Perú es uno de los países más desconocidos para el público español, pese a la importancia de su discreta comunidad inmigrante en España y la presencia de más de una y de dos celebridades peruanas en nuestra prensa rosa. Para el público mejor enterado, por lo general Perú está pasado por el filtro de las excelentes novelas y relatos de Vargas Llosa o Bryce Echenique, por difusos recuerdos de las atrocidades de Sendero Luminoso en los 80, golpes y contragolpes durante el fujimorismo y una confusa sensación de corrupción, desarrollo y desórdenes que ahora se ha agravado con la breve presidencia de Pedro Castillo, las veleidades autoritarias de la izquierda (y también de la derecha, no hemos de llamarnos a engaño) y la siempre fantasmal presencial de la guerrilla.
Este desconocimiento y confusión sobre la verdadera trayectoria e influencia de Sendero Luminoso (…) es análogo a los desenfoques sobre ETA
Sendero Luminoso emerge aquí como una ominosa fuerza casi omnipresente, atroz, aparentemente derrotada pero cuyos tentáculos siguen accionando, al menos, a parte de la izquierda del país. Amontonada con otras guerrillas latinoamericanas, su verdadera trayectoria y significado siguen siendo unos grandes desconocidos. Sendero Luminoso apenas se estudia en nuestras universidades, y la literatura de no-ficción sobre ella es casi imposible de conseguir en España. Sus atrocidades son el telón de fondo de la excelente novela ¿policiaca? de Vargas Llosa Lituma en los Andes, donde la guerrilla aparece casi como una fuerza telúrica que surge de la nada, lava cerebros y enhebra un catálogo de abusos que son solo la punta del iceberg de la brutalidad que asola las sierras andinas y que precede a la guerrilla. Este desconocimiento y confusión sobre la verdadera trayectoria e influencia de Sendero Luminoso, una organización armada marxista extraordinariamente singular, es análogo a los desenfoques sobre otra organización armada izquierdista, ETA, que nos ha asolado a los españoles (en especial a los vascos) y cuya derrota, comenzamos a sentir, es en el mejor de los casos muy incompleta, y en el peor, inexistente. Pese a sus obvias diferencias encontraremos algunos paralelismos entre ambas organizaciones armadas y el terror que ejercían.
Sendero Luminoso nace en los 70 como una organización ultra-maoísta enamorada de la Revolución Cultural china. Sus líderes son profesionales y profesores de universidad de las clases medias peruanas, en especial de aquella surgida del crecimiento desordenado de Perú en los 60 y 70, y de la frustración de las veleidades revolucionarias de la Junta Militar, que terminó siendo mucho menos socialista de lo esperado. Comparte este origen clasemediero con casi todas las organizaciones armadas de izquierda en Occidente y Occidente periférico, que nunca nacen en fábricas o aldeas indígenas sino en claustros de profesores, consultas médicas u oficinas destartaladas de revistas. Sendero Luminoso, al contrario que ETA o Montoneros, no tuvo ningún coqueteo con el nacionalismo revolucionario o la teología de la liberación. Son marxistas leninistas ortodoxos, duros, muy teóricos, muy sofisticados pese a su brutalidad: estudian, hacen planes a largo plazo, seleccionan con cuidado a los reclutas, funcionan en grupos hipercerrados con líderes carismáticos que sufren purgas periódicas… El primer Sendero Luminoso es casi una secta dirigida por la aparentemente bonachona figura de Abimael Guzmán, un astuto profesor universitario considerado inofensivo y casi funcional por las fuerzas de seguridad hasta su paso a la clandestinidad en 1980.
Bombas en colegios de primaria, asesinatos de pueblos enteros, ahorcamiento de niños y mujeres… impuso una violencia absolutamente bélica y atroz
Sendero Luminoso empieza la lucha armada muchos años después de su fundación, con la llegada de la Democracia a Perú en 1980. Como ETA desde 1968, perpetra el más importante leitmotiv marxista-leninista de la época: ante una apertura democrática, el deber de las organizaciones revolucionarias es redoblar la violencia contra el Estado o contra los sujetos «reaccionarios» para conseguir una respuesta violenta por parte del Estado y, en el mejor de los casos, una reacción militar; entonces la organización armada se colocará a la vanguardia de la resistencia y podrá acceder al poder si vence. ETA lo hizo entre 1968 y 1981, casi exitosamente y utilizando el nacionalismo sentimental de sus bases para camuflar parcialmente su orientación revolucionaria y ampliar su base social. Sendero Luminoso no utilizó ningún disfraz. La pureza doctrinaria de su marxismo leninismo (nunca estuvo apoyada por Cuba o por los terroristas colombianos, despreciaba a China y la URSS, solo era leal al recuerdo de Mao) no permitió aperturas al indigenismo ni cierta flexibilidad ideológica. Esto es importante entenderlo porque Sendero Luminoso, a pesar de sus muchas actuaciones urbanas, consiguió un enorme apoyo social en muchas zonas de los Andes, en especial en Ayacucho, sin recurrir al nacionalismo, el indigenismo o las lenguas quechua o aymara. Se infiltraron en sindicatos y cooperativas agrarias y se sirvieron, sobre todo, de los maestros de educación pública y de los médicos de los pueblos pequeños, verdaderos factótums locales educados en su mayoría en los 60 y 70 en las nuevas universidades peruanas copadas por la extrema izquierda. Así consiguieron el apoyo de muchas «rondas» (policía auxiliar andina, autoorganizada, legalizada y promovida por la dictadura militar para defender la reforma agraria e intentar incorporar al Estado a las masas campesinas de las sierras). La ciega y torpe violencia desatada por el ejército y la policía a partir de 1983 -que entró en pánico cuando se encontró sitiado en la ciudad de Ayacucho, descubriendo demasiado tarde que Sendero controlaba casi toda la provincia- dio oxígeno a la guerrilla.
Es entre 1983 y 1990 cuando se cometen los 35.000 asesinatos de Sendero Luminoso. Una cifra absolutamente de vértigo, en ocasiones opacada por las casi 20.000 víctimas de la respuesta policial y militar, mucho más interesante como de costumbre para las organizaciones de «derechos humanos» internacionales. Bombas en colegios de primaria, perros ahorcados para insultar al Gobierno chino, asesinatos de pueblos enteros, ahorcamiento de niños y mujeres, fusilamientos masivos de pequeñas colectividades agrarias en el fondo de los cañones de Ayacucho… una violencia absolutamente bélica y atroz, pero muy olvidada fuera de Perú. Fue en esos años cuando Sendero Luminoso, entusiasmado por la cuota (la cuota, en argot maoísta, significaba la disponibilidad de dar la sangre propia, lo que con frecuencia significa para todas las organizaciones terroristas del mundo derramar la sangre de los demás) empezó a perder apoyo. Sus miembros comenzaron a asesinar a líderes y militantes de la izquierda sistémica (que tardó mucho en condenar frontalmente a Sendero, y cuyos aparatos de defensa legal y prensa protegieron a Sendero o culparon a la extrema derecha o sus infiltrados de estar detrás de la violencia -¿les suena de algo visto en España?-) y se enajenaron el apoyo de las rondas campesinas. La llegada de Alberto Fujimori al poder, que incrementó todavía más la presión militar y policial, a la vez que intentaba ganarse a las masas campesinas, debilitó a un Sendero aislado, que simplemente perdió potencia de fuego; no conseguía armas y, ante la imposibilidad de negociar con aliados políticos, de los que carecía, acabó asfixiada. Se derrumbó finalmente cuando su líder Abimael Guzmán fue capturado en 1992. ETA tuvo más suerte.
Sendero Luminoso como tal es hoy una muy pequeña organización armada dedicada casi exclusivamente al narcotráfico, reducidos a delincuentes comunes
¿Y Sendero hoy? Sendero no consiguió un aparato político y sindical firme que le permitiera sobrevivir como hizo ETA y su entorno. En esto se parece a las FARC colombianas, pero al contrario que las FARC no consiguieron ninguna concesión del gobierno. Sin embargo, ¿por qué siguen siendo relevantes y cuál es su poder? Sendero Luminoso como tal es hoy una muy pequeña organización armada dedicada casi exclusivamente al narcotráfico, reducidos a delincuentes comunes, en una demencial y pobre región conocida como el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM) ¿Tienen verdadera relevancia estos delincuentes comunes, ya casi olvidados, del maoísmo en la izquierda peruana?
Sí y no. Los familiares de presos de Sendero Luminoso y los sindicatos de maestros educados en el maoísmo fundaron el MOVADEF (la organización de apoyo a los presos) a la par que cooptaron a muchos familiares de víctimas de la violencia policial y militar. A pesar de la persecución oficial, el MOVADEF se ha convertido en una fuerza a tener en cuenta pese a su marginalidad. Aquí entra en escena la izquierda sistémica peruana que, pese a haber puesto muchos muertos a manos de Sendero, se siente en solidaridad con los presos y, sobre todo, prefiere el senderismo (o lo considera, aunque descarriado, parte de su familia) a cualquier expresión de la derecha. De esta forma, siendo el senderismo mejor que la derecha, Sendero lava su imagen y se va fusionando con el universo de la izquierda sistémica, que va cobijando a militantes del MOVADEF. El mundo de Sendero (del Sendero auténtico, del político-terrorista, no de los piratas homicidas del VRAEM) simplemente vuelve a la casa común de la izquierda peruana, y sus mártires van entrando en el parnaso de la izquierda peruana mientras sus víctimas se ocultan o se ignoran. No es que Sendero controle a la izquierda peruana o que Pedro Castillo o Vladimir Cerrón sean senderistas, simplemente el mundo senderista o sus herederos son de la familia y además son un apoyo más contra la derecha. ¿Les suena de algo que hayan visto ustedes en España, en especial hacia el norte de la península?
Paralelamente, el mundo intelectual, ya sea radical o progresista-sistémico, le quita el eminente carácter marxista (puro, doctrinario y sofisticado en el caso de Sendero) al senderismo y su violencia, reduciéndolo a una secta mesiánica violenta. No es nada político, solo locos siguiendo a un loco homicida. Es otra forma de lavar imagen. Hacia dentro, el mundo de Sendero se reintegra en la izquierda política peruana, que lo acoge como una experiencia fallida que no piensa condenar o destruir para beneficiar a la derecha; hacia fuera, Sendero «no era la izquierda», eran meros locos sin ideología. Lo hemos visto ya, muchas veces: Pol Pot, otro eminente y doctrinario maoísta fue caracterizado como un mero ultranacionalista agrario delirante, casi un extremista de derecha, para desvincular sus atrocidades de la izquierda. En España, de forma sorprendente, el mundo de ETA es mimado y reintegrado en la izquierda sistémica, a la vez que se niega el carácter revolucionario y marxista de ETA (casualidades de la historia, toda la actividad armada y política de ETA, al menos hasta los 80, estuvo muy influenciada por cierta interpretación pragmática del maoísmo, aunque la organización nunca lo asumió oficialmente como programa), tildándola de organización reaccionaria, nacionalista o meramente racista. Un desenfoque fatal en el que la derecha española y muchas de sus terminales mediáticas han colaborado, tal vez creyendo insensatamente que derrotar a ETA era derrotar el separatismo o al nacionalismo vasco.
No en vano, una de las máximas del maoísmo, copiada por Mao de milenarias pero acertadas simplezas, es confundir al enemigo y no permitir que te conozca.