¡Qué tiempos sorprendentes estamos viviendo! La BBC aplaude el rearme de Alemania contra Rusia; los alemanes defienden a los israelíes en Eurovisión; y en la capital de Arabia Saudí, donde el culto cristiano se celebra en embajadas o casas particulares, suena Village People.
Bromas aparte, el sueño de un mundo unido en torno a la democracia, el comercio y la colaboración entre las grandes naciones, que nació en 1945 y recibió un nuevo impulso en 1989, al derrumbarse la URSS, se está desvaneciendo, sobre todo en Europa. La prepotencia de la clase globalista, el poder de China y la invasión de Ucrania por Rusia son las tres principales causas. Y en esta situación están rompiéndose los tabúes y los acuerdos anteriores. En España, el PSOE propone aumentar el gasto en Defensa (aunque nos tememos que consistirá una nueva vía de saqueo de los fondos públicos); y en Alemania se fortalece el Ejército.
La Alemania ocupada y desmembrada de 1945 careció de Fuerzas Armadas hasta diez años después del fin de la Segunda Guerra Mundial. En mayo de 1955, la República Federal se unió a la OTAN y en noviembre restauró, con el permiso de sus aliados norteamericanos, británicos y franceses (que tenían tropas desplegadas en el país), un ejército, llamado Bundeswehr. En reacción, la URSS y sus satélites aceptaron a la República Democrática alemana (RDA) en el Pacto de Varsovia y este país estableció en 1956 unas fuerzas armadas llamadas Ejército Nacional Popular (NVA).
Durante la Guerra Fría, ninguno de los nuevos ejércitos alemanes entró en combate. La Bundeswehr estaba encerrada en las fronteras de su país, vigilando el Muro. El NVA se limitó a prestar apoyo logístico en la invasión de Checoslovaquia (1968) y sólo envió instructores y asesores a países de África. La carne de cañón en Angola, por ejemplo, la pusieron los cubanos. Al desaparecer la RDA, el Ejército Popular fue disuelto.
En la última década del siglo XX, resurgió el miedo, desde Gran Bretaña a Polonia, a una Alemania reunificada, con un Ejército a la altura de la primera potencia industrial europea y con tentaciones de recuperar sus fronteras en el este. Una de las medidas para atar a Alemania a Europa fue la aceleración de la moneda única.
Sin embargo, la necesidad y las crisis geopolíticas hicieron que desde entonces salieran militares alemanes fuera de su país. En 1994, el Tribunal Constitucional sentenció que no existía ningún impedimento legal para mandar tropas al extranjero, siempre que fuera en misiones de paz, aunque eso implicara el uso de la fuerza.
Así, se han desplegado pequeñas unidades alemanas en la invasión de Irak para desalojarlo de Kuwait, en Camboya, Somalia, Afganistán, Sudán, Líbano, el océano Índico…Y también en lugares que sufrieron la ocupación de la Wehrmacht en la Segunda Guerra Mundial, como dentro de la antigua Yugoslavia, en los territorios de Kósovo y Bosnia.
Mientras tanto, la Bundeswehr siguió la decadencia del resto de las fuerzas armadas europeas: efectivos menguantes, envejecimiento del material y carencia de doctrina militar. Y el servicio militar obligatorio se suspendió en 2011. La invasión rusa de Ucrania hizo comprender a los gobiernos y las sociedades la importancia del adagio latino si vis pacem, para bellum.
El nuevo Gobierno de coalición entre la democracia cristiana y los socialistas mantiene los planes de ampliación del Bundeswehr del anterior, formado por socialistas, ecologistas y liberales. Como ya explicamos aquí, hace unas semanas, el Parlamento federal en funciones aprobó deprisa y corriendo una reforma constitucional para excluir del techo de deuda el nuevo gasto en Defensa, que se calcula en unos 100.000 millones de euros.
Las medidas se suceden y en ellas no hay diferencias entre los que han sido los dos principales partidos del país en las últimas décadas, la CDU y el SPD.
El socialista Boris Pistorius desempeña el ministerio de Defensa desde 2023, para el que le nombró el canciller Scholz, y tanto él como el nuevo canciller, Friedrich Merz, han hablado de recuperar el servicio militar y de abrirlo a las mujeres. Merz también ha declarado que, por fin, va a entregar al gobierno ucraniano misiles Taurus, que pueden recorrer hasta 500 kilómetros y atacar objetivos en el interior de Rusia.
Por ahora, la principal imagen del retorno de una Alemania despojada de sus complejos al escenario bélico ha sido la activación de la 45ª Brigada del Bundeswehr en Vilna, una ceremonia a finales de mayo a la que asistieron Merz y Pistorius. En la capital de Lituania ondearon banderas alemanas, sonó el himno germano y se celebró un gran desfile, en el que los elementos más llamativos fueron varios helicópteros.
Además, el gobierno lituano, ha declarado que el año próximo subirá su inversión en defensa al 5% de su PIB. Los cañones, los misiles y los corazones apuntan a Rusia.
Según el acuerdo al que llegaron Berlín y Vilna, como miembros de la OTAN, esa unidad alemana tendrá su base permanente en Lituania. Cuando esté plenamente operativa en 2027, contará con 4.800 militares y 200 empleados civiles. Sus cuarteles, aparte de en la capital del país báltico, estarán en Rukla y Rudninkai. Su misión consistirá en vigilar a los rusos presentes en la región de Kaliningrado, de la que Moscú se apoderó tras la guerra y que está encajada entre Lituania y Polonia.
El punto clave es el Corredor de Suwalki, la unión entre Polonia y Lituania, de unos 70 kilómetros de extensión. Una operación de pinza entre los rusos y los bielorrusos podría dejar aislados por tierra a los países bálticos del resto de la OTAN. Para impedirla, lituanos y alemanes vuelven a ser camaradas.
Los militares alemanes regresan a un territorio donde, en 1941, se les recibió como libertadores y en el que resistieron, junto con el apoyo de la población, hasta que en el verano de 1944 el Ejército Rojo les derrotó. Un gobernante ruso lo ha hecho posible. ¡Y encima la BBC lo jalea!