Dani Martín y la paradoja del reguetón en España

El exlíder de El Canto del Loco arremete contra el género que ha hecho grande a la música en español

Es complicado no sentirse incómodo viendo a un señor de casi cincuenta años que acaba de estrenar una canción contra el reguetón, estilo musical dominante entre la juventud de habla hispana. Sobre todo porque su himno antiperreo, «Novedades viernes», recuerda al estilo de Green Day, los superventas de Estados Unidos que arrasaron a mediados de los noventa con su punk-pop simple, enérgico y pegadizo, adornado con zapatillas Vans y pelos plastidecorados. En otoño de 1993, cuando el disco Dookie comenzaba a arrasar en todo el planeta, Green Day recibían exactamente las mismas críticas que Martín arroja ahora hacia los superventas del reguetón. Los viejos fans de Sex Pistols y The Clash acusaban al grupo de Billie Joe Armstrong de haber aguado la receta del punk original para adaptarlo a las radiofórmulas. Más allá de la regañina a los chavales, “Novedades viernes” suena como un Big Mac recalentado tres días después de comprarlo.

Martín tampoco se ha esforzado mucho en la letra, en la que acusa al reguetón de exprimir su base sonora hasta dejarlo reseco. «Iros a tomar por el culo/ estoy harto de ese ritmito que me hace vomitar», escupe entre guitarrazos. Menosprecia a estrellas como el colombiano J. Balvin y el argentino Bizarrap por componer –presuntamente– temas demasiado predecibles y sin profundidad musical. La cruda realidad es que ningún veinteañero de ninguna época va a cambiar sus gustos musicales por cuestionamientos que le haga alguien de la edad de su padre. Seguro que cuando Martín se ponía a escuchar un recopilatorio de los Ramones también tenía que aguantar a sus abuelos o sus papás quejándose de que todas las canciones sonaban igual. Casi nadie ha apoyado las tesis de Martín, con la solitaria excepción de Carlos Herrera desde su programa en la cadena Cope. «Yo estoy en contra de todo el reguetón. Por si quiere sentirse abrigado, que no se preocupe», aclaraba el presentador.

Lo peor de este episodio no es que otro señor famoso haya caído de bruces en la trampa más predecible del pop, la de creerte joven con 47 años, sino el hecho de que este superventas pop-rockero quiera aplicar sus esquemas puretas a un género que siempre ha sido alérgico a ellos. «No tengo nada contra el reguetón, nada. Me encanta, pero el reguetón bien hecho, el de Residente, el de Calle 13, el de gente como Ozuna, Tego Calderón o Julio Voltio, gente que lo ha mamado y que lo lleva en la raíz», dijo en El Hormiguero. “No me imagino un tío de Soria intentándome vender un acento puertorriqueño y cantándome reguetón, igual que no me creo a un puertorriqueño haciendo una soleá por Camarón», explica.

En realidad, casi nadie perrea en la meseta, pero como parte de Hispanoamérica tenemos decenas de artistas que se acercan a estos géneros con naturalidad. El artista canario Quevedo suenan cien por cien suelto haciendo música urbana, igual que el madrileño C. Tangana nunca rapeó de manera impostada. Yendo 25 años atrás, cuando estalló el hip-hop en España, artistas como La Mala y Mucho Muchacho rimaban con flow adictivo y personal, sin necesidad de ser del Bronx. Solo es cuestión de echarle gracia de barrio. Luego hay otro comentario obligado: los artistas más ‘progres’, esos que critican a Trump por defender el muro con México, son los primeros en aislar a los artistas hispanos como Balvin y tratar como dioses a todo lo que les vende la hiperanglosajona MTV. Es una sumisión colonial voluntaria, por la que hemos pasado muchos.

Lo que late en la canción de Martín es la rabia que da hacerse mayor, del mismo modo en que su coplilla sobre Ester Expósito se inspiraba en la frustración por las escasas posibilidades de ligar con ella. La crítica de Martín al género caribeño ni siquiera es original: Mikel Erentxun (Duncan Dhu) dijo en 2017 que le gustaría quemar todos los discos de reguetón y Pereza ya animaban sus conciertos de finales de los dosmiles invitando al público a corear «No nos gusta el reguetón/ nos la suda el reguetón». En los tres casos, parece evidente que estamos ante superventas intimidados por la fuerza de la competencia, seguro que Frank Sinatra también sintió desamparo cuando escuchó por primera vez a Elvis Presley. Lo triste es que muchos superventas españoles son demasiado desagradecidos con el género musical que más a hecho por nuestro idioma en el planeta pop.

La paradoja de este asunto es que el reguetón es una especie de versión caribeña del rock&roll, en el sentido de que su nacimiento ofrece muchos paralelismos: un estilo de chavales marginados, insatisfechos con la música popular de su época, que deciden inventar su propio sonido y logran incendiar el mundo con él. Por razones que puede explicar cualquier pinchadiscos de bodas y verbenas, es probable –por no decir seguro– que dentro de medio siglo se siga escuchando «Gasolina» (Daddy Yankee), «Despacito» (Luis Fonsi) y «Mi ex tenía razón» (Karol G) cuando nadie recuerde ya ninguna canción de Dani Martín. Supongo que esto también alimenta la pataleta punki del cantante. Martín acierta al señalar que la música urbana mueve hoy tanto dinero, tantísimo, que es probable que se vuelva calculada y predecible, perdiendo toda su chispa, pero eso ha ocurrido siempre, hasta a los Rolling Stones.

¿Conclusión? A estas alturas, está claro que el reguetón y sus derivados se recordarán como una época dorada del pop en español. Lo mejor que podemos hacer es dar gracias a estos artistas por su contribución y dejar de regañar a nuestros jóvenes por lo que bailan, lo que escuchan y lo que disfrutan, aunque solamente sea porque no sirve de nada.

Víctor Lenore (Soria, 1972) es periodista cultural. Ha colaborado en distintos medios, entre ellos El Confidencial, Vozpópuli, El País, La Razón y Rolling Stone. Es autor de los ensayos 'Indies, hípsters y gafapastas' (Capitán Swing, 2014) y 'Espectros de la movida. Por qué odiar los años ochenta' (Akal, 2018)

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