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Clásicos para las estaciones (III): el invierno

El invierno es, sin la menor duda, mi estación favorita. Hay tanto encanto en el vestir la bufanda y los guantes para el frío, en el oscurecer temprano e ir por la calle mirando las ventanas de los edificios iluminadas, asomándonos indiscretamente a sus interiores, y en tomarnos unos churros con chocolate bien caliente durante las tardes neblinosas de domingo que los inviernos tienen un encanto del que carecen el resto estaciones. Hay algo en el invierno y en la Navidad, pero de eso ya hablamos, que lo hacen propenso a la melancolía y a la nostalgia, pero con mucho encanto. Y hay algo en el invierno, creo, que es del todo propenso a sentarnos, solos o en familia, en el sofá de nuestra casa y ponernos alguna cinta fría, pero estupenda para calentar el alma.

Regresemos a Carta de una desconocida (1948), de Max Ophüls. Pero regresemos con mucho cuidado porque esta delicia del director alemán, basada en la novela homónima de Zweig, puede resultar de lo más dura. ¡Qué fotografía, qué música, qué Viena! Pero por encima de todo destaco dos pequeños detalles —ya saben de mi gusto por las pequeñas cosas—. En primer lugar, el fotograma en ese tren/atracción de feria. Ese en el que, mostrándonos el interior de un vagón, vemos pasar por la ventanilla decorados murales con pinturas representando diferentes lugares: Venecia, los Alpes suizos, Oriente… Y, en segundo lugar, el personaje del mayordomo mudo, que llega a sobrecoger el corazón. No digo más. Ya verán. En FlixOlé.

El apartamento es esa obra maestra imperecedera que uno tiene que ver cuando se termina un año para despedirlo y volver a verla a comienzos del nuevo para darle la bienvenida

Regresemos a El apartamento (1960), de Billy Wilder. La tragicomedia por antonomasia. No sabría decirles, sinceramente, si me gusta más Jack Lemmon o si, por el contrario, a quien adoro es a Shirley McLaine. Puede que a los dos por igual, casi tanto como al poeta y filósofo que fue Billy Wilder. ¿Quién no se ha enamorado un poco de la señorita Kubelik? ¿Quién no ha sido alguna vez C.C. Baxter? Porque El apartamento es esa obra maestra imperecedera que uno tiene que ver cuando se termina un año para despedirlo y volver a verla a comienzos del nuevo para darle la bienvenida. Esto, claro, mientras suena Auld Lang Syne y nos damos cuenta de que puede que el amor lo cure casi todo. Además, expresa cinematográficamente lo que dijo Woody Allen en aquella otra, Delitos y faltas (1989): «Comedia es igual a tragedia más tiempo». ¿Qué más necesitan si la tienen en Filmin?

Regresemos a Star Wars: el imperio contraataca(1980), de George Lucas. El apunte friki y más personal de las cinco de hoy. Y permítanme incluir en el listado esta licencia aún más nostálgica que de costumbre porque Star Wars me lleva a esos VHS que mi madre grababa y regrababa, intentando cortar las pausas de publicidad, cuando ponían alguna de la saga en televisión. Luego, poniéndoles a las carátulas unas etiquetas blancas, La guerra de las Galaxias: Episodio V, se las daba a quien escribe para que las viese, una y otra vez, hasta que el número de rebobinados era tal que terminaba por estropear la cinta, y vuelta a esperar a que alguna cadena la programase para que ella, paciente, la volviese a grabar. Por eso me veo obligado a decirles eso de regresemos a Star Wars. Y en invierno sería lógico hacerlo a esta quinta entrega, segunda en el tiempo. Regresemos a toda la saga, si me apuran y hagámoslo en estricto orden cronológico, que es el mejor. Las tienen en Disney + —olvídense de los VHS—, por si les apetece.

Lo importante es que regresen al cine este invierno, porque el frio se lleva mejor con algo caliente en la taza, una mantita cubriéndonos las piernas y una buena película en la pantalla

Regresemos a Eyes Wide Shut (1999), de Stanley Kubrick. La última del director. Una actualización del Relato soñado, de Arthur Schnitzler, publicado, por cierto, en Acantilado. Si lo de este transcurría en la Viena freudiana, Kubrick pone al entonces matrimonio Cruise-Kidman en una mascarada que transcurre en el Nueva York de finales del XX. Neones, Navidad, frío y nieve, conspiraciones, rencores, la dificultad de las relaciones maritales, muertes y misterios enmarcados en el Waltz 2 de la Suite de Jazz, de Shostakovich. Eyes Wide Shut es de esas películas que se adoran o se detestan, pero nunca le dejan a uno indiferente. Digan «Fidelio» y pásense por HBO MAX para ver el canto de ese cisne llamado Stanley.

Regresemos a Los odiosos ocho (2015), de Quentin Tarantino, y a su magnífica banda sonora del admiradísimo y queridísimo Ennio Morricone. Si hay una película que hace respirar el frío al verla, puede que sea esta. Homenaje personalísimo a un género del que ya no quedan maestros, el western. Tarantino, cinéfilo ante todo, nos regala este cocktail del mejor John Ford con la mejor Agatha Christie, mezclado, no agitado. Destaco, otra vez, lo que quizá sea más insignificante, esa primera media hora que nos permite ver, ¡cuánto tiempo echándolo de menos!, lo elegante y emocionante de una diligencia corriendo a toda velocidad en una pantalla por las montañas heladas de Wyoming. Tarantino, que jugó al Quién es quién en Reservoir Dog, juega con estos ocho odiosos su Cluedo más brillante, y por capítulos. ¿Qué más les puedo decir? Ah, sí, que está en HBO MAX.

Regresen conmigo, si tienen a bien, a alguna de estas propuestas o vuelvan a ver otras muchas mejores que fácilmente se les ocurrirán. Lo importante es que regresen al cine este invierno, porque el frio se lleva mejor con algo caliente en la taza, una mantita cubriéndonos las piernas y una buena película en la pantalla. Con eso me daré por satisfecho.

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