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Evola para novatos

Evola llega a los 63 años con la certeza de que existen procesos en curso que han alcanzado una fase imposible revertir de forma directa

Más que un maldito, Julius Evola es un autor incomprendido. Por propios y por extraños. Los progres lo tachan de nazi; los cristianos, de satánico; los liberales, de rancio; y los rancios, de moderno. Sin ser él nada de eso. La razón de la discordia es que pocos leen a Evola, y los pocos que lo leen se pierden entre los árboles y no ven el bosque.

Para iniciar a novatos y recordar yo mismo —eterno principiante— su significado esencial, he preparado un sencillo y didáctico diccionario evoliano. No es mi intención simplificar el pensamiento magmático del autor de Revuelta contra el mundo moderno, pero sí lograr que de él se hable con más tino: que dejen de llamarle cosas raras y lo califiquen, como él diría, de «Hombre Diferenciado», es decir, de animal racional que intentó ir más allá de la emoción, la pulsión, la afectación y el apetito. Más allá de lo humano.

Autobiografía. Hace unos meses, Ediciones Titania publicó en España la autobiografía intelectual de Julius Evola, El camino del cinabrio; una guía indispensable para comprender a su autor que nos llega con más de medio siglo de retraso —la primera edición italiana data de 1972— y que ha sido completamente ignorada por los medios de comunicación españoles. Sirva esta entrada para celebrarla.

Budismo. A los 23 años, Evola cayó en una profunda depresión y decidió suicidarse. Un viejo texto budista le salvó la vida: «Aquel que toma la extinción como extinción, piensa ‘mía es la extinción’ y se alegra de la extinción, él, digo, no conoce la extinción». Al leerlo, Evola comprendió que su impulso autodestructivo era fruto de la ignorancia y experimentó «una firmeza capaz de resistir cualquier crisis».

Años después, sintiéndose en deuda con la tradición búdica, escribió La doctrina del despertar (1943), un ensayo que ensalza el carácter iniciático y aristocrático del budismo primigenio.

Cristianismo. Nacido en 1898 en el seno de una familia católica, Giulio Cesare Andrea Evola sintió desde su niñez un rechazo visceral hacia la religión cristiana. Su fobia persistiría hasta que descubrió vetas tradicionales en el catolicismo: la estructura jerárquica, el corpus simbólico o la teología del Maestro Eckhart, Pseudo Dionisio y demás místicos apofáticos.

En los años 30, Evola vivió como un monje en varios monasterios católicos, pero la experiencia fue decepcionante: «De las formas más elevadas de la tradición contemplativa no queda casi nada. Su base es, más bien, un hipertrófico elemento litúrgico-devocional». Aun así, Evola reconoce que la fe y la obediencia son superiores al individualismo y afirma que «siempre he tenido más consideración por el sacerdote católico más humilde e inculto que por cualquier exponente de la ‘cultura’ y el pensamiento moderno».

Democracia. La dimensión ‘política’ de Evola puede resumirse en la negación de todo igualitarismo y la afirmación de los principios aristocráticos. Considera que la democracia es una total subversión del orden legítimo, pues deja en manos de los menos aptos —«la masa»— la decisión de quién debe gobernar.

Estilo. De formación autodidacta, Evola nunca dejó de estudiar filosofías, místicas, religiones y tradiciones. Descartó cursar estudios superiores: para él la posesión de un título universitario era incompatible con la nobleza.

De estilo frío y afilado, la prosa evoliana no es más que un medio para destilar cuestiones tradicionales, atemporales, impermeables al capricho egótico. Cada letra de Evola es un golpe de espada. Leerlo viriliza el alma.

Fascismo. Evola coincidió con ciertas tesis fascistas, como la noción de estado autoritario, pero nunca militó en partidos políticos y jamás votó en unas elecciones. El fascismo italiano le parecía un círculo vicioso semejante a la masonería, que él consideraba una institución degradada y antitradicional.

Gibelino. En la Italia medieval, los gibelinos eran los partidarios del poder temporal, encarnado en los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, sobre el del papado, defendido por los güelfos. La victoria de güelfos sobre gibelinos provocó una regresión: la casta mercantil tomó el relevo de la guerrera.

En El misterio del grial y la tradición gibelina (1955), Evola vincula al santo grial a tradiciones precristianas y sostiene que debe ser encontrado para hacer florecer de nuevo el reino caído.

Hermetismo. En su ensayo La tradición hermética (1931), Evola exploró la doctrina iniciática de Hermes Trimegisto, legendaria combinación helenística del dios griego Hermes y el dios egipcio Thot. El Corpus hermeticum es una colección de textos sagrados —escritos entre el año 300 antes de Cristo y el 1200 después de Cristo— que explican la naturaleza de lo divino, el nacimiento del cosmos o la caída del hombre.

Invalidez. En 1945, encontrándose en Viena poco antes de su ocupación, Evola —que disfrutaba paseando bajo las tormentas de acero— sufrió una lesión medular como consecuencia de un bombardeo. El resultado fue una parálisis de las extremidades inferiores que lo condenó a pasar el resto de sus días en una silla de ruedas. Aunque no pudo volver a practicar el alpinismo, Evola apenas se inmutó por su invalidez: «Todo se redujo a un impedimento puramente físico que, al margen de ciertas limitaciones en la vida profana, no afectó en modo alguno a mi actividad espiritual e intelectual».

Juventud. En sus años mozos, Evola conectó con el dadaísmo y su método del absurdo, en el que vio paralelismos con el zen y otras vías que dinamitan las superestructuras de la mente. Antes de consagrarse al estudio de las doctrinas sapienciales, pintó cuadros y escribió poemas inspirados en un dicho gnóstico: «Resucitó en el Gran Día y, al crear la oscuridad, conoció la luz».

Kshatriya. En el sistema de castas se encuentra la esencia del orden tradicional. Y no solo en la India. En la Edad Media occidental, la organización social era similar a las castas: el clero correspondía a los brahmanes, la aristocracia guerrera a los khsatriyas, los comerciantes a los vaishyas, y los siervos a los shutras.

Evola siempre se sintió khsatriya, por eso participó en la Gran Guerra. Tras asistir a un curso de artillería en Turín, fue asignado a posiciones de montaña en primera línea de fuego. Pero no llegó a participar en acciones militares significativas.

Exorcizó su frustración bélica en Metafísica de la guerra (1935-1943), una colección de ensayos donde explica cómo la guerra, en los mundos tradicionales, puede ser una vía de realización espiritual para el hombre, al permitir que se manifieste el héroe que lleva dentro de sí. La base del libro es un texto sagrado que en la India tiene la misma popularidad que la Biblia entre nosotros: el Bhagavad Gita

Linaje. En el mundo moderno, las nuevas generaciones se desvinculan de las precedentes. Por eso, Evola decidió no tener descendencia: «Cada vez es más evidente lo absurdo de la procreación. La forma más eficaz de asegurar la continuidad es la transmisión del conocimiento a aquellos que estén cualificados». Evola no fue un maestro, sino un ‘orientador’. Sus ensayos contienen errores, pero sus aciertos han engendrado brillantes hijos espirituales, como el politólogo ruso Aleksander Dugin o el estratega estadounidense Steve Bannon.

Mussolini. Tras leer su Síntesis de una doctrina de la raza (1941), Mussolini le propuso a Evola convertirla en un texto doctrinario. El autor trabajó en ello hasta que il Duce, influido por elementos conservadores, decidió aparcar el proyecto.

Y es que Evola explicaba la raza desde un prisma tradicional, opuesto al racismo biológico-cientifista de la época. Para él, hay una raza del cuerpo, una raza de la psique y una raza del espíritu. Esto significaría que, por ejemplo, existen judíos espiritualmente arios, como el filósofo Otto Weininger.

Nacionalismo. Evola despreciaba el nacionalismo como un pegamento ideológico burgués, y condenaba el nacionalsocialismo por su mostrenco antisemitismo y por negar la tradición aún existente después de la Gran Guerra. Nunca sintió afinidad por Hitler, en quien detectó «tendencias proletarias», pero sí por Himmler, jerarca nazi fascinado por los símbolos primordiales que, con la Orden Negra, intentó resucitar la caballería teutónica. Fue él quien invitó a Evola a impartir conferencias a los jefes de las SS.

Oscuridad. Según las escrituras védicas, los cuatro yugas forman un ciclo de 4.320.000 años que se repite ad infinitum. Tras el Satyá-yuga, el Duapára-yuga y el Treta-yuga llegó el Kali-yuga —la edad oscura, correspondiente a la edad de hierro de la tradición grecolatina— que se originó en la medianoche del duodécimo día de la guerra de Kurukshetra, cuando los dos ejércitos se negaron a detenerse para orar y siguieron matándose hasta el amanecer. Esto dio lugar a una era de destrucción que se extiende hasta nuestros días.

En su última entrevista, cuando le pidieron fórmulas para revertir el Kali-yuga, Evola sentenció: «Nada se puede hacer. Nos encontramos en un proceso de disolución que empezó hace siglos, y consiste en una pérdida progresiva de la conexión entre el hombre y aquello que lo trasciende. Intentar detener este proceso es tan absurdo como tratar de parar una avalancha».

Peligro. «Evola es un autor deslumbrante e interesante, pero muy peligroso», escribió Herman Hesse en 1935. Pero… ¿es que hubo alguna vez un autor deslumbrante e inofensivo?  

Evola es un radical (del latín radicalis: relativo a la raíz) que escribe sin miedo, por eso asusta al burgués. Cuando volvió a Italia en 1951, fue inmediatamente arrestado. El Buró Político de la Fiscalía lo acusó de ser el «ideólogo de los Fasci d’Azione Rivoluzionaria» por el simple hecho de haber escrito un puñado de artículos. En el juicio, Evola se defendió pronunciando una de sus frases más lapidarias: «Mis principios son sólo aquellos que, antes de la Revolución Francesa, toda persona de buena cuna consideraba sanos y normales».

Quintaesencia. En Evola no existe evolución ni progreso, sino depuración y quintaesencia. Él mismo lo explicó en su Teoría del individuo absoluto (1927): «Así se mide la fuerza: saber llevar la vida a través de un mundo donde ya no hay sentido, ni verdad, ni propósito, ni ley, ni justicia, ni causalidad, y al mismo tiempo no perder las ganas de vivir».

Revuelta. Lejos de la arenga política que se podría esperar de su título, Revuelta contra el mundo moderno (1934) es un estudio sobre la morfología de las civilizaciones, que Evola divide en dos: la tradicional y la moderna. Mientras la tradicional se ordena en castas, la moderna es fruto de una progresiva caída: tras los sistemas basados en la autoridad espiritual (reyes divinos) se pasó al dominio de los guerreros; con la democracia y el industrialismo, el poder pasó a la casta económica; finalmente, liberalismo y comunismo propiciaron el auge del hombre-masa. Según Evola, «el capitalismo es tan subversivo como el marxismo. La visión materialista de la vida en la que se basan ambos sistemas es idéntica».

Sexo. Metafísica del sexo (1958) es un monumental estudio que aborda la cuestión lúbrica desde una perspectiva multipolar. Tras un prólogo en el que condena la hipersexualización y la feminización del mundo moderno, Evola utiliza el mito del andrógino para explicar el sexo como pulsión tendente a restaurar la unidad primordial. Incluso en las formas más profanas del amor, existe una dimensión trascendente que siempre fue reconocida por las civilizaciones tradicionales: un sacrum sexuale que constituye la base de los ritos que usan la experiencia erótica para producir fenómenos mágicos, extáticos o místicos.

Desconocemos si el propio Evola puso en práctica estos ritos, pero sabemos que tuvo infinidad de amantes; nunca se casó porque no era partidario de la monogamia.  

Tigre. Tras la muerte de la «derecha auténtica» —aplastada por una derecha económica, burguesa o liberal aún en activo—, Evola llega a los 63 años con la certeza de que existen procesos en curso que han alcanzado una fase que no es posible revertir de forma directa. Por eso escribe Cabalgar el tigre (1961), donde propone una técnica de supervivencia espiritual inspirada en un proverbio chino: «La mejor manera de evitar que un tigre te devore es montarte sobre él». A lo largo del libro, repasa una serie de dominios degradados —religión, ciencia, política, arte…— e indica de qué modo el «hombre diferenciado» puede utilizarlos para brillar en la edad oscura, hasta la llegada del nuevo amanecer.

Ur. Evola jamás participó en misas negras, como se ha dicho por ahí, pero sí tomó parte en diversas actividades esotéricas. En 1927 organizó el Grupo de Ur, que se ocupaba de operaciones iniciáticas y destiló una obra en tres volúmenes: Introducción a la magia, escrita por ignotos autores bajo seudónimo.

‘Verdades’. Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, el mundo material desciende otro escalón, dejando atrás un desolado paisaje de ruinas arquitectónicas y espirituales. Ante este panorama, Evola escribe Los hombres y las ruinas (1953) y construye una imagen extremadamente poderosa: «Dejemos al hombre moderno con sus ‘verdades’ y preocupémonos solamente de una cosa: de mantenernos de pie en medio de un mundo en ruinas».

X. El iniciado es un ser oculto, y su vida no es visible ni penetrable: Evola nos dejó una autobiografía intelectual, que no espiritual. Su espacio interior sigue siendo un misterio. Confiesa que tuvo experiencias con drogas «poco comunes», pero no concreta cuáles. Tampoco nos consta que tuviera un maestro o que practicara las doctrinas que explica en sus libros. Y, sin embargo, en la foto que nos ha llegado de su cuerpo moribundo —Roma, 1974— parece encontrarse ya en el nirvana.  

Yoga. En El yoga tántrico (1949), Evola explica el tantrismo como una vía práctica que propugna la unión integral del principio masculino —lo inmutable— y el femenino —la energía—. Tras una etapa de purificación, el yogui tántrico es capaz de transmutar el veneno en alimento y utilizar todos los fenómenos para orientarse hacia lo inconmensurable. Evola expone antiquísimos métodos sacramentales para la liberación, que van desde el kundalini yoga hasta la meditación con mandalas o las ceremonias de purificación psicosomático-astral.

Zeitgeist. Palabra alemana que podría traducirse como «espíritu de los tiempos». Evola intentó permanecer al margen del Zeitgeist del siglo XX, pero fue precisamente el hecho de haber vivido en una etapa crepuscular lo que determinó que se dedicara a la escritura; en un mundo ordenado, su sitio habría estado en el campo de batalla.

En una de las últimas páginas de El camino del cinabrio, Evola expresa así su postura ante el desastre de su tiempo: «Si el punto de vista de la interpretación tradicional de la historia no asegurara una impasibilidad spinoziana, no podrían dejar de surgir hoy sentimientos violentos ante todo aquello por lo que Occidente ha preparado su propia ruina».

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