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Hace 20 años

Se dirá que esto ya es cosa juzgada y que acudamos a la sentencia; pero es la propia sentencia la que no aclara puntos absolutamente claves

En la pequeña televisión de la cocina, asistí a las primeras caóticas informaciones sobre los atentados de Atocha. Era 11 de marzo y ese día no estaba en la facultad porque había huelga. Luego supe que varios de mis compañeros, que usaban esa línea de tren para llegar a la Universidad, se salvaron precisamente por eso.

193 muertos y 2.000 heridos después, y tantas y tantas mentiras después, los atentados del 11 de marzo de 2004 van a prescribir este año.

Es interesante explicar brevemente que, aunque estemos hablando de un atentado terrorista y los delitos de terrorismo ahora no prescriben (con matices), no ocurría lo mismo antes de la reforma del código penal de 2010, donde el límite eran 20 años. Sorprende a los más ingenuos que en un país tan golpeado por el terrorismo existiera este límite, pero esa era la realidad.

A los que ya no somos tan ingenuos ya nos sorprenden pocas de las cosas que ocurren en este sistema del 78, creado para el blindaje de una oligarquía de familias poderosas que a su vez quedan bien sometidas a intereses extranjeros, intereses que sí pueden (o no) estar en «desiertos remotos o en montañas lejanas». Por eso no nos sorprende, aunque sí nos duela, que una de las voces más autorizadas para exigir la verdad de los atentados más graves de la historia de Europa, y que había logrado reavivar la búsqueda de la verdad, haya sido infiltrada y silenciada paulatinamente hasta eutanasiarla. Hablo de la Asociación de Víctimas del 11M, que en un giro de 180 grados formalizó su disolución a pocos días del vigésimo aniversario de la tragedia.

¿Y por qué hablo de exigir la verdad? Porque lo que sabemos del 11-M es de todo menos la verdad. Alguno dirá que esto ya es cosa juzgada y que acudamos a la sentencia; pero es la propia sentencia la que no aclara puntos absolutamente claves:

de estos atentados no sabemos sus autores intelectuales, ni por qué se eliminó con tanta premura el lugar del crimen. No sabemos quién dio la orden de hacer desaparecer los trenes. No sabemos por qué hubo un coche que se salvó de la fundición y apareció años más tarde. No sabemos el arma utilizada en el crimen porque no sabemos de dónde salió la mochila (bolsa) de Vallecas. No sabemos por qué esa bomba tenía metralla y las de los trenes no. No sabemos por qué estaba diseñada para no explotar. No sabemos por qué la fiscalía no tenía interés alguno en averiguar qué explosivo se utilizó, años después en el juicio. No sabemos qué pasó con las fotos que se hicieron de ella en el parque Azorín. No sabemos quién filtró otras fotos a ABC News. No sabemos por qué en Alcalá no se detectaron todos los objetos —restos de explosivos incluídos— y en la comisaría de Canillas sí, a pesar de las unidades caninas que rastrearon la furgoneta Kangoo. No sabemos por qué la muestra analizada era exactamente igual a la que tenían los TEDAX en su poder. No sabemos quién dejó el Skoda Fabia en Alcalá ni por qué el juez, tras ver la tremenda chapuza que era esa prueba la descartó, pero no descartó las pruebas encontradas en él. No sabemos por qué Aznar excluyó al CNI de las primeras reuniones. No sabemos por qué no se suspendieron las elecciones. No sabemos quién puso la bomba del AVE en Mocejón días más tarde. No sabemos por qué ordenaron a los GEO que entraran en el piso de Leganés cuando no hacía falta. No sabemos por qué se profanó el cuerpo de Francisco Javier Torronteras, el GEO víctima de aquella operación. No sabemos por qué no se hicieron autopsias de los “inmolados” en Leganés. No sabemos por qué cuando el PP retomó el poder, decidió poner el último clavo al ataúd de las investigaciones sobre el atentado.

Lo que sí sabemos es que los atentados fueron ejecutados con una precisión milimétrica y eso no cuadra con el perfil de los supuestos autores materiales; hay que ser muy idiota para querer atentar de esa manera y para ello utilizar una tarjeta sim que tú mismo has vendido. Sí sabemos que hubo una campaña de bulos comandada por el Grupo Prisa. Sí sabemos que en la COPE y en el ABC ciertos periodistas avanzaban en el tiempo lo que iba a pasar horas después. Sí sabemos que el PP gestionó horriblemente mal las informaciones de la investigación. Sí sabemos que todos creían al principio que había sido ETA. Sí sabemos que prácticamente todos los implicados estaban fichados por las FFCCSS del Estado o directamente trabajaban para ellos. Sí sabemos que se incumplió el protocolo de los TEDAX. Sí sabemos sus primeras declaraciones tras llegar a los lugares de los atentados. Sí sabemos que los “inmolados” en Leganés lo hicieron cuando ya no había peligro para ningún vecino. Sí sabemos que en la sentencia del juicio no se identifican a los autores intelectuales. Sí sabemos que cuando se peritaron de forma independiente las pocas muestras que aún quedaban, no salieron los resultados esperados. Sí sabemos que cuando años más tarde una juez valiente empezó a hacer las preguntas correctas, acabó internada en un centro psiquiátrico de Palencia. Sí sabemos que muchos de los mandos policiales responsables de que una masacre así no ocurriera fueron condecorados y promocionados después. Sí sabemos que hay “familias” en los servicios de inteligencia españoles. Sí sabemos que otras potencias extranjeras tienen en su bolsillo a muchos de ellos, y no sólo a agentes o mandos policiales. Sí sabemos que España cambió sustancialmente tras aquella barbarie.

Desde Terra Ignota hemos intentado contribuir a la lucha para que la memoria de las víctimas de esta masacre no sea, también, eutanasiada. Por ello, nos hemos enfrentado a calificativos de todo tipo por parte de gente que vive muy cómoda sin cuestionarse absolutamente nada y que, en su comodidad, prefiere vivir de rodillas. Es doloroso, pero nos da igual.

La prescripción de estos atentados es la historia de la ignominia y del desprecio hacia las víctimas directas de esas 12 bombas pero también hacia el resto de españoles, a quienes nos han impuesto un relato del que se nos prohíbe objetar. La única esperanza que nos queda a los que no somos ingenuos es que, con el tiempo, este negro episodio de la historia de España sea socialmente considerado como lo que es, una Gran Mentira que dio inicio al principio del fin. Y, en último término, sí sea juzgado por el Único que de verdad sí hace justicia.

Es integrante de Terra Ignota, canal de YouTube autor del documental "11M: el principio del fin", en el que, a lo largo de ocho capítulos y varias entrevistas anexas se dedica a ordenar y poner en contexto los hechos que ocurrieron el 11 de marzo de 2004 y en días posteriores

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