Seguramente muchos de Ustedes son conscientes del grado de degradación creciente de nuestra Sociedad y de cómo dicha degeneración pone en grave riesgo nuestro bienestar presente y futuro. Hay muchos indicadores que lo reflejan, como que por ejemplo España haya caído 22 puestos en la clasificación de países con mayor bienestar para las mujeres desde que gobierna Sánchez, pero hoy no nos centraremos en ellos. También es muy probable que se pregunten cuándo terminará dicho proceso de autodestrucción así como el de las instituciones que deberían garantizar un orden benéfico para los españoles, del que la amnistía es solo otro síntoma. Veámoslo.
Lo que vivimos es el fin de un ciclo histórico y siento tener que decirles que dicho proceso de degradación creciente, aquí, en Francia, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos y, en general, en todo Occidente, y continuará hasta cambie el orden imperante, salvo que se quiera seguir con lo mismo y que las naciones desaparezcan.
El ciclo histórico.
El fenómeno no es algo nuevo, ocurre cada más o menos cien años (85-105) y ya era conocido de antiguo por etruscos, judíos y romanos; de hecho, cuando los estadounidenses diseñan su república, acuñan el lema, tomado de Virgilio, «Novo Ordo Seculorum», que no tiene nada que ver con conspiranoias sino con un «nuevo orden secular» o de los siglos. La idea de los americanos debió ser que, ante esas crisis seculares recurrentes, o cíclicas, construyamos un «orden definitivo» que haga que la nación sobreviva.
Los investigadores Howe y Strauss, creadores de la Teoría Generacional, explican el proceso de degeneración, que lleva a una crisis existencial de la nación, por la acción de las distintas generaciones según pasa el tiempo, clasificándolas en cuatro arquetipos: profeta, nómada, cívica y artista. En cuanto al ciclo, lo dividen en cuatro fases: despegue, despertar, desmadejamiento y crisis, como períodos que afectan la cosmovisión de las generaciones; tras la crisis, si la nación no muere, se establece un nuevo orden y empieza el despegue. Así, lo que se repite es el patrón cíclico, no la historia.
Posteriormente, quienes hemos trabajado este tema durante años, para España y otros países, también hacemos énfasis en otros aspectos y, por ejemplo, para mí son claves tres elementos: el orden imperante, el pensamiento dominante o «zeitgeist» y el Establishment (paradigmáticos en Francia y EE.UU.), pues según sean, afectan el ciclo; si lo alargan y la nación no es capaz de cambiarlos, como ahora o en la Francia de la Tercera República, el resultado puede ser letal. Casos paradigmáticos de ciclo acortado es el segundo y último de los Asturias en España, el del Rey Pasmado, o la muerte de la URSS.
Paradojas españolas.
En España pueden rastrearse los cambios de ciclo desde el año 14 DC, pero si nos centramos en el actual, iniciado con la Segunda República, encontramos que su semilla se puso en el llamado «Pacto de San Sebastián», donde un grupito de progresistas y nacionalistas periféricos (en la foto) consiguió que se unieran muchos otros a su peculiar propuesta republicana, una que dejaba fuera a media España y donde solo es democrático lo que ellos dicen (casi nunca lo es, por cierto). Un propuesta obtusa, llena de violencia, de división artificial y permanente de la nación en dos (típico de la crisis secular) y que, lógicamente, llevaría a la guerra civil que perdieron.
Muerto el dictador, con el Régimen de 78, que impuso un orden socialdemócrata, se intenta una forma integradora pero quitando, vía sistema electoral, la soberanía política de los españoles, de la nación, y dándola a los partidos, esto es, al Establishment político, con lo que la regeneración es imposible, y no digamos ya si se vuelve a la mala costumbre del fraude (¿Votos Junts, por correo, etc.?) y las trampas electorales (la inmigración descontrolada para que te voten es una forma de fraude electoral). Hoy, en 2024, estamos como al principio del ciclo pero con la nación consumiéndose literalmente.
El «zeitgeist» del actual ciclo español es el mesianismo político (que incluye la inmolación), pensamiento dominante propio del nazismo, el fascismo, comunismo, socialismo, progresismo, chavismo, etc. y es en ese marco que nuestro Establishment sociópata ha fabulado sobre el término nación. Ante sus fantasías, no nos queda otra que ir a lo básico y ancestral, a la concepción bíblica de nación como grupo étnico más o menos homogéneo con un credo común, la misma que trajo a San Pablo a nuestras costas, a Σπανία (Strong’s Concordance G4681), y que le llevó a otras naciones para cumplir la «Gran Comisión«. Así de antigua es nuestra existencia nacional hoy en vías de desaparecer.
Suicidio español.
La crisis del ciclo la provoca una generación, ya sea directamente y/o a través de sus pupilos (caso Sánchez, que es ZP2, o Macron), al llevar el orden y el pensamiento dominante a sus límites. Dicha generación es la del arquetipo «profeta» (barra rojo oscuro, siguiente gráfica), que en EE.UU. va de Biden a Obama y en España de Felipe González a Zapatero; a esta generación la he denominado «Transicionista», aunque otros la llaman «Sociópata» y, popularmente, «Langosta».
El cambio de orden lo realiza la generación «nómada» (barra azul oscura), la actual Generación X, a la que pertenecen prácticamente todos los políticos llamados «populistas» de la UE, aunque alguna parece disidencia controlada de libro; veremos si fracasan y si sus respectivas naciones sobreviven, porque el progresismo solo necesita alargar un poco más su invento para perpetrar su crimen. De momento van (vamos) perdiendo.
La muerte de una nación puede ser por morir su Estado, como le ocurrió a Polonia, entonces murió como «nación política», o por desaparecer físicamente como grupo étnico, algo que casi le ocurrió a los judíos cien años después de que mataran a Jesucristo, que aquel «hegemón» tenía otros modos que el de ahora.
Sin entrar en las gravísimas implicaciones de las acciones que los sociópatas del régimen están haciendo con las nuevas generaciones, lo que está claro es que, con la estructura demográfica española que ven en la anterior gráfica, España estará muerta. Solo por la estructura, si luego entramos en las dinámicas de su composición el resultado augura el peor de los finales.
¿Adiós a veinte siglos?
Pero volvamos a la sabiduría ancestral. En tiempos bíblicos el término «generación» se utilizaba, normalmente con connotaciones negativas, para designar a todos los vivos y, en ese sentido, al analizar los veinte siglos de nuestra patria (concepto también manipulado que ya exige ir a la etimología), el desastre demográfico actual nos deja como la peor «generación» de todas, peor que la que llevó a la implosión del Imperio e incluso peor que la que trajo el desastre del 711. Si usamos la definición moderna, los «transicionistas» quedan como los artífices de la muerte de España, aunque la responsabilidad final es de todos por permitírselo.
¿Hay salida? Sí, si se consigue acabar con el mesianismo político, el progresismo y el orden imperante; en cualquier caso, muerta España o no, en una generación nada será igual. Lo que no hay es tiempo y cada día que seguimos mareando la perdiz con lo mismo es una victoria para quienes nos odian y codician nuestra tierra. Lamentablemente, parece que a los españoles nos da igual este desastre. ¿Ustedes qué creen?