¿Hay vida a la izquierda de Podemos y Sumar?
El espacio político a la izquierda del PSOE se viene caracterizando, desde los mismísimos inicios de la Transición a la democracia, por una formidable fragmentación orgánica, una crisis de liderazgo permanente y una pluralista militancia compulsiva. De entrada, debe destacarse el papel referencial –aunque fuere a la contra– que viene jugando el Partido Comunista de España (PCE) en el diseño de dicho espacio y en el alumbramiento, no siempre buscado, de líderes individuales o colectivos. En su día levantó Izquierda Unida a modo de Frente Amplio con diversas entidades “progresistas” y finalidad electoral. Pero la fórmula, que nunca alcanzó los altos objetivos propuestos, ha sufrido un enorme desgaste que explica, entre otros fenómenos, la aparición de Podemos, primero, y de Sumar después. De hecho, Pablo Iglesia y buena parte de su soviet en la facultad de Somosaguas, y ulterior lanzamiento mediático, se foguearon en las juventudes comunistas del PCE.
La crisis de Podemos, efecto de su participación en el gobierno socialista de la nación y de la erosión personal de sus mediáticos líderes, dio lugar al enésimo intento de configurar ese espacio izquierdista radical, en esta ocasión bajo la denominación de Sumar; mero instrumento al servicio de la estrategia parlamentaria de un Pedro Sánchez necesitado de socios sumidos.
Pero, todavía más allá de aquel espacio, existe otro aún más escorado del representado por PCE/IU/Podemos/Sumar, caracterizado por una extraordinaria fragmentación orgánica e inoperancia política, fruto de las diversas culturas políticas de origen: ya marxismo-leninismo, las insufribles familias trotskistas, el esotérico eco-feminismo radical… Sin embargo, su notable capacidad de trabajo y articulación se refleja en diversos movimientos sociales de protesta, muy visibles en numerosos barrios de ciudades de toda España, caso de las plataformas en defensa de okupación e inquilinos, los centros sociales autogestionarios, históricas radios alegales, sindicatos radicales de implantación territorial a la izquierda de Comisiones Obreras, espaciosas librerías, movimientos estudiantiles, etc.
Este panorama, jalonado por numerosas y cambiantes siglas, algunas con más de 40 años de precaria e impasible existencia, siempre con el término de “comunista” o “revolucionaria” por medio, viene experimentando en los últimos dos años un inesperado cambio cuantitativo y cualitativo provocado por la irrupción de un nuevo sujeto: el autodenominado Movimiento Socialista.
De epígonos de ETA al Movimiento Socialista
De factura alegal, su origen radica en una de las diversas fracturas sufridas por la izquierda abertzale, concretamente la de su rama estudiantil, Ikasle Abertzaleak, organización mayoritaria en los campus vascos y navarro desde hace décadas, que abandonó en masa ese espacio allá por 2018, por entender que Arnaldo Otegi y su partido Sortu estarían dilapidando el bagaje revolucionario del MLNV al optar por el posibilismo institucional y la gestión reformista del sistema, abandonando, según estos críticos, su discurso revolucionario y el programa comunista. Desde esta escisión de IA se alumbraría poco después, con las aportaciones de ex-militantes de las demás entidades juveniles abertzales, un nuevo sujeto, en Vascongadas y Navarra, denominado GKS (Gazte Koordinadora Sozialista o Coordinadora Juvenil Socialista), siempre enfrentado a la izquierda abertzale “clásica” u “oficial”, incluso llegando a las manos, apostando por “la organización de la clase trabajadora vasca en su lucha por la emancipación proletaria” y “la derrota de la burguesía reformista”. Su programa es, por tanto, netamente comunista, si bien todavía no se proclaman partido comunista.
La progresiva incorporación de militantes más veteranos, al superar sus estudios universitarios, a esta corriente, generó la necesidad de nuevas estructuras intergeneracionales, siendo tal el caso de los denominados Kontseilu Sozialista de diversas localidades, federándose en el EHKS, o Consejo Socialista de Euskal Herria, embrión de un futuro partido comunista de nuevo cuño.
En el marco de su constante trabajo político, sectorial y comunitario, estos grupos se vienen esforzando en una exigente y dogmática formación doctrinaria en marxismo, de ahí la importancia que otorgan a sus encuentros masivos, caso de los anuales Gazte Topagune Sozialista (Encuentro de Jóvenes Socialistas) en los han participado hasta 10.000 jóvenes en cada convocatoria anual, ya superiores en asistencia a los organizados por sus ex-correligionarios abertzales de Hernai; pero también a la difusión de sus vídeos de debate y sesudos análisis y artículos doctrinales especialmente a través de Gedar, su portal oficial en Internet y homónima revista teórica de gran calidad gráfica y tintes nostálgicos del realismo socialista. Sus refinados contenidos resuenan, a estas alturas del siglo XXI, no poco anticuados y vetustos, más propios de las plomizas y casi por completo olvidadas elucubraciones que caracterizaron a ETA Berri, el EMK o las escisiones trotskistas de ETA, si bien incorporando epifenómenos propios de la presente coyuntura política y social, como son la precarización del mercado laboral que afecta especialmente a los jóvenes, su casi imposible acceso a la vivienda, o las dificultades existentes en las relaciones entre ambos sexos que pretenden sean igualitarias en contraste con los imperativos propios del machismo y el patriarcado conforme su típica retórica.
Marxistas ortodoxos y rojipardos
Al contrario que otros fenómenos próximos de extrema izquierda, como el célebre por mediático pero irrelevante Frente Obrero de Roberto Vaquero, al que tildan directamente de fascista, los colectivos del Movimiento Socialista (MS) no cuestionan la agenda LGTB y feminista, pero tampoco las prácticas inmigracionistas que ya están deformando —velis nolis-– demografía y sociología vascas. Mientras que aquéllos –Frente Obrero en España, o de manera mucho más trascendente a nivel continental la Alianza Sahra Wagenknecht Justicia y Razón (BSW) en Alemania– consideran tales expresiones posmodernas de izquierdas woke como “armas del capital que precarizan al proletariado europeo”, los jóvenes del MS aspiran a una alianza revolucionaria del conjunto de la clase trabajadora bajo el imperativo final de una sociedad comunista sin clases. No encontraremos, por tanto, tentaciones rojipardas en las propuestas de sus siempre discretos exponentes públicos.
Esta corriente u organización es diferente en génesis, doctrina y tácticas, de otras fracturas sufridas por la izquierda abertzale desde que ETA anunciara “la entrega de las armas”, caso de ATA, Herritar Batasuna, Ibil, Jardun, Jarki…; pequeños grupos que, en mayor o medida, pretenden reconstruir el viejo MLNV también con la reivindicación de la amnistía para los presos etarras todavía en prisión. De hecho, el reciente manifiesto del terrorista encarcelado Francisco Javier García Castillo, Txapote, y una decena más de compañeros de disidencia reivindicando “un nuevo movimiento de liberación” vasco, está alineada con esta disidencia nostálgica de la izquierda abertzale. Recordemos que ambas tendencias, GKS por un lado y Jardun, por otro, por ser las dos siglas más potentes de cada espectro político respectivo, en ocasiones han marchado conjuntamente en algunas movilizaciones, pero en otras han llegado a enfrentamiento incluso físicos, como en los casos de la gestión de las txosnas (casetas de venta de bebidas y alimentos en fiestas de barrios y pueblos de vital deriva lucrativa), el control de diversos centros juveniles, la práctica y valoración de acciones violentas, etc.
Como objetivo prioritario, más o menos próximo, el MS se ha propuesto –ya lo hemos mencionado– la constitución de un verdadero Partido Comunista, más que un retorno a ETA, por entender que son otras las condiciones objetivas y subjetivas del presente momento histórico y sus consiguientes exigencias estratégicas, entre las que señalan la “superación de viejos nacionalismos” (¡¡!!). De hecho, estos cachorros que se alimentaron de los mitos y vivencias propios de la “violencia revolucionaria” de sus padres y hermanos mayores, si bien han perpetrado numerosos actos de kale borroka, se consideran protagonistas de un nuevo paradigma político y no izquierda abertzale stricto sensu.
Un nuevo modelo para los nostálgicos españoles del comunismo revolucionario
Españolistas para la izquierda abertzale “oficial”, abertzales para las izquierdas radicales españolas, los éxitos organizativos de los diversos grupos del MS no han pasado desapercibidos para otros jóvenes del resto de España que se sienten huérfanos de trincheras comunistas verdaderamente revolucionarias. Es más, son modelo y motor de arranque de nuevas experiencias militantes. Así, buena parte de las juventudes de las CUP rompieron con Arran en 2022, configurando una organización “hermana” de GKS, la ahora denominada Organització Juvenil Socialista de los “Países Catalanes”. Es también el caso de buena parte de las juventudes del Partido Comunista de España, la UJCE, quienes se escindieron del histórico partido en 2024 configurando la Coordinadora de la Juventud Socialista en una quincena de ciudades. Esta reciente iniciativa orgánica de pretensiones revolucionarias ya ha manifestado, en su corto espacio de existencia, un sorprendente músculo organizativo, por ejemplo en la Complutense por medio de las jornadas de Universidad Popular de noviembre pasado (así como en otros campus de Zaragoza, Murcia, Granada y Salamanca), o en las calles madrileñas en diciembre bajo el lema Construir la alternativa revolucionaria, que agrupó a varios millares de jóvenes también con el sugestivo grito de ¡No pasarán! Y a la vez que el joven Movimiento Socialista se va configurando en el resto de España, en Vascongadas y Navarra continúa con su apretada agenda de movilizaciones. Así, el pasado 25 de enero, entre 8.000 y 9.000 manifestantes salieron a las calles del centro de Bilbao y Pamplona “contra el fascismo y la guerra” en un alarde de disciplina, eventos precedidos de una intensa campaña propagandística sin precedentes en años anteriores.
Los discursos finales en ambas manifestaciones, el mismo y en párrafos temáticos en euskera y castellano sucesivamente, leídos con vigor por dos militantes anónimas, resumieron las razones de ambas marchas y, en suma, los objetivos globales de este Movimiento Socialista: la necesaria movilización de los jóvenes obreros frente al “rearme autoritario” de los Estados, el reformismo socialdemócrata y las “agresiones” orquestadas por la “oligarquía occidental”; circunstancias, las anteriores, que facilitarían, según entienden, el arraigo del populismo de derechas y el fascismo entre algunos sectores de las clases media y trabajadora. Por último, dieron por terminadas ambas demostraciones con vivas al Partido Revolucionario Internacional (¿cuál?, ¿el suyo en ciernes…?) y al Estado Socialista (ídem), sin Internacional ni Eusko gurariak.
Bien puede afirmarse que, en sus respectivos solares originarios, GKS, principal exponente del nuevo Movimiento Socialista, constituye su principal movimiento juvenil: ni los Boys Scouts antaño católicos, ni los coros Góspel evangélicos, ni siquiera las agrupaciones ultras futboleras, constituyen ya rival para esta aparentemente férrea organización. Huelga decir que las JJSS del PSOE, EGI del PNV o NNGG del PP y JJNN de UPN, apenas constituyen una realidad más virtual que real –meras oficinas para la colocación de futuros y avispados políticos– totalmente ausentes en las escenas juveniles. Tampoco es una temeridad afirmar que en su sostenida rivalidad con las aún numerosas organizaciones “oficiales” de la izquierda abertzale, de las que proceden aunque fuere a título de ruptura generacional, vienen alcanzando mayor capacidad de movilización y prestigio entre los ambientes juveniles todavía politizados en contraste extremo con la realidad sociológica del resto de España.
Destaquemos, por último, que su capacidad de maniobra, mediante los eventos antes citados en Madrid, por ejemplo, les está aupando a organización referencial del comunismo nostálgico revolucionario en España. Pero no incurramos en voluntarismos ingenuos, no en vano, mantener y consolidar un tipo humano militante y movilizado, cuyo modelo ideal sería el de los revolucionarios de principios del siglo XX, intransigentes, casi anónimos, austeros y entregados a la causa, se presenta como empresa casi imposible en tiempo posmodernos y fluidos que generan personas a merced de modas, instintivos e imperativos culturales hegemónicos.