LOS HUTÍES, NUESTRO ENEMIGO NADA SOFISTICADO

El mar Rojo podría convertirse en una zona de guerra similar a la que fue el golfo Pérsico en los años 80 del siglo XX

Al comienzo de la película de Ridley Scott Red de mentiras (2008), en la que, entre varias tramas, se muestra un falso atentado terrorista montado por la CIA, un directivo de ésta al que interpreta Rusell Crowe, explica a dos miembros del Gobierno de EEUU los métodos de combate de los yihadistas: “Nuestro enemigo supuestamente nada sofisticado ha descubierto la verdad objetiva y nada sofisticada. Somos un blanco fácil. Y poner fin a nuestro mundo es mucho más simple de lo que parece”.

En los choques entre ejércitos, lo habitual suele ser que el atacante disponga de algún tipo de ventaja sobre el atacado. La más obvia es el número, pero la superioridad también la da la tecnología, sean los carros falcados, el arco compuesto, las picas, los arcabuces, el tren o la bomba atómica, que puede vencer a enemigos superiores en cantidad. Sin embargo una de las lecciones de la historia militar es que un ejército considerado atrasado puede derrotar a otro superior en tecnología debido a un mejor aprovechamiento del terreno, a su demografía o a las debilidades del enemigo. Esto ha ocurrido en Vietnam, en Afganistán y en Somalia.

Los soviéticos y los norteamericanos tenían un umbral de aguante de bajas muy inferior al de los nativos. Éstos supieron pronto que, a cambio de un sacrificio enorme de población, se podía poner en contra de la guerra a las respectivas opiniones públicas de sus enemigos y forzar la retirada. Saddam Hussein tenía en 1991 la misma estrategia, la de provocar bajas inasumibles para EEUU, pero Washington lo impidió con una concentración descomunal de hombres y material, que destruyó al ejército iraquí mediante unos pocos golpes demoledores.

La guerra de Ucrania está siendo la ocasión para mostrar la alta evolución tecnológica de la industria militar. Los grandes protagonistas están siendo los drones, que superan las barreras artilleras, esquivan a los cazas y bombardean carros y refinerías. Los soldados tratan de sobrevivir en un campo de batalla donde máquinas de todos los tamaños intentan destruirse entre ellas y, además, matarlos a ellos. Las armas actuales, como aviones y baterías de misiles, son tan complejas que sólo pueden manejarlas militares entrenados durante años.

UNA LARGA GUERRA CIVIL

Sin embargo, en otro punto de la masa continental de Eurasia, a más de 4.000 kilómetros de distancia del frente ucraniano, un grupo de charlies está afectando a la economía mundial con unas lanchas de goma, unos AK-47 y unos pequeños drones.

En la guerra civil que estalló en el Yemen en 2014 y que ha costado en torno a medio millón de vidas, los hutíes forman uno de los bandos, que agrupa a la minoría chiíta (rama musulmana que es la dominante en Irán) y a sunitas descontentos que se levantaron contra el régimen del presidente Abd Rabbuh Mansur al-Hadi. En 2015 tomaron la capital del país, Sanáa, victoria que provocó la intervención de Arabia Saudí. La guerra prosigue en la actualidad, a pesar de la mediación de la ONU.

El ataque terrorista de Hamás perpetrado desde Gaza el 7 de octubre y la respuesta israelí fue la excusa que usaron los hutíes para justificar, a partir de entonces, asaltos a buques mercantes. Para ello, emplean casi toda la costa yemení en el mar Rojo, incluida en el territorio que controlan. Se trata de un lugar perfecto para emboscadas.

El estrecho de Bab al Mandeb, de 32 kilómetros de ancho y 112 de largo, constituye el único acceso desde el Índico al mar Rojo y, de allí, al Mediterráneo a través del canal de Suez. Limitan esta estrecha puerta Eritrea y Yibuti por el oeste y Yemen por el este. Estas aguas han sido cazadero para los piratas desde la antigüedad. El mayor botín pirático de la historia lo consiguieron unos ingleses al capturar en 1695 la flota del emperador mogol de la India que realizaba una peregrinación a La Meca. Como etapa clave de la ruta a la India, estuvo bajo el control británico entre 1839 y 1963.

Los hutíes están asaltando los navíos mediante pelotones armados en lanchas, drones, misiles y hasta torpedos caseros. Improvisación, audacia y pequeñez frente a estructuras de miles de toneladas. Varios países de la OTAN y del golfo Pérsico que han desplegado naves de guerra en la zona (entre ellos España) para proteger el tráfico naval tienen que recurrir a alta tecnología para eliminar unos pequeños aparatos cargados con bombas de un kilo. No comparemos sólo el tamaño de los barcos de guerra con los drones ni el número de hombres implicados; sumemos también las cantidades de dinero que gastan cada uno de los bandos.

Es un desgaste parecido al que sufrieron los invasores de Afganistán: helicópteros, artillería, carros y cientos de soldados para perseguir a unas pocas docenas de guerrilleros que se movían gracias a unas furgonetas Toyota, se ocultaban durante unos días y reaparecían en otro lugar.

OTRA CARGA PARA LA ECONOMÍA EUROPEA

La presencia naval y aérea occidental no ha impedido las acciones de los yemeníes. En consecuencia, las navieras han desplazado sus barcos al sur, o han aumentado las medidas de seguridad. La alemana Hapag-Lloyd y la danesa Maersk suspendieron en diciembre el tráfico por el mar Rojo. La ruta por el cabo de Buena Esperanza supone para los portacontenedores, que suelen transportar más de 20.000 unidades, alrededor de 3.500 millas náuticas más. El viaje entre los puertos de Taiwán y China y los de Rotterdam y Amberes se alarga así de unos 25 días a más de 34.

Todo lo anterior sube los costes (fletes, combustible, sueldos, seguros), tensiona las cadenas de suministro y, por último, repercute en los precios y la inflación que sufren los europeos.

Si los hutíes empezasen a recibir armamento más potente de Rusia o de sus aliados, como Irán y Corea del Norte, podrían acabar de cerrar el estrecho de Bab al Mandeb al tráfico comercial y sacudir la tambaleante economía europea, aunque el más perjudicado sería Egipto, país propietario del canal de Suez, por el que cruzaban unos 22.000 barcos al año. Pero hay un escenario todavía más siniestro.

Esta región tiene una alta concentración de fuerzas militares en alerta. Junto con la presencia de buques de la OTAN y la guerra en Yemen, se encuentran las bases en Djibouti de tres potencias nucleares: Estados Unidos, Francia y China. El mar Rojo podría convertirse en una zona de guerra similar a la que fue el golfo Pérsico en los años 80 del siglo XX, durante la guerra entre Irak e Irán.

Los rebeldes yemeníes, “supuestamente nada sofisticados”, han comprendido que los cargueros son “un blanco fácil” y vulnerable. Y encima ellos están dispuestos a jugarse la vida por su causa.

De nuevo unos guerreros vestidos con sandalias y turbantes pueden vencer, o al menos agotar, a militares con botas y GPS.

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