Por Robert Kennedy, Jr., abogado y candidato a la presidencia de los Estados Unidos.
Discurso pronunciado el 5 de marzo en el Hillsdale College durante el seminario sobre las grandes farmacéuticas. Traducido por Jon Rouco
Gracias, estoy muy muy feliz de estar aquí. Aunque nunca he estado aquí antes lo siento casi como un regreso a casa debido al increíble papel que ha desempeñado esta institución durante la Covid-19, en que fue la única universidad que quedaba en el país que realmente defendió la libertad.
Ya saben que esta universidad la fundaron abolicionistas en 1844 y la gran mayoría de las personas de nuestro país que los odiaba y pensaba que estaban locos y que eran poco realistas y no fue realmente hasta tres años después de comenzar la Guerra Civil cuando se dio la vuelta y el presidente salió y liberó a los esclavos y no podía hacerlo por la antipatía del público contra los abolicionistas.
Realmente esta institución tiene una historia extraordinaria y ha sido muy, muy fiel a los valores sobre los que se estableció, que es su amor por la libertad. Y eso sin que importe la opinión pública, ni tampoco el coste público, sin que importe que les presionen para que se detengan, siempre la defienden y eso es realmente un testimonio de algo especial.
La inversión que se ha hecho aquí no se ha hecho en la construcción de un laboratorio tecnológico para enseñar a los estudiantes a construir una pila para sí mismos como la mayoría de las universidades, y el que muere con más dinero gana, sino en la formación del carácter, en la formación y la demostración de carácter.
La última vez alguien me preguntó acerca de cómo me metí en la, ya saben, la estafa de los antivacunas. Y es que yo no soy antivacunas, pero soy una especie de chico de portada para cualquier movimiento sobre vacunas.
He sido un abogado medioambiental durante 40 años ya. Hasta 2005 eso era todo lo que hacía, y luego ese año empecé con un grupo llamado Guardianes del Río Hudson. Yo he representado durante 40 años a los pescadores comerciales del Hudson, los pescadores recreativos que demandaron a los contaminadores que estaban destruyendo sus medios de vida, sus propiedades y sus comunidades. Ellos tenían un modelo de negocio, tenían la más antigua pesquería comercial del país en el Hudson. La gente a la que yo he representado durante 40 años, muchos de ellos, provenían de familias que han estado pescando en el río de forma continua desde la época colonial holandesa. Se trata de una pesca de artes tradicionales, utilizan los mismos métodos de pesca que les enseñaron los indios Algonquino a los colonos holandeses originales de Nueva Ámsterdam, y que luego se ha transmitido durante generaciones, y tenían un modelo de negocio que había funcionado durante tres siglos.
Luego los contaminadores, que tenían influencia política y fueron capaces de manipular a las agencias gubernamentales, de capturar y manipular a las agencias gubernamentales con el fin de escapar de la disciplina del libre mercado y obligar al público a pagar sus costos de producción, los echaron del negocio. Habían convertido el valle del Hudson en una especie de zona en la que no había capitalismo de libre mercado, sino capitalismo corporativo de amiguetes. Esta cleptocracia corporativa, que implica realmente socialismo para los ricos y un tipo de capitalismo muy salvaje, brutal y despiadado para los pobres, la estuvieron padeciendo y yo he luchado por ellos durante 40 años, pero en 2000 tuvimos éxito y puse más de 300 demandas exitosas en el Hudson. En 2000 habíamos obligado a los contaminadores a gastar 3.500 millones de dólares para recuperar el río.
El río, cuando empecé a trabajar allí, se prendía fuego, se volvía de colores dependiendo del color que estuvieran usando para pintar los camiones en la planta de General Motors en Tarrytown. Era agua muerta, cero oxígeno disuelto hasta a unas 20 millas al norte de la ciudad y 20 millas al sur. Hoy es un modelo internacional para la protección de los ecosistemas, es la vía fluvial más rica en el Atlántico Norte, que produce más libras de peces por acre y más biomasa por galón que cualquier otra vía fluvial en el Océano Atlántico o el Ecuador.
Es el último gran sistema fluvial que queda en el Atlántico que todavía tiene fuertes poblaciones de desove de todas sus especies históricas de peces migratorios, y la milagrosa resurrección del Hudson inspiró a los Guardianes del Río en las vías fluviales de todo el mundo. Nos convertimos en el mayor grupo de protección del agua en el mundo: tenemos 350 Guardianes del agua, cada uno tiene un barco patrulla y patrulla una vía fluvial local y litigan contra los contaminadores.
Somos una organización de aplicación de la ley, tenemos grandes leyes ambientales, pero debido a que las agencias están cautivas casi nunca se aplican. Si se nos permite hacer cumplir la ley es en virtud de una disposición llamada la supervisión ciudadana.
En 2003, la Academia Nacional de Ciencias publicó un informe realizado durante 10 años que mostraba que todos los peces de agua dulce en América estaban contaminados con niveles peligrosos de mercurio, y a los Guardianes del Agua que representan a los pescadores les parecía que estábamos viviendo en una pesadilla de ciencia ficción. Eran mis hijos, o los hijos de todos los demás estadounidenses los que ya no podían participar en la principal actividad seminal de la juventud estadounidense, que es ir a pescar en la vía fluvial local y luego volver a casa y comer tranquilamente lo pescado. Las empresas habían privatizado lo público, un recurso que es propiedad del público para obtener beneficios para sí mismos. Lo habían privatizado y ya no somos dueños de los peces, lo son las empresas que están contaminando con la quema de carbón, las centrales eléctricas y hornos de cemento principalmente, así que en 2005 empezamos a demandar a un montón de gente: a las plantas de carbón, etc., pero los Guardianes del Agua estaban poniendo demandas por el mercurio, y yo tenía 40 demandas en marcha.
Así que en 2005 estaba viajando por todo el país hablando a audiencias como ustedes sobre el mercurio, y en casi todos los discursos que daba había grupos de mujeres que eran diferentes en cada lugar que visitaba y que venían y se sentaban en la primera fila temprano antes de empezar y luego, cuando terminaba, me esperaban y querían hablar conmigo.
Resulta que todas ellas eran madres de niños con discapacidad intelectual y todas creían que las vacunas habían causado la lesión de sus hijos, en particular las vacunas de mercurio, y me hablaban de una manera muy respetuosa, pero también con cierto reproche. Me decían que si realmente estaba interesado en la exposición de los niños al mercurio, tenía que examinar las vacunas. Yo no quería hacerlo; yo había pasado gran parte de mi vida trabajando en problemas de discapacidad intelectual. Desde que me crie formaba parte del ADN de mi familia; mi tía Eunice, que era también mi madrina, comenzó las Olimpiadas Especiales y estuve trabajando en las Olimpiadas Especiales, que entonces se llamaban Camp Shriver, todos los fines de semana desde que tenía ocho años como apoyo o como entrenado, pasé 200 horas de adolescente en el instituto trabajando en ello, es algo que me viene de familia, mi tío fue presidente del Comité de Salud durante 50 años, mi familia escribió mucha de la legislación que dio derechos y cambió toda la relación con las personas con discapacidad intelectual, la población más vulnerable del país, pero yo no quería hacer eso en mi vida. Yo quería trabajar en la pesca, en la contaminación del agua, en la energía.
Así que estuve esquivando a estas señoras, hasta que una de ellas vino a mi casa en Cape Cod en el verano de 2005. Ella era una psicóloga de Minnesota llamada Sarah Bridges y tenía un hijo que tenía autismo severo debido al mercurio de una vacuna. Había obtenido una indemnización de 20 millones de dólares luego de que un tribunal reconociera que el autismo había provenido de la vacuna, es un hecho incontrovertido, y ella no quería que le sucediera a otros niños, así que se presentó en mi casa y sacó del maletero una pila de estudios como de medio metro de alto y lo puso en mi porche y llamó a la puerta.
Cuando me acerqué a la entrada señaló a la pila y me dijo: «No me voy de aquí hasta que lea estos estudios». Y yo, bueno, estoy acostumbrado a la literatura científica. Cuando era niño quería ser científico, y el tipo de ley que practico tiene mucho que ver con la ciencia, así que casi cada demanda que he presentado ha involucrado algún tipo de controversia científica, de modo que no sería muy bueno en mi trabajo si no disfrutara leyendo ciencia y si no pudiera leerla críticamente, así que me senté y no leí los estudios, pero sí leí los resúmenes, y llegué como a unos 15 centímetros de la pila y me quedé estupefacto por la enorme diferencia entre lo que las agencias de salud pública decían que decía la ciencia y lo que decía la ciencia revisada por pares y realmente publicada.
Así que empecé a hacer lo que siempre he hecho cuando no entiendo algo. Debido a mi apellido y las relaciones de mi familia con estas agencias, siempre he podido conseguir que el jefe de una agencia se me ponga al teléfono muy rápidamente, y empecé a llamarles y a hacerles preguntas. Conseguí a Francis Collins del NIH (Instituto de Salud Nacional) y Kathleen Stratton y Marie McCormick del Instituto de Medicina, y me dijeron algo extraño.
Les pregunté acerca de estos estudios científicos y me di cuenta de que no estaban familiarizados en absoluto con ellos y que repetían como papagayos esa frase de «seguras y efectivas». Cuando les pregunté sobre algunos detalles, me dijeron que tenía que hablar con Paul Offit; bueno, Paul Offit es un desarrollador de vacunas que es socio de Merck y yo había estado trabajando con la EPA (Agencia de Protección Medioambiental) durante muchos años, probablemente el 20% de mis pleitos habían sido contra la EPA, que es una agencia cautiva, elegida por las industrias petrolera, química y de plaguicidas. No obstante, si llamo a algún científico o a algún regulador de la EPA van a tener algo de amor propio y van a tratar de responder a mi pregunta, no me van a dirigir a un lobista de la industria del carbón, así que aquello me resultaba raro.
Cuando hablé con Paul Offit de todo esto le pillé en una mentira en la que no voy a entrar; me encantaría entrar pero tengo que economizar mi tiempo aquí, así que confíen en mi palabra. Él sabía que le había pillado en una mentira, y sabía que yo lo sabía, y se dio uno de esos momentos extraños, y entonces pensé: esta gente o bien no saben lo que hacen o bien están mintiendo a sabiendas.
En ese momento comprendí que estas agencias eran completamente cautivas, pero cautivas de arriba abajo. La FDA (Agencia de Alimentos y Drogas) obtiene más del 50% de su presupuesto de las compañías farmacéuticas. El CDC (Centro de Control y Prevención de Enfermedades) tiene un presupuesto de 12.000 millones de dólares, y de ellos 5.000 millones, casi la mitad, va a la compra de vacunas de estas empresas y luego a distribuirlas, de modo que si usted trabaja en el CDC no va a ascender buscando problemas con las vacunas. Uno asciende allí promoviendo la adopción de más vacunas.
Y luego el NIH no es más que una incubadora de productos farmacéuticos: desarrolla las vacunas, las entrega a la industria, las entrega a las universidades, que luego reciben dinero del NIH, doscientos, trescientos millones de dólares para hacer ensayos de fase uno y fase dos, y si son exitosos, que siempre lo son porque ya se ocupan ellos de que lo sean, entonces llaman a la compañía farmacéutica para hacer la fase tres y luego todos se reparten las regalías, los derechos de patente. Luego Tony Fauci y el NIH lo guían a través del proceso de regulación en la FDA y el CDC, donde él ha elegido a los miembros de los paneles que están todos recibiendo dinero suyo, y que saben que su producto es el siguiente en la línea, y su trabajo es ponerle el sello de aprobación a este producto y recomendarlo a los niños.
Yo he visto este proceso y sé cómo funciona, y es una gigantesca captura regulatoria. Luego el NIH recibe el dinero. A mí me echaron [de Facebook e Instagram] por decir que el NIH es dueño de la mitad de la vacuna de Moderna. Dijeron que era desinformación sobre la vacuna. A que no se imaginan a quien pagó Moderna el pasado jueves 400 millones de dólares: al NIH por las regalías conjuntas hasta la fecha. Así que todas mis teorías conspirativas tardan entre tres y cinco meses en hacerse realidad.
Así que me di cuenta entonces, para esto soy muy rápido, de lo que había sucedido en el programa de vacunas. Cuando yo era un niño, te recomendaban tres vacunas, y yo me las puse. Y ahora a mis hijos, tengo siete hijos, les ponen 72 vacunas, todas ellas obligatorias en California, no se puede escapar de ellas. ¿Y cómo ha sucedido eso? Sucedió porque Ronald Reagan firmó la Ley de Vacunas. Lo que pasó es que, en 1979, comenzaron a usar la vacuna DPT (vacuna triple bacteriana: difteria, tétanos y tosferina). Ahora que es ilegal en Europa y en Estados Unidos, Bill Gates se la pone a 161 millones de niños africanos al año, y era una vacuna que mataba o causaba daño cerebral permanente a uno de cada trescientos niños, de acuerdo con un estudio del NIH encargado a la UCLA (Universidad de California). Esto era devastador, así que se deshicieron de ella y la cambiaron por otra versión atenuada de la vacuna, que es menos peligrosa y menos eficaz.
Y todo porque esa empresa, Wyeth, que ahora se llama Pfizer, fue a Reagan y le dijo: estamos pagando veinte céntimos en responsabilidad civil subsidiaria por cada dólar que sacamos de beneficios, y vamos a abandonar el negocio de las vacunas, a menos que nos libres por completo de esa responsabilidad. Y Reagan dijo: ¿y por qué no hacen que la vacuna sea segura? Y ellos dijeron: porque las vacunas son irremediablemente inseguras. Y esa frase está en el preámbulo del estatuto. Cuando la gente dice que la vacuna es segura y eficaz, resulta que la norma en el que se basan dice que son irremediablemente inseguras. Y el caso Bruce vs EE.UU., una apelación de esa norma que llegó al Tribunal Supremo, incluye esa misma frase.
Así que, una vez hecho esto, ahora tienen esa exención de responsabilidad; no importa lo negligentes que sean; no importa lo imprudentes que sean; no importa cuán grave sea la lesión que causen; no importa cuán tóxico e innecesario sea el producto; no importa cuán innecesaria e ineficaz sea la vacuna; usted no puede demandarles.
Y, por supuesto, estas no son buenas empresas. Estas son las mismas empresas que nos trajeron la epidemia de opioides, que ahora mata a más de 68.000 jóvenes en este país cada año, más que la guerra de Vietnam en veinte años. Y ellos lo sabían.
Y si nos fijamos en el documental de Netflix Dopesick, en él se muestra exactamente cómo lo hicieron. Porque la FDA estaba totalmente corrompida por esta industria e hizo lo que ellos le dijeron que hiciera. Y ahora lo mismo. Por lo tanto, esta es la industria.
¿Qué sucede cuando coges a esta industria y le dices «ahora puedes hacer lo que quieras»? Por cierto, las cuatro empresas que hacen todas nuestras vacunas han sido condenadas a pagar 35.000 millones de dólares en sanciones penales en los últimos diez años. Son empresas criminales, criminales en serie, todas y cada una de ellas. Y entonces ¿qué creen? ¿Que si eliminas cualquier posibilidad de que alguna vez sean llevados a juicio, de repente van a encontrar a Jesús y a decir «oh sí»? Porque en mi partido político, el Demócrata, todo el mundo sabe que las compañías farmacéuticas son lo peor, las compañías más corruptas que hay. Pero cuando se trata de vacunas, de pronto ya no son corruptas, se da esta extraña disonancia cognitiva.
Así que debido a ellos ahora estas empresas están absueltas de la mayor amenaza legal para cualquier medicamento, que es la responsabilidad civil subsidiaria (downstream liability). Las vacunas son el único producto médico que nunca tiene que hacer estudios de seguridad previos a la concesión de licencias. Ni uno. Y esto es se lo debemos al legado del CDC y del PHSCC (Cuerpo Comisionado del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos), que es uno de los servicios militares uniformados de los Estados Unidos. El PHSCC lanzó el programa de vacunas como parte de Defensa de la Seguridad Nacional contra ataques biológicos en nuestro país. Querían asegurarse de que si los rusos nos atacaban con ántrax o algún otro agente biológico, pudiéramos formular rápidamente una vacuna y luego suministrarla a 200 millones de estadounidenses sin impedimentos regulatorios.
Como ya he dicho, si lo llamamos medicamento, tendríamos que hacer ensayos para comprobar que es seguro. Esto lleva cinco años, porque muchas de las lesiones causadas por los productos médicos se diagnostican después de mucho tiempo, o tienen largos periodos de incubación, no se ven hasta pasados cinco años, y podrías estar salvando diez mil vidas de la difteria y matando a cien mil personas de cáncer cinco años después. Por tanto, quieres averiguar si va a pasar algo así. Pero dijeron que no había tiempo para hacer eso, así que los llamaron «biológicos», y eximieron a los biológicos de cualquier prueba de seguridad.
Durante muchos años, he repetido que ninguna de las 72 vacunas obligatorias para los niños ha sido sometida a pruebas de seguridad en ensayos de control previos a la autorización. Ni una. Y Tony Fauci ha estado todo este tiempo diciendo que miento. En 2016, el presidente Trump me propuso dirigir una comisión de seguridad de vacunas, y ordenó que Fauci y Collins se reunieran conmigo con el Consejero de la Casa Blanca presente. Y le dije a Fauci en esa reunión: llevas ocho años diciendo que miento sobre esto, muéstrame algún estudio. Y en ese momento, él hizo el paripé de leer detenidamente algunos papeles como si lo estuviera buscando, y dijo: no tengo ninguno aquí, los tendré en Bethesda, cuando vuelva te envío uno. Nunca lo recibí. Así que lo demandé, yo y Aaron Siri. Y después de darnos largas durante un año, sus abogados se reunieron con nosotros en el tribunal y reconocieron que yo tenía razón. Nunca hubo ningún estudio, y lo reconocieron por escrito.
Pueden ir a la página web de la CHD (Children’s Health Defense), o a mi página web, y ver esa carta del HHS (Departamento de Salud y Servicios Humanos). Así no hay responsabilidad civil subsidiaria, no hay pruebas previas de seguridad. Esto les ahorra 250.000 dólares. Y tampoco tienen gastos de marketing y publicidad, porque el Gobierno Federal ordena a 78 millones de escolares que se pongan esa vacuna cada año. ¿Qué mejor producto se puede tener?
De modo que hubo una fiebre del oro para añadir todas estas nuevas vacunas innecesarias al calendario. ¿Por qué le darías una vacuna contra la hepatitis B a un niño? A un bebé. La única forma que tiene de contraer la hepatitis B es a través de la madre, pero todas las madres son examinadas al ingresar en el hospital. ¿Y aun así se la das a los niños? La única forma de contagiarse es acostándose con una prostituta, sexo sin protección, o promiscuidad masculina, o compartiendo agujas con alguien que la tiene. Al bebé al que se la dan en su primer día de vida no va a hacer nada de eso. Así que ¿por qué lo hacen? Te diré por qué. Por Merck, porque Fauci se puso de acuerdo con Merck para fabricar la vacuna. Fauci ayudó a desarrollarla y fabricarla y Merck la fabricó, y al principio querían vendérsela a prostitutas y a hombres homosexuales. Pero después de un año vino Merck y dijo: ninguno de estos tipos la quiere. Tienen otras cosas en las que quieren gastar su dinero, y no la quieren. No son personas que se preocupen mucho por su salud, por cierto.
Así que el CDC y la FDA le dijeron a Merck, que había puesto todo ese dinero para montar toda esa infraestructura y ahora nadie compraba la vacuna, que no se preocupara. Y entonces dijeron, mira, vamos a hacerla obligatoria para los niños. Es por eso que los niños tienen que vacunarse contra la hepatitis B. Todas las pruebas de seguridad para la vacuna contra la hepatitis B de Merck duraron cuatro días. Es criminal. Y lo mismo ocurre con la mayoría de estas vacunas: son innecesarias. Muchas de ellas son para enfermedades que ni siquiera son fácilmente contagiosas. Fue la fiebre del oro, porque si metes tu vacuna en el calendario recomendado eso se traduce en mil millones de dólares al año para tu empresa.
Y en muchos casos, el NIH cobra de las regalías. Así que tenemos todas estas nuevas vacunas, 72 pinchazos, 16 vacunas, y ahora incluso más, porque estamos haciendo la vacuna contra el Hib (meningitis). Y ese año, 1989, vimos una explosión de enfermedades crónicas en los niños estadounidenses. Cualquiera de ustedes que tienen mi edad, atiendan porque voy a nombrar algunas de las enfermedades más comunes hoy. Piénsenlo si tienen mi edad, yo tengo 69 años. Tengo once hermanos y hermanas, setenta primos, y nunca vi ninguna de estas enfermedades. Nunca conocí a un niño con alergia a los cacahuetes y ¿por qué cinco de mis hijos tienen alergias a los alimentos? Y el asma existía entonces, pero era raro; mi hermano tiene asma, y su médico nos dijo que, nunca habrá una cura para esas enfermedades porque era demasiado rara. Nadie las estudia, dijo. Ahora, uno de cada cuatro niños negros tiene asma. Las enfermedades neurológicas explotaron también de repente en 1989: ADHD (trastorno de déficit de atención), trastornos de sueño, trastornos extraños. Retrasos del lenguaje, ASD (trastorno del espectro autista), autismo, síndrome de Tourette, tics, narcolepsia. Estas son todas cosas de las que nunca había oído hablar. El autismo ha pasado de uno de cada 10.000 en mi generación, según los datos del CDC, a uno de cada 34 niños de ambos sexos hoy en día, o uno de cada 22 chicos. Y algunos de estos niños tienen autismo severo. Nunca he visto a nadie de mi edad con autismo severo, severo, real, autismo completo. Me refiero a golpearse la cabeza, caminar de puntillas, falta de habla, sin poder usar solos el baño. ¿Dónde estaban estas personas? No las veías en los centros comerciales, porque entonces no existían. Y no estaban encerrados en ningún sitio, porque además no había dónde meterlos. Y ahora uno de cada 34 niños tiene autismo, y casi la mitad de ellos se ven así. Son chicos que nunca batearán una pelota de béisbol, nunca pagarán impuestos, nunca votarán, nunca escribirán un poema. Estos son niños que, muchos de ellos, nunca se sentarán en el baño sin ayuda, nunca tendrán una cita. Le hemos hecho esto a una generación entera de niños. Los hay con trastornos neurológicos, enfermedades autoinmunes…
Yo nunca conocí a nadie con diabetes juvenil, artritis reumatoide, lupus… Ciento setenta enfermedades autoinmunes que ahora han explotado. El Congreso consultó a la EPA para que les dijera en qué año comenzó la epidemia de autismo. Y la EPA es una agencia cautiva, pero no de las grandes farmacéuticas, de modo que sí hace algo de ciencia, y dijeron que fue en 1989. 1989 es una línea roja, ese es el año. Luego entraré en ello.
La última categoría son las enfermedades alérgicas: alergias a los alimentos, alergias a los cacahuetes, anafilaxia… Nunca había oído hablar del eccema, ahora lo tienes en todas las aulas. Y lo mismo con la anafilaxia; por cierto, mis hijos, muchos de mis hijos tienen alergias alimentarias. David Coke era mi compañero al empezar todo esto. Él tenía un hijo de la misma edad que el mío con anafilaxia. Conseguimos 200 millones de dólares. Pusimos a un montón de médicos y de científicos para que recrearan estas alergias en un laboratorio. La forma en que estudian las alergias a los alimentos estos científicos es provocando alergias en las ratas, y luego estudiándolas.
¿Cómo se provoca la alergia a una rata? Les das el adyuvante de aluminio de la vacuna de la hepatitis B junto con una proteína. Así que si les das una proteína de cacahuete, entonces tienen alergia al cacahuete; si les das proteína de látex, entonces las haces alérgicas al látex; si les das una proteína láctea, las haces alérgicas a los lácteos, etcétera. Y no sólo es la proteína, no tiene por qué ser algo que esté en la jeringa. Muchas de nuestras vacunas tienen excipientes de aceite de cacahuete. Así que no es un misterio de dónde vienen las alergias al cacahuete.
Pero si hay algo en el ambiente, en el medio ambiente en ese momento, como por ejemplo un brote de gramíneas, ese niño ahora va a tener una alergia de por vida a las gramíneas. Por eso los niños vacunados, lo tratan en dos estudios de Collins y Mawson, tienen treinta veces más rinitis alérgica que los niños no vacunados; están enfermos todo el tiempo.
De todos modos, permítanme hablar de otra cosa durante un par de minutos, un tema del que no iba a hablar. Alguien sacó el tema en la cena. Iba a hablar de COVID y lo que ha pasado con eso. La reacción a la COVID fue extraña porque no fue una reacción de salud pública, fue una reacción militarizada y monetizada. Y sucedió en todo el mundo a la vez. Todas estas democracias liberales de repente cambiaron de rumbo e impusieron estos controles totalitarios, que eran irracionales, que no eran científicamente válidos, que habían sido desacreditados, etc. Decretaron confinamientos, etc. Y luego después, por supuesto, para evitar que nos quejáramos o habláramos de ellos o los cuestionáramos, impusieron la censura desde el primer día.
Y la cosa es que los Padres Fundadores, específicamente Hamilton y Madison, o Adams, pusieron la libertad de expresión en la Primera Enmienda porque todas las otras enmiendas dependen de ella. Porque si le das a un gobierno el derecho de silenciar a sus oponentes les estás dando licencia para cualquier atrocidad, y empezarán a deshacerse de todas las enmiendas. ¿Y qué hacen? En cuanto pudieron censurarnos, fueron a por la otra parte de la primera enmienda, que es la libertad de culto. Cerraron todas las iglesias del país durante un año sin ninguna base científica, sin ningún proceso regulatorio, sin moratoria. Llevo cuarenta años demandando al Gobierno por no hacer audiencias públicas, por no hacer una declaración de impacto ambiental cuando van a aprobar una regulación. Tienen que hacer una declaración de impacto ambiental y mostrar el coste y los beneficios y a quién va a perjudicar, y enumerar todos los estudios científicos.
Y por cierto, puede medirse también el impacto ambiental en caso de emergencia, puedes seguir ejercitando la democracia mientras encierras a la gente. Se trata de una emergencia, pero no se puede detener la democracia. Luego están también las normas de notificación y los comentarios, de modo que todo el mundo pueda leer las normas. Tienen que publicar su propuesta de norma y dar a la gente 30, 60 o 90 días para comentarla. Tienen que responder a todos esos comentarios. Así que si alguien quiere aprobar un mandato para hacer obligatorias las mascarillas, y yo soy dueño de una empresa de kayak y le digo que si hago que mis clientes usen mascarilla se van a ahogar, el Gobierno tiene que responder. Y por lo general le dirán algo así como que le darán una exención porque en su empresa están al aire libre y con sol, y queremos que siga allí porque así seguirá sano.
Pero no hubo nada de eso. Todo el mundo las hizo obligatorias y no hubo ningún comentario ni se dejó ningún espacio. Luego fueron a por la tercera parte de la Primera Enmienda, que es la libertad de reunión, obligándonos a todos a mantener distancia social. Y luego fueron a por la Quinta Enmienda, los derechos de propiedad, cerrando 3,3 millones de empresas sin el debido proceso, sin compensación justa. Y sólo porque un tipo que ha estado allí durante cincuenta años diciendo que las mascarillas no funcionan, una o dos semanas más tarde todo el mundo se tuvo que poner una. Es la definición exacta de lo arbitrario y lo caprichoso. Ni una sola cita científica en dos años. También fueron a por los juicios con jurado, recogidos en Séptima Enmienda: A ningún americano se le negará el derecho a un juicio ante un jurado de sus pares, en caso de que su controversia por valor superior a 25 dólares. Eso es todo. No incluye ninguna excepción por pandemia.
Y, por cierto, los Padres Fundadores lo sabían todo sobre las pandemias. Hubo dos epidemias pandémicas durante la Guerra de la Independencia. Hubo una epidemia de malaria que diezmó los ejércitos de Virginia, luego hubo otra epidemia de viruela que debilitó completamente al ejército de Benedict Arnold cuando tomó Montreal. Si no llega a ser por esa epidemia, Canadá formaría parte de los Estados Unidos hoy, porque tomamos Montreal, pero debido a la epidemia no tenían las tropas suficientes y tuvieron que retirarse.
Y entre el final de la Revolución y la redacción de la Constitución hubo al menos dos o tres epidemias realmente graves cada año: viruela, fiebre amarilla, en todas las ciudades, cólera… que mataron a decenas de miles de personas. Así que los Fundadores lo sabían todo acerca de las epidemias, pero no incluyeron ninguna exención en la Constitución.
Y por supuesto fueron a por la Cuarta Enmienda: prohibiciones contra pesquisas y aprehensiones arbitrarias sin orden judicial. Y sin embargo, todos tuvimos que dar nuestra información médica para poder entrar en una bolera o a un edificio público. Verdaderamente se deshicieron de todas las primeras enmiendas, a excepción de la Segunda Enmienda. Es la única que quedó intacta.
Así que yo veía esto y me preguntaba ¿cómo ha sucedido todo esto? Porque no sólo está sucediendo aquí, está sucediendo en todo el mundo. Y la información que incluyo en el último capítulo de mi libro fue para mí la revelación más impactante. Porque lo que encontré fue el Evento 201. Levanten la mano si saben qué es el Evento 201. Para aquellos de ustedes que no lo saben, el Evento 201 fue una simulación de una pandemia, una simulación de una pandemia de coronavirus, que tuvo lugar en octubre de 2019.
Nadie había oído hablar del coronavirus hasta el enero siguiente, tres o cuatro meses después. Ahora sabemos que el coronavirus ya estaba circulando en septiembre en Wuhan, un mes antes, pero nadie lo sabía. Y, sin embargo, hicieron una simulación de una pandemia de coronavirus en la ciudad de Nueva York, organizada por Bill Gates y Avril Haines, la ex subdirectora de la CIA, que fue la que responsable de encubrir todo lo de la Bahía de Guantánamo. Ella es algo así como la Reina del Encubrimiento.
Así que hacen una simulación, y ¿quién más está allí? George Gao, el jefe del CDC chino, que obviamente sabía que el coronavirus ya está circulando en Wuhan. Él es el experto mundial en coronavirus y también es el jefe del CDC en China. Y luego estaban allí todas las plataformas de redes sociales, las grandes compañías de seguros, Johnson & Johnson, las grandes compañías farmacéuticas, y se reúnen durante dos días, y tienen cuatro seminarios, y cada uno simula que este coronavirus se está extendiendo por todo el mundo.
Y no dicen «¿tenemos vitamina D para todos? Tenemos que asegurarnos de que todo el mundo hace ejercicio y sale de su casa y se mantiene sano y fortalece su sistema inmunológico». No hay nada de eso. O del zinc, ya saben, todas las cosas que sabemos sobre el tratamiento temprano. No dicen «Tenemos que utilizar Internet para conectar a los quince millones de médicos, médicos de primera línea de todo el mundo, para que sepamos cuando traten a la gente lo que funciona y lo que no, y así poder ir actualizando constantemente los protocolos.»
Eso es lo que deberían haber estado haciendo, pero no es lo que estuvieron haciendo allí. Estuvieron trabajando en formas de utilizar la pandemia de coronavirus como pretexto para imponer controles totalitarios a nivel mundial. Hablaron de campos de concentración y de todas estas cosas. Pero en la última simulación, durante el cuarto día, George Gao y Avril Haines de la CIA están hablando. Tienen un soliloquio sobre cómo tomar medidas drásticas para evitar que la gente cuente que esto salió de una fuga de un laboratorio. Y esto en octubre de 2019. Y dicen, bueno, tenemos que hacer que las compañías de redes sociales los censuren, los expulsen, etc. Ustedes pueden ir a YouTube y ver esto que les cuento esta misma noche. Se llama Evento 201, y está en la cuarta sección del mismo.
Y la gente que estaba investigando sobre esto, como yo mismo, conocía esto casi desde el principio. Pero luego empecé a hacer una inmersión profunda cuando estaba escribiendo el libro, y me enteré de que no era un hecho aislado. Y describo en mi libro cómo encontré una veintena de estos simulacros que se han estado haciendo desde 2001. Y todos están guionizados por la CIA. Y todos ellos incluyen funcionarios de alto nivel, como James Wolsey, el subdirector de la CIA. Todos ellos tienen altos cargos.
Muchos de ellos cuentan personas famosas que le dan apariencia de legitimidad a lo que están haciendo, como Madeleine Albright, o Tom Daschle, o Bill Gates, que está en muchos de ellos, y miembros de la OMS (Organización Mundial de la Salud), personas que son respetadas, y acaban vociferando y pidiendo la imposición de controles totalitarios.
Todos estos ensayos tienen nombres como Invierno Oscuro y Contagio Carmesí y esa clase de nombres raros, pero colectivamente se llaman Operación Lockstep, y han involucrado a cientos de miles de personas: funcionarios públicos de pequeños pueblos de toda América, funcionarios de salud, de la policía estatal, bomberos, sistemas hospitalarios, servicios públicos, y FBI, CIA, US Marshalls, en Canadá, en Estados Unidos, en toda Europa, Australia y China, lo están haciendo todos juntos.
Y en estos eventos se preparan sobre lo que van a hacer cuando llegue una pandemia. Y muchas de estas personas, se puede ver, están sorprendidas por lo que están haciendo, pero probablemente miran a su alrededor y dicen, bueno, todo el mundo piensa que esto está bien, así que supongo que esto es lo que haremos cuando llegue la pandemia. De esta forma consiguieron que la gente hiciera algo que iba claramente en contra de sus valores, y lograron que lo hicieran convencidos y que lo hicieran todos a la vez y pensaran: esto es lo que hay que hacer cuando llegue una pandemia. Lo primero que se hace es acabar con la libertad de expresión y empezar a cargarse la Constitución.
En mi nuevo libro hablo de la historia del Programa de Armas Biológicas de EE.UU. Y desde el principio, la CIA dirigía el Programa de Armas Biológicas. ¿Por qué? Porque no teníamos un programa de armas biológicas después de la Segunda Guerra Mundial. La primera operación de la CIA se llamó Operación Paperclip. Fue una operación para sacar todas las armas biológicas y a los científicos nucleares y químicos de Alemania y Japón, en donde tenían un amplio programa de armas biológicas. Los japoneses tenían un programa horrendo en el que hicieron vivisecciones en 3.000 personas. Los mataron a todos durante la operación, removiendo sus órganos infectados mientras estaban vivos sin anestesia. Eran científicos horribles, verdaderamente horribles.
La CIA los promovió, los trajo a Fort Detrick, limpió sus historiales y los hizo jefes de sistemas hospitalarios y compañías farmacéuticas en Japón y continuó trabajando con ellos. Y trajeron a todos los científicos alemanes aquí. Y luego hicieron todos estos experimentos sin que lo supiera el público estadounidense. Rociaron toxinas en el aeropuerto nacional; rociaron en el Pentágono, en un sistema de aire acondicionado; pusieron agua envenenada en el NIH; pusieron bombillas llenas de bacterias que rompieron en las alcantarillas y contaminaron el sistema de metro de Nueva York. Algunos de esos microbios todavía están en el metro hoy en día; hicieron dosificaciones aéreas desde aeronaves sobre unos sesenta millones de americanos: dosificaron San Francisco, Los Ángeles, Nueva York, Virginia… Todas las ciudades costeras fueron dosificadas desde el aire. Y muchas de las ciudades del medio oeste también, todas sin saberlo. Hicieron 200 ensayos al aire libre sobre estadounidenses sin que lo supieran, y desarrollaron armas biológicas. En 1969, tenían un equivalente nuclear. Podían matar gente a 29 centavos de dólar por muerte, según su estudio de la CIA, en el que se jactan de ello.
Pero, en 1969, el presidente Nixon conmociona al mundo al ir a Fort Detrick y poner fin al Programa de Armas Biológicas de EE.UU. Le preocupaba que estuviéramos creando armas biológicas que pudieran reproducirse sin costo alguno. Eran una especie de bomba nuclear de los pobres. Cualquiera podía reproducirlas una vez que nosotros las fabricábamos. Y además estábamos publicando cómo lo hacíamos. Así que estaban dando las instrucciones a dos naciones extranjeras para crear estas cosas que podrían ser utilizadas contra nosotros. Y Nixon se preguntaba por qué estábamos haciendo eso, cuando teníamos bombas nucleares. No necesitamos estas cosas; tenemos el monopolio nuclear, sólo siete naciones tienen armas nucleares y hemos acordado no proporcionárselas a nadie más. ¿Por qué dejamos que estos tipos tengan armas que se volverán contra nosotros? Así que cerró el programa entero.
El Pentágono destruyó todas sus armas biológicas. Pero la CIA entró en Fort Detrick, justo antes de que el Pentágono entrara allí, y tomó cultivos de todas las diferentes armas biológicas y las escondió en un almacén. Muchas de ellas estaban en la ciudad de Nueva York y en Washington DC.
Luego se firmó el Tratado sobre Armas Biológicas de Nixon, uno de los grandes logros de Nixon. Logró que todas las naciones del mundo lo firmaran. Finalmente firmamos la Convención de Ginebra, después de haberlo retrasado durante cincuenta años. La CIA estuvo violando la ley todo el tiempo. Luego, en 2001, la CIA patrocina el primero de sus simulacros de pandemia. Simula un ataque biológico de Sadam Husein a Washington DC. Esto fue en junio de 2001. Ese simulacro tuvo prensa internacional, y mucha gente de la CIA, como Judith Miller del New York Times, lo estaba promoviendo, yendo por ahí, haciendo todos los programas de entrevistas, etc. Provocó dos audiencias en el Senado, una de ellas a cargo del comité de Joe Biden. Y esa audiencia fue en septiembre de 2001. ¿Y qué pasó en septiembre de 2001? El 11-S. Así que esa audiencia se estaba llevando a cabo durante el 11-S. Tan pronto como ocurrió el 11-S, los neoconservadores, que estaban trabajando en todas estas cosas con la CIA, sacaron de un estante en donde había estado esperando por un tiempo la Ley Patriótica, una norma de 350 páginas, y dijeron que querían aprobarla en una semana.
Sólo hay un miembro del Congreso que la leyó, que fue Dennis Kucinich, y se volvió loco. Decía: «No te haces una idea, esto es el fin de la democracia americana; si haces esto, permitirás a la CIA espiar a los americanos». Una de las cosas que hizo la Ley Patriótica fue no deshacerse de la Convención de Ginebra y del Tratado sobre Armas Biológicas. Lo que hizo fue decretar que ningún funcionario federal pudiera ser procesado por violar cualquiera de esas dos normas. Así que reabrió el programa de armas biológicas a nivel mundial.
Y una semana después, cuando la Ley Patriótica estaba siendo debatida y estaba siendo bloqueada por dos senadores, hubo un ataque con ántrax en la capital de EE.UU. Se culpó a Sadam Husein, y todos los neoconservadores dijeron, ves, teníamos razón con todos los simulacros de pandemia, Sadam nos ha atacado. Y usaron eso como justificación para ir a la guerra contra Sadam Husein. Y en dos días, se aprobó la Ley Patriótica.
¿Quiénes recibieron el ántrax? Dos miembros del Senado, Thomas Daschle, y Patrick Leahy, los dos senadores que estaban bloqueando la Ley Patriótica. El FBI estuvo un año investigando. Dijeron que ese ántrax era único. Era ántrax Ames, y sólo había un lugar en el mundo de donde podía venir: Fort Detrick, el laboratorio de la CIA. Así que fuimos a la guerra. Aprobamos la Ley Patriótica e inmediatamente empezamos a destinar 2.000 millones de dólares anuales al desarrollo de armas biológicas. El Pentágono no quería hacerlo porque estaba nervioso por la legalidad, ya que violar la Convención de Ginebra conlleva la pena de muerte. Habrían estado cometiendo un crimen de guerra, incluso aunque alguien (un superior) les dijera que no había ningún problema, sí lo había.
De modo que lo canalizaron a través de DTRA (Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa) y DARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa). Canalizaron todo ese dinero a los NIH y al NIAID (Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas), que se convirtió en la punta de lanza principal del desarrollo de armas biológicas. Así fue como Tony Fauci se convirtió en el zar de las armas biológicas en 2001. Su presupuesto aumentó en 2.200 millones de dólares. Él personalmente recibió un aumento del 68% de los militares.
Es por eso que él era el individuo mejor pagado en el Gobierno federal, porque él estaba recibiendo este 68% de bonificación de los militares. Pero eso significaba que no podía parar. Y lo que los militares querían eran los estudios de ganancia de función, que consisten en tomar virus de la naturaleza y convertirlos en armas biológicas. Y el desarrollo de armas biológicas siempre implica el desarrollo de vacunas porque, a diferencia de las armas químicas, con las armas biológicas siempre hay repercusiones. Se llama efecto boomerang. Si le lanzas a tu enemigo la peste bubónica, tus chicos también la van a contraer primero, y la van a contraer con mucha rapidez. Así que la única manera de desplegar armas biológicas es si ya has desarrollado previamente una vacuna.
Así que la carrera para desarrollar una vacuna va en paralelo a las armas biológicas, de forma que puedas desplegar armas biológicas y que tu enemigo tarde un par de años en desarrollar la vacuna, mientras tú inoculas a todo tu equipo. Pero en 2014 tres de los bichos de Tony Fauci se escaparon de laboratorios federales y estas fugas se hicieron públicas, y causaron un gran escándalo. Hubo audiencias en el Senado, y la gente estaba muy molesta, y 300 científicos escribieron una petición al presidente Obama pidiendo que cerraran el programa de Tony Fauci por temor a que causara una pandemia mundial. Y Obama decretó una moratoria y ordenó a Fauci cerrar los 18 ensayos que tenía en marcha. Como muestro en mi libro, Fauci no los cerró, sino que tomó esa experiencia científica y la trasladó al extranjero, al laboratorio de Wuhan y a Ucrania. Y cuando lo hizo, no fue el único que lo hizo.
Tony Fauci se había gastado alrededor de 29 millones de dólares en la investigación de la ganancia de función en Wuhan, pero la CIA había gastado más de 100 millones de dólares, y los militares gastaron alrededor de 64 millones. Y la CIA canalizó el dinero, la mayor parte, a través de USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional). Pero también la CIA, como ahora sabemos, dirigía la organización llamada Eco Health Alliance, a través de la cual Fauci canalizaba también su dinero. Era como una empresa pantalla que usaban para canalizar el dinero federal para que sus huellas dactilares no estuvieran visibles en esos ensayos.
En el último capítulo de mi libro hablo de todas esas simulaciones de pandemias. He estado investigando a la CIA durante gran parte de mi vida adulta debido a su relación con mi familia. Escribí un libro que, para mí, es mi mejor libro, American Values (Valores Americanos). Es la historia de los sesenta años de pelea a puñetazos de mi familia con la CIA, que comenzó con mi abuelo, Joseph Kennedy, que formó parte de la Comisión Hoover en 1955 y recomendó la disolución de la división de Planes de la CIA, la división que amañaba elecciones y asesinaba líderes y todo eso. La CIA nunca se lo ha perdonado a mi familia. Y luego, cuando llegó mi tío [JFK], después de la Bahía de Cochinos despidió a los tres principales oficiales de la CIA: Bissell y Cabell y Allen Dulles, quien se nombró a sí mismo jefe de la Comisión Warren tres años después. Cuando mi tío murió, Dulles le dijo a un reportero: «me alegro de que el pequeño mierda esté muerto, se creía un dios».
Así que sé mucho sobre la CIA. He conseguido sus manuales, pagué más de 1.000 dólares para conseguir estos manuales de entrenamiento de MK Ultra (donde MK significa control mental), MKNAOMI, MKDELTA. Todo salió de nuevo del NIH, y luego de 150 universidades en todo el país en las que ellos estaban financiando estos estudios. Y si nos fijamos en lo que hacen en estas simulaciones, lo que hacen es utilizar todas esas técnicas que desarrollaron en las universidades, en los laboratorios de la universidad, los científicos sociales y otros científicos médicos. Estuvieron estudiando durante años cómo controlar el comportamiento individual, y también el comportamiento de las masas; cómo inducir psicosis colectiva; cómo crear candidatos manchúes, etc.
Estudiaban esto en todas estas universidades, y también cómo imponer, cómo centralizar el control extranjero sobre poblaciones extranjeras. La forma era entrar en un país, usar la propaganda, usar el miedo, sembrar el caos, destruir las relaciones, destruir la fe en las instituciones, enfrentar a la gente y sembrar el caos para que sean ellos los que pidan una autoridad que les proporcione paz y seguridad. Todas estas técnicas de control mental están diseñadas para acelerar ese proceso.
Estudiaron el Síndrome de Estocolmo, por ejemplo. Si encierras a la gente, se vuelven agradecidos a sus captores, y se enfadan con la gente que critica a sus captores. Y los cautivos creen que la única forma de salir del confinamiento es mediante la obediencia total y el sometimiento total a sus carceleros.
Uno de los experimentos más interesantes fue el de un sociólogo de Yale llamado Stanley Milgram, que era parte del Programa MK Ultra. Llevó a cabo este experimento en el que reclutó sujetos de todos los ámbitos de la vida americana: estudiantes, profesores, gente de negocios, negros, blancos, etc., todos de la zona de New Haven. Ponía al sujeto en una silla en una mesa donde había un dial frente a ellos que podía administrar una descarga eléctrica a una persona [a la que no veían pero que estaba] atada a la silla en la habitación de al lado. Eso les contaban, pero en realidad era un actor compinchado con Milgram, y cuando subían el dial y administraban la supuesta descarga eléctrica, podían oír al hombre en la habitación de al lado gritando, chillando, suplicando, luchando, suplicándoles, llorando, etc. La mayoría de las personas que estaban participando en este experimento suplicaban que parase. Muchos de ellos lloraban y se lo pedían al doctor, que estaba de pie detrás de ellos indicándoles súbelo, bájalo, súbelo más, bájalo, súbelo aún más, bájalo. El 67 % lo subieron hasta 250 voltios, una carga mortal. Pueden ir a Wikipedia y buscarlo, el Experimento de Milgram.
El 33% se levantó y se fue, y lo que Milgram concluyó es que si hay una figura de autoridad que da cierta apariencia de legitimidad, como por ejemplo el título de un médico, el 67% de las personas seguirán sus órdenes, incluso cuando ello signifique violar sus valores más sagrados, ir en contra de todo lo que creen.
Pensé muchas veces en esto durante ese año 2020 en el que estábamos todos involucrados en este enorme experimento de Milgram, en el que Anthony Fauci era el doctor Milgram diciéndonos: «Puedes violar la Constitución, puedes censurar la libre expresión, puedes cerrar iglesias, puedes cerrar negocios, puedes prohibir los juicios con jurado, y puedes decirle a la gente lo que pueden y no pueden hacer, y puedes hacerles luz de gas, y marginarlos, y vilipendiarlos». Ya saben ustedes, ninguna crueldad es demasiado grande para alguien que desobedece.
Y lo que yo les diría es que el 33% de los participantes se levantó y se fue, y que la gente que está aquí hoy en esta sala es el 33% a la que no se le puede decir lo que tiene que hacer. Y ustedes saben que nuestra tarea ahora es luchar por el 67% restante, hasta que despierten y sean capaces de luchar por sí mismos, luchar para restaurar las libertades en las que todos nosotros creemos.
Les dejo con tres reflexiones:
La primera es que cualquier poder que el Gobierno tome del pueblo, nunca lo devolverá voluntariamente.
La segunda es que cada poder que el gobierno tome, en última instancia, abusará de él hasta el final, en la máxima medida posible.
Y la tercera es que nadie jamás ha salido del totalitarismo acatando y obedeciendo. Lo único que podemos hacer es resistir. Muchas gracias a todos.