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SINGULARIDAD INTRÍNSECA

Traducción etimológica de este hircocervo político

Leyendo a mi admirado Hughes, el hegêtôr de estas páginas de IDEAS, uno se entera de que los amigos de la insolidaridad catalana con España justifican esa traición de no aportar nada al erario nacional desde la expresión metafísica de “singularidad intrínseca”, locución (de Patxi López) cuyo significado, amparado por una investigación etimológica, hubiera hecho sonreír al catedrático de griego don Miguel de Unamuno, tan amigo de las etimologías. ¿Le viene auténticamente bien al término “singularidad” el adjetivo “intrínseco”? Nos recordaba el energúmeno vasco que auténtico es lo que tiene su propio (autós) dentro (entós). El authenta era el que hacía algo por sí mismo, de propio e íntimo impulso, como los criminales que salen en las grandes tragedias griegas. ¿Qué es, en fin, una auténtica singularidad intrínseca? Buceemos en las etimologías, que suelen desvelar el inconsciente arcaico de los perpetradores del habla del poder. Singularidad proviene del numeral distributivo “singuli”, significando “cada uno”, “de uno en uno”, “uno después de otro”, o “todos separadamente”. La historiografía romana lo emplea mucho en la descripción de batallas en que se lucha por grupos, como, por ejemplo, las batallas navales. Tiene etimológicamente que ver con otros muchos términos latinos, como “semel” (“una sola vez”, “de una vez”), o “simplex” (“sencillo, que no está formado por partes”). Estos vocablos latinos provienen a su vez de la raíz indoeuropea *sem- y *semo-, y que está presente en muchas lenguas indoeuropeas con significados parecidos: sánscrito “sama-“, persa “hama-“ (cada uno), griego hamóthen (“de algún lado”, “de algún sitio”) o udamoì (“a ningún lugar”) y también el número uno del griego, “hén”, en el sentido de “uno solo”, gótico sums, o inglés “some”. Esto es, etimológicamente hablando, la singularidad sería “la separación de lo común de alguien o algunos provenientes de la misma naturaleza”, como los grupos de barcos que distribuía César para abordar una a una las naves de los vénetos.

Pasemos ahora al adjetivo “intrínseco”, que deriva del adverbio latino “intrinsecus”, con el significado de “interiormente”, “por dentro”, y también con el sentido de “yendo hacia el interior”, vocablo compuesto a su vez por “intra”, adverbio o preposición con el significado de “en el interior o dentro”, y por el adverbio “secus”, con el sentido de “de otra manera, de modo distinto”, y que está emparentado con el verbo “seco”, que significa “cortar”, “dividir”, de donde viene también el indeclinable secus, significando “sexo”, en la idea de un corte de separación, como una línea divisoria, que separa el “secus virile” del “secus muliebre”. Con todo ello podríamos hacer la siguiente traducción de este hircocervo político, que es la “singularidad intrínseca”: “La separación de lo común de alguien o algunos provenientes de la misma naturaleza a causa de división íntima en la naturaleza de lo separado”. Obviamente la traducción es etimológica, de lingüística diacrónica, pero refleja bastante bien la intención de la traición política, quizás aún inconsciente. Algunos se separan de lo común no en virtud del ordenamiento administrativo de lo común (comarcas, provincias, regiones, etc.), sino en virtud de la división interna que aparece en el elemento separado administrativamente, una Cataluña esquizofrénica. Y se acepta así una situación clínica en Cataluña a fin de que los españoles esquizoides sigan brindando al Gobierno en minoría siete votos. “Hispania et eius gubermentum decipi volunt”. España y su gobierno quieren ser engañados. Un estallido popular de locura comarcal que recuerda ciertas epidémicas enfermedades de la Edad Media, movido por el mito del más salvaje resentimiento. Romería arrabalera de catalanes desaprensivos y castizos. Cataluña, como concepto racista, implica una concepción zoológica sin base. Durante cuarenta años Cataluña ha sido sometida a una escolástica política estragada, a tal superchería, que da como resultado hoy exigir algo que supone tener un “morro” y una desfachatez verdaderamente locos. Tan locos, tan locos que no puedo imaginarme a Felipe VI firmando tamaña medida de descaro y desvergüenza. Se resentiría el prestigio de la monarquía, si bien prestigio quiso decir originariamente engaño. Un vendaval de estupidez está asolando a esta pobre España sin que los ciudadanos hagamos nada efectivo, como es defenestrar por incompetencia repetidamente probada a los partidos del consenso. Decía Unamuno que hay pueblos salvajes que cuando salen a campaña llevan dragones, endriagos, mascarones, carátulas y todo género de espantajos. Nosotros llevamos la astracanada de la Constitución, más efectiva que el bálsamo de Fierabrás. España se ha vuelto un manicomio suelto que subvenciona el odio de quienes quieren destruirla. “Singularidad intrínseca”. ¿Y qué más? ¿Eres tan insustituible, Pedro, que es menos mala nuestra disolución nacional a que te arriesgues a convocar elecciones? Memento mori. Por lo demás, estas pomposas formulaciones políticas sin sentido se han ido dando con frecuencia a lo largo de los años de Régimen que llevamos. ¿Se acuerdan ustedes de la llamada “orquestación nacional”? Pues eso, uno toca el piano y otro la pandereta.

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