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La brecha salarial femenina es sobre todo una brecha maternal

La brecha salarial está sobre todo relacionada con la maternidad: es más una brecha entre madres y el resto del mercado laboral, que entre hombres y mujeres

Uno de los caballos de batalla del feminismo moderno es la brecha salarial femenina. El problema es que esta brecha salarial no existe, con una sola excepción: las madres trabajadoras.

Cualquiera que haya tenido un mínimo contacto con el mundo laboral entiende que la discriminación contra las madres trabajadoras, que toman bajas por maternidad y recortan horarios para cuidar a sus bebés, existe. Ello explica por qué los miembros del actual gobierno español, cuyo conocimiento del mercado laboral es teórico en el mejor de los casos, ignoran este problema.

Los expertos desde luego no lo ignoran. Por ejemplo, el sociólogo Javier Polavieja, director del Laboratorio sobre la Discriminación y la Desigualdad en la Universidad Carlos III de Madrid, revisó datos recientes sobre la brecha de género salarial, y concluyó que no es atribuible a la discriminación de género.

El trabajo de Polavieja es importante porque se basa en un estudio armonizado en seis países: Alemania, España, Estados Unidos, Noruega, Países Bajos y Reino Unido. Los expertos usaron una submuestra de 4.500 empresas de muy variados sectores a las que se enviaron CVs de candidatos con padres autóctonos.

Los hallazgos fundamentales del estudio son que, aunque los seis países difieren en sus contextos institucionales, económicos y culturales, no se encontró discriminación contra las mujeres en ninguno de los países analizados, ni siquiera en las dos ocupaciones más claramente masculinizadas, como representantes de ventas y desarrollador de software. Y que, en cuatro de los seis países, de hecho, se encontró discriminación contra los hombres.

¿Entonces, a qué es atribuible la brecha de género salarial? Polavieja cita las explicaciones habituales (las mujeres tienden a tener intereses y prioridades diferentes de los hombres, y no tantas mujeres están como locas por trabajar 70 horas a la semana por ganar más). Lo que no cita es el problema de la maternidad, que es persistente y real, porque su estudio no diferenció candidatos por maternidad y/o embarazo.

Otros estudios sí lo hacen. Aquí, por ejemplo, la economista Libertad González —si eso no es un nombre progresista que me trague la tierra ahora mismo— escribe con detalles sobre la penalización por hijo en España:

La maternidad, y el hecho de que las mujeres suelan ser las cuidadoras principales, tiene un enorme impacto sobre la carrera laboral de las madres, mientras que apenas afecta a la de los padres. Estas diferencias, que son muy persistentes en el tiempo, afectan al nivel de ingresos a largo plazo (tanto ingresos laborales como pensiones futuras), y por tanto a la independencia económica y el bienestar material de las mujeres.

También en el blog de economistas Nada es Gratis, Claudia Hupkau y Jenifer Ruiz-Valenzuela inciden en que esta brecha laboral no es un chiste, y tiene efectos muy perniciosos al penalizar la maternidad que, no tengo que explicárselo, es bastante importante para el mantenimiento de la especie y para el pago de las pensiones futuras de los calaveras que se creen que pueden importar gente del tercer mundo a gran escala sin que cualquier economía desarrollada sufra muy, muy seriamente:

Una revisión de la evidencia científica sobre las políticas de conciliación y familia sugiere que podría haber margen para que políticas bien diseñadas ayuden a reducir las desigualdades de género en el mercado laboral. Por ejemplo, España ha implementado recientemente permisos de paternidad generosos y no-transferibles. Se ha demostrado que estos no solo aumentan el empleo, las horas de trabajo y los ingresos de las madres, sino que también aumentan la participación de los hombres en el cuidado de los niños, reduciendo así las brechas de género en el trabajo y en el hogar.

También se ha demostrado que las políticas que facilitan la conciliación entre la vida familiar y el trabajo, tales como los incentivos económicos en forma de créditos fiscales para las madres trabajadoras o subvenciones para los servicios de guardería, tienen un efecto positivo en el desempeño de las mujeres en el mercado laboral. Sin embargo, es importante tener en cuenta que es poco probable que las políticas de conciliación y familia por sí solas cierren la brecha de género restante, especialmente en contextos donde los roles de género tradicionales están muy arraigados.

El efecto general de estas políticas dependerá de si los beneficios en términos de ingresos fiscales y producción fruto del aumento de la oferta laboral femenina superan el coste de proveer prestaciones laborales y servicios de cuidado infantil más asequibles. Sin embargo, incluso en el caso de que el mayor gasto en provisión de cuidado infantil o créditos fiscales no se cubra con los aumentos en los ingresos, esto no significa necesariamente que tales políticas sean ineficientes. Estas políticas bien pueden traer otros beneficios, como aumentos en la fertilidad y, en el caso de la provisión de cuidado infantil gratuito o asequible de alta calidad, mejoras en los resultados educativos de los niños en la escuela primaria y secundaria.

No hace falta que les diga que todo esto no se aplica solamente a España. Por ejemplo, tenemos un estudio en Dinamarca que demuestra que también allí la brecha salarial está sobre todo relacionada con la maternidad: es más una brecha entre madres y el resto del mercado laboral, que entre hombres y mujeres.

Madrid, 1973. Tras una corta y penosa carrera como surfista en Australia, acabó como empleado del Partido Comunista Chino en Pekín, antes de convertirse en corresponsal en Asia-Pacífico y en Europa del Wall Street Journal y Bloomberg News. Ha publicado cuatro libros en inglés y español, incluyendo 'Podemos en Venezuela', sobre los orígenes del partido morado en el chavismo bolivariano. En la actualidad reside en Washington, DC.

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