La aniquilación de Inglaterra

La clase dominante británica está decidida a humillar y destruir al pueblo inglés hasta que acepte su destino preconcebido como población subyugada

Una de las mayores curiosidades sobre el primer cuarto del siglo XXI que habrá que explicar en futuros libros de historia es el Brexit, y cómo desenmascaró a la clase dominante de Inglaterra.

Digo Inglaterra porque el Reino Unido a estas alturas es una ficción, y su rey un monigote carente de poder, influencia e interés cuya función constitucional ha devenido en parodia. Aparte, Escocia votó en contra del Brexit masivamente; e Irlanda del Norte y Gales son esquinas sin mayor importancia. La historia de ese país se está decidiendo en Inglaterra, porque es Inglaterra lo que se está sacrificando al altar del globalismo.

A todos aquéllos que sueñan con un planeta gobernado por tecnócratas a cargo de implementar la Agenda 2030 desde Washington, Bruselas o Davos, los nacionalismos periféricos, los Gales, las Cataluña, las Estonia, les importan bien poco, e incluso les favorecen: el andalucismo no va a ser el muro que frene a los globalistas y, si acaso, les ayudará en sus propósitos porque los provincialismos coadyuvan a debilitar a los auténticos enemigos, los nacionalismos históricos con auténtico arraigo que no fueron creados por racistas decimonónicos como Prat de la Riba y Sabino Arana, seres irrisorios cuya sola mención fuera de sus adscripciones históricas provoca hilaridad.

Inglaterra, con todo su historial anti-español y con todo el daño que ha causado a los muchos países del mundo a los que ha atacado en algún momento (casi todos, salvo los que están bien lejos del mar, como Paraguay y Mongolia) es una gran nación histórica. Cuna de inmensos artistas y grandes estadistas, pensadores de importancia internacional, cocineros idiosincráticos y los mejores humoristas de la historia. Para el globalista, Inglaterra es el enemigo.

Ello explica mucho de lo que está ocurriendo recientemente en Inglaterra, que de otro modo carecería de explicación. Al fin y al cabo, el pueblo británico fue llamado a votar sobre su futuro en 2016, y dejó claro que quería dejar la Unión Europea para recuperar el control de sus fronteras; dos subsiguientes elecciones generales repitieron el mismo mandato y eventualmente a la clase dominante británica le entró en la cabeza que había que ceder.

Una vez se consiguió el Brexit, sin embargo, comenzó su demolición. Los Tories británicos, quizás el único partido conservador con una tradición de traicionar a sus votantes más consolidada que la del PP, se empeñaron tanto en la tarea que en las elecciones del año pasado fueron derrotados no por su rival, los Laboristas, que apenas subieron su porcentaje de votos, sino por la abstención masiva de un electorado que pedía a gritos que dejaran de tomarles el pelo.

Ahora Inglaterra afronta cuatro años de Laborismo y al menos se están quitando las máscaras del poder: está claro para todos que la clase dominante británica está decidida a humillar y destruir al pueblo inglés como pueblo, hasta que acepte su destino preconcebido como población subyugada. Fíjense que solo en el mes de octubre de 2024, Inglaterra asistió a estos eventos:

Suicidio en prisión de un hombre acosado de 61 años, abuelo, que cumplía DOS AÑOS Y OCHO MESES de prisión por haber gritado a la policía durante unos disturbios, mientras los policías protegían un hotel lleno de inmigrantes.

-Esposa de un concejal conservador condenada a DOS AÑOS de prisión por incitar el odio racial en un post en el que pedía que se quemen los hoteles donde se internan los inmigrantes.

Condena al DIECIOCHO MESES de cárcel al periodista Tommy Robinson por «desacato al tribunal», al haberse negado a ceder la clave de su móvil para que sus fuentes denunciantes sobre abusos por parte de inmigrantes y sus protectores sean investigadas por la policía.

-Condena a TRES AÑOS de cárcel a Wayne O’Rourke, por decir la verdad en Facebook: que un asesino de niñas (inmigrante africano) era un islamista. Fue solo en días recientes que la policía británica confesó haber encontrado pruebas a tal efecto en el primer día de la investigación, que hasta ahora habían mantenido ocultas.

Todo esto no llega en un contexto de gran dureza policial contra el crimen, no. En titulares ingleses recientes, tenemos la decisión de un juez de no deportar a un pedófilo convicto a su país porque sería una carga excesiva separarlo de sus hijos (¿y de los hijos de sus vecinos?). Durante años, cientos de casos de violación de menores por parte de bandas pakistaníes en Rotherham (un lugar que Tommy Robinson ha investigado recientemente) han sido tratados con tal negligencia y pasotismo por la policía y judicatura inglesa que la policía pide perdón a las víctimas, mientras sigue prefiriendo no perseguir a los criminales. Si les dijera que justamente en Rotherham acaba de ser elegida alcaldesa una mujer musulmana que viste hiyab todos los días, sonaría a chiste, pero es la pura verdad.

Por supuesto, este tipo de cosas no solo ocurren en Inglaterra. En Alemania, país ocupado y sometido por excelencia, se está convirtiendo en común que los ciudadanos que critican decisiones judiciales que dejan de rositas a criminales inmigrantes reciban penas mayores que esos propios inmigrantes.

El régimen globalista no olvida ni perdona a nadie en Occidente. Pero Inglaterra merece especial atención porque ya no es miembro de la Unión Europea. Con el Brexit, el pueblo inglés decidió que se había acabado lo de recibir dictados de Bruselas, y lo de tener gobiernos que se esconden detrás de ellos para hacer lo que quieran: la excusa favorita en España, y muchos otros países, sigue siendo “pero es que Bruselas nos obliga a…” aunque esto, estrictamente hablando, raramente ocurra.

El gobierno y la judicatura inglesa no tienen donde esconderse. Todo lo que hacen deja claro que en Occidente existe un solo dictado fundamental, y ese dictado no es defender la democracia ni los derechos humanos: es promover la inmigración masiva, el consenso al que han llegado la gran empresa (que prefiere mano de obra barata), la izquierda (que quiere nuevos votantes) y las élites globalistas (que quieren desactivar los nacionalismos históricos europeos, el mayor obstáculo para la consecución de sus objetivos).

Lo que los líderes y jueces ingleses le están haciendo a su propio pueblo lo están haciendo porque quieren hacerlo y porque piensan que es conveniente y apropiado hacerlo. No porque lo ponga en ninguna ley o porque les obligue nadie. Ya no estamos en un baile de máscaras, ahora los escupitajos van directos a la cara. Tengámoslo en cuenta.

Madrid, 1973. Tras una corta y penosa carrera como surfista en Australia, acabó como empleado del Partido Comunista Chino en Pekín, antes de convertirse en corresponsal en Asia-Pacífico y en Europa del Wall Street Journal y Bloomberg News. Ha publicado cuatro libros en inglés y español, incluyendo 'Podemos en Venezuela', sobre los orígenes del partido morado en el chavismo bolivariano. En la actualidad reside en Washington, DC.

Más ideas