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Qué podemos aprender de los menonitas

Durante siglos se trasladaron de los Países Bajos a Alemania y Ucrania, huyendo de la obligación de servir en ejércitos y recibir educación estatal

Si han viajado por Sudamérica, saben que es extremadamente raro encontrar pueblos de casas repintadas con césped bien cuidado, en los que todo el mundo respeta los ceda el paso y los pasos de cebra. Hay barrios de lujo fortificados de ese tipo en todos los países, sí, ¿pero en zonas agrarias en la mitad de la nada? Eso solo ocurre en algunos sitios, y casi todos son colonias menonitas.

Los menonitas son gente rara. Conocidos por su modo de vida tradicional y sus convicciones pacifistas, se han extendido rápidamente por Hispanoamérica. Son frecuentemente confundidos con los amish, porque los amish recibieron una tremenda dosis de publicidad (positiva) con la película ochentera Único Testigo, con Harrison Ford, y siguen siendo visibles en zonas del este del EEUU donde uno no se espera ver carros con caballos en las carreteras, como Pennsylvania.

Los menonitas, que en general aún hablan un dialecto primitivo del alemán llamado “plautdietsch”, son una comunidad sociorreligiosa que remonta sus orígenes a la Europa occidental del siglo XVI. Son anabaptistas como los amish, y deben su nombre al holandés Menno Simons (1496-1561).

Siguiendo sus ideales de no violencia, el bautismo de adultos (si creces en una colonia menonita o amish y no te gusta, nadie te impide marcharte, y nadie te obliga a bautizarte) y el aislamiento de las tentaciones mundanas, los menonitas durante siglos se trasladaron de los Países Bajos a Alemania y Ucrania, siempre huyendo de la obligación de servir en ejércitos nacionales y recibir educación estatal.

A medida que la presión de distintos gobiernos continuó, se mudaron en masa a América del Norte y, desde hace décadas, han ido formando diversas colonias en Hispanoamérica.

En los antiguos virreinatos españoles, los menonitas han encontrado tierras en abundancia y gobiernos en general tolerantes con su aislacionismo, sobre todo en México, Bolivia y Paraguay. 

Las colonias menonitas más conservadoras rechazan el uso de neumáticos de goma en los tractores, la electricidad y los teléfonos. Las colonias más abiertas, sobre todo en Paraguay, aceptan el uso de móviles, televisores o camionetas. A veces hay muy variados puntos de vista dentro de una sola colonia, con algunos miembros que tienen puntos de vista totalmente opuestos sobre la educación, el trabajo, el uso o rechazo del idioma español y, más en general, los vínculos con el mundo exterior.

Los estudiosos creen que México tiene el mayor número de menonitas de América Latina, aunque su expansión allí se ha visto limitada por conflictos sobre el acceso al agua. Como porcentaje de la población total, las comunidades de Paraguay, Bolivia y Belice son más significativas.

Según el Congreso Mundial Menonita, un 10% de los 2,13 millones de personas que se podrían considerar menonitas viven en Hispanoamérica y el Caribe, aunque la cifra no incluye a algunos de los grupos más tradicionalistas, que constituyen muchas de las comunidades en Latinoamérica (en total unas 200) y que no forman parte del Congreso Mundial.

Paraguay, en particular, alberga una de las mayores minorías menonitas de América Latina. En un país de tan solo seis millones de habitantes y con una extensión territorial similar a la de España, los menonitas paraguayos están entre los mayores terratenientes del país, además de dominar las industrias láctea y agrícola.

Trabajando para un reportaje reciente, hablé sobre la situación de esta minoría con Delmer Wiebe, teólogo que creció cerca de Filadelfia, la colonia menonita que funciona como capital de la región paraguaya del Chaco.

Para Wielbe, la ética de trabajo de los menonitas y sus esfuerzos por ayudar a las comunidades vecinales son la clave del éxito en Paraguay. Esta situación contrasta con la tendencia dominante en Bolivia, donde las mayores comunidades menonitas son muy cerradas y mantienen su aislamiento de la población indígena.

Mientras que muchos menonitas de Bolivia no hablan español y no usan electricidad, en México y, sobre todo en Paraguay, muchos estudian en universidades locales. Otra clave del éxito menonita son las altas tasas de fertilidad.

Las familias menonitas suelen ser muy numerosas y, a menudo, las nuevas colonias se crean por la falta de tierras para nuevos hogares, más que por conflictos con las autoridades civiles. Esto está llevando a algunos menonitas latinoamericanos a buscar nuevas tierras en África, con países como Angola como posible foco de expansión futura de la fe.

Es posible convertirse a la fe menonita, sobre todo en las comunidades más abiertas como las de Paraguay, que llevan años recibiendo a locales atraídos por su estilo de vida familiar, pacífico y conservador. Sin embargo, ello no es fácil todos los oficios religiosos son en el dialecto alemán, y muchos menonitas étnicos son reacios a aceptar forasteros en sus comunidades, ya que están unidos por lazos familiares que datan de siglos atrás.

De hecho, de todos los países latinoamericanos colonizados por menonitas, Paraguay ofrece un claro ejemplo de expansión menonita tanto mediante la conversión como mediante el crecimiento demográfico de las colonias preexistentes.

Delmer Wiebe, hijo algunos de los primeros menonitas en su país, es jefe de departamento de la Universidad Evangélica del Paraguay, creada en la década de 1990 en la capital, Asunción, con la ayuda de la comunidad menonita. De los otros cinco miembros de la junta directiva del departamento, dos son menonitas no étnicos convertidos a la fe.

Uno de ellos, el profesor de teología Rogelio Duarte, calcula que en Paraguay hay entre 45.000 y 50.000 menonitas, tanto étnicos como conversos.

La Universidad Evangélica es solo uno de los muchos proyectos sociales de inspiración menonita en uno de los países más pobres de Latinoamérica. Otros son un hospital de caridad en las afueras de Asunción, un programa menonita de construcción de comunidades y una fundación que brinda tratamiento para enfermedades oculares entre los paraguayos en situación de pobreza.

Filadelfia, la colonia del Chaco, es en muchos sentidos un escaparate de los esfuerzos ministeriales de los menonitas de Paraguay. Es una ciudad pequeña y encantadora, limpia y tranquila, con 20.000 habitantes, un museo y el mejor hospital en cientos de kilómetros a la redonda.

Muchos que pasan por allí aprenden de primera mano del ejemplo de vida cristiana y comprometida de los menonitas. En un mundo dominado por tasas de fertilidad cayendo en picado (Paraguay está en 2,5 hijos por mujer, casi la mitad que a principios de siglo, y a la baja) los menonitas son prueba evidente de que otro futuro es posible, incluso con móviles.

Madrid, 1973. Tras una corta y penosa carrera como surfista en Australia, acabó como empleado del Partido Comunista Chino en Pekín, antes de convertirse en corresponsal en Asia-Pacífico y en Europa del Wall Street Journal y Bloomberg News. Ha publicado cuatro libros en inglés y español, incluyendo 'Podemos en Venezuela', sobre los orígenes del partido morado en el chavismo bolivariano. En la actualidad reside en Washington, DC.

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