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Nómadas

Cuando no tienes nada que perder eres esclavo sin paliativos de la necesidad. Un pobre despojo humano, que ahora se quiere revestir de una cierta “romantización” barata

A través de ese imaginario compuesto por la publicidad, la educación y el poder transmisor de las ficciones, en la actualidad se manifiesta una pseudo-espiritualidad perversa que paulatinamente va configurando la versión para todos los públicos de una nueva religión con décadas de antigüedad, cuya raíz se remonta siglos atrás.

El nomadismo, que es de lo que hablamos, es la versión esotérica de un contenido exotérico más profundo, que se encuentra bien a la vista de todos pero que aun así resulta mucho menos evidente para la mayoría de nuestros contemporáneos. Coartada religiosa para una tropelía en realidad política: empresarios cada vez más ricos y un proletariado permanentemente instalado al borde del desahucio (no confundir con esos Okupas criminales y consentidos desde el poder), en Occidente. Nadie ha descrito este proceso mejor que Frank G. Rubio en su reciente libro Pensamiento envenenado. Covidstopía y Estado terapéutico (Editorial Manuscritos, 2023).

Sin propiedad no hay libertad: uno es esclavo de la necesidad. Sin capacidad de defensa de la propiedad privada, uno habita en la indefensión absoluta: por eso los norteamericanos tienen el derecho constitucional a ir armados, para evitar que el Estado mantenga la hegemonía de la violencia en su poder —con la digilitalización del dinero ocurriría algo semejante con la capacidad económica de los ciudadanos. Cuando no tienes nada que perder eres esclavo sin paliativos de la necesidad. Un pobre despojo humano, que ahora se quiere revestir de una cierta «romantización» barata: nomadismo. En un momento dado de La emboscadura (Tuquets, 1951), Ernst Jünger escribe: «Largos períodos de paz promueven ciertas ilusiones. Una de ellas es creer que la inviolabilidad del hogar se basa en la Constitución. En realidad, se basa en el padre de familia que se encuentra en la puerta, rodeado de sus hijos, hacha en mano». Y eso es algo que Antonio Escohotado, figura intelectual en muchos puntos discutible, supo ver e identificar con maestría en su trilogía Los enemigos del comercio (2008-14): la importancia fundamental de la propiedad privada. Que ahora nos quieren arrebatar. El necesitado no es más que otra variante del siervo.

Una sociedad desarmada ante el poder omnívoro del Estado y, lo que es más importante, ante los conglomerados internacionales de carácter financiero que trabajan a espaldas de la opinión pública, está a merced de la expropiación. De una depauperación cada vez más evidente. Es la destrucción de la comunidad, la transformación del ambiente urbano en una amalgama metropolitana fragmentada en grupúsculos enfrentados entre sí, con sus consecuencias más que tangibles. La estatolatría —al decir de Félix Rodrigo Mora— defendida aquí por los nacionalistas españoles —esos que auspician la Nación en vez de la Patria— es opuesta por entero a un cambio real en el seno de este régimen partidocrático; tanto como los delirios de los separatistas regionales.

No se puede cambiar el funcionamiento del Estado con las herramientas del propio Estado, sino con un cambio real en la calle, en las plazas, en los pueblos de esa «España vaciada» que ahora mismo está en manos —dialécticamente hablando— del Poder. Individuos que, hacha en mano, sean capaces de defender su hogar, el hogar de todos, a través de la recuperación del sentimiento de comunidad: en ellos reside la verdadera soberanía del país. Una vez más, la lucha por el imaginario resulta aquí determinante: por un lado tenemos a los liberales que, como Juan Ramón Rallo o Miguel Anxo Bastos, defienden sin ironía a la vista la existencia de una ley del esfuerzo y del reparto de riquezas en la realidad actual; de otro lado, tenemos la estatolatría de los discípulos de Gustavo Bueno, como Santiago Armesilla y tantos otros —un remedo apenas mal disimulado del jacobinismo, de las JONS y del estalinismo—, a través de un materialismo ralo tomado de lecturas muy particulares de la escolástica española y del spinozismo, que pretende superar el manido eje izquierda-derecha mediante una centralización total del poder estatal.

La izquierda más que nadie ha renunciado, a nivel internacional, a la defensa de la libertad, de la propiedad y de la comunidad, favoreciendo los discursos identitarios extrapolados a todo Occidente desde universidades norteamericanas y de Think Thanks privados. Como auguraban Pasolini o Clouscard, se ha producido una reacción, más proveniente del ámbito cultural que del político, hacia la derecha, que nos empuja hacia una gobernanza de la mal llamada ultraderecha en Europa: ahí es donde entra una «izquierda indefinida» —como rodillo anti-progre Bueno es, como Escohotado, un arma impagable—, que ya en el 15M se apropió de los grupos disidentes para invertir cualquier atisbo real de cambio transformando todo afán revolucionario en un movimientos sistémico reducido a la categoría de eslogan barato, en realidad absorbido por los delirios trotskistas financiados —como siempre ocurre— desde las universidades norteamericanas, y en esta ocasión orientados hacia una agenda muy particular: la ideología de género como ingeniería social que pretende atomizar la familia y la identidad de los propios sujetos.

Este proceso evidencia como a la lucha de clases la ha sustituido la lucha de géneros o de sexos; retrocediendo ante todo cualquier posibilidad de consolidar una única percepción de la realidad que consiga agrupar en torno a sí a un mismo pueblo. Los falsos revolucionarios del 15M, los liberales o libertarios que viven de subvenciones y aquellos que profesan el culto al Estado son los que han copado todos los supuestos partidos del cambio en España: Podemos, Vox, Sumar, Ciudadanos… Es igual, dado que redunda en que todo cambie sin que cambie nada, empezando por el turnismo del PSOE y el PP en el poder. Y eso es lo que, una vez más, estamos viviendo ahora, con el cambio de poder de manos de los socialistas para que recaiga en manos de los populares. Régimen del 78, al decir de Antonio García-Trevijano o Jesús Neira, en su quintaesencia, aceptado por una población cautiva y desarmada que hace tiempo que decidió aplaudir a los aparatos del Estado mediante un relato lacrimógeno, falsario y servil creado a través de los medios de comunicación.

Las pugnas entre grupos partidocráticos escenificadas en falsos debates parlamentarios y televisivos es el verdadero opio del pueblo. El democratismo huero es la nueva religión que ha sustituido a Dios en el pedestal popular. La ola de revisionismo histórico en nombre de la «memoria de las víctimas» que estamos sufriendo es también parte de una desautomatización: se quiere ocultar que el cambio en marcha es un cambio antropológico producido tanto por el Estado como por el Mercado (Juan Bautista Fuentes). Frente a la impostada red de cambio que pretende vehicular su falsa revolución a través de la Constitución vigente, el mundo corrupto de los partidos políticos y la financiación a través de grandes grupos financieros; hay que señalar los problemas reales a los que, en estos días, se enfrenta nuestra sociedad, como la creación, como culminación de un proyecto consciente con siglos de antigüedad, de un hombre nuevo por parte del utopismo de raíz iluminista, como ha denunciado Dalmacio Negro en un excelente libro homónimo; o la turistificación denunciada por, entre otros, el viajero y escritor Fernando Sánchez Dragó, como forma contemporánea de desarraigo y de alejamiento de la Tradición.

Otro punto clave es la destrucción de la Naturaleza a manos de los ecologistas, en un tiempo donde la lucha por desmentir el falaz «cambio climático» (que existe, pero no como consecuencia de la acción humana, sino como ciclo natural del clima), parece haberse tragado cualquier posibilidad de conservar verdaderamente la Naturaleza, como llevan décadas apuntando Aquilino Duque, el Marqués de Tamarón o José Antonio Martínez Climent. Los bancos y otras grandes multinacionales encargadas de financiar a los partidos políticos al alimón con las subvenciones estatales, nos están planteando el nuevo modelo antropológico: el nomadismo; independientemente de que gobierne el PSOE o el PP, ora con el apoyo de Unidas Podemos, ora con el apoyo de VOX. Ahora los jóvenes convertidos en «buenos salvajes» ignorantes gracias a la desinformación educativa (Estado) y mediática (Mercado) debemos de reconvertirnos a nómadas, nos dicen, reduciendo nuestras propiedades al mínimo para ser a cambio más libres. Y en el ámbito de la lucha por el imaginario ya nos llegan las primeras representaciones de cómo debe ser ese modelo: la novela Niadela (2021, Errata Naturae), de Beatriz Montañez, o la oscarizada cinta, Nomadland (2020), de la directora Chloé Zhao, son buenos ejemplos de ello.

A tenor de dichas representaciones, podemos extrapolar que el nuevo modelo antropológico tiene una notable preeminencia femenina —y este es un dato importante, porque para eso se las ha querido incluir al mercado laboral y convertir en consumidoras masivas como antes lo hemos sido los hombres desde los años 50 en adelante— sin apenas propiedades, que se alimentan comiendo plantas e insectos (reducir el consumo de carne es bueno para el planeta y para nuestra salud, afirman), y que viven en un supuesto «contacto con la Naturaleza» que es, por supuesto, mucho más deudor de Rousseau –principal responsable, junto a utopistas de la talla de Thomas Malthus, Charles Fourier, Robert Owen o, más recientemente, Julien Huxley, de muchos de los descalabros que se están gestando actualmente–, del ecologismo y la mistificación neo-pagana, que del paganismo originario o de un conservadurismo moderno como el propuesto por Roger Scruton.

Lo comunitario está desapareciendo a marchas forzadas, desde hace siglos, de nuestras vidas; y eso se debe al auge del nuevo modelo antropológico. La Tradición ha sido inmolada en nombre del Progreso humanista (R. Guénon) y de la Modernización técnica (M. Heidegger). Como supo ver Julius Evola en Cabalgar el tigre (1961), la acción política directa en el marco de las socialdemocracias es imposible, tras la debacle europea de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, como evidencia Lorenzo Luengo en su obra Abaddon/La cuestión Dante (2013), vivimos en un mundo de pesadilla donde la propia conciencia no está a salvo gracias a los proyectos de experimentación mental que los nazis pusieron en marcha y que los norteamericanos aplicaron posteriormente en proyectos como el a estas alturas celebérrimo MK-Ultra (véase: Operación Paperclip). Un mundo donde se ha creado una realidad paralela, a través de las representaciones, del Espectáculo (Debord) y del Simulacro (Baudrillard), para mejor camuflar el proyecto real en marcha. Donde la locura y la paranoia, como evidenciaron, desde el ámbito de la literatura, William Burroughs, Philip K. Dick, J.G Ballard o William Gibson, es una parte prácticamente indisociable de la nueva normalidad.

Dicho proyecto en marcha no es ninguna «conspiración reptiliana» procedente de algún Nuevo Orden Mundial Illuminati secreto, como cree el «conspiracionismo anti-judeo-masónico» de nuevo cuño, sino que consiste más en ese There is no alternative de Margaret Thatcher que tantas páginas inspiró en Mark Fisher. Más Capital, más desigualdad, más expansión de los mercados, hasta que el mundo se acabe: eso que en España Ayuso, Feijóo y los suyos nos quieren vender, una vez más, como cambio, como libertad y única alternativa posible a ese comunismo imaginario que llevan décadas rentabilizando y persiguiendo. Igual que han apuntado repetidamente Georges Didi-Huberman o Frederic Jameson, es necesario buscar alternativas a la «vida desnuda» (G. Agamben), a la «silicolonización del mundo» (E. Sadin) que únicamente busca convertirnos en consumidores y tributadores, en espectadores y votantes, en Odradeks kafkianos o en «esclavos felices» (J. Ruiz Portella), para comenzar a vivir una existencia auténtica (A. Duguin).

¿Cómo consigue sobrevivir, entonces, el sujeto contemporáneo a este desierto interior y exterior (F. Nietzsche) que se ha instalado en nuestros corazones? Por medio de la medicación, la industria del entretenimiento, el pseudo-hedonismo de las pulsiones sin mesura (ni refinamiento) y, sobre todo, del consumo masivo de droga y alcohol. Obedeciendo sin más cuestionamientos. Frente a la estandarización del nómada como nuevo paradigma antropológico, contra la imposición del “Estado Terapéutico” (Frank G. Rubio) y de la concentración de la riqueza en un 1% de poderosos, hay que oponer resistencia realizada «de abajo hacia arriba«, y no «de arriba hacia abajo», por medio de herramientas sistémicas trucadas de antemano, como proponen todos los modelos nacionalistas y estatolátricos que pretenden cambiar el Sistema desde dentro en las próximas elecciones.

Es falso lo que nos dicen: claro que hay alternativas. El camino, como se dice, se hace al andar; más allá de huecas especulaciones teóricas que nunca escapan de su desgastado círculo neurótico. Crear lazos comunitarios, reactivar los vínculos humanos en riesgo de desaparición —como la ya exangüe natalidad, como el ya atenazado Eros—, generar tertulias efectivas y canales de debate alternativos a los mass media financiados por grandes capitales y subvenciones estatales, es un buen primer paso. El pensamiento disidente debe cristalizar en existencias verdaderamente disidentes, en una vertiente práctica que desemboque en el Ser, o será estéril. Por decir todo esto, cabe aclarar, no estamos locos.

Hasta que no seamos conscientes de que la «traición de los europeos» es nuestra responsabilidad, y que por lo tanto sólo nosotros podemos remediarla, no habrá escapatoria a este mundo horizontal y desacralizado, a esta «movilización total» (E. Jünger) anti-trascendente, contra-iniciática y materialista, porque nuestro espíritu permanecerá yermo. Una vez más: sólo la belleza puede salvarnos, a través de la lucha por el imaginario, invitando al despertar a una nueva realidad, esa que no está sometida a la programación mental o a la vigilancia omnipresente del Capital.

Para desautomatizar a los verdaderos nómadas —el que cabalga el tigre, el que vive emboscado, el refractario de buena estirpe— y subvertir su mensaje sólo hay que convertirnos a todos en supuestos nómadas, aparentemente viviendo contra las leyes del Sistema y sin demasiadas necesidades, manteniendo un discurso en apariencia disidente y alternativo, pero en la práctica inmersos por completo en las dinámicas que, desde los albores de la Modernidad, someten y subyugan todo lo que antaño se consideraba humano. Desde entonces es que vivimos en la era del horror.

Nacido el 3 de noviembre de 1998, el madrileño Guillermo Mas Arellano proviene del mundo del ensayo cinematográfico y la teoría literaria. En los últimos años ha desarrollado una labor de crítica cultural que ha cristalizado en su primer libro, "La Traición de los europeos: Ensayos de Tradición, Modernidad y Lucha por el imaginario". Además dirige el prestigioso programa de YouTube "Pura Virtud: Cine y Literatura

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