el anglosajón y protestante, por ejemplo, pero también el islámico o el chino. Es muy llamativo observar cómo estas corrientes «decoloniales» rechazan rotundamente toda alianza con el cristianismo, pero se muestran absolutamente contemporizadores con el islam.

Fue Montesquieu quien dijo que la medida de la libertad de una sociedad es la libertad de la que disfruten las mujeres en esa sociedad. Aunque se haya deteriorado y degradado tanto el feminismo estos años, ¿qué importancia tiene para usted el feminismo en la actualidad?

Yo no soy feminista, nunca lo he sido. Considero que el feminismo, en cualquiera de sus corrientes, interpreta de forma errónea la realidad y que, por tanto, realiza un mal diagnóstico de las causas de los problemas. En consecuencia, las soluciones que se ofrecen en nombre del feminismo casi nunca funcionan. Es más, a menudo la puesta en práctica de sus planes y proyectos empeoran la situación. Para decirlo de forma tajante y provocativa: la situación jurídica y social que vivimos las mujeres españolas en el año 2025 no es un logro exclusivo ni del feminismo ni de las izquierdas, sino que es el resultado de procesos históricos amplísimos y muy complejos donde confluyen muchas tendencias.

Su libro Islam y Feminismo está orientado, apunta en sus páginas, a un público no especialista, ¿de qué hablamos cuando hablamos de feminismo en el islam?

Lo primero que hay que decir es que feminismo no hay uno, sino muchos, y que estas distintas corrientes están enfrentadas entre sí, a veces de forma absolutamente encarnizada. Lo que yo he tratado de hacer en este libro es analizar cómo han enfrentado la cuestión del islam tres de estas corrientes: el llamado feminismo ilustrado, reconocible en figuras como Celia Amorós y Amelia Valcárcel, y que fue hegemónico en España con el PSOE de Felipe González; por otro lado tenemos el llamado feminismo islámico, que es secundado por mujeres musulmanas creyentes, generalmente provenientes de sociedades musulmanas tipo Egipto, Turquía, Marruecos, etc. pero que han desarrollado su carrera académica en universidades del ámbito anglosajón y francófono. Estas mujeres tienen mucho predicamento en ciertos ámbitos universitarios y políticos y su posición consiste en afirmar que, de las tres religiones del Libro, el islam es la única realmente igualitaria en esencia. Esto es, que el islam es feminista por definición y que lo que ha pasado es que el mensaje revelado al Profeta, una vez muerto Mahoma, fue manipulado y tergiversado por legisladores corruptos, que fueron quienes imprimieron un carácter misógino, machista y patriarcal al islam. Por tanto, dicen estas musulmanas, hay que revisar los textos fundacionales del islam y purificarlos, eliminando esas corrupciones.

Tenemos, además, un tercer grupo de feminismos, que son los hegemónicos hoy en día, que usted agrupa en su libro como «feminismos antirracistas, anticapitalistas, antiimperialistas y decoloniales para la emancipación de las mujeres racializadas del Sur- global». Estos grupos son los que han desbancado a nivel político y mediático a las feministas ilustradas, señala

Exacto, estos feminismos «antirracistas» son los que más poder académico, mediático y político tienen ahora mismo y su visión es fundamentalmente anticristiana y antioccidental. Ellas interpretan a las mujeres musulmanas que viven en Europa desde las coordenadas indigenistas, es decir, las ven como minorías culturales oprimidas por los poderes «occidentalocéntricos». Dicho en otras palabras, estas corrientes ven a las mujeres musulmanas como reservas culturales que hay que proteger a toda costa. La cuestión es que, al interpretar a los musulmanes que viven en Europa como reservas culturales que hay que proteger, lo que hacen es fomentar la existencia de guetos en las ciudades europeas y ese es un problema enorme. Por cierto, habría que recordar a estos «antirracistas» que no es racismo criticar al islam, entre otras cosas porque el islam no es una raza, sino un compuesto religioso, político y geopolítico de primera magnitud.

En los últimos años asistimos a un incremento de cristianos convertidos a la fe de Mahoma, personas que no dudan en mostrar su conversión en redes sociales…

Sí, es verdad. Yo pensé en escribir este libro porque cada día encontraba en las redes sociales testimonios de mujeres jóvenes europeas que mostraban su conversión al islam, exhibiendo orgullosas su nueva indumentaria musulmana. Lo más sorprendente es que muchas de estas mujeres explican su conversión al islam en términos feministas, defendiendo su decisión como un acto de emancipación, de libertad y de empoderamiento. Y aquí hay mucho análisis que hacer… Efectivamente, es posible que mucha gente se aproxime al islam porque nuestras sociedades descristianizadas ya no pueden ofrecerles un horizonte de trascendencia. Otros lo harán por cuestiones ideológicas, incluso estéticas, algo así como pensar que ser musulmán es cool. También he observado que muchas personas realizan su conversión al islam desde coordenadas protestantes: «Yo leo el Corán y lo interpreto a mi manera». Pero no ven o no quieren ver la realidad del islam…

Podríamos decir que se nutren del mito de Al-Ándalus, como explica usted en su libro

Así es. Han fabricado en sus cabezas un islam de fantasía que nada tiene que ver con el islam realmente existente, el que está activo en nuestros días y en crecimiento, el islam histórico. En parte se nutren del mito de Al-Ándalus, la idea de que Al-Ándalus fue una época de prosperidad cultural inagotable frente al oscurantismo cristiano europeo. La idea de que «Occidente» se lo debe todo al islam, la idea de que «Occidente» es pura corrupción, rapacidad, depredación… La idea de que si el islam, siendo una religión superior que dio lugar a la civilizada, brillantísima y súper-tolerante Al-Ándalus, no ha podido expresarse en plenitud es por culpa de «Occidente». Pero esa es una idea mitificada del islam, ese islam no existe.

En los primeros capítulos de su ensayo deja claro que no se trata de señalar al individuo musulmán, sino que analiza el problema del islam «en tanto plataforma geopolítica que entra en confrontación con la plataforma geopolítica de la que nosotros formamos parte»

Cierto, hay una toma de partido. Yo no pretendo ser neutral: cuando uno estudia el islam percibe claramente su potencia; la figura histórica de Mahoma es imponente, por ejemplo. Pero yo defiendo a mi patria, a España. Y la defiendo con razones, no solamente con sentimientos. Mi crítica, por tanto, no va tanto dirigida contra el islam o contra los Estados musulmanes, sino fundamentalmente contra nuestras élites «progresistas», que de forma absolutamente irresponsable, negligente, sectaria, estúpida y oportunista han asumido la idea de que defender la patria es cosa de fascistas.

Su libro no presenta, pues, una crítica al individuo musulmán concreto, sino que es una crítica filosófica a los fundamentos del islam…

Sí, en este libro tocaba analizar cuestiones tan esenciales como qué es la religión, cuáles son los fundamentos ideológico-filosóficos del islam, qué antropología maneja el islam, esto es, qué idea de hombre tiene, qué son los derechos humanos, qué es la libertad, etc. Por supuesto, también había que analizar la propia idea de feminismo, la idea de islamofobia, tan en boga en nuestros días, muchísimas cuestiones relacionadas con la filosofía política como la idea de prudencia política, inmigración, funciones del Estado, laicismo, teocracia, etc. Este ensayo está escrito analizando el problema del islam a escala filosófica.

Asegura que el feminismo hegemónico funciona como un Caballo de Troya que favorece la penetración del islam en territorio europeo, ¿cómo hemos llegado a esta situación?

La respuesta es extremadamente compleja y yo ofrezco mi posición en el libro. En la respuesta a su pregunta yo sólo podré resumir diciendo que el núcleo del atolladero tiene que ver con el hecho de que grupos con mucha pregnancia política, social y cultural no saben qué es la política. Esa es una de las principales dificultades que tienen que enfrentar nuestras sociedades, tanto en Europa como en América, y ciertos sectores ya han empezado a reaccionar. Las sociedades musulmanas, en cambio, tienen muy claro qué es la política y hacen lo que tienen que hacer, o lo que pueden hacer, para conservarse a lo largo del tiempo.

¿Y qué ocurre con el pañuelo musulmán, con el hiyab, el burka…? Detrás de su uso hay un mensaje político que muchas feministas se empeñan en edulcorar desde perspectivas estéticas o justificándolo con «las mujeres musulmanas visten así por voluntad propia», «es su cultura» o «son sus costumbres»

Mucha gente no quiere entender que el hiyab tiene un carácter fundamentalmente político, además de social y religioso. Tenemos que entender que quien se inscribe en las normativas vestimentarias enunciadas por el islam no puede resignificar dichos símbolos a su gusto… Eso es puro voluntarismo o simple ingenuidad. Las mujeres cuyo día a día se desenvuelve en las fratrías musulmanas instaladas en ciudades europeas, saben que tras la imposición del uso del velo viene la prohibición de ir a la escuela o de hacer gimnasia, la obligación de aceptar que el marido puede llevar una segunda, tercera o cuarta esposa al domicilio familiar o que se pueda forzar a niñas de nueve años a casarse con hombres de avanzada edad, por ejemplo.

Otro problema es creer que ponerse un niqab en España sólo compromete a la «conciencia subjetiva» de la mujer que se lo pone, y que un niqab no afecta para nada al conjunto social en el que se inserta. Pero eso no es verdad, en absoluto. Lo que hay detrás de esos argumentos es la idea de que los inmigrantes no tienen por qué integrarse en la sociedad que los acoge y que pedir eso es de fascistas. Pero eso significa justificar que existan Estados paralelos dentro de nuestros Estados y eso es una auténtica calamidad.

Se refiere al problema de los guetos…

Ni más ni menos. Es increíble que en nombre del «progreso» se esté justificando la existencia de guetos en Europa. Es incuestionable que desde 1970, y por razones de reestructuración geopolítica, el mundo musulmán ha reasumido el papel rector de la religión dentro de la sociedad, lo que trae aparejado un mayor control social sobre las mujeres. Y esto lo reconocen todas las corrientes feministas. En mi libro trato de explicar que la mayor parte de la jurisprudencia del islam gira en torno a la mujer, legislando sobre su cuerpo, su conducta y su presencia en espacios públicos y que la islamización de la sociedad depende en gran medida del trato que se da a la mujer. Y eso es lo que se está implantando de forma creciente en ciertas zonas de Europa en nombre del «progreso», también en España. Es un auténtico desastre porque en los guetos musulmanes que existen en Europa impera la Ley islámica, la Ley de la sharía, que es contraria a nuestros códigos morales y jurídicos heredados de Grecia, de Roma y del cristianismo. Y lo que hay que subrayar es que esos guetos están en crecimiento… ¡Y que nuestras sociedades son estériles! ¡No tenemos hijos!

A través del silencio se intentan tapar crímenes horribles, como estamos viendo en las noticias sobre los casos de explotación sexual infantil en Rotherham… 

Claro, recordemos que en los terribles sucesos del Reino Unido el silenciamiento se produjo por temor a que «la etnia de los perpetradores desencadenase acusaciones de racismo y dañase las relaciones comunitarias» y porque «no se quería remover la nave multicultural». Yo sólo quiero recordar aquí que los grupos feministas hegemónicos en nuestros días no han expresado públicamente  ningún tipo de denuncia, condena o repulsa frente a este tipo de comportamientos aberrantes y sistematizados. De hecho, cada vez que surge alguna de las múltiples contradicciones objetivas que se dan entre el islam y el feminismo, resulta que los políticos, los teóricos y los activistas del feminismo llamado «antirracista y decolonial» toman partido invariablemente por el islam. Yo vengo diciendo desde hace mucho tiempo, y no soy la única obviamente, que este feminismo de Irene Montero y compañía no está aquí para proteger a las mujeres y que su función es otra, como trato de explicar en mi libro.

Los musulmanes moderados aseguran que el islam es la religión que más textos igualatorios entre hombres y mujeres posee. En la tercera parte de su libro hace un análisis comparativo entre islam y cristianismo. Ellos suelen referirse a esta igualdad con argumentos como «nosotros no tenemos el relato de la creación de la mujer de un hueso del hombre, sino que Dios crea al hombre y a la mujer del barro» o que «tampoco existe la escena del paraíso terrenal en la que aparece la mujer como tentada y luego como tentadora»

Bueno, también dice el Corán en la sura 4 aleya 34 –que según el islam es palabra de Dios revelada a Mahoma–: «Los hombres están al cargo de las mujeres en virtud de la preferencia que Allah ha dado a unos sobre otros y en virtud de lo que (en ellas) gastan de sus riquezas. Las mujeres virtuosas son devotas y cuidan, en ausencia de sus maridos, de lo que Dios manda que cuide. ¡Amonestad a aquellas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadles! Si os obedecen, no os metáis más con ellas. Allah es siempre Excelso, Grande»… En todo caso, yo vuelvo a repetir lo que ya señalé al principio: lo importante no es lo que está escrito en el Corán, lo importante es cómo se ha desarrollado históricamente el islam, cómo ha llegado hasta nuestros días, cómo es el islam realmente existente, cuáles son sus resultados prácticos, sus resultados objetivos, qué tipo de sociedades han construido, cómo entiende el islam el derecho de familia, el matrimonio, la herencia, el adulterio, etc.

En la cuarta parte del libro habla de desmontar mitos feministas, ¿cuál es el mito/ mitos que más daño hacen? ¿El más peligroso?

Quizás el más dañino es el mito del «Género Humano», que también afecta a las izquierdas indefinidas y a los anarcocapitalistas. Este mito implica saltar por encima de la escala política y geopolítica para plantarse como por arte de birlibirloque en la «Humanidad» y esto trae como consecuencia la disolución de la racionalidad política. Lo que importa, desde esa perspectiva es, o bien los individuos sueltos –los egos diminutos, los narcisos, el individuo egoiforme– o bien los colectivos identitarios o bien la «Humanidad». Pero eso implica pasar por alto la escala de la política (las Polis, los Estados, las patrias), que es la realidad empírica que está realmente dada. A estos grupos las «Polis» les dan absolutamente igual, por eso hablan de fronteras abiertas y de multiculturalismo y de «migrantes», en vez de emigrantes o inmigrantes. Los Estados les estorban.

¿Es la mujer el gran asunto pendiente y problemático del Islam?

Es uno de los grandes problemas, sí, pero considero que la cuestión de la mujer no es un asunto puntual dentro del islam que se pueda resolver de forma aislada, sino que está entreverado con todo el aparato ideológico-político del islam. Están las cuestiones socio-económicas, por ejemplo, pero también el hecho de que en el islam nadie tiene el poder para derogar o modificar un solo verso del Corán… Las sociedades cristianas se desarrollaron incorporando la razón a la fe, pero los fallidos intentos que Averroes hizo en ese sentido fueron sofocados hace 800 años… Lo que sí me gustaría aclarar es que las sociedades musulmanas están reaccionando también frente a esa terrible idea de mujer que se ha ido implantando poco a poco en nuestras sociedades y que postulan cosas como que la maternidad es una «injusticia biológica», que el aborto es un derecho humano, que la familia es una institución opresora de la subjetividad pura de las mujeres, que las mujeres que no trabajan y cuidan de sus familias son prostitutas de sus maridos, etc. Esas son ideas extremadamente dañinas que están destrozando nuestros países de estirpe cristiana, los musulmanes lo saben e intentan que esas ideas no penetren en sus sociedades…

¿Hay algún ejemplo de sociedad con presencia del islam que considere modélica, avanzada o un posible referente de evolución?

Siempre se ha dicho que Túnez es el país musulmán «más avanzado» en cuanto a los derechos de la mujer… En general, se dice que los países «más avanzados» son los que tratan de «modernizar» y «occidentalizar» el islam, implantando el modelo laico. Pero es que el islam es incompatible con el laicismo, destruye su propia esencia… la consustancialización entre poder religioso y poder político es para el islam una exigencia revelada e impuesta por Alá. Y por eso en las últimas décadas estamos viendo una tendencia creciente en el mundo musulmán de cara, más bien, a «islamizar la modernidad» y a «reislamizar» a los musulmanes que se alejan de la ortodoxia.

¿Cree que en países occidentales como España realmente es posible la convivencia pacífica y el entendimiento con el islam?

Es muy difícil porque las contradicciones son objetivas. La idea de persona que manejamos en España, o la idea de hombre o la idea de mujer, entra en contradicción objetiva e irresoluble con la idea de hombre y con la idea de mujer que trae el islam. Y esta forma de entender a la persona se debe a un conjunto de instituciones desarrolladas durante siglos en España, precisamente frente a otras realidades religiosas, sociales y políticas. Frente al islam, sin ir más lejos. España se encuentra en permanente dialéctica con el islam y con el protestantismo. Y cuando digo España digo todas las naciones hispánicas, toda Hispanoamérica, Filipinas, los 67 millones de hispanos que viven en EEUU, etc. El catolicismo ha determinado nuestra forma de estar en el mundo y de interpretar la realidad: mi forma de estar y de actuar en el mundo tiene un fundamento católico, sea yo creyente o no. Y también lo tienen mis valores morales, mis referentes arquitectónicos, pictóricos, musicales y literarios y hasta mi forma de entender las relaciones interpersonales, la familia, la amistad, la convivencia entre vecinos, la Nación, la política, la economía, el trabajo…  Y si a día de hoy percibimos una pérdida de solidez en nuestras sociedades, a lo mejor eso tiene una relación directa con el rapidísimo proceso de descristianización que hemos experimentado. Tenemos que preguntarnos, como los romanos, Cui prodest?… ¿A quién beneficia todo esto? Ese era mi propósito al escribir este libro… agarrar por los hombros a «tantos y tantas feministas» y preguntarles «pero, ¿no te das cuenta, alma de cántaro, de que estás tirando piedras contra tu propio tejado?»

¿Qué pretende, como mujer y autora, con este libro? ¿Cuál era el objetivo, la tesis, en definitiva, que buscaba cuando emprendió este trabajo?

Bueno, más que como mujer, yo hablo como española… Pero respondiendo a su segunda pregunta, yo tengo el convencimiento de que las cuestiones religiosas van a resultar determinantes en la geopolítica del siglo XXI, y que más nos vale volver a poner estos temas en el centro del debate público. Y esto se debe hacer de forma urgente, desde la posición que cada uno quiera: creyentes, agnósticos, ateos. No hace falta ser una persona creyente para darse cuenta de que las religiones llamadas terciarias por Gustavo Bueno son el resultado de siglos y siglos de experiencia y de reflexión, de aprendizaje y de sabiduría, y que en grandísima medida estas religiones han configurado históricamente nuestras sociedades. Sin ellas, somos ininteligibles.

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