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Codreanu y el joseantonismo rumano

Todos los grandes intelectuales rumanos del siglo XX expresaron admiración por él

Corneliu Zelea Codreanu, el José Antonio rumano, nació ahora hace 125 años, y fue asesinado  —por coincidencias del destino— justamente dos años después que el José Antonio español, en noviembre de 1938. Su memoria y su influencia en diversos países son mucho más profundas de lo que se podría pensar, y ofrecen interesantes contrapuntos para todos los que no somos rumanos.

Espero que se queden de piedra cuando les explique que el nombre con el que nació Codreanu fue Corneliu Zelinski: su padre era de origen ucraniano (Volodymyr Zelenskyy, el actual presidente ucraniano, de origen judío, nació Vladimir Zelenski) y su madre de origen alemán.

Después de múltiples peripecias, le tocó a Zelinski-Codreanu fundar el principal grupo del tradicionalismo rumano, la Guardia de Hierro también llamada Legión del Arcángel Miguel, la versión rumana de la Falange, más violenta, revanchista y aficionada al asesinato político que la española.

La Guardia de Hierro fue, igualmente, mucho más exitosa en las urnas de lo que jamás lo fue Falange, llegando a obtener casi el 16% de los votos en las elecciones de 1937. La monarquía rumana del periodo, sin embargo, bloqueó su entrada en el gobierno, y la organización eventualmente evolucionó hacia el fascismo y antisemitismo violento durante la Segunda Guerra Mundial.

Todo ello, sin embargo, ocurrió después del asesinato de Codreanu. José Antonio fue la víctima de una ejecución por parte de un gobierno presuntamente democrático que lo había retenido en prisión de forma irregular, lo que viene a ser muy similar a lo que le ocurrió a Codreanu.

Encarcelado por los políticos presuntamente moderados que iban a implementar su programa político, pero sin aspavientos, Codreanu fue víctima de un proceso legal lleno de irregularidades. Poco después de la conferencia de Munich en 1938 que resultó en el desmembramiento de Checoslovaquia, el líder de la Guardia de Hierro fue discretamente sacado de prisión, y asesinado por la gendarmería rumana junto a la plana mayor del partido; los cuerpos fueron disueltos en ácido y enterrados debajo de toneladas de cemento.

Tras su muerte, Codreanu se convirtió en una figura legendaria. Fue jaleado como “Capitán” por sus seguidores, que adoptaron la costumbre falangista de corear su nombre y gritar “¡Presente!” Todos los grandes intelectuales rumanos del siglo XX (quienes, quizá no por coincidencia, vivieron en el país justo antes de que lo tomaran los comunistas) expresaron admiración por Codreanu.

Después de la Segunda Guerra Mundial, los biógrafos de los filósofos Mircea Eliade y Emil Cioran, así como el dramaturgo Eugene Ionesco, tuvieron que hacer grandes esfuerzos para borrar o explicar el entusiasmo que todos ellos expresaron por Codreanu y su movimiento durante su juventud. Cioran, luego famoso por su tacto y moderación, vio en la Guardia de Hierro una posibilidad de grandeza que nunca antes habría podido sospechar para su pequeño país, y escribió en 1936 (en La transfiguración de Rumanía):

“Con mucho gusto daría la mitad de mi vida si pudiera experimentar con la misma intensidad lo que el más insignificante de los griegos, romanos o franceses experimentó, aunque sea por un momento, en el clímax de su historia”.

Para aquéllos que estén interesados en un retrato bastante curioso y, al parecer, fidedigno de la Rumanía de 1940, el año en que la Guardia de Hierro de Codreanu finalmente alcanzó el poder, recomiendo la lectura de la primera de una trilogía de novelas sobre la Segunda Guerra Mundial escrita originalmente en inglés: la semiautobiográfica Trilogía Balcánica de Olivia Manning, ciudadana británica que estuvo en el país durante aquella época.

Las novelas de Manning son un curioso contraste con otras de la época, que frecuentemente presentan a protagonistas en el centro de la acción o muy cerca de ella. Manning era la esposa de un profesor de inglés en Bucarest, interesada en política y buscando encontrar puntos en común con sus huéspedes rumanos, que recuerda su sorpresa cuando vio a jóvenes rumanas repartiendo carteles con el rostro de su fallecido líder.

En lo que nos concierne, las opiniones y ejemplo de Codreanu han influido significativamente en el nacionalismo moderno. Hay varios partidos rumanos que lo han considerado precursor, y su pensamiento ha influido significativamente en la reconfiguración política italiana de la que salieron movimientos como “Hermanos de Italia”, ahora en el poder en aquel país.

Como muchos de los nuevos movimientos nacionalistas, el de Codreanu era muy joven, dominado por líderes que en su mayoría no llegaban a los 30 años. Su base electoral que combinaba al lumpenproletariado y el campesinado más pobre con estudiantes frustrados ante su pronta entrada en un mercado de empleo esclerótico e ineficiente, que les condenaba a trabajos precarios y de bajos sueldos que no les permitían formar familias. Igual todo eso les suena de algo.

En la propia Rumanía, un partido claramente “codreanisa” fundado apenas en 2019, la Alianza para la Unión de los Rumanos, logró en las últimas elecciones cinco escaños en el parlamento europeo, y aspira a entrar con bastante ruido en el parlamento nacional. Codreanu sigue “presente”, y veremos qué es lo que ello implica para la política europea.

Madrid, 1973. Tras una corta y penosa carrera como surfista en Australia, acabó como empleado del Partido Comunista Chino en Pekín, antes de convertirse en corresponsal en Asia-Pacífico y en Europa del Wall Street Journal y Bloomberg News. Ha publicado cuatro libros en inglés y español, incluyendo 'Podemos en Venezuela', sobre los orígenes del partido morado en el chavismo bolivariano. En la actualidad reside en Washington, DC.

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