Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

El coste fiscal de la inmigración masiva

El argumento número uno en favor de la inmigración masiva es siempre el económico. Que los inmigrantes dinamizan la economía, pagarán las pensiones, incrementan la renta. Yo tengo bastante interés en el tema, puesto que mi esposa es inmigrante y yo, que he trabajado en cuatro países, he sido «inmigrante» (o expatriado, que es una distinción) durante más de una década y lo sigo siendo.

Después de años revisando estimaciones y análisis, tengo noticias para ustedes: la inmigración masiva no sólo no es beneficiosa, sino que es dañina para las economías desarrolladas.

Para escribir esto me baso en varios estudios, como por ejemplo este holandés que se publicó en el idioma local, con resúmenes en inglés. Es un estudio simple, que tenía como objetivo responder a dos preguntas:

-¿Cuáles son los costos y beneficios fiscales de la inmigración por motivo migratorio (laboral, estudio, asilo y migración familiar) y por región de origen?

-¿Hasta qué punto puede la inmigración proporcionar una solución al envejecimiento de la población en los Países Bajos?

La conclusión de los autores fue que el rápido ritmo de la inmigración a los Países Bajos ha aumentado considerablemente la población holandesa, pero no la sostenibilidad del Estado del bienestar holandés. Los gastos per cápita de los inmigrantes son significativamente más altos que los de los pueblos nativos en áreas como educación, seguridad social y beneficios. Además, los inmigrantes pagan menos impuestos y primas de seguridad social, lo que reduce aún más su contribución fiscal neta.

Cuando uno presenta entre tipo de análisis, surge inevitablemente otro, este estudio de la OCDE de 2014 citado hasta la saciedad, que encontró los inmigrantes tienen un efecto neto positivo sobre la sostenibilidad fiscal de los países de acogida. El truco de la OCDE, sin embargo, fue no fijarse en todos los costes vitales de los inmigrantes, al contrario que el estudio holandés, sino sólo en sus contribuciones hasta que se jubilan.

Para la OCDE, la única forma de pagar las pensiones de los inmigrantes previos, dados sus menores niveles de contribución y sus mayores niveles de gasto, es importar más inmigrantes pobres que engorden los ingresos de la seguridad social mientras son jóvenes, y así hasta que los países del primer mundo hayan llegado a niveles de productividad similares a los del tercer mundo, y alcancemos un equilibrio hidrostático, por así decirlo.

Por supuesto, hay inmigrantes e inmigrantes. Es absurdo es asumir que todos van (vamos) a ser perniciosos para sus (nuestros) países de acogida, al igual que lo es asumir lo contrario. Si volvemos a Holanda, encontramos que existe una diferencia muy grande en la contribución financiera según el motivo de ingreso al país.

Quienes llegan a trabajar a Holanda generan una contribución neta positiva de, en promedio, 125.000 euros por inmigrante. Los que van a estudiar cuestan 75.000 euros por inmigrante. Aquellos que ingresan por «formación familiar» o «reunificación familiar» cuestan 275.000 por inmigrante (viene un inmigrante, luego su cónyuge, luego otros miembros de la familia, incluidos los padres ancianos).

Los solicitantes de asilo son los más caros, y cuestan 475.000 por inmigrante. Lo que no me extraña. Como corresponsal del Wall Street Journal, me tocó visitar Melilla un par de veces y entrevistar a muchos de los presuntos solicitantes de asilo que saltan la valla. No encontré a ninguno genuino, ni uno, y muchos me explicaron los muchos trucos que utilizan.

Volviendo al estilo holandés, también existen diferencias considerables por región de origen. En promedio, los inmigrantes occidentales proporcionan una contribución positiva de 25.000 euros, mientras que los inmigrantes no occidentales cuestan casi 275.000 euros. Sin embargo, dentro de las categorías de occidentales y no occidentales hay mucha variación.

La inmigración de la mayoría de las regiones occidentales suele tener un impacto fiscal positivo. Los inmigrantes de Japón, América del Norte, Oceanía, las Islas Británicas, Escandinavia y Suiza, en particular, presentan una contribución positiva significativa de aproximadamente 200.000 euros por inmigrante. Por otro lado, la inmigración desde los estados miembros de la UE central y oriental cuesta alrededor de 50.000 euros. La inmigración de la ex Yugoslavia y la ex Unión Soviética se refiere principalmente solicitantes de asilo, que cuestan mucho más, 150.000 euros.

Esto es interesante, pero sirve de poco en adelante, porque la emigración desde otras regiones de Europa y zonas ricas de Asia se ha acabado, con excepciones (Ucrania, Moldavia, Kosovo) para siempre. La gran mayoría de la inmigración llega desde otros continentes, y ahí los datos son, en una palabra, desastrosos.

El desastre lo es especialmente cuando hablamos de inmigrantes del Caribe, Oriente Medio, Turquía y África, con costes netos que oscilan entre 200.000 euros y 400.000 euros por inmigrante; Marruecos, el Cuerno de África y Sudán, por ejemplo, presentan de media un coste neto de 550.000 euros. A modo de comparación: un nativo holandés medio tiene un efecto «neutral” desde el punto de vista presupuestario durante su vida.

Sólo dos categorías de inmigrantes parecen favorables para las finanzas públicas holandesas: la migración laboral de países occidentales (excepto países de Europa central y oriental), Asia (excepto Oriente Medio) y América Latina.

Todas las demás formas de inmigración son, en el mejor de los casos, neutrales desde el punto de vista presupuestario o tienen un impacto fiscal negativo considerable. Los costes netos más altos se aplican a la inmigración de asilo desde África. Cabe señalar que la inmigración laboral y de estudios suele acompañar a la migración familiar, lo que puede tener un impacto negativo considerable en la contribución neta combinada.

Fíjense que este estudio sólo se ha fijado en los efectos fiscales (básicamente gasto y contribuciones sociales) de la inmigración. Nada sobre los efectos en la seguridad, mercado inmobiliario, ecología y sobre los sueldos de los trabajadores preexistentes. Podemos dejar eso para otro día.

Madrid, 1973. Tras una corta y penosa carrera como surfista en Australia, acabó como empleado del Partido Comunista Chino en Pekín, antes de convertirse en corresponsal en Asia-Pacífico y en Europa del Wall Street Journal y Bloomberg News. Ha publicado cuatro libros en inglés y español, incluyendo 'Podemos en Venezuela', sobre los orígenes del partido morado en el chavismo bolivariano. En la actualidad reside en Washington, DC.

Más ideas