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Decálogo para evitar ser viogenizado

El hombre viogenizado, culpable aunque se demuestre lo contrario, sufre esta indefensión antes, durante y después del acto en sí de la denuncia

España, mal que nos pese, es hoy un país hostil para el hombre heterosexual, y no digamos ya del padre, a menudo víctima propicia de la asimetría penal reflejada en la Ley de Violencia de Género (LO 1/2004). Una ley que, lejos de suscitar debate, levanta un impactante dique de contención político, dibujando una frontera que ninguna fuerza representativa se atreve a abordar con determinación pese a lo que implica su uso mayoritariamente instrumental y, en consecuencia, fraudulento. Tal es la evidencia de este aluvión de ataques desproporcionados al hombre, que el porcentaje de las denuncias archivadas o sobreseídas -esto es, técnicamente falsas- por presuntos malos tratos lleva quince años sin bajar del 75%, cifra sin parangón en otros delitos y que implica reconocer que su recurrencia es especialmente anómala.

Como quiera que el lenguaje de las sociedades avanza más o menos a la vez que sus transformaciones —y esta es de las importantes—, se ha designado incluso un neologismo para nombrar a esos hombres víctimas de la LVG, de quienes se suele decir que han sido «viogenizados». Son hombres contra quienes sus parejas o exparejas han emprendido acciones legales pervirtiendo un texto ya en origen problemático -que blinda el delito de autor- y cuya naturaleza, pese a no consolidarse, los marcará de por vida. En este sentido hay que destacar que la viogenización no viene sólo de la mera interposición de una denuncia falsa o instrumental por presuntos malos tratos, sino también de todas sus derivadas económicas, sociales y psicológicas —algunas irreversibles, como abordamos aquí—. El hombre viogenizado, culpable aunque se demuestre lo contrario, sufre esta indefensión antes, durante y después del acto en sí de la denuncia.

Sin embargo, no podemos decir que el carácter discriminatorio de esta ley, de sobra conocido por los dirigentes que ni siquiera estudian cómo remendarla sin sufrir las consecuencias que aplicaría la turba, sea de pleno conocimiento a pie de calle. Así las cosas, sólo queda intentar acercar al hombre, objeto prioritario de esta instrumentalización, a una serie de pautas o guías consensuadas con quienes lidian a diario con estos casos. Este decálogo que sigue busca amortiguar, si no prevenir en la medida de lo posible -pues como veremos hay detalles que escapan al control del individuo-, de las consecuencias de ser víctimas del flagrante abuso que a todos los niveles representa la LO 1/2004, tratada abiertamente de aberración por no pocos juristas.

ANTES de la probabilísima detención

Durante los días inmediatamente anteriores a la viogenización se dan detalles y patrones de comportamiento cada vez más generalizados, cuya furiosa naturaleza teatral es en ocasiones demasiado burda. De su temprana detección puede depender, si no necesariamente la absolución del inocente, al menos sí la ocasión nada desdeñable de afrontar una epopeya procesal laberíntica cuyo objetivo es el desgaste económico, pero sobre todo psicológico, del acusado.

1- Haz autocrítica

En condiciones normales —que desde luego no son las tratadas en estos casos— algo así podría bastar para evitar el mal mayor, aunque lo esencial requiere, irónicamente, de una instrucción vital muy exigente. Ser capaz de anticiparse a procesos de separación atendiendo a la complejidad de las crisis es algo en lo que el ser humano yerra recurrentemente. Sea como fuere, ni el más perspicaz, autoconsciente, virtuoso y formado de los hombres está libre de una VPR (valoración de riesgo policial) manipulada de forma activa por la presunta víctima que fuerce la detención alegal y todo lo que viene después.

2- Aprende a desconfiar y comunica tus sospechas

Hay señales inequívocas que adelantan una denuncia instrumental por presuntos malos tratos, como la formalidad en un anuncio de una intención de separación o divorcio. Si por sorpresa la pareja expresa en términos no habituales -lenguaje técnico, frases específicas o manifestaciones frías- esta idea, es el momento de activar las alarmas. Si hay hijos menores a cargo, lo más sensato -y también delicado- es incorporar al debate las palabras “abogado”, “medidas” o “acuerdos” para transmitir una postura conciliadora, aunque la otra parte haya sido advertida de esto de antemano y eleve el tono en consecuencia. Hay que recordar que la principal baza de la LVG es la fatal combinación entre detención automática y juicio rápido al hombre, por lo que conviene no perder el tiempo discutiendo -de hecho, una disputa de este tipo es una excelente excusa para interponer denuncia-.

Hay que ser más observadores y cuidadosos que nunca y atender a detalles inusuales, como ver a tu pareja con el móvil en la mano -o colgado del cuello, en un bolsillo de la camisa…- cuando aborda el tema: probablemente esté forzando situaciones de conflicto y las esté grabando en previsión de tener que utilizarlas si el primer acercamiento no surte el efecto deseado. En estos casos, pese a lo frívolo e indeseable del término, conviene pasarse de precavido. Si existe la sospecha de que la ruptura será amarga o difícil, hazlo saber cuanto antes a conocidos, amigos y familiares e incluso déjalo por escrito, porque puede ser útil en el posterior juicio demostrar que en efecto se estaban preconstituyendo pruebas de cara a una falsa acusación. De hecho, de esas sospechas fundadas, además de la propia experiencia, se nutren decálogos como este o éste otro firmado por el abogado especialista José Luis Sariego.

3- Busca especialistas

A la primera alerta, busca especialistas en violencia contra el hombre, hombres maltratados o viogenizados. Hay asociaciones como GenMad o despachos como Celtius profundamente implicadas en estas situaciones, cuya asesoría va a resultar definitiva a la hora de anticiparse a los pasos que muchas mujeres suelen dar a la hora de interponer denuncias falsas o instrumentales por presuntos malos tratos.

4- Grábalo todo

Como hemos dejado claro, las señales suelen ser tan obvias que a las primeras de cambio cualquier abogado o especialista sugerirá en primer lugar recoger todas las pruebas necesarias de que la otra parte provoca conflictos indeseables para forzar situaciones anómalas. En la LVG la carga de prueba se invierte, por la que es el hombre quien debe demostrar su inocencia una vez acusado, y en este sentido todas las pruebas sonoras -pero mejor  audiovisuales- pueden ser esenciales (si se aceptan, cosa que no siempre ocurre). Con lo que no existe consenso es con el procedimiento: si bien unos defienden que es bueno hacer saber a la otra parte que está siendo grabada -puede actuar como medida disuasoria-, otros aconsejan tomar estas pruebas de la forma más discretas posibles -con cámaras de botón o similares-, justo para dejar constancia natural de la treta.

DURANTE la detención (y el juicio)

Se ha escrito mucho sobre las detenciones ilegales -como poco, alegales- en cuestión de violencia de género y presuntos malos tratos, pero fuentes policiales y judiciales no terminan de acordar términos. Lo cierto es que ante lo indiscutible de las cifras (sólo un 24% de sentencias condenatorias en 2022), el clima al respecto de la situación del hombre frente a la LVG empieza a tomar una dimensión particular, también en los juzgados, y no es extraño que sean los propios agentes de policía encargados de la detención quienes sugieren calma al falso acusado, quien a menudo ni siquiera es engrilletado camino a los calabozos. Con todo y eso, las horas detenido -72 es el máximo legal permitido; el juicio suele celebrarse entre las 24 y 48 horas- son vitales para calibrar la capacidad del falso acusado a enfrentar el proceso de viogenización con cierta resignación, a sabiendas de que el trauma por el que pasa es poco más que un trámite para cada vez más jueces y juezas acostumbrados a casos similares.

5- No te enfrentes: perfil bajo

Los protocolos policiales —no publicados, apenas esbozados— de actuación ante un posible cuadro de malos tratos distinguen entre hombres que han cometido o están cometiendo delito de forma indiscutible y el resto. En este segundo grupo, como decimos mayoritario, están aquellos a quienes se sugiere incluso que pidan, preferiblemente a través de su abogado, el habeas corpus -una fórmula también imperfecta en estos casos, que da de bruces con la solvencia de los juicios rápidos-. Ni que decir tiene que enfrentarse a los agentes en estos casos, bien por nerviosismo, frustración o simple miedo, no es la mejor opción, como tampoco lo es, por razones todavía más obvias, dirigirse a la denunciante, con la que recomienda incluso evitar el contacto visual durante la detención -casi siempre realizada en su presencia-.

6- Resignación y sangre fría

El trago en los calabozos, sobre todo para quienes saben que están ahí sin causa objetiva, no es fácil de pasar. La realidad es como la pintan: camas en bloques de cemento, sin reloj, calefacción ni luz, mantas o colchonetas muchas veces usadas, tentempiés precarios. Según la circunstancia, puedes compartir espacio con otros detenidos con otro tipo de perfil que podrían no poner las cosas fáciles. Quizá este sea el consejo más fácil de dar y más difícil de encajar, pero una visual fría al marco general ayuda a situarse en un lugar extraño, pesadillesco, y lo que es peor: del que no sabes cómo ni en qué condiciones saldrás. Es una experiencia que te cambiará la vida, y saberlo de antemano ayuda a trabajar que no deja de ser un trámite más en todo el proceso. Ejercita la mente, mantén la compostura, si necesitas ir al baño o cualquier otra cosa exprésate con educación y en el mejor de los tonos. Una persona en sus cabales no necesita teatralizar todo esto, pero cierto esfuerzo en esa resignación y frialdad ayudará no sólo en la relación con los encargados de custodiarte, sino también a la hora de afrontar el juicio y todo lo que viene después. Que no es poco.

7- No aceptes condenatorias

Esto que puede parecer una perogrullada es uno de los grandes caballos de batalla en lo que respecta a los hombres viogenizados. Si toda la preparación anterior ha fallado y te encuentras detenido y encerrado sin razón objetiva, lo principal que debes tener claro es que no eres culpable. No aceptes, bajo ningún concepto, una sentencia condenatoria si puedes probar tu inocencia, aunque esto implique muchas veces enfrentarte a procesos más duros y caros. Recuerdo que en 2022 el 76% de las denuncias por presuntos malos tratos acabó en archivo o sobreseimiento, pero no hay forma de saber qué porcentaje del 24% restante fueron condenas de conformidad, por lo que ese 76% podría, sobre el papel, ser todavía mayor. Salvo que existan indicios criminales por los que se pueda condenar al acusado, no hay razón de ninguna clase para mostrar conformidad de ningún tipo para aceptar que uno es un maltratador, entre otras cosas porque es una etiqueta que cargarás toda tu vida y que te apartará, independientemente de lo que te prometan, de todo cuanto tienes y quieres.

DESPUÉS del juicio

Otro de los errores comunes es creer que tras el juicio, con el archivo y sobreseimiento de las causas, todo ha terminado. Infelizmente, suele ser al revés: un archivo y sobreseimiento implica que la otra parte se vea empujada a reconocer, si no una mentira, como poco una verdad a medias, algo que -sorpresa- no va a ocurrir. Al contrario, utilizará el archivo de la causa para esgrimir que tiene miedo a represalias y volver a pedir innumerables órdenes de protección, que pueden derivar en otras tantas actuaciones policiales y judiciales. Los días posteriores al calabozo y el juicio son un campo de minas plagado de trampas y provocaciones. Esto dando por hecho que exista una única denuncia, otra realidad discutible: durante situaciones de separación, más aún con custodias de menores en juego, éstas suelen sucederse y solaparse para viciar procesos que en otras circunstancias corresponderían al ámbito de familia y que aquí se intentarán conducir por el lado de la violencia contra la mujer. En este punto hay que recordar que la asistencia jurídica a las presuntas víctimas, no así a los presuntos o falsos maltratadores, es gratuita (mejor dicho, corre a cuenta del contribuyente).

8- Cuidado con trampas y provocaciones

Una vez el hombre ha sido marcado, y aunque no se haya demostrado su culpabilidad, llega el turno de que la acusación proponga poner a trabajar a las unidades periféricas de la falsa víctima: familia, amigos, vecinos. Es habitual que la falsa víctima dé un paso atrás y deje en manos de su núcleo cercano -gente que no sabe la verdadera historia o que la ignora conscientemente- el trabajo de hostigar y difamar al hombre viogenizado para fundamentar una o más denuncias posteriores -sobre todo mientras no exista decreto de firmeza-. Las provocaciones serán innumerables y cíclicas. Incluso la propia acusadora puede incitar a la comisión de delito, por ejemplo, sugiriendo reconciliaciones, citas para hablar o arrepentimientos de toda índole, algo que se debe rechazar sin ambages. Recuerda que su primera opción ha sido intentar destruir tu vida. También se suele recomendar llevar los autos del juzgado encima -en la guantera del coche, el móvil o impresos en una carpeta-, en caso de actuaciones o detenciones policiales espontáneas o no esperadas. Algunos abogados recomiendan ignorar estas artimañas, pero cualquier conducta delictiva fehaciente -agresiones, acoso, etcétera- debe ser denunciada y puesta en conocimiento de las autoridades, más aún en el marco de la LVG.

9- Cuenta tu historia

Aunque en los últimos años el debate ha alcanzado cierta trascendencia en determinados círculos, lo cierto es que verbalizar la viogenización sigue siendo un tabú. Sobre todo por las reacciones tibias, cuando no directamente adversas, que se reciben del entorno. El aparato de propaganda al servicio de la ideologización de algo tan atroz como el maltrato doméstico ha parcelado el sufrimiento y contaminado de tal forma la opinión pública que en no pocas ocasiones el hombre siente, en primera instancia, vergüenza o miedo al rechazo a la hora de compartir sus vivencias. No en vano, esa discriminación cultural -y su correspondiente autocensura- también forman parte del plan del negocio de la victimización de la mujer. Sin embargo, expresar la historia entre los contactos de confianza ayuda a generar redes de protección, fundamentales en casos extremos. Pasar una o dos noches en el calabozo malcomiendo, oliendo mal o escuchando a otros gritar, llorar o amenazar puede ser algo traumático, pero nada comparado con perder la casa, el trabajo, los ingresos o la opción de ver a tus hijos. Y es lo que han intentado contigo. No es algo menor y tienes todo el derecho del mundo a expresarlo de la forma lo más natural posible.

10- Vigila movimientos e identifica patrones

Al igual que en los primeros pasos previos a la viogenización, una vez inmerso en el proceso sigues siendo carne de cañón para innumerables objetivos. Lo ideal sería aprender a la primera, pero siglos de sociología y estudio conductual del hombre niegan la mayor. Tampoco hay que perder de vista el estado de absoluta y compleja vulnerabilidad en el que cae un hombre viogenizado respecto de su relación equilibrada y normal con el mundo que le rodea. El impulso de rehacer la vida propia y desempeñarse como un ciudadano funcional es demasiado fuerte en animales gregarios y sociales, y esto trasciende la fría norma del aprendizaje. Pero es importante aprender e interiorizar esos patrones que derivan en relaciones tóxicas e incompletas, rechazar la co-dependencia y, sobre todo, huir de los comportamientos obsesivos apoyados en la autocompasión y la victimización.

Madrid, 1987. Periodista. Ha trabajado en radio, prensa escrita y digital en medios como El Independiente, Clarín, Eurosport o El Español. Editor de la web The Last Journo, es también autor de las obras Adiós, cariño y Tormes

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