Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Moreno pincha como líder nacionalista andaluz

De centro centrado, pero baluarte y émulo del regionalismo más retrógrado, el de la patria andaluza, el de Blas Infante

El pasado domingo día 3 de diciembre, en la Plaza de Cuba de Sevilla, cabeza de entrada al barrio más pepero hispalense, había varias bolsas de basura negras con decenas de banderas andaluzas. Nadie se interesó en ellas. El mitin auspiciado por el PP andaluz a través de una organización pantalla, Foro Economía y Sociedad, quería ser la punta de lanza de un nuevo nacionalismo andaluz. El presidente de la Junta, Juanma Moreno Bonilla, aprovechaba la conmemoración del 4 de diciembre de 1977, donde cerca de dos millones de andaluces se echaron a la calle con el fin de reclamar un estatuto de autonomía propio, para proclamarse un nuevo líder nacionalista. De centro centrado, inclusivo y dialogante, pero baluarte y émulo del regionalismo más retrógrado, el de la patria andaluza, el de Blas Infante, ese iluminado blanqueado durante años en los colegios, que acabó abrazado a la fe musulmana y explorando la unión con el norte de África.

Durante la semana anterior al mitin, la Junta de Andalucía había gastado el dinero de los contribuyentes en una campaña masiva en los medios de comunicación. Una bandera andaluza a todo trapo recordaba la fecha del 4D con el lema #AndalucíaPinta. Así, con hashtag y con acento. Además, los periódicos afines a la Junta caldeaban el aniversario con reportajes sobre qué supuso para la comunidad esa fecha —hoy institucionalizada como el Día de la Bandera por el PP-A—, en el desarrollo autonómico.

Nada podía fallar. La matraca de «No queremos ser más que nadie, pero tampoco menos que nadie», el victimismo propiciado por la condonación de la deuda catalana, los correos desde organismos institucionales alentando a los funcionarios de la Junta a que acudieran al acto, autobuses pagados desde Jaén, un día soleado, un barrio proclive… auspiciaban un éxito sin precedentes en este nuevo devenir del moreno bonillismo. Sin embargo, apenas se juntaron unas mil quinientas personas en la misma plaza donde vivió Manuel Clavero Arévalo, ministro con el Gobierno de Adolfo Suárez y uno de los artífices del «café para todos» y regímenes de autogobierno en condiciones de igualdad con el catalán o el vasco.

Por poner un justificante del «pinchazo»: un mes antes, el 8 de octubre, sin más mecanismos de convocatoria que las redes sociales gratis total, 200 euros para la pancarta de cabecera y una megafonía de bazar chino, Juan María del Pino, presidente del Club de Debate Jovellanos, una entidad minoritaria pero combativa, sacó a la calle por la Avenida principal de Sevilla, a más de 4.500 personas en contra de la amnistía de Pedro Sánchez. O los 60.000 que el propio PP logró convocar el 12 de noviembre cuando los mensajes de la estafa de compra de los siete votos de Junts eran bastante claros y no se escondían bajo otros objetivos espurios.

¿Qué ha pasado entonces para que fracase este intento de resucitar el nacionalismo andaluz por el centro? Pues sencillamente, que el regionalismo chauvinista está ya amortizado. Treinta y siete años de apropiación indebida por parte del PSOE andaluz para neutralizar al Partido Andalucista de Rojas Marcos se han encargado de finiquitarlo. El anterior régimen clientelar de la Junta, donde la institución, el partido socialista, el enchufismo y la bandera verdiblanca eran lo mismo, ha dejado fuera de juego cualquier intento de restaurar un nacionalismo andaluz, llámese de izquierdas o de derechas. Entre otras cosas porque el nacionalismo excluyente siempre es rentable económicamente para sus administrados y aquí no lo es. No hace falta travestirse como en Galicia.

Andalucía sigue estando en los puestos de la vergüenza de muchas cosas. Tenemos la triste plusmarca de que de los quince barrios más pobres de España diez están al sur de Despeñaperros. Misma proporción con los pueblos. Cada mes se producen en la región una media de 560 desahucios por impago de la cuota de alquiler. El riesgo de pobreza y exclusión social en Andalucía es del 35,8% frente al 26 por ciento de España. Además, los andaluces tienen de media una renta anual de 2.300 euros inferior a la estatal. Y para colmo de males, a pesar de los elevados índices de carencias, sólo un 3,3% reciben en la comunidad la Renta Mínima de Inserción frente al 7,7 por ciento de la nación; últimos datos de la Asociación Pro Derechos Humanos en Andalucía.

El presidente de la Junta de Andalucía no puede convertirse en un líder nacionalista, ni siquiera impostado; ni falsificar la historia, mientras no arregle el relato de lo que de verdad importa a la mayoría. Si de diez colegios que obtienen las mejores ratios de acceso a la Universidad, sólo uno es público, algo falla. Si estamos en los peores puestos de España en cuanto a las listas de espera para ser operados y con muchos centros de Salud que no tienen ni citas previas, no vale argumentar que se ha aumentado el presupuesto en Sanidad y hay más médicos que con los socialistas, es un problema de gestión. Si tratan de enmascarar el aumento del número de funcionarios con programas de simplificación administrativa, es que faltan a la verdad de que Andalucía necesitaba un cambio. En el sur de España, después de dos legislaturas del PP, los servicios públicos han ido a peor y la única diferencia con el PSOE de Cháves y Griñán es que por ahora no roban, lo cual reconozcámoslo, no es poco. 

Sevilla, 1963. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, ingresó en el diario ABC en Madrid en 1989. Luego se trasladó a ABC de Sevilla donde ha trabajado en las secciones de Cierre y Andalucía hasta enero de 2023. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública y Lenguaje Publicitario en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid.

Más ideas