Los libros de autoayuda tienen una fama pésima ganada a pulso, pero siguen vendiéndose a mansalva, porque quien más, quien menos todos necesitamos que nos echen una mano. En realidad, tendrían que tener mala fama los malos libros de autoayuda, porque muchos libros excelentes nos han ayudado a lo largo de nuestras asendereadas vidas. Yo aún diría más: todos los libros buenos son —más o menos secretamente— de autoayuda.
Paradojas obvias aparte, también los hay buenos explícitamente de autoayuda y nos dan bastantes pistas, trucos, consejos y métodos para que, al final, nos ayudemos a nosotros mismos, como su nombre advierte.
Además de grandes pequeños consejos prácticos, aporta una visión global del intelectual, triangulando sin complejos con el santo y el héroe
Cada cual sabe dónde le aprieta el zapato, y yo les he pedido auxilio especialmente en lo que concierne al trabajo intelectual, al aprovechamiento del escurridizo tiempo y a la vida de escritor. Los hay utilísimos en ese apartado. Mis preferidos: Consejos a un joven poeta, de Max Jacob; El trabajo intelectual de Jean Guitton, Consejos a un escritor de Anton Chéjov, El ABC de la lectura de Ezra Pound, los Diarios de Jules Renard, llenos de buenas sugerencias literarias, y Cómo vivir con 24 horas al día de Arnold Bennett. Nótese que no nombro Consejos a un joven poeta del gran Rilke, porque se pone más lírico de la cuenta, hasta el extremo de escribir un libro precioso, pero que deja de ser práctico.
A estos libros, acabo de sumar, con entusiasmo, un clásico de 1921 que se me había pasado: La vida intelectual de Antonin-Dalmace Sertillanges O.P. (1863-1948). Además de grandes pequeños consejos prácticos, aporta una visión global del intelectual, triangulando sin complejos con el santo y el héroe, muy atractiva, muy ambiciosa y —nótese— muy hacedera. El tomismo confeso del autor, concede una gran solidez y una querencia por la sistematización al conjunto completo. Además, escribe con una infalible elegancia.
Como tiene fe en la realidad y en la verdad, Sertillanges nos impele a abrir los ojos y a aprestar los brazos: «Aprenda a ver»; «Haga de su espíritu un depredador en un estado de caza perpetua»; «El universo trabaja para usted» «El sueño es un útil artesano y el reposo, en cuanto reposo, es también una fuerza. […] Pudiendo aprovecharlo usted mismo, no deje a los pájaros nocturnos los frutos de su sueño». Es un voluntarismo firmemente anclado en una confianza total en la razón.
Me he concentrado en doce campanadas memorables de Sertillanges para empezar 2023 bien dispuesto y sistemático
También tiene consejos para este barbero del rey de Suecia y su afán seleccionador. Ante la multitud asfixiante de publicaciones, nos dice que «tenemos, por tanto, que escoger, lo que significa dos cosas: escoger los libros y escoger en los libros». Yo hubiese escogido muchas más frases, pero, como pretendo hacerle caso durante todo el año que viene, me he concentrado en doce campanadas memorables de Sertillanges para empezar 2023 bien dispuesto y sistemático:
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Cuando despreciamos el mundo, se venga; y cuando lo adulamos, también se venga, corrompiendo. El único recurso es trabajar alejados de él, tan indiferentes a su juicio como dispuestos a serle útiles
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[En la Historia] Hay un tiempo que para nosotros sobrepasa a todos los otros: el nuestro.
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Estudiar tanto que se deje de rezar, de recogerse, que no se lea la Palabra Sagrada ni a los santos ni a los sabios; estudiar tanto que se olvide de uno mismo, se abandone al huésped interior, es un abuso y una trampa. Suponer que así se progresará más es imaginar que el riachuelo fluirá mejor si le secamos la fuente.
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Una vocación es una concentración. El intelectual es un consagrado. […] Lo que no sea parte de su propia vocación, abandónelo en Dios, que Él cuidará de eso. No sea un desertor de sí mismo por haber querido sustituir a todos. […] La santidad y la intelectualidad son de la misma esencia. […] Decimos que la vida intelectual es un heroísmo y, como heroísmo, ¿cómo podría no costar nada?
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La conversación tiene peso cuando percibimos el silencio por debajo de ella. […] El silencio es el contenido secreto de las palabras que pesan.
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Vencer una dificultad es muy bueno; es necesario; pero la vida intelectual no puede ser una acrobacia continua. Es extremadamente importante trabajar con alegría y, por tanto, con una facilidad relativa y, en consecuencia, en el mismo sentido que nuestras aptitudes.
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Nuestra alma no envejece, siempre está creciendo; delante de la verdad, es siempre una niña.
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Recordar de vez en cuando aquellos autores que brillan con especial fulgor en el firmamento de la inteligencia es hojear nuestros títulos de nobleza y ese orgullo tiene la belleza y la eficacia del orgullo que un hijo tiene de un padre ilustre o de un alto linaje. […] Delante de los genios, sólo somos niños, pero niños herederos.
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Las argucias de la pereza son infinitas. […] El ardor es más fácil que la paciencia, pero ambos son requeridos, y el éxito es su común recompensa. […] No terminar una obra es destruirla.
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Es preciso precaverse contra un cierto espíritu de coleccionista que frecuentemente afecta a los que hacen fichas de sus lecturas. Gracias a Dios hay muchas cosas bellas en los libros, pero no por eso va a usted a copiar la Biblioteca Nacional. […] Es necesario por tanto leer con mucha atención, como observamos a la salida de la estación de trenes, la ola de viajeros mientras esperamos a un amigo.
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La verdad es una defensa: nos fortifica, nos alegra, nos consuela de nosotros mismos y de otros; su descubrimiento es una recompensa y su manifestación, una noble venganza.
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Todo en el saber es esbozo: la obra acabada es el hombre.