Estaba el otro día en la Iglesia de El Juramento cuando me vino a la cabeza aquello que dicen que Dios siempre respeta la psique de cada persona en su contar con ella. Esa tarde entendí, durante la celebración en honor al Arcángel San Rafael, en el aniversario de sus apariciones al padre Roelas, que Dios, como Señor de la Historia y de los pueblos, nos envió a nuestro Custodio, ¡cómo no!, a una casa patio. Hasta en esto respetó el carácter y la idiosincrasia de la ciudad. Fue allí, en casa del padre Roelas donde, el 7 de mayo de 1578, en su quinta aparición y ante la pregunta del sacerdote, el Arcángel pronunció su juramento: “Yo te juro por Jesucristo crucificado que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad”. De estas apariciones poco se supo hasta años después de la muerte del Padre Roelas, que fue siempre discreto y sólo consultó tales encuentros con algunos teólogos. No fue hasta pasados 25 años de su muerte que se pudieron leer las revelaciones del Arcángel al sacerdote, empezando así la pública devoción y constante confianza que el pueblo de Córdoba profesa a su “Medicina de Dios”.
Paseando por sus patios el otro día, tiene dos patios para visitar, recordaba a un estadounidense y a una coreana con quienes estuve conversando hace unos años en ese mismo lugar. Hablaban esperanto y venían de todo el mundo a Córdoba a un congreso ese fin de semana. Fue la primera vez que escuché hablar esperanto con naturalidad. Bueno, y sin naturalidad también, porque fue la primera vez que escuché hablar esperanto. Nos sentamos un rato en el patio del fondo, el de hoja verde, mientras charlábamos y yo tomaba un apunte rápido a la acuarela. Este año, esa mesa está al otro lado del lugar y deja ver una reja preciosa sobre unas hortensias rosas bien redondas. Justo detrás del limonero. La mesa está en el lateral opuesto, al lado de las calas florecidas. Qué bonita capilla, ¿verdad?, imagínate pasar por aquí de vez en cuando. El patio de flor está espectacular, mira la buganvilla que enmarca la estatua del Arcángel como está ya de grande, me acuerdo cuando aún escalaba tímida la esquina aquella. ¿Qué es esto, mandarinas? No, es un naranjo enano. En el patio de San Hipólito tienen uno de esos. ¿Has visto las cintas de flor y el pequeño espacio de vivero que han preparado allí atrás? Impresionante cómo han dejado esto de bien las señoras que lo cuidan todo el año. ¿Se puede pasar? Sí, claro, adelante.
Y así, entre plantas, flores, recuerdos y ligera conversación, sigue la visita y el paseo de barrio en barrio, entre Arcángel, visitantes, patios, pozos, plantas y flores.
Llevamos tanto tiempo viviendo en edificios de apartamentos, muchos de ellos interiores, que vemos una casa con patio abierto al cielo y nos embelesamos. Lógicamente. Nos embelesamos todos, los de los apartamentos y los de la finca de recreo, porque la belleza va más allá del estatus o poderío económico. Va mucho más allá e infinitamente más acá. Tanto más acá como que llega hasta el patio de mi casa, que es particular, según decía la canción. El Festival de Patios de Córdoba es precisamente eso: la apertura y exhibición de algunos patios particulares de Córdoba, engalanados de primavera, para el disfrute de todo el que quiera visitarlos, especialmente, quince días de mayo. Declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2012, la Fiesta de los Patios incluye tanto el Festival como el Concurso de Patios, Rejas y Balcones. Pero, ¿de dónde viene todo esto? ¿Tiene esta costumbre raíz profunda o es, acaso, flor de un día?
Los Patios de Córdoba hunden sus raíces en las primeras civilizaciones mediterráneas, que construían su vida alrededor de un espacio abierto hacia donde volcaba las actividades comunes. Es la cultura romana, heredera de las civilizaciones anteriores, la que establece las bases arquitectónicas maestras de las casas, articulándolas alrededor de los patios, generalmente con fuente o pozo y, en ocasiones, ajardinados. Sin embargo, a esta concepción de vida privada que gira en torno a un espacio común abierto, le da su toque arquitectónico final la invasión islámica de la península ibérica. Debido, entre otras razones, a que las mujeres musulmanas sólo podían desvelarse en las zonas privadas de sus casas, ese patio abierto sobre el que giraba la vivienda, debía ser también protegido de la posible vista de carros, visitantes y demás ojos extraños al entrar o salir de la vivienda. Es lo que acaba dando su encaje definitivo a la arquitectura tradicional de las casas con patio, protegidos de la entrada mediante un zaguán y dejando sólo a la vista de la calle las tradicionales fachadas blancas, sencillas, de menudas ventanas y balcones, mientras el esplendor de agua, plantas y frescor se preservaba dentro de la vivienda, escondida a los ojos del mundo. Si los romanos solían tener varios patios con fuentes, ajardinados y con macetas, los musulmanes se centran en un solo patio y aportan los arriates. Cuando los cristianos reconquistaron el territorio, respetaron las construcciones habidas entendiendo los beneficios de tal arquitectura ante las altas temperaturas propias de Andalucía. Con la evolución de los siglos, se configura la arquitectura del patio tradicional que conocemos hoy, solado, generalmente de chino, también llamado chino cordobés, con pozo o fuente, macetas y arriates, que alberga desde geranios a árboles, y tantas familias e historias vitales como flores brotan cada primavera.
La última adaptación arquitectónica notable alrededor de los patios fue en el siglo XIX debida a la gran emigración del campo a la ciudad. Hacían falta viviendas económicas para absorber el aumento de la población, que es la que, además, aporta el conocido exorno floral típico que nos trae al día de hoy. Esta inmigración interna convirtió a las casas en espacios comunales donde vivían varias familias alrededor del patio compartiendo la cocina, pozo lavadero y demás espacio común de la planta baja. Durante algún tiempo no tuvieron medios para arreglar un desconchón de pared aquí, un lamparón allá, y optaron por taparlo con macetas. Así empezó todo. Con el tiempo y la mejora de la circunstancias económicas, se fueron arreglando los patios pero manteniendo las macetas, otorgando carta de naturaleza a esta manera tan típicamente cordobesa de adornar los patios con macetas de flores.
Se empiezan a abrir las casas para enseñar los patios en 1918, aunque el primer concurso queda establecido como tal en 1921, de la mano del alcalde don Francisco Fernández de Mesa. La participación en el certamen fue aumentando lentamente, como suele suceder con las cosas buenas en esta tierra, pero consiguió establecerse hasta ser lo que es hoy, gracias, en gran medida, al buen hacer de don Antonio Cruz Conde al frente del Ayuntamiento, en la década de los cincuenta. El Concurso de Patios, Rejas y Balcones ha sufrido dos interrupciones, durante la Guerra Civil y el año 2020, cuando nos encerraron a casi todos a cuenta de la pandemia del COVID.
El Festival de 2025 ha ofrecido la visita a 63 patios, 11 de ellos fuera de concurso. Los 52 patios participantes lo han hecho en función de su arquitectura: antigua, moderna, patios singulares y, como categoría de nueva creación este año, patios conventuales. Sin duda, la fiesta constituye una magnífica ocasión para asomarse a espacios generalmente reservados, especialmente engalanados. Una delicia de belleza tras belleza que nutre los sentidos y, a través de estos, el alma.
Buganvillas, pendientes de la Virgen, geranios, gitanillas, begonias, lobelias, patios de hoja verde, limoneros y naranjos, cinerarias, rosales, margaritas, calenchoes, carnívoras, plantas y plantas, flores y flores, y todas encuentran acomodo en los patios de Córdoba. Patios pequeños y humildes, patios burgueses y señoriales, patios antiguos, modernos, privados e institucionales y el patio de los patios de Córdoba, el Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral. Barrios enteros alfombrados de flores en paraísos privados y reducidos, abiertos al público unos días al año. Cada vez más días, también es verdad, y a lo largo de todo el año.
Y así, entre macetas, flores y ligera conversación, sigue la visita y el paseo de barrio en barrio, creando los recuerdos que se evocarán en distintas partes del mundo, sorteando memorias del Arcángel, de patios, de pozos, plantas y flores.
(Nota del editor con fe de errata: el apellido de la paciente autora es Fernández-Martos)