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EL FRENTE UCRANIANO LLEGA A ÁFRICA

Por su duración y su carácter total, el conflicto de Ucrania empieza a presentar ramificaciones en otros continentes

Cuando las guerras implican a potencias continentales o imperiales, se acaban volviendo mundiales, quizás no en las matanzas, pero sí en la propagación. En las llanuras de Ucrania se están enfrentando desde hace ya años Rusia, el país más extenso del planeta, con la OTAN, la mayor alianza militar, que respalda al Gobierno de Kíev. Luego, cada bloque dispone de aliados, que aportan su tecnología, su economía, su diplomacia… y sus asesores.

Veamos unos ejemplos de la extensión del conflicto. El Gobierno japonés está preparando sanciones a empresas chinas que suministran a Rusia materiales que pueden usarse en la guerra. Estos días, una flotilla de la Armada rusa, con submarinos impulsados por energía nuclear, ha arribado al puerto de La Habana para intervenir en ejercicios conjuntos en el Caribe. Desde hace meses, con la excusa de la operación militar israelí en Gaza, los hutíes de Yemen atacan el tráfico de cargueros en el mar Rojo. Y recientemente hemos tratado la intervención rusa, gubernamental o subsidiaria, en el Sahel, que está consiguiendo expulsar a Francia y a Estados Unidos. Esta inestabilidad la aprovechan otros Estados para expandirse o imponerse a sus vecinos más débiles, como ha hecho Azerbaiyán, productor de gas natural demandado por Occidente, con Armenia.

Las últimas noticias muestran una implicación sorprendente para los que siguen atados a los límites estatales y espaciales, a un mundo ya desaparecido. ¡Quién iba a suponer que el vidente del nuevo caos iba a ser un personaje tan aburrido y romo como Mariano Rajoy cuando afirmó que “el signo de la Modernidad es la abolición de las fronteras”!

El Gobierno ucraniano no se limita a solicitar armamento a Occidente y a reclutar nuevas tropas para sostener el frente interno, sino que golpea a su enemigo donde éste menos lo espera. Y no me refiero exclusivamente al uso de drones ni al ataque con armas suministradas por la OTAN a instalaciones como refinerías e infraestructuras militares en el interior de Rusia, sino a respuestas en otros continentes, lo que indica información y entrenamiento. Que éstos los hayan adquirido los ucranianos por ellos mismos o se los hayan cedido sus aliados resulta indiferente ante el hecho de que su ejército, aunque esté desbordado, sea capaz de causar bajas a los rusos en lugares insospechados.

Uno de los escenarios en los que Ucrania ha irrumpido es África. Kíev está abriendo embajadas en varios países, como Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Mozambique, Bostsuana, Ruanda y Ghana, con la intención de persuadir a los gobiernos locales de que apoyen su causa en las Naciones Unidas, a la que hasta ahora la mayoría del continente se muestra indiferente. Además, Ucrania ofrece asistencia militar a los gobernantes que se lo solicitan. En 2023, el dictador de Sudán, el general Abdel Fattah al-Burhan (en la foto), contó con el auxilio de fuerzas especiales ucranianas en su lucha contra Mohamed Hamdan Dagalo, respaldado por la rusa Wagner.

El último caso conocido ha ocurrido en Siria. con la colaboración de un grupo de rebeldes sirios, unos comandos ucranianos mataron en los Altos del Golán a combatientes rusos, que podían ser militares o miembros de Wagner. Moscú presta ayuda militar al régimen de Bachar Al-Assad desde 2015 y, con su permiso, tiene desplegadas tropas de manera permanente allí, así como una base naval en el puerto Tartús, la única de que dispone la Armada rusa en el Mediterráneo, construida en 1971.

Desde siempre, las grandes potencias han empleado a sus aliados menores para librar sus guerras o evitar bajas propias. A finales del siglo pasado, la URSS recurrió a los cubanos de los Castro para respaldar en Angola al régimen comunista (Operación Carlota) y Estados Unidos a los argentinos de la Junta militar en su campaña contra los sandinistas de Nicaragua. El emperador Carlos V cedió la isla de Malta a los caballeros hospitalarios para que prosiguiesen su voto de pelear contra los turcos y los piratas musulmanes, lo que beneficiaba a la Monarquía española.

Una tradición que parecía perdida, pero que se ha recuperado en el siglo XXI, es la de los mercenarios. En la Edad Moderna europea, el principal producto de exportación de Suiza lo constituían los campesinos pobres que se alistaban por una campaña al servicio del emperador, del papa, del rey francés o de cualquier señor que les pagase y prometiese botín. Los ejércitos nacionales de recluta obligatoria borraron a los mercenarios de Europa, aunque se mantuvieron en Asia y África. La invasión de Irak dio a conocer a las empresas proveedores de servicios de defensa (private military companies) como Blackwater; tanto Rusia como China también tienen las suyas. En el frente ucraniano han aparecido varios africanos con uniformes rusos. Algunos de ellos son trabajadores reclutados a la fuerza, mientras que otros son mercenarios o delincuentes.

Ahora que han surgido las guerras híbridas, es muy probable que muchos de los combatientes, se trate de simples sicarios o de técnicos especializados como aviadores o artilleros, no tengan la nacionalidad indicada por sus uniformes.

Por su duración y su carácter total, el conflicto de Ucrania empieza a presentar ramificaciones militares, políticas y económicas a lo largo de la isla del mundo, desde el Dniéper al Sáhara, con lo que aumentan los riesgos de un enfrentamiento general o de una catástrofe. La contención, entendida como precaución o retención, era la regla de comportamiento entre Washington y Moscú durante la Guerra Fría. Sin embargo, ahora algunos parecen sentirse a gusto en la competición de provocaciones y bravuconadas del mismo estilo que la realizada antes de la Primera Guerra Mundial por las élites europeas.

Me permito aconsejar a los gobernantes actuales y a sus asesores que aprovechen el verano para leer varios de los libros que explican el estallido la guerra que iba a acabar con todas las guerras. Aparte de los millones de muertos, la destrucción de países, el derrocamiento de imperios, el surgimiento del comunismo y el fascismo, se produjo tal desplome económico que muchas regiones y clases sociales no recuperaron el nivel de vida que tenían en 1914 hasta 1950.

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