Hablas con el periodista y escritor Pedro F. Barbadillo sobre su último trabajo, Historia desconocida del Imperio español (Almuzara), y caes en aquello de Spinoza, “sin miedo ni esperanza”, que podría asumir el también autor de Eso no estaba en mi libro de historia del imperio español (Almuzara) o Los césares del Imperio americano (Homo Legens), entre otros, ya que no le veo intención alguna de danzar al ritmo de las imposiciones y modas diarias. Hoy que se empeñan en convertir nuestra vida en algo artificial y al mínimo parpadeo te cuentan que estás viviendo la experiencia o el partido de fútbol del siglo y no son más que brillo momentáneo, Barbadillo nos trae una galería de personajes poseedores de una lúcida capacidad intelectual y el valor de aquel que alza la cabeza y mira el mundo desde la parte más luminosa, más pura. Desde las mañas del Conde de Gondomar en la corte inglesa, la determinación del general Miguel de Álava para recuperar los cuadros robados por los franceses o el astuto arte del espionaje de los diplomáticos españoles para forjar alianzas que durarían siglos…
La complicidad de Pedro F. Barbadillo con sus lectores está más que lograda. Ha escrito un libro que conviene tener siempre a mano. Y ha evitado, con sentido del humor y con una naturalidad implacable, que se convierta en un cúmulo de relatos y de anécdotas sin más. El lector se siente incluido en este compendio de historias que nos hace sentir orgullosos de nuestra gran cultura española, aquí se dan cita la literatura, el arte…“Mientras haya españoles que se sientan como tales, España resistirá”. Porque sin espíritu crítico, amigo lector, no existe capacidad de respuesta ante los que tratan de inocularnos sus ideas.
Descubrirán que lo intangible, lo inmaterial y lo espiritual son los pilares que sostienen a una nación. Barbadillo transmite con pasión la historia del Imperio español y para ello se ha servido de un estilo sencillo y limpio, consiguiendo que no sólo sea grato por el contenido y la forma, sino categórico por la verdad que domina todo este trabajo llamado a salvar, como sus protagonistas, las cicatrices del paso del tiempo.
Algunos han sido más profetas de lo que creían cuando dijeron lo de a “España no la va a conocer ni la madre que la parió…”. Quién iba a imaginar que un prófugo de la justicia, que avisó de su llegada e indicó, además, donde iba a estar, se escaparía de las fuerzas del orden, por segunda vez, por culpa de un semáforo (Mossos dixit)
La impunidad y la mentira son las maneras con que los caciques están humillando a los españoles y sometiéndoles. Hasta hace poco, un político cogido en una mentira, sufría escarnio y hasta tenía que pedir disculpas, sobre todo si era de derechas. Hoy no pasa nada, absolutamente nada. En parte, porque los medios de comunicación tradicionales, que son los que podrían darlas a conocer, apenas tienen audiencia; y, por otra parte, porque muchos ciudadanos están dispuestos a disculpar lo que haga su amo moral. Lo vimos en Argentina. A pesar de la miseria, la corrupción, y la delincuencia provocada por los peronistas, un 44% de la población votó al candidato de este partido. “Soy tan pobre que vivo de la caridad pública, pero es que con los otros quizás tendría que trabajar” es una idea que empieza a circular por España.
Estamos enfrascados leyendo estas historias desconocidas del Imperio español con su nuevo libro, y aún no terminamos de conocerlas y resulta que se nos está agrietando España. No llegamos a este paso…
Incluso en los años más oscuros del pueblo español, cuando el trono de los reyes era una silla de montar, quedó España y al final se venció. Hay que tener fe, esperanza y el coraje de hacer lo que cada uno debe hacer, sin miedo a las represalias y al qué dirán, que entre nosotros es un cepo que inmoviliza a muchos. El ruso Alexander Solzhenitsyn aconsejó en 1974 a sus compatriotas una manera muy sencilla de luchar contra la tiranía comunista: no creer nunca las mentiras oficiales y no contribuir a difundirlas. Ahí hay un modelo: dejar de ver las cadenas de televisión y de comprar los periódicos del ‘equipo de opinión sincronizada’.
Compara con nostalgia lo que fueron los españoles del Siglo de Oro y del XVIII con lo grotescos que somos hoy. Eran antes la imagen del pundonor y el afán de superación. ¿Qué tenían los españoles de antes que echamos de menos en los españoles de hoy?
Los españoles del Imperio tenían ganas de comerse el mundo. Por aventura, por ambición, por servicio a Dios, por fama, por salir de su pueblo… En su novela Cuando los dioses nacían en Extremadura, Rafael García Serrano presenta a muchachos que dudaban entre irse a Italia o a las Indias y sus padres les decían que tenían que elegir. Hoy, en cambio, los españoles se separan de sus paisanos mediante hablas y dialectos, y si no los tienen se los inventan, como el asturianu o el llionés.
El español desprecia cuanto ignora, que diría Antonio Machado…
Por eso, los planes de estudio, los medios de comunicación y el discurso dominante han destrozado la enseñanza de la historia, nuestro lenguaje y hasta las buenas maneras. Se ha creado un individuo que sabe más estados de Estados Unidos que provincias españolas, que acude a la televisión a contar sus divorcios, o que está convencido de que se paga su pensión con lo que cotiza a la Seguridad Social. Así, los mandamases tienen gente a la que pueden convencer de que el pico de Rubiales merece un juicio por violación y de que Begoña Gómez es una gran profesional solicitada por las Naciones Unidas.
El escritor James Ellroy dice algo así como que la geografía es destino. ¿Coincide?
Coincido, si me permite el matiz, en que la geografía es uno de los elementos que forman el destino de los pueblos. Un humanista del siglo XVI, Hernán Pérez de la Oliva, escribió “antes ocupábamos el fin del mundo y ahora estamos en el medio, cual mudanza de fortuna que nunca antes se vio”. Es una descripción exacta de las consecuencias que tuvo para España el descubrimiento de América. Y, en cierto modo, sigue vigente. Por eso, es irreal pretender que España viva de espaldas a los problemas y las disputas mundiales, como quieren muchos compatriotas a los que dan pavor el compromiso y la decisión.
Defínanos el Imperio español. ¿Y España?
España forma parte de ese grupo de media de docena de naciones sin las cuales no se entiende la historia de la humanidad. Fue España la que dibujó los límites y las costas del mundo. Sus fundamentos los encontramos en los siglos V y VI. Y una de sus señas de identidad es su vinculación al catolicismo, mediante la Reconquista contra los musulmanes, la guerra contra los protestantes y la predicación en América y Asia.
El Imperio es la expansión de España a otros continentes, un impulso de conquista, sí, y de misión cristiana. A los romanos les llevó siglos dar a los pueblos conquistados su cultura y su nacionalidad (llamémosla así). Los españoles lo hicieron prácticamente desde el principio. A los pocos años de establecerse en la isla de La Española, fundaron hospitales y colegios abiertos a los indígenas.
Pasiones, envidias, triunfos, fracasos, odio, amor… Parece que hoy sólo cambian los ropajes y las tecnologías, el ser humano sigue siendo el mismo. Nos mueven los mismos miedos y pasiones que hace miles de años. ¿La historia es guía de nuestro presente?
La única lección de la historia es que las personas no aprenden de las lecciones de la historia. Parece que se repiten ante nosotros la inconsciencia de la clase política europea del verano de 1914, que causó la Primera Guerra Mundial; o los pactos de un sector de los godos con los musulmanes para derrotar a sus enemigos. En uno de los libros que he leído en agosto, las Crónicas de la guerra civil, de Wenceslao Fernández Flórez, encontré esta frase, que es un mandato para mí y para usted: “Hay que seguir contando la verdad para advertencia de aquellos en cuya alma pueden prender sus enseñanzas”.
Bufones, traidores o buscavidas copaban nuestro pasado. Cuenta que el Imperio español se hundió en el siglo XIX más por traiciones internas que por la acción de enemigos exteriores. Nos suena algo esto…
Desde luego. La historia no se repite, pero rima. Nuestra sociedad rebosa de Godoys, Mendizábales y Negrines, que sólo aspiran a llenarse los bolsillos mediante la corrupción y luego marcharse al extranjero, que en el siglo XIX era París y ahora es la República Dominicana. En los siglos XVI y XVII, la monarquía española sobornaba a cortesanos ingleses y franceses. ¡Es algo tan viejo que lo hicieron los persas con los griegos! Lo tremendo es que hemos caído tan bajo que ahora a nuestra clase dirigente la sobornan países africanos. No es consuelo, pero ocurre ya en toda Europa. Los regímenes de Marruecos, Catar y Rusia han comprado diputados en el Parlamento Europeo y hasta cancilleres alemanes, como Schroeder, a sueldo de Gazprom. Casi todos socialistas, por cierto.
Le produjo especial indignación escribir la historia del general Miguel Ricardo de Álava, que recuperó del Louvre cientos de obras robadas por los franceses. La lista saqueada por los Bonaparte es…
Inmensa. Cuando leí una de esas listas elaborada en los años 60 me acabé enfadando mucho. No hubo provincia peninsular que no fuera saqueada por la soldadesca francesa, por el gusto de destruir, para reunir unas piezas de oro o por orden de sus generalotes. Aunque la revolución francesa instauró el genocidio, la opresión y el robo en Europa Occidental, mucho progre español o italiano sigue lamentando la derrota de Napoleón. Este movimiento de la descolonización de los museos podría devolvernos mucho patrimonio robado que se encuentra en el Louvre y otros lugares.
El mariscal Soult fue uno de los mayores saqueadores, explica. Del Hospital de los Venerables robó la Inmaculada de Murillo. Y el cuadro regresó a España gracias a un acuerdo entre Pétain y Franco. Poco se habla de las labores de negociador de Franco…
Nos mete en zona minada, querida Nieves. Franco es el supervillano de la historia de España, por encima de Fernando VII, de Torquemada o del Arropiero. Tonto y a la vez malvado. Pero derrotó a sus enemigos, sobrevivió a la guerra mundial, murió en la cama y restauró una monarquía. En uno de los momentos estelares de su mandato, con 82 años cumplidos, Franco se enfrentó al presidente Gerald Ford, que le pidió que permitiese el uso de España como base de operaciones contra el Portugal revolucionario. Menudo contraste con los presidentes de gobierno democráticos, arrodillados todos ellos ante Estados Unidos.
Aunque ahora nos parezca España un poco de Anacleto, agente secreto, tuvimos destacados que estuvieron a sueldo de la corona española, como un héroe de la independencia de Estados Unidos, James Wilkinson…
El espionaje es una de esas actividades humanas inmutables, como el soborno de los enemigos. A quien le desagrade porque no lo considera honorable, por favor, que se vaya a una cueva y no moleste. También cuento que el marino Jorge Juan fue espía en Londres al servicio de Su Católica Majestad. El embajador que envió Churchill ante Franco en 1940, Samuel Hoare, era un veterano de las sombras; durante la Primera Guerra Mundial pagó a Mussolini su periódico belicista y estuvo implicado en el asesinato de Rasputín. Ahora nos parece increíble, pero Estados Unidos, durante muchos años fue un país inestable, hasta en riesgo de fragmentación. Wilkinson quiso sacar tajada y se ofreció a las autoridades españolas como espía, y la verdad es que cumplió muy bien. Que todo lo que se ha publicado sobre Wilkinson sea en Estados Unidos y sobre esta figura haya silencio absoluto en España y México revela cuál es la mentalidad dominante en las universidades de habla española: no tratar nada que anime nuestro orgullo, no sea que muchos se digan “¡qué grandes fuimos!, ¿por qué no podemos volver a serlo?”.
Recuerda a la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V y madre de Felipe II. Carlos la calificó como su “ayudadora” en tareas de Gobierno. Escuchaba a los Consejos de la monarquía y luego decidía ella… Muy sometida, como dicen hoy, no la veo…
Castilla fue el primer reino europeo en el que se sucedieron dos reinas en el siglo XVI, doña Isabel y doña Juana. Y como recuerda usted, Carlos V, confió a su esposa y a sus hermanas el gobierno de varios estados de su monarquía. Felipe IV, cuando marchó a combatir a los franceses en Cataluña, también nombró regente a su esposa, otra Isabel, ésta de la casa de Borbón. Las mujeres, sobre todo las de clase alta (¡menuda sorpresa!), disponían en el Siglo de Oro de la capacidad de imponer su voluntad a los varones. La pérdida de derechos y de independencia de las mujeres ocurre sobre todo en el siglo XIX. El Código Civil de Napoleón, ese genocida, introduce dos grandes novedades en las legislaciones europeas: el divorcio y la supeditación de la mujer al varón. Como todo lo que venía de Francia era lo avanzado y lo progresista, se copió en el resto de Europa. ¿Por qué nuestros afrancesados no copian el Estado unitario francés?, ¿es que las logias no se lo permiten?
Sheinbaum sigue con la retahíla de la leyenda negra y pide a España que se disculpe, ¿son testarudos? ¿es obsesión?
Ni es obsesión, ni es ignorancia, como le gusta decir a la derecha española con esa superioridad de memorizadores de temarios de oposición. Está perfectamente premeditado. ¿Por qué los presidentes de México no les piden a los gobiernos de Francia o a Estados Unidos que se disculpen por las invasiones que cometieron sus predecesores en el siglo XIX? Estados Unidos se apoderó de Texas, California, Arizona… “La culpa de que seamos pobres, aunque tengamos petróleo, es de los españoles, que nos dejaron a los curas y el gen de la incompetencia.” Lo dicen algunos liberales y los indigenistas. Porque el ataque a lo hispano y lo católico es parte esencial de la ideología de las oligarquías que emanciparon los virreinatos, después de unas largas guerras civiles. Es para justificar la independencia y hoy su fracaso. Algunas de esas oligarquías estaban entonces directamente a sueldo y a obediencia de potencias foráneas, como Francisco Miranda y Simón Bolívar; también ahora. La carne de cañón cubana enviada por los Castro a Angola por orden de Moscú; los presidentes de México asalariados de la CIA…
Jorge Guillén en su poesía Final se indignaba con la trivialización del mundo contemporáneo y con lo salvajes que podemos llegar a ser. ¿Qué nos estamos dejando en el camino?
El ser humano puede ser terrible con sus semejantes, y no tanto con los lejanos como, sobre todo, con los vecinos. El cristianismo suavizó las costumbres con su mandamiento de “amad a los demás como queréis ser amados”. La construcción de universidades en Hispanoamérica y la abolición de la esclavitud por los británicos nacen de él. Si se elimina todo elemento cristiano de la legislación de los Estados, de la política, de las costumbres… conoceremos en verdad la vida de los antiguos paganos, que no era ni dulce ni libre. Ya tenemos el aborto legalizado; y ahora el Poder va a hacer lo mismo con la eutanasia.
Decía Julián Marías: “La vida siempre merece la pena. Ser persona es poder ser más”. Seamos optimistas. Fuimos grandes y podemos volver a serlo… ¿Ve signos de esperanza?
Dios, que es el señor de la historia, deja que los hombres la hagamos. La civilización occidental (la manera ‘inclusiva’ con la que se denomina a la civilización cristiana) parece que ha decidido suicidarse al abjurar del cristianismo que la fundó y de los instintos más primarios del ser humano, como la reproducción y la conservación de los suyos, al optar por la esterilidad voluntaria y el acarreo de millones de inmigrantes que no tienen ningún deseo de integrarse ni siquiera de trabajar. Sin embargo, el futuro está en blanco y hay reacciones tanto sociales como culturales. Lo indican la edición de libros como este mío y otros similares y la aparición de movimientos políticos opuestos a lo establecido. Toca salir de X y hacer cosas tan antisistémicas como rezar, casarse para toda la vida, tener hijos, conservar recuerdos y objetos de nuestros abuelos, recuperar tradiciones y costumbres, formar comunidades con otros que piensen como nosotros, decir ‘¡No!’ a las mentiras oficiales… ¡Peor estuvieron los europeos en los años de la Peste Negra o en 1945!