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La ciencia del pucherazo

¿Son fiables las elecciones en Estados Unidos?

Estados Unidos fue el primer país en tener una Constitución escrita y también en tener elecciones competitivas y periódicas, partidos políticos y sufragio universal. Sus políticos elaboraron las primeras herramientas electorales, como las campañas, la propaganda, el acarreo de votantes y el recuento de votos, el diseño de circunscripciones (gerrymandering) y, por supuesto, el fraude.

Hasta entonces, los votos que se compraban eran muchos menos, como los de los príncipes electores del Sacro Imperio que nombraban al emperador o los de los diputados escoceses que aprobaron el Acta de Unión para formar el Reino Unido de la Gran Bretaña. La democracia ha extendido la facultad de elegir a los gobernantes y, en consecuencia, la corrupción, que ha dejado de estar restringida a la clase aristocrática.

En todas las votaciones, la primera clave es el sistema electoral (cómo se vota), por encima del censo y la participación (quién vota). El presidente y el vicepresidente de EEUU salen de una votación de un puñado de compromisarios, que son 538, elegidos por los ciudadanos de cada estado. Al ser una república federal, los estados tienen amplias competencias para fijar los requisitos y medios de votación.

LA IDENTIFICACIÓN DEL VOTANTE

En los años 60 del siglo XX, se eliminaron las restricciones al voto de la población negra, que habían introducido los demócratas en los antiguos estados de la Confederación, con tal éxito que a finales del siglo XIX establecieron un “régimen de partido único”. Ahora la principal manipulación consiste en permitir el sufragio sin exigir al sufragante una identificación indubitable.

El hecho sorprendente para los europeos y el resto de los americanos es la inexistencia en Estados Unidos de un documento de identificación de ámbito nacional. Los estados, que aprueban sus propias leyes, admiten el carné de conducir, la tarjeta de la Seguridad Social, carnés de estudiantes y hasta resguardos de haber abonados tasas que carecen de fotografía. En los últimos tres años, una de las batallas políticas más ásperas ha transcurrido en las legislaturas estatales para aumentar o reducir los requisitos de emisión del voto. Los republicanos proponen la aseguración el derecho de voto con la identidad del ciudadano, requerida por ejemplo en los aeropuertos o para la compra de armas, mientras que los demócratas les acusan de discriminar a los pobres y las minorías.

En New Hampshire, estado de Nueva Inglaterra donde no es necesario demostrar la residencia en el estado para votar (basta llenar un impreso con una dirección local, asegurar que se reside en ella y firmarlo) en 2016 Hillary Clinton obtuvo los cuatro compromisarios por menos de 3.000 papeletas y los republicanos se quejaron de un posible fraude cometido por cientos de activistas venidos de Massachusetts o por universitarios avecindados en otros estados. Las investigaciones del gobierno local no demostraron la existencia de ese engaño.

En Arizona, los republicanos han aprobado en los últimos años leyes que obligan a quienes quieren ser incluidos en el censo a aportar una prueba de ciudadanía y de que pueden ser elegibles; también obliga a la Administración estatal a cruzar datos con otras Administraciones federales para comprobarlo. Un juez sentenció en marzo pasado que estas medidas en ningún modo son discriminatorias y que el estado tiene un interés legítimo en impedir el fraude.

En el pequeño estado de Oklahoma, con unos 4 millones de habitantes, el gobernador republicano acaba de anunciar que la Administración estatal ha eliminado más de 453.000 registros desde 2021: mudados a otros lugares, fallecidos, delincuentes, inactivos y duplicados. ¡Algo más de un 10% de la población! Texas ha eliminado del censo 1,1 millones de nombres. Otros estados no son tan celosos de la integridad de su censo, como Nueva York o Illinois.

El parlamento y el gobernador demócratas de Virginia aprobaron en abril de 2020 una ley que disminuye los requisitos para la emisión del voto en cualquier elección. Amplió el voto anticipado hasta 45 días antes de la fecha y eliminó el requisito de mostrar un documento de identidad con una foto en los colegios electorales. La ley de Virginia podría provocar conflictos como el siguiente: un individuo usurpa la identidad de otro mostrando un documento sin foto y el nombre que da se registra; más tarde, se presenta el ciudadano perjudicado que demuestra su identidad con un documento con fotografía, pero ha sido despojado de su derecho. Ya hubo denuncias al respecto hace cuatro años.

El estado de Georgia, cuyo gobernador y parlamento son republicanos, ha hecho lo contrario. Sin embargo, medidas como el requisito de mostrar un documento con fotografía para solicitar el voto temprano (early vote) irritan a los demócratas.

En cambio, en Wisconsin, uno de los estados donde se juega la presidencia, se va a permitir a 144.000 personas que se consideran confinados indefinidamente votar sin exhibir un documento con foto. El número de personas beneficiadas de esta excepción a una ley de 2011 se ha doblado desde 2016. Donald Trump se llevó este estado por menos de 23.000 votos y en 2020 lo hizo Joe Biden por casi 21.000.

LOS COSECHADORES DE PAPELETAS

En el país hay una tendencia pasmosa que consiste en la privatización del derecho de sufragio realizada por los progres. Se trata del harvest balloting. La Asamblea de California, controlada por los demócratas, aprobó en 2016 una reforma de su ley electoral para ampliar la recogida a domicilio o recepción de votos, no ya por familiares o vecinos del votante, como se permitía antes, sino también por empleados o voluntarios de asociaciones, que los llevan a los centros de votación de los condados. El proceso carece de garantías sobre la identidad del emisor y la custodia del sobre.

Los republicanos culparon a la cosecha de votos de la pérdida de media docena de sus escaños en la Asamblea. Sólo en el condado de Orange, los sufragios entregados y aceptados por este método rondaron los 250.000 en las elecciones de 2018. Texas, Arizona y Carolina del Norte han prohibido el harvest balloting.

A fin de facilitar la emisión del voto en 2020, durante los encierros y la campaña de terror por el covid, el parlamento californiano aprobó una ley que convirtió en obligatorio el envío de papeletas de votación a los domicilios de unos 22 millones de residentes, lo que ha alargado también los plazos para la recepción de los sobres y su recuento por los empleados de los condados. Las primarias de los partidos en este año se celebraron el 5 de marzo y el plazo límite para dar a conocer los resultados era el 12 de abril. Esa ley se aplicará en las presidenciales.

En esta legislatura, la Cámara de Representantes federal ha aprobado un proyecto de ley (Safeguard American Voter Eligibility Act) para reforzar las garantías de la National Voter Registration Act, de 1993. En vez de ser una propuesta bipartidista, la división fue tajante entre los dos partidos. Sólo cinco diputados demócratas se unieron a la mayoría republicana; el resto, se opuso.

VOTOS QUE LLEGAN TRAS LA VOTACIÓN

Junto a la ausencia de un documento de identidad legal, otros elementos que interfieren en la limpieza de las elecciones son el voto electrónico, que se ha demostrado tan inseguro que en Alemania lo prohibió el Tribunal Constitucional, y el voto temprano.

Ya que las elecciones suelen ser día laborable, con la excusa de facilitar el sufragio todos los estados permiten el voto temprano, aunque varían las fechas en que se puede solicitar y el plazo de recepción.

Muchos estados controlados por los demócratas trataron de ampliar en 2020 el límite para la recepción de papeletas por correo varios días después de la fecha, amparándose en la saturación del servicio de correos por el covid. En Wisconsin quisieron que fuesen válidos los sobres recibidos hasta 14 días después del 3 de noviembre; los tribunales rechazaron la demanda.

El principal de los estados dudosos, Pensilvania, que cuenta con 19 electores, tiene el plazo más amplio del país para pedir el voto temprano, 50 días antes de la elección. Además, en las pasadas elecciones presidenciales, el Tribunal Supremo nacional permitió que se considerasen válidos los sobres estampillados el día de la elección y recibidos en los tres días siguientes en las oficinas de recuento en este estado.

Los sobres se depositan en las oficinas habilitadas por los estados y los condados o en buzones especiales instalados en las calles. La gran pregunta es cómo se custodian esos sobres que están dando vueltas durante semanas hasta su apertura. Casi un 70% de los sufragios en las presidenciales de 2020 fueron emitidos antes de la fecha electoral, fuera como voto por correo o voto temprano. ¡Más de 100 millones! Algunos de los ciudadanos preocupados por la integridad del sufragio reclaman que el día de las elecciones sea, otra vez, un solo día.

El voto por correo suele ser favorable a los demócratas, en parte porque los republicanos no ponen tanto entusiasmo como ellos en buscarlo. Ron DeSantis logró en 2022 la reelección como gobernador de Florida con el mayor margen de los anteriores 40 años y uno de los factores, junto con sus políticas opuestas al wokismo, consistió en que su equipo preparó una campaña específica para captar votantes habituales por correo. Sin embargo, DeSantis ha endurecido los requisitos para el voto por correo, de manera que las peticiones han bajado de 4,3 millones en 2022 a poco más de 2 millones este año.

La primera potencia del mundo envía cohetes a Marte y vigila las líneas del frente en Ucrania con drones y satélites, pero sus administraciones no pueden concluir un recuento de votos para la elección de sus Parlamentos, federal o estatales, y su presidente en menos de un día, como hacen Francia, Argentina, Hungría o Chile. Asombroso, ¿verdad?

La pregunta clave es por qué a los dos partidos, sobre todo al demócrata, opuesto a cualquier medida de seguridad en la emisión del voto, les interesa mantener un sistema que falla tanto y permite adulterar la voluntad popular o, al menos, que muchos ciudadanos tengan dudas sobre los resultados oficiales. Lo explicó Ronald Reagan en sus memorias:

“El pucherazo ha estado presente durante mucho tiempo, pero con los modernos ordenadores se ha convertido en una ciencia, al igual que en un arma política. Interesados de ambos partidos pueden conservar sus cargos y mantener su poder.”

Claro que la intensidad de la discusión no es la misma cuando se trata de la asamblea de Vermont que de la presidencia de Estados Unidos.

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