El apocalipsis de Pío Moa

Entrevista con el escritor, que ahora publica «El PSOE en la historia de España»

Hace unos años, cuando era corresponsal en Madrid, encontré un problema grave: cada vez que mis jefes estadounidenses me pedían comentarios de algún español prominente que fuera euroescéptico, activista público contra la ocupación británica de Gibraltar o en general opuesto a las leyes de memoria histórica y la industria de abrir fosas guerracivilistas, siempre me acababa topando con la realidad de que tenía que llamar constantemente a Pío Moa.

Novelista, historiador y conferenciante, ex miembro del GRAPO, grupo armado antifranquista en los años 1970, Pío Moa se ha convertido en una figura extremadamente molesta para ciertas élites españolas, a pesar de la enorme popularidad de sus libros, sobre todo desde la publicación de Los mitos de la Guerra Civil en 2003.

Por otro lado, el tiempo le ha ido dando la razón en tanto que muchas de sus posturas que parecían radicales hace años son compartidas ahora por muchos; y, aunque yo mismo pensé que a base de censuras algún día iba a terminar autopublicándose en Amazon como tantos otros, ha sido una gran editorial, La Esfera de los Libros, la que ha publicado su última obra: un libro que es en gran medida un resumen de la tesis central que domina su pensamiento sobre la historia de España desde comienzos del siglo XX.

“Al final, lo que quiero contar con esta obra es el papel clave que el PSOE ha tenido en la historia de España, y cómo ha sido un papel sobre todo destructivo”, me explicó Moa en una reciente entrevista en Madrid. “El libro es realmente una historia de España en los últimos 100 años, tomando como eje al PSOE”.

Esta obra, El PSOE en la historia de España. Pasado y presente del partido más influyente en los últimos cien años, se ha unido al listado de los muchos que nos han impresionado a mí y a millones de lectores, por su erudición, claridad y concisión. Que Moa es un gran escritor es evidente incluso en libros menos conocidos, como la obra Viajes por la Vía de la Plata (2008) o la novela ambientada en la Guerra Civil Sonaron gritos y golpes a la puerta (2012), que probablemente acabe en el panteón de la mejor ficción sobre el conflicto, junto a Madrid de Corte a Checa de Agustín de Foxá y La fiel infantería de Rafael García Serrano.

No podemos olvidar en esta lista, desde luego, una obra que deberían leer sobre todo los críticos de Moa, De un tiempo y de un país, las memorias de su tiempo en un grupo terrorista antifranquista, escritas no por el hombre erudito y acercándose a la ochentena que es ahora, sino por el joven sorprendido y decepcionado de los años 1980: en mi opinión, las memorias más honestas escritas en español desde los impactantes Diarios de Guerra de Manuel Azaña.

Lo que es fácil percibir en todas las obras de Pío Moa es su preocupación por la historia de España y su destino, el debate perpetuo con la ingente masa historiográfica que ha visto en este país, durante dos siglos la mayor potencia mundial, no un ejemplo o un destino singular, sino un error o un problema cuya solución es “Europa”, por usar la cita de Ortega y Gasset que el propio Moa ha utilizado en varias ocasiones.

En ese contexto, la obra de Moa –y sobre todo su último libro– se centra mucho en el papel del PSOE como aglutinante de una corriente interna antiespañola, derrotista pero sobre todo destructiva, que busca la sujeción de la soberanía nacional: no a nadie en particular, sino al poder internacional que la izquierda española, buscando la aprobación de la intelectualidad internacional, considere más futurible en ese momento, sea el Comintern, como en los años 1930, o la OTAN (“de entrada, no”) en los años 1980.

“Esto ha sido un proceso muy largo en el que España ha pasado por seis regímenes, quizás siete, y en todos los cuales el PSOE ha jugado un papel fundamental, excepto en la época de Franco”, explica Moa.

Quizás la clave del pensamiento de Moa sobre el PSOE está en el papel español en la Primera Guerra Mundial, que convirtió a la institución fundada por el primer y más dañino Pablo Iglesias en 1879 en el partido socialista más radical de Europa. Ésta puede ser identificada como la gran revelación (“apocalipsis” en griego) que estructura buena parte de la obra del historiador.

El PSOE, como explica Moa en su libro, creció durante el periodo de la Restauración a base de entendimientos y alianzas con el separatismo y el anarquismo violento; quitando la particularidad española del separatismo, ese historial no es tan diferente del de muchos otros partidos del “centro-izquierda” moderno europeos, como el SPD alemán y el PS de Francia. Y la España de la Restauración, una monarquía con turno de partidos, no era desde luego muy diferente de la Inglaterra, Italia o Alemania en el periodo.

La neutralidad española en la I Guerra Mundial, mantenida con gran dificultad por la derecha y el Rey Alfonso XIII, lo cambió todo. En el resto de Europa, los partidos socialistas, llevados por el entusiasmo nacionalista popular, habían tenido que apoyar la guerra, lo que llevó a su división: las escisiones más radicales, opuestas a lo que veían como una carnicería burguesa de la clase obrera, crearon Partidos Comunistas que crecieron como la espuma a partir de la primera Revolución Rusa en Febrero de 1917. Pero no el PSOE, que no tuvo que retratarse abiertamente ante sus seguidores al mostrarse en favor o en contra de la guerra.

Esto hizo que el PSOE saliera de la contienda más fuerte que cualquier otro partido socialista europeo, en control de todo el espectro izquierdista que no estaba en manos del anarquismo o de nacionalistas como los de Esquerra Republicana de Catalunya, con los que el PSOE continuamente mantuvo acuerdos para evitar el crecimiento del PCE por su izquierda. Durante la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, ello llevó a triangulaciones continuadas por parte del PSOE, que aceptó la oferta de colaborar con el régimen a cambio de evitar la clandestinidad y mantener acceso a fuentes de ingresos.

“La época de Primo de Rivera fue realmente un periodo curioso del PSOE. Ahí inesperadamente, el PSOE se volvió se volvió civilizado y colaboró con Primo de Rivera”, explicó Moa en la entrevista. “Lo hicieron evidentemente para quitarle fuerza a la CNT, que era su rival en el campo obrerista”.

Las tensiones y manipulaciones que llevaron la Segunda República fueron protagonizadas en todo momento por el PSOE, como Moa ha explicado en numerosas obras, aunque a veces el liderazgo lo fuera por vía interpuesta, a través de pequeños partidos republicanos como el liderado por Manuel Azaña.

En 1934, cuando la derecha intentó acceder al poder que le correspondía por haber ganado en las elecciones de aquel año, el PSOE –bien preparado gracias a la acumulación de recursos en fondos especiales procedentes de la militancia y del saqueo de las arcas del estado mientras estuvo en el gobierno– lanzó un golpe de estado para derribar la República que fracasó por poco y luego ha sido conocido, para minusvalorar su impacto y ambición, como “Revolución de Asturias”.

Tras el fracaso de este golpe, el PSOE podría y debería haber colapsado por su papel criminal y subversivo en un régimen que se quería presentar como democrático y basado en la ley, pero fue salvado por sus cómplices en la derecha española: del mismo modo en que personajes como José Sánchez Guerra habían arrastrado a la derecha a colaborar con el PSOE para destruir a la monarquía en 1931, otro personaje de derechas como Niceto Alcalá-Zamora decidió salvar al PSOE al tumbar al gobierno de la CEDA con la excusa de un minúsculo caso de corrupción inflado por la propaganda de izquierdas –el “estraperlo”– y  convocar elecciones generales.

“Las elecciones de 1936 fueron totalmente corruptas y manipuladas, se han publicado libros sobre esto recientemente”, añade Moa. “Por eso yo prefiero hablar de una Tercera República a partir de ahí. La Segunda República ya no existe, es otra cosa y es algo que va de camino a la Guerra Civil”.

Alcalá-Zamora, engañado por un Frente Popular dominado por el PSOE, que le había prometido renovarle en la presidencia de la República, fue sustituido por Azaña. Los hechos que continúan pueden ser muy conocidos para algunos, pero merece la pena detenerse en un detalle que destaca Moa en el libro: el papel de Indalecio Prieto como desencadenador de la Guerra Civil, a sabiendas de que había conjuras derechistas en marcha, con el asesinato de José Calvo Sotelo, en efecto el entonces líder de la oposición, el 13 de julio de 1936.

Como Prieto esperaba, un crimen de estado de tal tamaño no podía llevar más que a un alzamiento generalizado de los opositores al Frente Popular. Lo que Prieto no esperaba era la derrota subsiguiente y la caída de la República, que dio paso al franquismo, periodo durante el cual el PSOE, en esencia, permaneció agazapado.

Con la muerte de Francisco Franco, una vez más, la derecha española colaboró a empujar a un renacido PSOE a la primera fila política, como base de un nuevo turno de partidos que eventualmente estableció junto con el Partido Popular originalmente bajo la larga presidencia de Felipe González (1982-1996).

“Es todo una farsa”, indica Moa. “Felipe, comparado con lo que vino después, casi parece bueno, pero de bueno no tiene nada. Una cosa que se vio enseguida es su corrupción, la corrupción del PSOE y, durante mucho tiempo, esa corrupción no le pasó factura, siguió sacando mayorías absolutas o casi absolutas y cuando esto se empezó a poner en peligro, entonces se vuelve antifranquista. Porque el PSOE, que no luchó contra el franquismo, ha hecho del antifranquismo una especie de arma de destrucción masiva, de destrucción política y mora y eso cuando el PP le dio la razón, ya eso fue el desastre”.

El periodo democrático de la constitución de 1978, que para Moa acabó este año con una amnistía para el separatismo catalán que es manifiestamente inconstitucional y que abre un nuevo periodo de incertidumbre política, ha estado dominado, según el historiador, por la “Gibraltarización” de España: convertido en un satélite de las potencias anglosajonas, el país es ahora un enorme Campo de Gibraltar al servicio de élites extranjeras y de sus intermediarios, una clase política paleta obsesionada con el europeísmo como solución a todos los problemas, aunque implique la aniquilación de España como estado nación.

“La cuestión principal del europeísmo es su vacuidad intelectual casi absoluta, lo cual implica también una versión falsificada de la propia España” señala Moa. “A la derecha la cultura no le importa, todo lo intelectual le sobra, va al dinero, la rentabilidad. Lo que decía Rajoy: la economía lo es todo. Y él creía que la cuestión del separatismo se soluciona con dinero. Ya lo hemos visto… El PP está vacío, no tiene un proyecto propio, ni de nación ni de nada”.

Ante la rendición del PP, continúa Moa, el PSOE ha tomado el papel dominante en el bipartidismo que ha caracterizado las última décadas, lo que les ha permitido continuar su ataque a la unidad de España y las libertades, algo que tiene “una base en la concepción general del PSOE”.

“El PSOE ha sido marxista, y para el marxismo las libertades son una especie de engaño de la burguesía para mantener a la burguesía entretenida”, explica Moa. “Y esa idea del marxismo se mantiene en el proyecto. (Pedro) Sánchez no es que sea un psicópata o narcisista. Y ese proyecto nace de 1918, de la idea de que España es una nación de naciones”.

El actual proceso de descomposición resultante de tal proyecto, añade Moa, presenta similitudes con el periodo final de la Restauración, coincidente con la Gran Guerra. Como entonces, España está dividida entre “aliadófilos” dirigidos por el PSOE que quieren involucrar profundamente a España en un conflicto internacional, el de Ucrania, y muchos otros que, sin ser “rusófilos” (lo que tampoco corresponde a la tradición española) prefieren que vuelva su antigua neutralidad.

“La amnistía liquida la transición en nombre del antifranquismo. Y eso se combina con un peligro de disgregación real, y un peligro de guerra en Europa”, señala Moa. “España debe recuperar su tradición de neutralidad como en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, si no quiere convertirse en carne de cañón de unos intereses que en realidad están representados con Gibraltar. No tenemos conflictos con Rusia, pero los tenemos con la OTAN”.

Madrid, 1973. Tras una corta y penosa carrera como surfista en Australia, acabó como empleado del Partido Comunista Chino en Pekín, antes de convertirse en corresponsal en Asia-Pacífico y en Europa del Wall Street Journal y Bloomberg News. Ha publicado cuatro libros en inglés y español, incluyendo 'Podemos en Venezuela', sobre los orígenes del partido morado en el chavismo bolivariano. En la actualidad reside en Washington, DC.

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