Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Una advertencia para España de las mujeres polacas

Si en el poder la derecha defiende y promueve el matrimonio tradicional, habrá más mujeres casadas que tendrán más posibilidades de votar a la derecha

Un viejo chiste estadounidense explica que un conservador es simplemente una persona de extrema derecha que ha tenido varias hijas. No es una gracieta: es una forma muy sucinta de resumir las muchas encuestas de opinión que muestran que, en todo el mundo desarrollado, los padres con hijas tienden a votar más a la izquierda. Y lo mismo ocurre con las hijas, al menos mientras están solteras.

Si lo piensan, esto tiene sentido. Cuando durante la dictadura de Primo de Rivera se debatió por primera vez el sufragio femenino, la diputada del PSOE Margarita Nelken se opuso alegando que las mujeres, como personas que prefieren el conservador ámbito familiar, tenderían a votar más a las derechas que a las izquierdas. En el contexto de la época, parece haber llevado razón, y algunos historiadores creen que el voto femenino ayudó a que la CEDA ganara las elecciones de 1934, lo que inició el descarrilamiento de la República.

Sin embargo, las cosas han cambiado mucho desde entonces. El porcentaje de “solteronas”, mujeres no casadas mayores de 30 años, era minúsculo entonces comparado con el de ahora. España, y todo occidente, ha evolucionado hacia convenciones sociales que favorecen la soltería y se centran en que las mujeres se preocupen antes de su carrera que de formar familias. En consecuencia, el efecto pro-conservador del ámbito familiar se diluye.

Todas las encuestas disponibles en el mundo desarrollado muestran que las mujeres votan más la izquierda que la derecha, y ello es porque las mujeres solteras, en particular, votan de forma casi monolítica a la izquierda, lo que compensa la preferencia de las mujeres casadas por las opciones de derechas, algo observado desde hace tiempo en países de varios continentes. En el momento en que las solteras son un mayor bloque de votantes que las casadas, la ventaja es para la izquierda.

La explicación es simple: un padre con hijas teme por su futuro, teme por ellas porque las mujeres son más débiles físicamente y están más expuestas a la violencia y el abuso; por ello, prefiere que el estado tenga más poder y recursos para proteger a sus hijas. Del mismo modo, la mujer soltera se ve a sí misma (por mucho que públicamente diga lo contrario) en una situación similar, y recibe un recordatorio de ello cada vez que intenta abrir un bote de conservas y el único macho que hay cerca para ayudarla es un perro o un gato.

Por ello, las mujeres casadas con hijos varones, en particular, están entre el bloque de votantes más fieles que puede tener cualquier opción política de derechas, y en particular aquéllas que buscan reducir el papel del estado en la sociedad. Instintivamente, saben que tendrán la protección que otorga el ámbito familiar y que siempre tendrán a alguien a quien pueden llamar para abrir botes.

Estas tendencias son bien conocidas por la gente más astuta de izquierdas, y explican la hostilidad secular que siempre han tenido hacia la institución familiar tradicional. Y han sido obvias en las elecciones del domingo pasado en Polonia.

La izquierda polaca logró una victoria clave que puede encauzar el país en la senda de la Agenda 2030, después de unas reñidas elecciones, y pese a que el partido dominante del centro derecha ha logrado concentrar mucho del llamado voto útil. Habrán leído muchos análisis sobre el desgaste inevitable de gobernar en democracia, el cansancio del elector que prefiere un cambio de caras, etc. Todos esos tópicos están muy bien pero no explican la realidad.

La realidad es que el votante de siempre de la derecha —mujer u hombre— vota a la derecha porque, en líneas generales, está satisfecho con lo que recibe. Sin embargo, las nuevas votantes que sustituyen a las fallecidas son mucho más difíciles de captar porque son, con mucha mayor frecuencia, solteras que tienden en Polonia, como en cualquier otro lugar, a votar a la opción más a la izquierda que puedan encontrar. Con estas tendencias, en Polonia como en España, el futuro es suyo, al menos hasta que sea de los bloques de inmigrantes.

Esta advertencia es importante porque hace décadas que muchos teóricos de centroderecha se han querido convencer de que las ideas tradicionales y lo que se ha dado en llamar “batalla cultural” son una pérdida de tiempo para partidos políticos que deberían centrarse en convencer al votante de que gestionarán la economía mejor que la izquierda.

La “batalla cultural” es, sin embargo, muy importante para ganar votantes como éstos: si en el poder la derecha defiende y promueve el matrimonio tradicional, habrá más mujeres casadas que tendrán más posibilidades de votar a la derecha en las próximas elecciones. Y más futuros votantes. Las cifras no mienten. Por otro lado, si la derecha le garantiza a los padres y las madres que sus hijas estarán seguras y tendrán la protección del estado, en lugar de que el estado se dedique a llenar las calles de violadores, ello también dará un empujoncito en las urnas.

Madrid, 1973. Tras una corta y penosa carrera como surfista en Australia, acabó como empleado del Partido Comunista Chino en Pekín, antes de convertirse en corresponsal en Asia-Pacífico y en Europa del Wall Street Journal y Bloomberg News. Ha publicado cuatro libros en inglés y español, incluyendo 'Podemos en Venezuela', sobre los orígenes del partido morado en el chavismo bolivariano. En la actualidad reside en Washington, DC.

Más ideas