Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Respuestas a la inmigración masiva: el caso danés

Las élites danesas están utilizando el hecho de que el país esté gobernado ahora por una mujer de izquierdas para colar medidas anti-inmigración que habrían denunciado (y, de hecho, muchos denunciaron) como puro fascismo, cuando gobernaba la derecha

Las mentiras más repetidas del siglo XXI son que la inmigración masiva es la única forma de mantener la sostenibilidad de los sistemas de pensiones y encontrar mano de obra del mundo desarrollado, sobre lo que ya he escrito aquí y aquí. Esta semana vamos a hablar sobre el particular caso danés y qué ha llevado a que allí se imponga el modelo de inmigración más restrictivo de Europa Occidental.

Sobre este tema podría citar a gente medio controvertida a la que no le dejarían entrar a Davos ni para usar el baño, pero prefiero citar a la revista favorita de la jet set de Davos. En un artículo reciente sobre el ejemplo danés, The Economist concluyó que cualquier política de inmigración debería incentivar la llegada de inmigrantes con buena formación, preferentemente de países con culturas del estudio y el trabajo.

En diciembre de 2021, el gobierno socialdemócrata danés promulgó una ley para evitar la formación de sociedades paralelas al obligar a las autoridades locales a dar preferencia en las «áreas de prevención» a las personas bien educadas y con trabajo a la hora de asignar viviendas. Meses antes, había sido el primer país de la Unión Europea (UE) en decir que enviaría a los sirios de regreso a Siria, argumentando que Damasco y sus alrededores están a salvo y nadie tiene que estar en Dinamarca huyendo de una guerra que ha terminado.

Mette Frederiksen, primera ministra del país nórdico, se ha fijado el objetivo de «cero solicitantes de asilo», atrayendo con ello la atención de la prensa internacional, raramente de forma positiva.

Con todo, es interesante observar el modo en que las élites danesas está utilizando el hecho de que el país de la serie televisiva Borgen que tanto adoraba Pablo Iglesias esté gobernado ahora por una mujer de izquierdas (justamente como en Borgen) para colar medidas anti-inmigración que habrían denunciado (y, de hecho, muchos denunciaron) como puro fascismo, cuando gobernaba la derecha.

Por ejemplo, The Economist se remite al siglo XIX y a la pérdida danesa de los ducados de Schleswig y Holstein (de mayoría alemana) ante Prusia en 1864. Esta derrota dejó la lección de que el país debe «permanecer unido y ser homogéneo», como explica en el artículo citado Ulf Hedetoft, un académico de la Universidad de Copenhague. Sospecho que todo país del planeta podría hacer un argumento similar, pero los nórdicos caen mejor, así que dejémoslo correr.

Muchas cosas han pasado desde 1864 y, como todo país europeo con historial colonial y sin él, Dinamarca ha recibido todo tipo de oleadas migratorias, desde refugiados vietnamitas hasta yugoslavos en los 1990 y más recientemente pakistaníes por algún motivo que no me queda claro.

Desde el ascenso del Partido del Pueblo Danés a comienzos de siglo, la política migratoria se ha enfocado en alargar la espera de los inmigrantes para obtener residencia permanente de tres a siete años y poner fin a la obligación de las escuelas de enseñar en la lengua materna de los alumnos.

Para reforzar el carácter danés, el mismo partido introdujo lecciones obligatorias sobre cultura, historia y democracia danesa en los planes de estudios escolares, lo que ha sido recibido con alivio por toda la gente que nunca habría hecho estas propuestas públicamente. Sin hacer mucho ruido, los socialdemócratas han mantenido todo esto en pie.

Estas posturas, pioneras en Dinamarca, se están haciendo comunes en vecinos como Suecia y Noruega, país que tuvo el raro privilegio de reportar en 2011 que durante cinco años consecutivos todas las violaciones en su capital (Oslo) habían sido cometidas por extranjeros.

Un elemento clave en la estrategia de la izquierda danesa (y en otros países nórdicos) es argumentar que el estado de bienestar propio de aquellas regiones no puede sobrevivir sin que se recorte la inmigración masiva de países cuyos inmigrantes no contribuyen a mantener el estado del bienestar; sobre eso ya escribí recientemente en referencia a Holanda.

En 2021, el Ministerio de Hacienda danés anunció que en 2018, último año con datos revisados, los inmigrantes de países no occidentales y sus descendientes extrajeron de las finanzas públicas 31.000 millones de coronas netas (casi 5.000 millones de euros), un 1,4 % del PIB. Los inmigrantes de países occidentales, por el contrario, contribuyeron con 7.000 millones de coronas netas.

Estos datos sobre los efectos fiscales de la inmigración ha sido claves en cambiar la naturaleza del debate público en Dinamarca.

Los musulmanes, en particular, están en la diana. El citado informe fue el primero en el que el ministerio informó por separado sobre las contribuciones de residentes originarios de 24 países musulmanes. Representan el 50% de los no occidentales, pero el 77% de los costes netos.

Otros elementos relacionados con la inmigración masiva musulmana, como los relacionados con los derechos de las mujeres y los homosexuales han sido claves. Una ley aprobada en 2018, dirigida a los musulmanes conservadores, obliga a los nuevos ciudadanos a estrechar la mano de un funcionario municipal, hombre, mujer, hetero u homosexual, en las ceremonias de naturalización.

Un punto de énfasis adicional ha sido el agujero sin fondo de la reunificación familiar. Más de la mitad de los musulmanes daneses llegó como solicitantes de asilo o por reunificación familiar, en comparación con el 30% de otros no occidentales.

El aparato estatal para atender a los inmigrantes se mantiene, pero se orienta en beneficio de los actuales daneses y sus descendientes, no los futuros inmigrantes que igual se verían ofendidos por un crucifijo en la pared. Al igual que sus vecinos escandinavos, Dinamarca inscribe a los nuevos inmigrantes en programas que incluyen clases de idioma y educación cívica; por otro lado, recibir subsidios es complicado. Y los subsidios son más bajos para las personas que no han vivido en el país durante siete de los ocho años.

Esto sirve tanto para disuadir a los inmigrantes como para animar a los que se establecen a trabajar. Dinamarca puede presumir de que la brecha en el desempleo entre nativos e inmigrantes no europeos es menor, por ejemplo, que la de Suecia. España, que frecuentemente reporta tasas de desempleo de más del 40% entre su mayor comunidad inmigrante, la marroquí, igual podría aprender de todo esto. 

Madrid, 1973. Tras una corta y penosa carrera como surfista en Australia, acabó como empleado del Partido Comunista Chino en Pekín, antes de convertirse en corresponsal en Asia-Pacífico y en Europa del Wall Street Journal y Bloomberg News. Ha publicado cuatro libros en inglés y español, incluyendo 'Podemos en Venezuela', sobre los orígenes del partido morado en el chavismo bolivariano. En la actualidad reside en Washington, DC.

Más ideas