El monstruo del pantano (y II)

Las revelaciones de USAID ponen en evidencia su influencia en el periodismo global y erosionan la credibilidad de toda su red mediática

 (Viene de aquí) De vez en cuando, solo de vez en cuando, alguien descorre la cortina y podemos ver fugazmente quién está a los mandos, la tramoya tras el decorado, los hilos que conectan organizaciones aparentemente independientes que acostumbran a enarbolar grandes palabras como principios rectores. Luego todo vuelve a ocultarse con premura y su recuerdo ya apenas pasará de teoría de la conspiración, circulen. Ocurrió por ejemplo en marzo de 2016, cuando WikiLeaks filtró miles de correos del servidor que Hillary Clinton empleó desde su casa mientras fue secretaria de Estado. Pudimos unir puntos y constatar que eventos previos no habían sido tan espontáneos como se decía y que los llamados «filántropos» son a la filantropía lo que Maradona a los anuncios antidroga.  

Pues bien, ahora está pasando algo similar con el desmantelamiento de la agencia de ayuda internacional USAID, la red de poder blando estadounidense distribuida por el mundo, definida en su momento por George W. Bush como «un millar de puntos de luz»… ahora apagados. Junto a sus objetivos autoproclamados de proporcionar ayuda humanitaria, al desarrollo económico, a la educación, sanidad o fortalecimiento de la democracia allá donde operase, fue adquiriendo un creciente papel la promoción hasta los últimos confines del mundo de una agenda ideológica/cultural progresista —desde el cambio climático a las drags queens— pero sobre todo, en última instancia, servir de palanca geopolítica con la que influir en otros gobiernos e, incluso, de forma más o menos directa, en la propia política estadounidense.  

Decimos «desmantelamiento» y tal vez fuera más exacto decir «realineamiento», pues tras la congelación cautelar de 90 días establecida por Trump quizá continúe bajo otro nombre, presupuesto, estructuras y objetivos. Al fin y al cabo… ¿Es razonable que un gobierno declinase toda forma de influencia en el resto del mundo? Sería como decir que se renuncia a la política exterior. En cualquier caso, al poner en evidencia el funcionamiento hasta ahora de USAID facilita al resto de países estar alerta ante presentes y futuras operaciones en su territorio, pues no deja de ser un mago revelando sus trucos al público. El resto del mundo será así un poco más independiente, España incluida, y eso es bueno. De particular interés ha sido ver cómo queda erosionada la credibilidad de toda su red mediática, pues la propaganda pierde efectividad cuando tomamos conciencia de que lo es. New York Times, The Washington Post, la BBC o Político (8 millones de dólares de subvención solo para esta revista) han servido a unos intereses que no son precisamente los de la verdad y el rigor periodístico, cosa que salvo la plana mayor del columnismo español ya sabía cualquiera medianamente espabilado. En todo caso ahora queda negro sobre blanco a la vista de todos, bien está.

No obstante, los medios citados apenas serían la guinda del pastel pues USAID habría invertido casi 500 millones de dólares en una ONG llamada Internews Network que habría trabajado con 4.291 medios de comunicación y formado a más de 9.000 periodistas en 30 países. Mientras que el presupuesto para 2025 aprobado por el Congreso, que ahora ha sido congelado, ascendía a 268 millones de dólares para sufragar «medios independientes» (término acuñado por la CIA). Es significativo que, por ejemplo, en Ucrania el 90% de los medios recibiera algún tipo de financiación de USAID, de manera que no puede entenderse el fin de su sostenimiento sin vincularla con el cambio de la administración estadounidense en el enfoque de este conflicto. En los medios de comunicación se hace la «guerra cultural», oímos decir a menudo, pero a veces también la guerra a secas.

Indirectamente también en torno a Ucrania estaría el trabajo de OCCRP (Proyecto de Denuncia de la Corrupción y el Crimen Organizado) una red global de periodistas de investigación sostenida por la USAID, que propició un proceso de destitución contra Trump en 2019. Es decir, lo que teóricamente era ayuda al exterior revierte en la propia política interna de EE.UU. en su más alto nivel. Ellos se defienden aquí de esa acusación «afirmaciones absurdas de que nosotros, como reporteros profesionales, fuimos parte de un complot del ‘estado profundo’ para derrocar al presidente de los Estados Unidos. El pretexto es que, como decenas de medios independientes alrededor del mundo, OCCRP ha recibido subvenciones de USAID». En 2024 esa subvención fue de la mitad de su presupuesto, nada menos, siendo el resto sufragado, entre otros, por la Open Society de Soros. Reprochar a alguien estar condicionado por quien le paga no diría que es un pretexto ni una afirmación absurda, de hecho, es lo que suele ocurrir en el mundo real… En todo caso es incuestionable el enorme poder que ha tenido este organismo, que presume de su «responsabilidad directa en 548 cambios de política, más de 21 dimisiones, incluidas las de un presidente y un primer ministro, así como la caída de al menos cinco gobiernos extranjeros». 

Finalmente, todo este episodio quizá también nos ayude en España a tomar conciencia de algo que a menudo pasamos por alto: la importancia para la prosperidad de un país de su independencia, soberanía y de su poder efectivo sobre el resto del mundo. El debate público sobre economía suele centrarse en cuestiones de impuestos, leyes, gasto público e incluso en valores, usos y costumbres (si hay mentalidad emprendedora, ética del trabajo…etc) y se orilla la política exterior como si fuera ese un ministerio «maría». Mike Benz, tras años estudiando los mecanismos de USAID lo planteó con descarnada lucidez en esta entrevista con Tucker Carlson: «Mucha gente no comprende del todo cómo llegan los productos a las estanterías. Se ha mencionado el ejemplo del lápiz de Milton Friedman: si Malasia decide bloquear las exportaciones de goma de sus árboles y los mineros africanos hacen huelga, dejando de suministrar grafito, no se pueden fabricar lápices. Si no existe un mecanismo para influir en esos gobiernos extranjeros y evitar tales bloqueos mediante incentivos o presiones, la producción se ve afectada. (…) Puede parecer trivial prescindir de los lápices, pero ¿qué pasa con el petróleo? ¿Y si se trata de recursos críticos para fabricar microchips, baterías renovables, computadoras, gasolina o calefacción para los hogares? Esto plantea una necesidad estratégica (…) Si EE.UU. no hubiera derrocado tantos gobiernos en beneficio de las grandes petroleras, ¿habría disfrutado de petróleo barato?».

Nacido en Baracaldo como buen bilbaíno, estudió en San Sebastián y encontró su sitio en internet y en Madrid. Ha trabajado en varias agencias de comunicación y escribió en Jot Down durante una década, donde adquirió el vicio de divagar sobre cultura/historia/política. Se ve que lo suyo ya no tiene arreglo.

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