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Pedro Carlos González Cuevas (y II): «Jiménez Losantos ha hecho un daño brutal a la derecha española»

Segunda parte de la conversación mantenida con el historiador en la que repasa el actual estado del debate intelectual e historiográfico en España

(Continuación de la entrevista publicada  el 26 de octubre)

¿Qué acogida ha tenido su Historia de la derecha española?

Bueno, muchos dicen que es un buen libro, pero que se le ve escorado hacia Vox… pero no hay debate, no ha habido debate, alguien que fuera en contra y diera otras opiniones u otras interpretaciones. Es que en España no hay prácticamente debate intelectual.

¿Silencio y ostracismo en los medios del régimen?

Y en los de la supuesta derecha. Es que no me han llamado. En alguna radio, pero más bien marginales; no ha habido nada en la COPE, en 13 TV. En El Toro sí, he estado un par de veces…

Nos quedamos a la altura del franquismo. ¿Cuál fue su influencia ideológica? ¿Fue una síntesis y luego un acabarse?

Sí, pero hay dos factores en los que yo siempre he insistido: uno es el Concilio, que deslegitima toda una tradición social intelectual y otro es el desarrollo económico, que destruye las bases sociales de ese conservadurismo. Es complicado que el carlismo pudiera subsistir, pero subsiste hasta después de la Guerra Civil, incluso todavía hay sectores carlistas, pero Falange, después de la Segunda Guerra Mundial, no podía subsistir. Lo que sí podía era el catolicismo social y los tecnócratas. Entonces, claro, los socialcatólicos se adaptan siempre a lo que dice la Iglesia, a lo que diga la situación. El grupo Tácito, por ejemplo. Por el Concilio y por la influencia de Pablo VI la consigna es que el régimen tiene que acabar. Y quedan los tecnócratas, que son elitistas, no pueden elaborar un pensamiento político para movilizar a la gente cuando llegue un régimen pluralista, entonces quedan siempre como asesores del poder, pero no pueden elaborar eso.

En Italia, por ejemplo, como estamos viendo, incluso en Francia, los sectores que llaman de «extrema derecha» han sabido reorganizarse y reinterpretarse en situaciones muy negativas para ellos. En España no porque no hubo una ruptura. Hubo una ruptura política con el franquismo con la Constitución, pero ruptura social no hubo, entonces no se persiguió a los del régimen anterior. Bueno en Italia, en Francia, incluso en Alemania era más complicado por razones obvias. Los vencidos tuvieron que reorganizarse y reinterpretarse, aquí no hubo necesidad, pero la Falange, por ejemplo, desapareció del mapa porque no sabía qué hacer ya. Lo que sería, por usar un término que no me gusta, «extrema derecha» con Fuerza Nueva fue un conjunto de errores porque Blas Piñar no se enteró de nada. Incluso al final quiso aliarse con Le Pen, tuvo relaciones con Almirante en Italia y tal, pero él estaba en otro paradigma, él no entendió la nueva situación, se creyó que podía volver al franquismo. Le hicieron una entrevista una vez a Le Pen, qué tal se lleva usted con Blas Piñar, le preguntaron, y dijo: no nos entendemos, no nos entendemos, entonces claro… y luego comete un error fundamental que es la disolución del partido en 1982. Parece ser que creía que cuando ganaran los socialistas le iban a meter en la cárcel, el partido no deja un heredero y hay una ruptura insalvable.

¿Qué hay en los últimos veinte años?

Dalmacio Negro Pavón y Gonzalo Fernández de la Mora. Ellos son los dos últimos pensadores de la derecha española. En Dalmacio prima más la abstracción. Estos dos. Veo además la influencia absolutamente negativa del PP que no solamente no va a hacer nada sino que va a impedir que se haga. Cuando alguien intente escribir una historia del pensamiento de la derecha española en el siglo XXI será una página en blanco.

De Fernández de la Mora celebramos el centenario

Tiene unos proyectos de reforma política muy interesantes en los que habría que insistir y que se deberían tener más en cuenta, entre ellos está la república presidencialista, aunque esto es mucho decir. Luego, por ejemplo, garantizar, que eso es complicado, la autonomía del diputado a través de una serie de leyes. En La Partitocracia él elabora un proyecto regenerador a tener en cuenta.

Pero al contrario, hay un gran abandono de su figura

Incluso hay tradicionalistas, carlistas, que decían que el pensamiento de Fernández de la Mora por ser laico y ser agnóstico en el fondo era peligroso. En general no se le ha hecho caso. Porque la izquierda, por ejemplo, con una persona tan insoportable como Almudena Grandes, fíjese qué mitificación hace de ella, y aquí el primero que quiere acabar con Fernández de la Mora es el propio PP y antes Alianza Popular con Fraga, que no quiere saber nada, no les interesa. No ha habido una conmemoración, pero bueno, vamos a ver, si no conmemoran a Fraga, cómo van a conmemorar a Fernández de la Mora. Si Barreiro, uno de los que están allí de oligarcas en el PP de Galicia, tiene una semblanza de Feijoo y dice que Fraga no influyó nada, que en quien tenemos que mirarnos es en Suárez. Entonces, claro, no puede haber, no puede ser, es imposible. Hay varias personalidades que han dicho que el problema real en España es el PP

Porque ellos sí tienen una capacidad de movilización con el dominio del panorama mediático

El único grupo de derechas es Vox, no hay otro, lo que pasa es que van a por ellos.

De las tradicionales fuerzas de la derecha, ¿qué queda?

Escribí un artículo hace poco y allí decía que la obra de Maeztu sigue teniendo actualidad, pero que habría que revisar ciertas cosas. En primer lugar, la Hispanidad ya no puede ser una afirmación religiosa porque la Iglesia, que ya influye poco, está dividida en facciones y la Monarquía no es una institución que preserve la unidad nacional, y el ejército después de la entrada en la OTAN tampoco. En España tampoco ha habido un pensamiento militar como ha habido en Francia o en Alemania. Jorge Vigón tiene cosas, Teoría del militarismo, cosas de esas, pero no ha habido un pensamiento de Alto Estado Mayor. Es que en España no hay continuidad. Otro que venga después y continúe. Tiene que haber unas pautas de revisión; por ejemplo, Ricardo de la Cierva todavía es un personaje de referencia, pero no, señor, ya no tiene nada que decir, está completamente superado. Hay que hacer esa revisión y te dirán «eres un traidor». También me la han dicho: usted ataca a Ricardo de la Cierva. Pues  hombre, no es atacarlo, hay que revisarlo, hay que revisar por ejemplo el libro que hizo en el año 69 sobre la Guerra Civil. Y nada más, vive de la rentas durante años y años; y repite y repite y repite, siempre hace lo mismo y luego no está al tanto de lo que ocurre en la historiografía de otros países. Revisar a un autor es cruel, no gusta, pero es necesario.

Actualícenos el estado de su querella (no judicial) con Jiménez Losantos

Bueno, sabe que Jiménez publicó ese libro sobre el retorno de la derecha y me dedica unas páginas poniéndome a parir diciendo que yo soy el profeta del pasado…

Como historiador tampoco es lo peor que le pueden decir

Es que él se refiere a otra cosa. Me dice que yo soy el teórico del sector neofalangista, esa chorrada, viene a decir más o menos eso, y yo estoy por hacer un artículo contra él que se titularía «El gran muñidor de las derrotas culturales de la derecha».

¿Hasta qué punto ha causado un daño intelectual a la derecha española?

Pues ha sido un daño brutal. Primero lo de Azaña que se lo creyó a Aznar. Dos, catapultar desde la COPE a un experto en intertextualidad y negritud como César Vidal, que es el Simón Legree de la historiografía española. ¿Recuerda La cabaña del tío Tom? Simón Legree es el malo, vendedor y propietario de esclavos; y luego, tercero, promocionar a un polemista como Pío Moa, sin saber lo que se promocionaba. En vez de tener relaciones con sectores académicos, se da pábulo a un diletante que no aporta nada al debate intelectual y eso hace que la izquierda se sienta más fuerte. Yo empecé a leer a Vidal y encuentro cosas que he leído en otro y no cita la fuente. Claro, un tío que escribe 28 libros en un año pues es sospechoso…

¿Losantos ha influido mucho forjando un pseudoliberalismo personal?

Totalmente. Él ha tenido éxito por dos cosas: primero, como mártir por el atentado que le hicieron en Barcelona y luego por su estilo, básicamente es un estilo, pero no tiene ideas, no ha elaborado nada, ni ha permitido que gente que esté a su lado elabore nada. Es un autócrata. Cuando él se jubile, desaparecerá todo lo que ha hecho. Tampoco habrá continuidad ahí porque no puedo haberla, porque lo de Losantos es un estilo.

El liberal baturrismo, que dice usted

El neoliberalismo baturro. Ese es el tema. Yo no le he atacado nunca en mis libros, solo he dicho que su concepción de la cultura era y es elemental, puramente mercantil, mediocre. Pero él me ha leído y dice que yo no le gusto.

Usted cita a Losantos en su obra

Sí, como fuente, pero no tiene ideas. No aporta nada, es un estilo. Algunos amigos de izquierdas me dicen que se lo ponen a las seis porque empieza a insultar y  es como un chute, pero él lo que ha hecho es impedir que otros hagan, ha bloqueado también muchas cosas que podrían haberse hecho y relaciones con sectores académicos que hubieran sido posibles.

Yo desarrollé en El Catoblepas, Razón Española y La razón histórica una labor de divulgación de las obras de Renzo de Felice, Furet, Mosse, Nolte, etc. Gentes de izquierdas se dan cuenta y por eso han hecho una campaña contra mí, pero es a nivel académico y no se entera nadie. «Cuidado con este que está haciendo un proyecto serio», pero eso se ha quedado en elucubraciones mías, o como dicen, en pajas mentales. Hay que estar al tanto de la historiografía europea, del revisionismo histórico europeo; de quiénes son los representantes. Por ejemplo, que Meloni haya llegado en Italia o que Le Pen tenga posibilidades en Francia tiene relación con los verdaderos debates intelectuales e historiográficos que se habían hecho antes en esos países. Tardan, pero si se plantean, tienen eficacia. Pero aquí… ¿cómo se va a hacer eso con gente como Vidal y Moa?

¿En esa labor se encuentra usted solo?

Hay gente, pero no se atreven como yo a decirlo en público. Una anécdota: yo publiqué en El Mundo un artículo hace un par de años sobre quiénes son los historiadores que no comulgan con el pensamiento dominante, porque cada vez que la prensa de izquierdas habla de historiadores salen los mismos. Ahora mismo, para la opinión pública y para los sectores que leen algo son Preston o Viñas, no hay otros. Pues hice una lista y mencioné a varios, y uno de ellos, que es amigo, me escribió y me dijo: a mí no me metas en esto. Para que veas cómo funciona el gremio. Entonces la cosa es complicada. Bien es verdad que otros me dieron las gracias, como Roberto Villa y Alfonso Bullón de Mendoza. Hay gente que no comulga con la historiografía dominante, pero que no quiere meterse en líos. Es muy complicado, y hacer un equipo prácticamente imposible. No se ha creado ninguna escuela. En cambio, Francia tiene, Italia sí ha creado escuelas. El referente en España es Payne, pero tampoco ha cuajado una escuela a su alrededor. Hay unos intentos muy interesantes en el CEU, pero que aun no fructifican a nivel mediático.  

 ¿Hay poca valentía en el mundo académico?

No es que haya poca valentía, es que no hay ninguna. También hay que reconocer que si no se dan ciertos apoyos… Por ejemplo, cuando Ángel Viñas publica cualquier cosa se recoge en entrevistas en Televisión Española, en Onda Cero, incluso en la Cope… Es como lo de Felipe II, no se puede pelear contra los elementos.

¿Qué sería necesario para una revitalización histórica o cultural? ¿Por dónde empezaría usted? ¿Es una cuestión de instituciones?

Pues claro, hay que montar eso que llaman think tanks. Disenso está haciendo algo interesante. Hay que crear órganos de opinión, revistas, hay que tener emisoras de radio, televisiones, todo lo que no hay. Lo digo yo, que no me gusta aparecer en los medios de comunicación, que no lo digo para que me inviten porque me pongo muy nervioso, pero el único que me invitó fue El Toro TV al leer un artículo que publiqué en Gaceta y fui un día a hablar allí, pero nada más. Ya le digo, en la COPE invitan a Viñas. A un historiador que no esté por esa senda, como es mi caso, no le invita nadie. Nada más que unos sectores, e insisto, que a mí no me gusta estar en los medios, pero es que no llaman a nadie. Creo yo que este libro mío tiene cierta calidad y podía haber incluso despertado cierto debate, aunque fuera para ponerme a parir, pero no hay posibilidad de debatir con nadie. No hay una izquierda que quiera debatir. Hay algún loco por ahí llamado Alberto Reig Tapia que publicó un libro y me dedicó ochenta páginas, pero nada más que para insultarme, solo para insultarme y que no sometió ninguna de las ideas a crítica.

O sea, que dedica una vida a hacer ese libro que es una catedral y no hay eco. ¿Está usted en el ostracismo histórico?

Sí, en gran medida sí. Hombre, yo tengo alguno que me sigue, pero son pocos. Bien es verdad que cuando yo era estudiante había mucho más interés sobre estos temas que ahora. Ahora hay mucho menos interés en la derecha que en la izquierda. Si Preston publica algo, concede entrevistas en todos los medios…  Yo siempre he dicho que hay historiadores armados e historiadores desarmados. Tú puedes publicar todo lo que te dé la gana, pero si no tienes ciertos apoyos, no puedes hacer nada. Estás solo con cuatro. Si además algunos te dicen que tampoco los menciones, pues más solo todavía.

Para terminar: Valencia, lo que está pasando allí, ¿qué impacto tiene en el momento histórico?

Es una pregunta muy interesante, en el fondo decisiva. No sé, ni puedo saber cuál será la respuesta. Puedo decir lo que creo que debería ocurrir. La mayoría de la población española se encuentra entontecida por los medios de comunicación y hegemonizada por el PP, el PSOE y los partidos secesionistas. Pero nada es eterno. Algún día esto tendrá que cambiar. Tanto la gestión de la pandemia como el actual desastre en Valencia y otras regiones tiene como origen la ausencia de un Estado eficaz. Como ha señalado Dalmacio Negro y otros, entre ellos Karl Marx, el problema de la España contemporánea es la ausencia de aparato estatal. Se ha hablado mucho del centralismo de la España liberal, pero, como señaló Juan Pablo Fusi, se trataba de un centralismo legal, pero de un localismo real. De ahí la emergencia de los nacionalismos periféricos. El centralismo fue real, señaló Santos Juliá, durante el régimen de Franco, que fue la etapa en que la sociedad española tuvo un auténtico Estado. La transición y el funesto régimen actual lo desbarataron. Y en eso estamos. La catástrofe actual, en un país más o menos normal, podría servir para plantear un debate serio sobre el Estado de las autonomías. Hace ya algunos años, el catedrático de derecha administrativo Ramón Parada, recientemente fallecido, señaló, en un artículo en la Revista de Occidente, su fracaso. La mayoría lo saben, pero nadie se atreve a abrir el melón. Cuando pase lo peor, los partidos hegemónicos se tirarán los trastos a la cabeza y no harán nada. Los intereses creados son demasiado fuertes. Pero el problema está ahí; y tarde o temprano habrá que decidir. En primer lugar, acabar con el bipartidismo y luego abrir un proceso constituyente. Este régimen no da ya más de sí.

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