En la adaptación de la obra de Balzac Las ilusiones perdidas, estrenada en 2021, vemos a un joven poeta de provincias que se traslada a París cargado de ambiciones y una vez allí, para salir adelante, comienza a escribir reseñas teatrales en un periódico. Su candidez de primerizo queda reducida a añicos a medida que va iniciándose con creciente cinismo en las (malas) artes de su oficio: nada importa la calidad de la obra teatral, ni el talento de los intérpretes, no hay mérito que juzgar pues todo se valorará en función de que los productores sobornen al medio comprándole espacios publicitarios en sus páginas —de qué nos sonará esto— o directamente al crítico teatral, bien para que valore positivamente la propia obra o se ensañe con las rivales. Imbuido de ese mezquino poder y del lucro que genera, el protagonista termina bautizándose con champán en una celebración junto a sus compañeros de profesión (o deberíamos decir, a estas alturas, compinches), que ya lo adoptan como uno más: «en el nombre de la mala fe, los falsos rumores y la publicidad… ¡Yo te nombro periodista!».
La película es una excelente recreación de la época —eso se le da muy bien al cine francés—, aunque tampoco disimula su empeño en trazar paralelismos con nuestro tiempo. ¿Siguen entonces las cosas así hoy día? Sobre las corruptelas periodísticas no hará falta explayarme porque el lector ya tendrá sobrados ejemplos y una visión general ya configurada, así que dejemos las preguntas retóricas y centrémonos mejor en el ámbito del crítico cultural, más concretamente el cinematográfico ¿Continúan siendo así de turbios? Servidor escribió durante unos años en un medio cultural y asistió a algunos preestrenos y presentaciones: no vi sobornos explícitos (a lo mejor fui el único pardillo), sí abundan las invitaciones y agasajos variados que no exigen formalmente nada a cambio, pero la gratitud íntima puede ser traicionera… Por suerte tuve la libertad de resolver la papeleta reseñando únicamente aquellas películas que me gustaron, aunque pude percibir en general la dificultad de mantenerse a flote si uno dice realmente lo que piensa: puede que prescindan de sus colaboraciones en este o aquel medio, que dejen de invitarlo a los eventos, de quedarse, en suma, fuera de juego…
Así que no es de extrañar que ante un sistema que golpea al clavo que sobresale se acabe conformando una mente-colmena de críticos que terminan sabiendo qué charcos no pisar y qué aplaudir, aunque no lo merezca. Lo realmente decisivo es que, desde hace unos años, buena parte del público también se ha dado cuenta de esto. En particular porque ahora tiene a su alcance otras voces en internet con las que compararlos. La consecuencia es el imparable descrédito en el que han caído los críticos adscritos a los medios, situación resumida por Tarantino: «lo que ha hecho internet es destruir la crítica cinematográfica. Yo nunca habría adivinado que la profesión de crítico cinematográfico seguiría el camino del pájaro dodo». Quizá por ello su último proyecto anunciado antes de retirarse, The Movie Critic, haya sido finalmente cancelado, ni como reliquias de otra era parecen interesar ya… ¿Entonces qué opiniones nos resultan ahora relevantes a la hora de escoger qué producción merece nuestro tiempo? Dado que el fenómeno del astroturfing ha ganado relevancia en los últimos años, se diría que las que leemos en redes sociales… Aunque puedan manipularse por estudios y distribuidoras, práctica a la que ese término alude, fingiendo un clamor popular que no es tal. Pero más allá de esto, lo que estamos viendo en los últimos años es un curioso intercambio de papeles entre gremios opuestos.
Por un lado, las estrellas de cine están dejando de serlo. Han perdido su aura, quizá porque ahora con los móviles que los fotografían en cualquier contexto y las redes sociales nos resultan demasiado cercanos —Walter Benjamin tendría para otro ensayo—, también porque han devenido en criaturas intercambiables, estandarizadas, de tal manera que apenas sirven como reclamo para atraer al público. Sí, Tom Cruise lo es, todo un fenómeno convirtiendo en oro cada cinta en la que aparece, pero recordemos que tiene 62 años. Brad Pitt es otro astro fulgurante… de 60 años. El problema es que no hay recambio generacional ¿Quién estaría dispuesto a ir al cine a ver una película simplemente porque Adam Driver salga en ella? El reclamo, que también empieza a ser cuestionable, está en las franquicias, en aquellas películas que se convirtieron en clásicos en décadas previas, pongamos Mad Max, y ahora se intenta seguir explotando con precuelas, secuelas y reboots, cada vez con menor respuesta.
Por el otro, con la crítica de los medios ya vuelta irrelevante y los actores, como decimos, jibarizados, emergen los youtubers dedicados al análisis y crítica de la cultura-entretenimiento, bien sea en forma de series, películas o videojuegos, generalmente todo a la vez. No suelen estar adscritos a un medio, formalmente son plenamente libres e independientes, convirtiendo así su nombre en una marca ante audiencia gigantescas. Es digno de mención en ese aspecto cómo la hispanidad maneja unas cifras que no desmerecen ante las figuras más prominentes de la anglosfera, entre las que merece la pena detenerse, en lo que al cine respecta, en The Critical Drinker y Nerdrotic, con más de dos millones de seguidores el primero y más de uno el segundo. Raro es el medio que hace décadas lograse semejante seguimiento, no digamos la sección de cine dentro de ellos. Resulta llamativo que ambos, además, vendan mercadería con sus logos y rostros en forma de tazas, camisetas, libros, etc ¡Son estrellas-franquicia a la vez!
¿Qué consecuencias trae consigo este cambio en el ecosistema de la información y el entretenimiento, fundidos ya en infotainment? Dado que se deben a su público y no a su medio y, además, por la magnitud que han alcanzado frente a la diáspora previa de pequeños críticos, pueden permitirse un criterio independiente cuestionando lo que aquellos no se atreven. En cierto sentido, al financiarse de su audiencia, recuperan la independencia que la prensa con su venta de ejemplares antes de internet mal que bien logró en algunos casos. Ya se sabe que quien paga manda, y la prensa digital es gratuita para el lector, así que… No es casualidad, por tanto, que ambos sean los mayores azotes de la agenda progresista o woke omnipresente en Hollywood. Hasta tal punto que Disney pretende ahora cancelarlos usando para ello todo su arsenal mediático (poseen canales como ABC, Fox y otros) al ser supuestamente culpables del fracaso de audiencia de la serie The Acolyte.
El cambio va más allá, al ser ellos mismos no meramente críticos que escriben reseñas, sino algo más amplio como «creadores de contenido» —que se dice ahora—, elaborando producciones audiovisuales que guionizan y montan ellos mismos, estrechando hasta tal punto su labor con la de los cineastas, que en el caso del escocés The Critical Drinker próximamente va a estrenar él mismo una película de acción, Rogue Elements: A Ryan Drake Story. Por su parte, Nerdrotic de momento se limita a la próxima publicación de un libro sobre su propia vida, bastante alejada del cliché que se atribuye a los aficionados a los cómics y películas de superhéroes (pasó cuatro años en la cárcel por robo, en su época de drogadicto y alcohólico). Por si alguien quiere conocerlos más a fondo, aquí una entrevista a ambos.
En resumen, se ha abierto una espita de creatividad y libertad de pensamiento que satisface, mediante la crítica, el humor y la contestación al discurso dominante, la demanda de un público que ya no encuentra lo que desea en las salas… Aunque no podemos ser ingenuos ante la perspectiva de que en este nuevo ámbito también hay y habrá abundante mala fe, falsos rumores y publicidad. Dicho de otra forma, periodismo bajo formas actualizadas. Antes de concluir, tampoco sería justo desdeñar en su totalidad a los críticos cinematográficos del pasado: algunos, muy escasos, sí lograron preservar contra viento y marea su independencia y en cierta manera fueron precursores del fenómeno esbozado del crítico-estrella. En nuestro negro corazoncito siempre habrá un entrañable recuerdo para Antonio Gasset.