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En busca de la prevalencia de los idiotas (XXVII): un día en la asamblea

Descripción de la jornada democrática. Su organización, funcionamiento y la participación política de los idiôtai

El quinto día antes de una sesión de la ekklêsía, los prytaneis emitían una convocatoria y publicaban la agenda probablemente en el Ágora frente al monumento de los héroes epónimos. El día anterior a la sesión se retiraban todas las casetas y chiringuitos de la zona comprendida entre el Ágora y la Pnix. A continuación, se colocaban mamparas plateadas («gerra») para cercar el área frente a la Pnix alrededor de las escaleras que conducen al auditorio. También se colocaban «gerra» en las escarpadas al sur del auditorio para evitar que extranjeros y «átimoi», ciudadanos que habían perdido sus derechos políticos por delitos, se colaran entre el auditorio. El mismo día de la asamblea una señal marcaba que una Ekklêsía estaba en progreso, pero no sabemos cuáles eran esas señales. Los participantes que vivían en el campo tenían que abandonar sus hogares varias horas antes del amanecer, a menos que hubieran llegado a Atenas el día anterior. Al amanecer presentido, con la fresca, el pueblo ya estaba ascendiendo a la Pnix, todavía con faroles, mientras los prytaneis presidían una breve reunión de la Boulê, celebrada con el único fin de seleccionar por sorteo los nueve proedroi del día y, entre ellos, el epistatês tôn proedrôn. Se oían las ruedas de los carros que subían y bajaban del Pireo cargados de mercancías. Aún la luz del día no se vislumbraba en el horizonte. Una vez nombrados los proedroi, el epistatês tôn prytaneôn entregaba al epistatês tôn proedrôn el orden del día de la inminente reunión.

     Mientras tanto, los ciudadanos que iban ascendiendo somnolientos por la Pnix entraban en la zona cercada por los «gerra» – especie de vallas desmontables -, y aquí eran inspeccionados a la luz de las linternas por un comité de la Boulê, los treinta «syllogeîs toû dêmou», tres de cada una de las diez tribus, pero nombrados independientemente de las treinta «trittyes». Posiblemente, la inspección se encomendó originalmente a los seis «lexiarchoí», quienes, sin embargo, fueron reemplazados más tarde por los treinta syllogeîs debido al creciente número de asistentes. Varias fuentes muestran que los «syllogeîs» tenían otras funciones además de controlar a quienes asistían a la Ekklêsía, como las relacionadas con el culto y el control del comercio en el Ágora. Trittys en griego quiere decir una tercera parte. Recordemos que por las reformas de Clístenes el Ática quedó dividida en tres regiones: la ciudad (asty), la costa (paralia) y el interior (mesogaios). Cada región estaba a su vez dividida en diez trittyes. Una phyle o tribu se formaba mediante la combinación de un trittys de cada una de las tres regiones, de modo que los treinta trittyes se combinaron en diez phylai o tribus. Los syllogeîs debían comprobar que sólo se admitieran ciudadanos de pleno derecho ( epitimoi ). Se negaba la admisión tanto a los extranjeros como a los ciudadanos que hubieran incurrido en atimía ( pérdida de los derechos políticos por algún delito ). Aquí, en la democracia española, cima de la libertad política, desde el último gobierno de Felipe González, votan todos los ciudadanos; incluso los delincuentes más asesinos y peligrosos pueden participar en la elección del poder político. Eso jamás ocurrió en las democracias clásicas. En caso de duda, los syllogeîs debían pedir testigos a los que querían entrar en la Ekklêsía y luego verificar las credenciales del sospechoso, es decir, si estaba debidamente registrado en el pínax ekklêsiastikós de su demo. Un átimos acusado de haber asistido a la ekklêsía o de haber dirigido al pueblo la palabra estaba sujeto a arresto (por un caso de apagogê/endeîxis/ephégesis), tras lo cual su caso era visto por el tribunal popular. Normalmente se le impondría una fuerte multa, pero el tribunal estaba facultado para imponer incluso la pena capital. La Apagogê o la endeîxis eran figuras jurídicas que se usaban contra un ciudadano que había hablado en la ekklêsía, estando privado de sus derechos políticos ( átimos ). La pena la fijaba el tribunal y podía ser la pena capital. La figura de la ephégesis iba contra el exiliado que había asistido a una sesión de la ekklesía. Todos los idiôtai iban provistos de su zurrón, con alimentos y vino, para pasar la jornada.

     Los syllogeîs entregaban a todos los asistentes una ficha, sýmbolon, que se canjeaba por la dieta por asistencia a la asamblea después de la sesión. Durante las excavaciones de la Pnix y del Ágora no se han encontrado fichas que puedan identificarse sin duda como los sýmbola entregados a los ekklêsiastai. Pero I. N. Svoronos publicó en 1900 una colección de pequeñas fichas de plomo que se encuentran en el Museo Numismático de Atenas. Las fichas tienen un diámetro de circa 15 mm y llevan estampada en una sola cara una cabeza con corona de laurel (¿representando al dêmos ateniense?) y la leyenda DEM o DEMO o DEMOS. La única fecha dada por Svoronos es el período clásico (siglo IV) o helenístico. El profesor M. Crosby, en “Athenian Agora X (1964)”, puede tener razón cuando sostiene que estas fichas son los símbola que los syllogeîs toû dêmou entregaban a los ekklêsiastai. La opinión preferible parece ser que, hasta la década de 340, sólo se distribuyeron 6.000 sýmbola. Los poseedores de entradas eran admitidos y pagados, mientras que los que llegaban tarde, que encontraban el auditorio lleno, no conseguían una entrada y, en consecuencia, se les negaba la dieta. No pueden de todos modos haber sido numerosos, pero si no querían ya volver a casa, probablemente tenían la posibilidad de presenciar la sesión entre los espectadores. Después de la segunda reconstrucción de la Pnix en los años 340, el auditorio fue mucho más grande y entonces podía ya acoger sin dificultad a todos los ciudadanos que deseasen asistir. Es razonable suponer que todos los ciudadanos que quisieron asistir entonces fueron admitidos y pagados.

     Los metecos y los extranjeros sólo eran admitidos en el auditorio si habían sido invitados por los prytaneis. De lo contrario, los extranjeros que querían seguir el debate probablemente eran conducidos al área abierta con paseos sobre las escarpaduras que limitaban el auditorio hacia el sur. Esta zona estaba vallada por «gerra» colocadas a lo largo de los escarpes, pero cuando todos los ciudadanos tomaban asiento en el auditorio y la sesión estaba a punto de comenzar, las «gerra» a lo largo de los escarpes eran retiradas. Habían cumplido su propósito: evitar que los extranjeros se mezclaran con los ciudadanos, y si no hubieran sido retiradas cuando se abría la asamblea, habrían obstruido la vista de los espectadores que observaban la ekklêsía desde lo alto de las escarpas, por ejemplo desde donde se levanta ahora el Monumento de Filopapos. En el lugar de reunión los ciudadanos se sentaban a su antojo y al azar, no en grupos políticos. Sin embargo, desde 346/5 en adelante, todos los ciudadanos pertenecientes a una de las diez tribus, es decir, un promedio de una décima parte de todos los asistentes, tenían que ocupar sus asientos en la parte delantera del auditorio alrededor de la plataforma. Se les hacía responsables del mantenimiento del orden, y la idea era presumiblemente que, al ocupar el espacio alrededor de la bêma (la tribuna), podrían evitar que los rêtores más ruidosos se acercaran a la bêma y gritaran a sus oponentes cuando estos estaban en el uso de la palabra.

     Probablemente los participantes se sentaban en estrechos bancos de madera. Si no había bancos (la evidencia no es concluyente), probablemente estarían sobre cojines, como sin duda lo hicieron en el siglo V. Hoy mismo el suelo de la Pnix, al ser tan escarpado, es muy incómodo, y los turistas solemos sentarnos imaginando aquellas radiosas reuniones de gigantes humanos sobre una manta o algo así, para no acabar dolorido por el terreno. En cualquier caso, como ya hemos dicho, llevaban comida y vino a la Pnix. Incluso una reunión que duraba unas pocas horas era suficiente para que un refrigerio fuera bienvenido y necesario. Se sabe que los Atenienses eran muy amigos de comer garbanzos confitados como las golosinas de la época. Además, cabe señalar que los ciudadanos asistían a la ekklêsía desarmados. No hay indicios en nuestras fuentes de que la ekklêsía ateniense se hubiera desarrollado a partir de reuniones militares. Nació y murió como una Asamblea eminentemente civil. En el período clásico, las reuniones y revistas del ejército se llevaban a cabo por separado. Los Landgemeinden suizos surgieron de las reuniones del ejército y aún hoy los ciudadanos de Appenzell Ausserrhoden tienen que llevar una espada o una bayoneta para ser admitidos en el lugar de reunión. A menudo se supone, pero sin pruebas que lo respalden, que la asamblea popular surgió de una reunión del ejército. Que este fue a veces el caso, como en las constituciones «hoplitas», es evidente, verbi gratia, la Política, de Aristóteles (1265b28; 1279b4; 1297b1-2, 22.3). Por otra parte, poco vale que las asambleas de Ítaca descritas en la Odisea no sean reuniones del ejército (cfr. Odisea, 2,9 y siguientes, 24.421 y siguientes).

     Los funcionarios que presidían la Asamblea se reunían alrededor de la bêma central. Algunos se sentaban en los dos extremos de la roca excavada, tal vez en el banco de piedra debajo de la bêma en cada uno de sus tres lados. Los funcionarios eran: primero los nueve proedroi cuyo presidente, el epistatês tôn proedrôn, presidía la sesión; a continuación, los cincuenta prytaneîs, que (después de 403/2) ya no presidían las reuniones pero todavía, junto con los proedroi, eran responsables de la celebración de las sesiones que habían convocado; el heraldo, “ho keryx”, personaje constante de la tragedia ática, quien proclamaba la apertura y el fin de la reunión y anunciaba uno por uno los puntos del orden del día; también el secretario del pueblo (grammateus toû dêmoû), que leía todos los documentos al pueblo; y finalmente, el secretario del consejo (grammateùs tês Boûlês), a quien probablemente se le confiaba la redacción de las actas. El secretario del Consejo se llamaba grammateus tês Boulês o grammateùs kata prytaneîan. A partir de alrededor de 368-362 fue elegido anualmente por sorteo entre todos los ciudadanos, mientras que antes había sido elegido entre los bouleutai o diputados para una sola pritanía. Todos los decretos publicados en piedra concluyen con una instrucción al secretario del Consejo para que el decreto se grabe en piedra y se publique en un lugar específico. Ésta es al menos una prueba razonable del hecho de que él era responsable de la publicación de todos los decretos del pueblo. El mantenimiento del orden se confiaba a los proedroi, y eran asistidos por una fuerza policial reclutada de entre los famosos “300 arqueros”  (todos esclavos públicos y originalmente todos escitas —como los irlandeses de la policía de Nueva York—). Los arqueros (toxotai) estaban autorizados, por orden de los proedroi, a detener a un rhêtôr que se portase mal o que patentemente delirara y, si fuese necesario, a arrastrarlo lejos de la bêma o tribuna.

     La luz ya había vencido a las tinieblas. La sesión se abría con un rito de purificación (tà peristía). Un cerdito joven o lechón era sacrificado y su cuerpo recorría la circunferencia del auditorio transportado por funcionarios especiales conocidos como peristiarchoi. Se creía que la sangre purificaba el ámbito perimetrado por la misma. A continuación, el heraldo leía al pueblo una oración (euchê) y una maldición (ara) contra los rhêtores corruptos que pudieran intentar engañar al pueblo. Al mismo tiempo se hacían algunas ofrendas a varios dioses y diosas, y uno de los prytaneis proclamaba sus resultados al pueblo. La noche se iba diluyendo en el amanecer, comenzaba a vislumbrarse un mar rosa, y los idiôtai dejaban de dar cabezadas.

    Después de las ceremonias de apertura, los proedroi pasaban al orden del día propiamente dicho. Estaba prohibido debatir cualquier asunto que no hubiera sido debatido antes en la Boulê o Parlamento y preparado por un decreto preliminar del Consejo (proboúleuma). El decreto del Consejo o Parlamento era o bien una propuesta redactada con todo detalle (probouleuma específico) o una decisión de presentar un tema al pueblo para su debate (probouleuma abierto). Pero antes de que se abriera el debate en la ekklêsía, se realizaba una votación inicial ( procheirotonía ) sobre todos los probouleúmata excepto los genuinamente abiertos. Por esta procheirotonía se declaraba ratificado un proboúleuma si todos votaban a favor y nadie en contra. Pero si sólo se levantara una mano en la segunda fase de la votación a mano alzada, tendría que haber un debate más adelante en la sesión seguido de una segunda y final votación a mano alzada. Sin duda, muchos decretos no controvertidos eran aprobados por unanimidad por la gente a través de la procheirotonía y nunca debatidos. Cuando se votaban todos los probouleúmata y terminaba la procheirotonía, tanto los proedroi como el pueblo tenían ya una idea de cuánto trabajo quedaba por hacer y cuán extenso sería el debate. A la procheirotonía le seguía un debate tanto de las cuestiones presentadas al pueblo sin ningún probouleuma específico de la Boulê como de las cuestiones que la gente en la procheirotonía había votado para someter a debate. El debate del primer punto del orden del día se abría con la lectura del proboúleuma del Consejo, después de lo cual el heraldo peguntaba: «¿Quién quiere hablar de los mayores de cincuenta años?». Cuando todas las personas mayores que lo deseaban se habían dirigido al pueblo, entonces el heraldo planteaba la sencilla pregunta: «¿Quién desea hablar?» ( tís agoreúein boúletai; ). (Vid. v. gr. Esquines 1.23 y 2.47, donde los enviados (en 347/6) se dirigen al pueblo por orden de antigüedad. Se desprende de Heródoto 7.142.1 que los mayores tenían derecho a hablar primero). Desgraciadamente la mayor parte de las democracias actuales (no la de los EEUU) no tienen este tipo de homenaje a la edad y la experiencia en la actividad política. Cualquier ciudadano tenía derecho a subir a la plataforma (Bêma), dirigirse al pueblo y presentar una propuesta, la cual debía dejar por escrito y entregar a los proedroi. No había limitación en el número de oradores ni en la duración del discurso. El reloj de agua (la clepsidra) era un dispositivo utilizado sólo en los dikastêria (tribunales), y no en la Pnix. Un ciudadano también tenía derecho a dirigirse al pueblo dos veces durante el debate de un punto del orden del día. Es verdad que según la ley insertada en Esquines 1.35 existía presuntamente la prohibición de hablar dos veces sobre el mismo tema, pero la autenticidad del documento ha sido puesta en duda y sabemos, por ejemplo, que Euriptólemo no tuvo dificultad en dirigirse dos veces al pueblo durante el debate posterior a la batalla de Las Arginusas.

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