René Guénon es uno de los pensadores más originales y controvertidos del siglo XX. Es también un destacado representante de la escuela tradicional conocida como Sophia perennis, de la que formaron parte Ananda Coomaraswamy, Titus Burckhardt y Frithjof Schuon, entre otros. Esta escuela designa una sabiduría original relacionada con la filosofía antigua (Pitágoras, Platón) y un nuevoespíritu antropológico que promueve el redescubrimiento de las tradiciones ancestrales contrarias al racionalismo limitativo y al tecnocientificismo propios de la sociedad globalizada de nuestro tiempo. Frente a interpretaciones reductivas de la cultura y algunas de sus expresiones dominantes, como la ciberutopía y el solucionismo tecnológico, sus enseñanzas adquieren sentido hoy más que nunca como un conocimiento eterno y “no humano”, como dique y contención a los muchos desvaríos que marcan y desgarran nuestras vidas.
En respuesta a quienes han tachado sus postulados como gratuitos e incoherentes, ha de subrayarse que los maestros de la Sophia perennis se adelantaron varias décadas a los críticos de la cultura prometeica de la racionalidad y a los cuestionadores, con Jean-François Lyotard a la cabeza, del voluntarismo progresista y del metadiscurso ilustrado de la modernidad. La acogida acrítica del llamado multiculturalismo, al desacreditar todo aquello que, por derivar de una dimensión vertical y trascendente —valores comunitarios, morales, culturales, religiosos— no tiene una traducción directa en forma de intereses contractuales, financieros, mercancías o servicios, ha vuelto a poner sobre la mesa la importancia del rearme intelectual como antídoto contra el nihilismo contemporáneo. La ruptura epistemológica que, a la postre, supone la Shopia perennis constituye un proyectil a la línea de flotación tanto del individualismo y el neoliberalismo como del marxismo cultural, a la vez que un poderoso contrapunto a la mugre ideológica y a las distorsiones cognitivas que, como salteadores de caminos, nos acechan por todas partes.
Pertrechado de un lenguaje personalísimo e intransferible, Guénon nos ofrece una nueva concepción del mundo que rechaza el modelo de racionalidad abstracta, la fe ciega en el progreso y una concepción lineal de la Historia. Este posicionamiento de partida, que implica una enmienda a la totalidad al discurso de ideas hegemónico y a la “civilización occidental” en todas sus manifestaciones, –científicas, espirituales, artísticas, políticas y morales–, fue desarrollado por nuestro autor en una vastísima producción ensayística que ha sido ahora ordenada y clasificada por vez primera en castellano en unas Obras Completas, distribuidas en veintitrés volúmenes, que ven la luz gracias al tesón y muchos años de estudio de su editor, el profesor Javier Alvarado Planas, catedrático de Historia de las Instituciones de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
De entre las diversas posibilidades de ordenación, clasificación y presentación sistemática de los numerosos trabajos que René Guénon redactó en vida, incluidos muchos artículos y reseñas de libros y revistas, algunos de ellos firmados con diversos heterónimos, Alvarado ha optado por agruparlos en cuatro grandes bloques o apartados: “Crítica al mundo moderno y a los movimientos pseudoespirituales” (volúmenes I a VII), “Exposición de principios metafísicos” (VIII a X), “Estudios sobre Ciclología, la Tradición y las Formas Tradicionales” (XI a XIX) y “Estudios sobre los Centros Espirituales” (XX a XXIII). Un volumen introductorio del propio profesor Alvarado precede a todos ellos, introducción que, en nuestra opinión, constituye una de las mejores y más clarificadoras aproximaciones de conjunto escritas hasta ahora sobre la obra guenoniana. En él Alvarado nos explica las experiencias iniciáticas de nuestro autor, su defensa de la Tradición y los conceptos y ejes fundamentales de su obra. Y sobre todo lo que fue y no fue René Guénon. Así, –nos dice Alvarado–, no fue propiamente un “orientalista”, un “historiador de las religiones”, un “tradicionalista”, un “ocultista”, un “reformador social o político” o un “gurú o maestro espiritual” sino, ante todo, un “metafísico en el sentido etimológico de la palabra”.
Entre los conceptos nucleares en la obra de René Guénon podemos destacar, además de la existencia, como hemos dicho, de una “Tradición Primordial”, –de origen suprahistórico y en la que conviven dos aspectos complementarios, uno “exotérico”, aprehensible por todas las personas, y otro “esotérico” que concierne únicamente a los miembros de una élite capaz de comunicarse con los “estados supraindividuales” y hacer de ello un peculiar estilo de vida–, de una unidad esencial de las religiones, que se traduce en la universalidad de todas las doctrinas sagradas y del simbolismo tanto iniciático como religioso, unidad que no implica uniformidad ni sincretismo, y muy particularmente de una nueva noción de metafísica, entendida como conocimiento suprarracional, imperecedero y atemporal, en nada coincidente con el saber especulativo, racional y complaciente de nuestros filósofos convencionales. En todos estos conceptos subyace una misma línea argumental: la necesidad de “comprehender” la naturaleza de las cosas mediante una realización espiritual y la práctica contemplativa cuya meta suprema y final es la trascendencia o “liberación” de todas las limitaciones y ataduras humanas.
Para poder descubrir en toda su plenitud la genuina doctrina esotérica, es decir la Tradición con mayúsculas, entendida como conocimiento supremo y trascendente, no basta para Guénon el estudio y la erudición. Es una tarea que requiere una previa y especial predisposición interior, una “intuición intelectual”, que cuenta con sus propias herramientas de introspección, ajenas a los métodos gnoseológicos modernos. Entre estas herramientas sobrealen el mito y el símbolo. Según Guénon, el símbolo es la representación sensible de una idea y la forma más adecuada para transmitir significados no conceptuales. Actúa haciendo emerger hasta la superficie de la conciencia elementos inconscientes por asociación y encadenamiento espontáneo de imágenes, emociones y recuerdos, concatenando así una reserva de significados. El rito está literalmente constituido por un conjunto de símbolos. Los ritos, nos dice, “son símbolos en acción”, de modo que “todo gesto ritual es un símbolo actuante”.
Guénon nos explica que los métodos racionales y discursivos, como los utilizados por la ciencia y la filosofía convencionales, resultan insuficientes para transmitir lo metafísico, un estado del ser que por su propia naturaleza es inexpresable. Para acceder a ese conocimiento superior, y alcanzar la plenitud de la existencia, será preciso que el individuo emprenda un proceso de iniciación en el que habrá de contar con el auxilio de los símbolos y ritos, cuyo significado irá conociendo gradualmente a través del camino o tránsito por los estados interiores de su ser.
Esta afirmación de Guénon nos permite enlazar con el eclipse espiritual que caracteriza a nuestra época, que es el resultado de la pérdida de “mentalidad simbólica”por parte del hombre de nuestros días. Por «mentalidad simbólica» se refiere Guénon al estado de percepción real, nunca fingida, capaz de intuir lo inexpresable, cuya idoneidad es inherente a la conciencia profunda del ser humano. También al medio de trascender las carencias del ámbito temporal y sensible. Tal pérdida se refleja en la proliferación de símbolos que no son verdaderamente tradicionales (y aquellos que no posean este carácter no merecen un nombre así, pues, según Guénon, no son más que falsificaciones totalmente profanas).
La obra de Guénon se sitúa extramuros del canon y no ha tenido todavía el reconocimiento y aceptación que merece. No quiso tener “discípulos”, aunque importantes autores y pensadores han reconocido su magisterio. Es el caso de Mircea Eliade, Henri Corbin, Jean Danielou, Jean Hani, Michel Valsan o del inefable André Gide. Su filiación sufí, desconcertante para muchos, y sus galanteos con la masonería añaden polémica a su figura. En realidad, la vinculación al islam fue el resultado de una infatigable búsqueda de la verdad genuina, mistérica y perdida, una opción vital dentro de una vía trascendente única, pues la vía metafísica como tal, no es patrimonio privativo ni de Oriente ni de Occidente. Con todo, somos muy conscientes de que el camino elegido por Guénon plantea interrogantes desde muchos puntos de vista. Por eso mismo, estas Obras Completas nos ofrecen una espléndida oportunidad para poder formarnos sin intermediarios un criterio personal acerca de la vida y enseñanzas de uno de los escritores más deslumbrantes y radicalmente independientes de nuestra historia contemporánea. Nuestra gratitud infinita al profesor Javier Alvarado.
GUÉNON, René. Obras Completas. Edición de Javier Alvarado Planas, Sanz y Torres, Colección Ignitus, 23 volúmenes más uno introductorio. Madrid, 2023.