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Un empujoncito por nuestro bien

Usan la psicología conductual no sólo para crear miedo, sino también para modelar respuestas positivas tras una catástrofe y para encaminar a los ‘radicales’

Las sociedades necesitan personas que se especialicen en una ciencia, un trabajo o un oficio para desarrollarlo lo mejor posible, encontrar nuevos métodos, máquinas o productos y, en definitiva, mejorar nuestra vida. Los podemos llamar expertos. Y gracias a los expertos, desde el piloto mayor de la Casa de Contratación de Indias, que recopilaba los descubrimientos geográficos hechos por los navegantes españoles con los que luego elaboraba nuevos mapas, a los probadores de videojuegos, el conocimiento avanza.

Sin embargo, hemos llegado uno de esos momentos gozne en la historia en que los expertos son ignorados y despreciados. La autoridad, el mérito y el diploma empiezan a ser rechazados con asco incluso por otras personas que entran en la categoría de expertos. De manera poco original se podría atribuir ese rechazo al igualitarismo predicado por Mayo del 68, pero en mi opinión es más reciente. En los últimos años hemos vivido acontecimientos que, como la delgada línea roja de las novelas de aventuras británicas del XIX, han destrozado a las diferentes tribus de expertos.

Se nos dijo que la caída del bloque socialista en Europa abriría paso a una época de felicidad y prosperidad, porque la historia se había acabado. Más tarde, se aseguró que la invasión de Irak y de Afganistán terminaría con el terrorismo islámico y llevaría la paz a Oriente Próximo. Ninguno de los miles de economistas con puesto de profesor o consultor y tribuna en la prensa intuyó la Gran Recesión de 2008. Las redes sociales no se han convertido en el espacio de libertad de expresión que se nos prometió. Los nómadas digitales, representación de la bohemia, la libertad y la no-estatalidad, se confabularon con los gobiernos para aplicar la censura en Twitter, Facebook y YouTube. Los meteorólogos y demás vinculados a la industria del cambio climático nunca han reconocido que ninguna de sus previsiones catastróficas se ha cumplido. Los políticos y empresarios que afirman que los europeos debemos traer millones de inmigrantes para pagar las pensiones públicas, a la vez aumentan los años de cotización para cobrar estas. Y por último, para concluir el párrafo que se está alargando, la epidemia de covid, que ha arrasado con el renombre de la clase médica y la OMS.

Mientras en España, gran productora de mantos de silencio, el Poder ha arrojado otro más sobre el covid, su origen, su gestión, sus consecuencias y todas las medidas tomadas por las autoridades para protegernos, en países más serios prosigue la investigación y la exigencia de responsabilidades en los Parlamentos. Uno de ellos es el Reino Unido, donde el pueblo británico está conociendo que el Gobierno de Boris Johnson desoyó los avisos de que el cierre de los colegios causaría en los jóvenes (apenas afectados por el virus) más muertes por suicidio que por covid, como así ha ocurrido; y también que el entonces ministro de Sanidad, Matt Hancock, exigía a sus asesores y expertos buscar nombres aterrorizadores para las variantes del covid que causasen terror a la gente y la convenciesen de seguir sus órdenes si querían seguir vivos.

Estado del miedo permanente

En la misma Gran Bretaña, un libro de la periodista Laura Dodsworth, El estado del miedo, ha desvelado la existencia dentro del Gobierno británico (país con el sexto PIB del mundo, armamento nuclear, derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU…) de una unidad gubernamental secreta dedicada a manipular a la gente con mensajes, sobre todo, de miedo, porque el miedo nos convierte en seres dóciles que esperan ansiosos los cuidados de las autoridades, convertidas en benévolas. Su nombre oficial es Behavioural Insights Team y su apodo es el de ‘Unidad del empujoncito’ (Nudge Unit).

Escribe Dodsworth: “La teoría del empujoncito es un concepto de ciencias conductuales que emplea las claves en nuestro comportamiento parta dar un ‘empujoncito’ a nuestra toma de decisiones. Los empujoncitos no son órdenes, sino sugerencias sutiles y ocurren sin que te des cuenta”.

La ‘Unidad del empujoncito’ la constituyó el Gobierno del conservador David Cameron (2010-2016). Sus miembros, al servicio del Gobierno, usan la psicología conductual “no sólo para crear miedo, sino también para modelar respuestas positivas tras una catástrofe y para encaminar a los ‘radicales’ en distintas direcciones”. La idea ha gustado tanto a los políticos, los funcionarios y, por supuesto, los psicólogos, que otros Gobiernos han creado sus propias unidades, que tratan de mantener secretas, o bien contratan los servicios de consultoras dedicadas al democrático objetivo de manipular a las personas. En Canadá, el Gobierno del liberal Justin Trudeau también dispone de la suya desde ha años y obtuvo información sobre “modificar el comportamiento de los ciudadanos sobre otros importantes asuntos globales, como, por ejemplo, el cambio climático”.

En el libro los actos y mensajes que se han repetido entre 2020 y 2022 en el mundo, como los aplausos en los balcones a los sanitarios y las campañas aterrorizadoras como la que culpaba a  los jóvenes de matar a sus abuelos (no los Gobiernos, que sólo se preocupan de salvarnos), se atribuyen a estas unidades de empujoncitos.

Ahora mismo los psicólogos que las componen pueden estar trabajando en campañas para convencer a la gente de que coma insectos y renuncie a los viajes en avión a fin de frenar el cambio climático, aunque las consecuencias sean, entre otras, desquiciar a los jóvenes que reciben este martilleo de mensajes apocalípticos. ¡Qué importan unos cuantos cientos de miles de niños asustados porque creen que van a morir de sed o ahogados a cambio de salvar el mundo!

Las tribus de expertos se preguntan por qué la gente ya no se cree ni los pronósticos del tiempo de la AEMET. Y es porque no dejan de darnos empujones.

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