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Cosas que no ocurrieron en 2023

La pieza periodística obligatoria de estas fechas es el repaso a las noticias del año que acaba. No menos interés tiene repasar los sucesos que se esperaban y no ocurrieron. Aquí, diez de estas profecías incumplidas

1. La Inteligencia Artificial no ha tomado el poder en el mundo (de hecho, está resultando bastante tonta)

Entre 1811 y 1816, los obreros ingleses vieron con horror cómo los telares industriales y la máquina de hilar industrial introducidos durante la Revolución Industrial hacían el trabajo de varios empleados, condenando a muchos al desempleo. Nació entonces el movimiento ludita, llamado así por un Unabomber ‘avant la lettre’, entre la realidad y la leyenda, llamado Ned Ludd y dedicado al sabotaje de las diabólicas máquinas.

Dos siglos después las máquinas dan un segundo paso, y ya no es la precisión física y la fuerza bruta lo que aportan, sino la inteligencia. La Inteligencia Artificial, se nos promete, podrá escribir artículos, pintar cuadros, inventar lemas publicitarios, defender casos ante los tribunales y, en fin, realizar todas aquellas tareas que hasta ahora considerábamos a salvo de las máquinas.

El que acaba fue el año en que la Inteligencia Artificial entró de lleno y de golpe en nuestras vidas, a través de ChatGPT, y con ella las predicciones de toda clase, apocalípticas y utópicas. El 80% de los empleos desaparecerán en un lustro, se nos dice, a medida que las máquinas, que ahora aprenden por sí mismas, nos sustituyan en más y más ocupaciones.

Solo hay un problema: por lo que hemos podido ver, la Inteligencia Artificial tiene más de lo segundo que de lo primero. Fuera de algunas fotos curiosas y canciones bastante mediocres y respuestas de Trivial, lo que hay ahora no parece muy amenazador para el empleo intelectual.

La razón no es exactamente tecnológica, sino ideológica. Después del fiasco de Google con su robot Tay, al que se dejó triscar libre por las redes y acabó a la derecha de Genghis Khan, los desarrolladores de los nuevos programas se han ocupado de introducir ‘wokismo’ en vena en ellos, lo que les hace básicamente inútiles para lo que no sean labores rutinarias. Una ‘inteligencia’ que, por ejemplo, no puede cuestionar el dogma del Cambio Climático, la verdad, no va a llevarnos a las estrellas.

2. La guerra en Ucrania no la está ganando la OTAN

De hecho, la está perdiendo. En realidad, bastaba con realizar una sencilla comparativa de recursos -hombres, material, potencial económico- para que fuera evidente desde el principio que, en una guerra como la que se ha acabado planteando, de desgaste, Kiev no tenía muchas posibilidades.

¿Por qué, entonces, se lleva hablando desde el principio de derrota rusa? Hay varios motivos, quitando el más obvio, es decir, la pura propaganda bélica.

El primero es que se dio por hecho desde el primer momento que el propósito de Putin era la invasión total de Ucrania y, al no conseguirse en un primer momento, los comentaristas dedujeron que Moscú “había perdido”. Nadie creyó ni por un momento lo que decía el Kremlin de que se trataba de una operación militar limitada con unos objetivos estratégicos muy concretos.

Además, se contaba con que las sanciones económicas impuestas a Rusia, sin precedentes en nuestro tiempo, pondrían a Rusia de rodillas y la obligaría a pedir la paz. Por último, se esperaba que la fatiga bélica, el aislamiento internacional y el empobrecimiento propiciara algún tipo de golpe palaciego o popular que derribara a Putin del poder.

Pero nada de esto ha funcionado, y lo que vemos es una Ucrania agotada que, para su infortunio, tiene ahora que competir con Israel por los recursos bélicos y financieros que le proporcionaba el amigo americano. La legendaria ‘contraofensiva de primavera’ resulto eso, una leyenda en la que apenas se reconquistaron unos pocos kilómetros y a estas alturas ya empieza a hablarse a media voz de una mesa de paz.

3. Las sanciones no han destruido la economía rusa

Esto ha sido lo más sorprendente y, al mismo tiempo, lo más peligroso de toda esta guerra, ya que ha obligado a Rusia no solo a una desconexión económica con respecto a Occidente, sino a atraerse a un nutrido grupo de países que, a través de los BRICS, pretenden establecer un bloque económico paralelo.

Sobre todo, las sanciones han empujado a Rusia en brazos de China, lo que en Washington debería verse como el peor de los resultados posibles. Una parte fundamental del poderío económico norteamericano depende de que el dólar se mantenga como la moneda de referencia del comercio internacional, lo que hasta ahora le ha permitido salir de todas las crisis imprimiendo moneda que siempre iba a ser aceptada. De perder esa condición, y ese es uno de los objetivos del nuevo bloque rival, Estados Unidos podría enfrentarse a un panorama muy difícil económicamente.

4. Las urnas no echaron a Sánchez

La piel del oso se vendió desde la misma convocatoria por Sánchez de las elecciones. El tono generalizado era que la pesadilla sanchista tenía los días contados y ya solo quedaba ver cómo se liquidaba y cómo se repartirían los cargos el Partido Popular y Vox.

Extrañamente, y con un desprecio por las matemáticas electorales más sencillas, el PP jugó durante toda la campaña a demonizar a su único socio de gobierno posible, esperando ‘recuperar’ el voto que, presuntamente, les había arrebatado Vox. El resultado de esta desastrosa estrategia, y de la capacidad de Sánchez para comprometer cualquier cosa, incluida la continuidad de España como nación, para seguir paseando en Falcón, fue lo que vivimos ahora: una reedición mucho más ominosa del ‘gobierno Frankenstein’ que vivimos durante su anterior mandato.

5. El Grupo de Puebla/Foro de Sao Paulo no dominó toda Iberoamérica

El candidato libertario argentino Javier Milei se parecía en una cosa a Donald Trump: de ninguna manera se permitiría que ganara. En una Argentina devastada por el peronismo y clientelizada hasta el mínimo detalle, donde todo el mundo vivía de todo el mundo, la idea de que pudiera alzarse con la victoria un virtual desconocido, un economista histriónico decidido a desmantelar ese mismo entramado de subvenciones en el que sobrevivían tantos argentinos parecía totalmente imposible.

Así, Argentina se afianzaría en esa Latinoamérica neoizquierdista que ha propiciado el Foro de Sao Paulo y desde Río Grande a la Tierra de Fuego todo el continente quedaría dominado por el nuevo socialismo surgido tras la caída de la Unión Soviética.

Pero sucedió el milagro. El hartazgo fue superior incluso al miedo, y Argentina dio la victoria a un candidato que, de un modo u otro, les prometía sudor y lágrimas antes de remontar y dejar que viva la libertad, carajo.

6. Las vacunas no fueron ni demasiado eficaces, ni demasiado seguras ni, probablemente, necesarias

Por sus pasos contados, una mentira por vez y después de una campaña incesante y coactiva como no había conocido Occidente en toda su historia, este año que termina tuvimos un goteo de malas noticias con respecto a esas vacunas milagrosas que habrían de sacarnos de la terrible peste.

No, no es cierto que fueran “un 100% eficaces”, como se nos dijo. Ni existía, después de todo, la mítica ‘pauta completa’. Bueno, tampoco es que estuvieran diseñadas para parar la transmisión, que es para lo que se supone que sirve cualquier vacuna.

En cuanto a su seguridad, y pese a lo que nos llevaban meses repitiendo expertos, políticos y famosos, tampoco era total. De hecho, en el registro de efectos secundarios de Estados Unidos, VAERS, nunca habían conocido tal incidencia de daños colaterales en un producto sin que se retirara de inmediato del mercado. Nació un nuevo vocablo: “repentinitis”, y todavía estamos a la espera de conocer toda la verdad sobre una vacuna -y una pandemia- sobre las que todavía hay muchos puntos oscuros.

7. El Apocalipsis Climático tendrá que esperar

Un año más en que no se acaba el mundo en un espasmo de fuego. Como empieza a ser irritantemente habitual, el Cambio Climático se nos predica con tintes cada vez más oscuros -”ebullición climática” lo llamar ahora Guterres, el secretario general de la ONU-, mientras se borran discretamente del discurso las profecías incumplidas.

La farsa aún tiene que continuar, tuvimos nuestra cumbre del clima en Abu Dabi (de todos los sitios posibles), con su miríada de jets privados llegando para decirnos que no podremos usar el coche y sus banquetes deliciosamente carnívoros en los que se discutía cómo obligarnos a comer insectos.

Pero la buena noticia en esto de este año han sido, al menos, dos manifiestos firmados por (literalmente) millares de científicos de primera línea anunciando que no, no hay ninguna ‘emergencia climática’.

8. Trump no ha sido destruido

Este es el año de las presidenciales en Estados Unidos, y las maniobras de todo el establishment parecen centradas en que no se presenten los candidatos más visibles de ambos partidos, el demócrata presidente Joe Biden, un anciano demenciado del que nadie cree que gestione nada y que podría hacer una campaña bochornosa y, sobre todo, el incombustible expresidente Donald Trump.

Trump no puede ganar. La decisión está tomada, y ya se le ha acusado judicialmente de todo lo imaginable, se ha asaltado su casa de Mar-a-Lago, se ha impedido que su nombre figure en las papeletas de varios estados (Colorado y Maine).

Pero todo parece inútil. La popularidad de Trump crece con cada persecución, con cada descarada instrumentalización de la justicia para acabar con él, y a día de hoy el neoyorquino batiría sin problemas al senil presidente.

9. La diversidad no ha sido nuestra fuerza, precisamente

Estados Unidos ha visto cómo un número récord de extranjeros entraba por su frontera sur como Pedro por su casa ante la inacción criminal de su Administración y mientras el Departamento de Seguridad Nacional trataba de convencer a los estadounidenses de que “la frontera está controlada”. Pero ya no son tiempos de “Welcome Refugees”, no después de la entrada de millones de lo que no se sabe quiénes son o de dónde vienen.

También en Europa puede verse claro un cambio en la actitud frente a la inmigración ilegal masiva. Francia vivió un verano de pesadilla, con hordas de inmigrantes quemando las principales ciudades, y los partidos soberanistas subiendo como la espuma en intención de voto en todo el continente. Alternativa para Alemania es ya primera en intención de voto para las elecciones al parlamento de Sajonia, del que desaparecerá por primera vez el histórico SPD, los socialistas, y en Holanda el partido de Geert Wilders, ferozmente opuestos a la invasión islámica, se alzó con la victoria en las pasadas elecciones.

10. China no ha invadido Taiwán

Todos los años, en realidad, se nos advierte que China está a punto de invadir Taiwán. Y no sin motivo: hace menos de un mes, el líder chino Xi Jinping volvió a repetir que la isla volverá “irremediablemente” al seno de la patria.

Pero la insistencia de Pekín en que Taiwán es china y la ausencia de intervención bélica no son, en realidad, circunstancias contradictorias. La idea de que Pekín está a punto de lanzar sus naves a la conquista de la antigua Formosa es más una interpretación occidental de las palabras de los líderes chinos que una eventualidad probable.

Sí, China está convencida, como ha dicho en todas las ocasiones, que Taiwán caerá en manos de Pekín como fruta madura. Pero no necesariamente como consecuencia de un ataque bélico, que es lo que los estrategas de Washington esperan de un momento a otro.

China no es una potencia especialmente belicista ni los chinos son un pueblo particularmente marcial, y es improbable que se lo jueguen todo a una guerra con el hegemón americano. Su apuesta es comercial y económica y, sobre todo, sabiendo esperar.

Quince años en el diario líder de información económica EXPANSIÓN, entonces del Grupo Recoletos, los tres últimos años como responsable de Servicios Interactivos en la página web del medio. Luego en Intereconomía, donde fundó el semanario católico ALBA, escribió opinión en ÉPOCA, donde cubrió también la sección de Internacional, de la que fue responsable cuando nació (como diario generalista) LA GACETA. Desde hace unos años se desempeña como freelance, colaborando para distintos medios.

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