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Expediciones científicas españolas del siglo XVIII

Se fundaron más de quince universidades españolas en América y Filipinas antes de que se fundara la primera en territorio inglés

El descubrimiento de América y la primera vuelta al mundo fueron dos acontecimientos de tal magnitud —ambos en apenas un margen de 30 años— que podrían eclipsar cualquier otro posterior si no fuera precisamente por su naturaleza fundacional: abrieron nuevos caminos, indicándonos así que la tarea no había hecho más que comenzar… De todo aquello que se hizo posteriormente hay una parte quizá no demasiado conocida, pero sin duda fascinante, como fueron las expediciones científicas que nuestro país llevó a cabo a lo largo del siglo XVIII.

Decimos científicas, pero naturalmente tuvieron un carácter militar y económico en una época de duras disputas imperiales, junto a una vocación misionera y una convicción profundamente humanista, recordemos las instrucciones dadas a los exploradores enviados a Tahití de tratar a los nativos «con la mayor dulzura y humanidad, instruyéndose en sus costumbres, ritos y gobierno (…) deberá evitarse la más mínima efusión de sangre inocente». Que alguien tan poco afín a España como James Cook reconociera posteriormente el buen recuerdo que guardaban aquellos nativos de nuestros compatriotas da fe de que tales instrucciones no quedaron en buenos deseos incumplidos.

Son muchas las historias y anécdotas sobre aquellos viajes por el Pacífico y la costa Oeste norteamericana y considerables sus aportaciones a las ciencias naturales, medicina, geografía, antropología y hasta su contribución al desarrollo del sistema métrico decimal. Pues bien, de abordar todo ello se ha encargado el historiador Agustín Ramón Rodríguez González en su último libro, publicado esta semana bajo el título Expediciones científicas españolas del siglo XVIII, de la editorial Edaf, excelentemente acompañado además de numerosas ilustraciones de la época. En la entrevista que mostramos a continuación desgrana algunos de los aspectos de su obra.   

-El libro está atravesado de un gran conocimiento de la navegación y de su historia y según vemos en su biografía ha recibido, entre otras distinciones, la Cruz de Mérito Naval ¿Cuándo y dónde le surge esa pasión?

Influido por mis lecturas de niño y de joven, quise ser marino, pero tras un Bachiller de Ciencias y una ardua preparación para el examen de ingreso en la Escuela Naval, en el reconocimiento médico me diagnosticaron una sordera de origen congénito, progresiva y no operable, por lo que no pudo ser. Y lo que en principio fue una frustración, se demostró con el tiempo que era una suerte: me dirigí a los estudios históricos, que eran mucho más adecuados a mis capacidades e intereses.  

-Un elemento recurrente que encontramos en muchas de las biografías reunidas es la combinación entre las armas y las letras, la pluma y la espada, una tradición española encarnada en el mismo Cervantes. De todos aquellos navegantes exploradores que simultanearon sus deberes militares con la observación científica… ¿Cuál cree usted que es el que hoy día más reivindicación merece?

Efectivamente, la lista sería interminable y por ello mismo injusta.  Pero el triple reto de navegar y combatir por mar, de conocer tierras, mares y gentes extrañas y de buscar soluciones de todo tipo a problemas nuevos, es el mejor incentivo para personas que unen a la curiosidad y la preparación científica y técnica el ansia por seguir aprendiendo.

-De los navegantes ingleses que aparecen por aquí, James Cook no sale muy bien parado…

El inmenso Pacífico, la tercera parte del planeta, fue todo un reto, descubierto y cruzado por primera vez por Magallanes y Elcano, y luego por tantos otros, fue durante siglos «el lago español». Y como era de esperar, más de dos siglos después, otros quisieron apuntarse el tanto, en una época de expansión mundial de esas naciones… Como incluso hoy hay británicos y angloparlantes que siguen creyendo que la primera vuelta al mundo la dio Francis Drake… sólo que 58 años después de Elcano, cuando ya se sabía que era posible, con mapas y derroteros españoles y secuestrando y torturando pilotos españoles y portugueses para que le indicaran el rumbo a tomar.  

-Respecto a aquellas islas del Pacífico o la costa Oeste de Norteamérica parece que más que conquista hubo simplemente una toma de contacto con los nativos ¿Es así?

Los casos varían, en algunas islas y territorios hubo poco más que una toma de contacto, aunque hay muchos detalles que se desconocen. Solo modernas investigaciones están redescubriendo restos innegables de la presencia española, perdidos por cualquier causa y por el deseo manifiesto de otros países, mucho más tardíos, de apropiarse del mérito y por tanto de los derechos sobre esos territorios. En el caso de la costa Oeste de Norteamérica, no hubo propiamente conquista, sino colonización y poblamiento. Como demuestran los propios nombres de los territorios, de California a Oregón, y de las ciudades, desde San Francisco a Los Ángeles, etc.

 -¿Cómo interpreta que hace 3 años hubiera ataques contra las estatuas de Junípero Serra en Estados Unidos y hasta en Palma de Mallorca?

Es, evidentemente, echar las culpas propias sobre otros, para así aminorarlas o hasta ocultarlas, comportamiento muy común entre los humanos, pero moralmente inadmisible y además falso e injusto para conocer y valorar el pasado. Y la cuestión se hace ya hasta insultante con los atentados contra las estatuas de un hombre bueno y santo, como Junípero Serra.

En cualquier caso, para entender y juzgar una época, lo más honesto es hacer historia comparada: ver y analizar lo que hicieron otros países en los mismos y hasta posteriores tiempos. Puestos a destruir el recuerdo de grandes hombres, hay literalmente miles (y muy conocidos y valorados) en todos los países que lo merecen más que el pobre franciscano que nunca levantó la mano a nadie.

-¿Ha sido la leyenda negra un obstáculo en el reconocimiento de los logros científicos aportados por España a lo largo de su historia?

Por supuesto, el cuadro de los fanáticos y católicos españoles se completa con el de su atraso en las ciencias y saberes, y los supuestos líderes del progreso han insistido en ello como autojustificación. Baste recordar la persecución de los católicos en Inglaterra, Escocia e Irlanda antes y después de Cromwell, la terrible «Noche de San Bartolomé» en Francia donde fueron asesinados miles de protestantes franceses en sus propias camas o la expulsión de todos ellos por Luis XIV, nada menos que dos siglos después de la de los Reyes Católicos en España. En comparación, la Inquisición española no solo condenó a muerte en varios siglos de existencia a cifras ridículamente menores, sino que lo hizo después de un juicio y por delitos que mayoritariamente lo eran no de creencias, sino considerados como comunes en la generalidad de los países. En la introducción del libro pongo bastantes ejemplos de avances científicos debidos a españoles en los siglos XVI y XVII.     

-En relación con lo anterior, señala usted que ejemplos como el de José Celestino Mutis muestran que, en contra de cierta creencia muy extendida, no hubo diferencias insalvables entre la ciencia y el catolicismo.

Es un caso evidente, pero no el único. Es de señalar que se fundaron más de quince universidades españolas en América y Filipinas antes de que se fundara la primera en territorio inglés. Y otros países no llegaron a fundar ninguna en sus colonias y durante siglos. Recordando que las universidades dependían entonces de la Iglesia. O los primeros diccionarios de lenguas indígenas, mucho antes que las primeras gramáticas de varias lenguas europeas.

-¿Sin Carlos III hubieran sido posibles todas esas expediciones?

La primera expedición, que marcó el precedente para las siguientes, la de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, fue aprobada durante el reinado de Felipe V, y entre las últimas, la de Balmis con la vuelta al mundo de la vacuna, se realizó durante el reinado de Carlos IV. Ello sin quitar el inmenso mérito de Carlos III en proseguir tenazmente con la iniciativa.

-Describe la Revolución francesa no como la culminación del sueño ilustrado sino como su misma negación de raíz.

Por desgracia y como ha sido muy frecuente en la historia del mundo, el invocar los más elevados y novedosos principios, no ha sido óbice para que los métodos para imponer esos cambios y mejoras hayan sido terribles, recuerde la etapa del «Terror» en Francia para imponer las nuevas ideas, con miles de ejecuciones de los que discrepaban por cualquier causa o razón. El sistema de los ilustrados era mucho más humano, sensato y moderado, al menos en muchos países.  

Es llamativo el triste final que algunos de los protagonistas de la obra en esos convulsos comienzos del siglo XIX, pese a su gran contribución previa.

El caso más notorio fue el de Alejandro Malaspina, cuya increíble expedición terminó coincidiendo con las primeras y más conflictivas fases de la Revolución francesa, con lo que sus avanzadas ideas, que hubieran sido seguramente aceptables en tiempos normales, provocaron los recelos de la Corte, especialmente de Godoy, y le llevaron a su arresto, juicio y cárcel. Indultado pocos años después, prefirió el retiro en su tierra natal italiana. Otro caso fue Balmis, que optó por el bando patriota ante la imposición de José Bonaparte como rey de España e Indias. En ambos casos, gran parte de la documentación de sus Memorias descriptivas de sus expediciones se perdió o fue destruida. En el caso de Balmis, por el saqueo e incendio de su domicilio por las tropas bonapartistas. Ambos son demostrativos de que la gran mayoría ilustrada española optó por el bando del 2 de mayo, como se demostró en la Constitución de Cádiz, y no eran, como se ha pretendido en la propaganda bonapartista, una pandilla de reaccionarios opuesta a los cambios.

-Leyendo sobre todas aquellas vidas repletas de audacia y peligros uno inevitablemente piensa en las películas y series que podrían rodarse ¿Le han propuesto alguna vez escribir un guion o adaptación?

Pues no me lo han propuesto, y tampoco se me ha ocurrido ni creo que tenga dotes para ello… Tal vez como asesor…

-Ya para concluir, ¿de quién o qué acontecimiento de todos los que describe lo haría usted? (demos ideas, por alguien recoge el guante)

Pues no sabría decirle, temas hay muchos posibles, lo difícil es combinar rigor histórico, hasta en pequeños detalles, que suelen ser mucho más relevantes de lo que parecen a primera vista, con la amenidad del relato y el carácter de los personajes, el ambiente y costumbres de la época, etc.  

Nacido en Baracaldo como buen bilbaíno, estudió en San Sebastián y encontró su sitio en internet y en Madrid. Ha trabajado en varias agencias de comunicación y escribió en Jot Down durante una década, donde adquirió el vicio de divagar sobre cultura/historia/política. Se ve que lo suyo ya no tiene arreglo.

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