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El sueño de 0 escaños para el PP

Es parte del juego: en todos los países, el partido de centro-derecha es solo un premio de consolación para los votantes

Durante muchos años, hubo un restaurante en Washington DC que era el favorito de todos los líderes republicanos del Congreso estadounidense, no por la comida, sino por el ambiente: estaba especializado en presentar decoración y menús con veinte años de retraso.

El truco de este restaurante era hacer que los políticos conservadores se sintieran en casa: ellos, que siempre andan buscando echar el reloj 20 años atrás, estaban felices comiendo en un restaurante que les retrotraía a la era de Ronald Reagan, mientras vivían en la era de Barack Obama; y en la era de Bill Clinton podían imaginarse que estaban de vuelta en los tiempos de Richard Milhouse Nixon.

Los políticos del PP, como los de todos los partidos de centro-derecha de occidente, serían felices con un restaurante así. Qué más querrían, que volver a los tiempos felices en los que el PSOE presuntamente tenía responsabilidad de estado bajo el liderazgo de Joaquín Almunia y Felipe González.

Es parte del juego: en todos los países, el partido de centro-derecha es solo un premio de consolación para los votantes a los que constantemente van a meterles políticas más y más de izquierdas; en España, el papel del PP es el del típico criado fiel que le limpia la finca al señorito mientras éste duerme la mona, y se asegura de que las prostitutas salgan pagadas y que la policía no vea la cocaína que siempre deja el PSOE por todos lados.

En el PP a esto lo llaman “responsabilidad democrática” y rollos por el estilo. Lo mismo ocurre en, por ejemplo, el Reino Unido. Allí, una serie de circunstancias inusuales (particularmente el voto en favor del Brexit en 2016, y la extrema incompetencia de los laboristas) han llevado a que los conservadores locales (los “Tories”) lleven en el poder desde 2010; ahora que este periodo está a punto de acabar y todas las encuestas le dan mayorías aplastantes a los laboristas, ha surgido una curiosa campaña para pedir a los votantes de derecha que se aseguren de que los Tories no ganen ni un solo escaño en las próximas elecciones.

Me encanta cómo empieza el vídeo que lanzó la campaña, una parodia de cualquier vídeo electoral de los Tories (o el PP, su versión española):

“Durante 200 años, el Partido Conservador del Reino Unido ha tenido el arrojo necesario para traicionar consistentemente no solo a sus votantes sino a todos nativos de las islas británicas. Con reformas constitucionales para disolver el imperio británico, insultos a nuestra tradición y una interminable importación de inmigrantes, es el Partido Conservador el que ha estado al frente de la destrucción de este antiguo pueblo y su tierra. Estamos muy orgullosos de que este partido haya conseguido convertir el mayor imperio de la historia en una nación patética, miserable y en bancarrota que es el hazmerreír del planeta”.

Uno de los mayores promotores de la campaña escribe sobre una escena en la obra Ricardo II de Shakespeare, en la que el rey depuesto obliga a su usurpador, Bolingbroke (Enrique IV), a presenciar el espectáculo del rey “descoronándose”. Durante esta devastadora escena, Richard pide un espejo y luego lo estrella contra el suelo y contempla el reflejo de su cara en los cristales rotos.

Esta escena desnuda la fórmula política de la época, que daba legitimidad a cualquier rey siempre que hubiera recibido la corona del anterior, y la muestra en su sucia realidad: Enrique IV se convierte en rey no por mandato del cielo sino por tener un ejército más grande y un mayor apoyo entre la nobleza. La escena es insoportablemente trágica para cualquier monárquico chapada a la antigua y, de hecho, en la época de Shakespeare, se omitió de la representación pública de la obra porque se consideraba peligrosa para el poder de la reinante dinastía Tudor.

El Pedro Sánchez británico, Tony Blair (primer ministro entre 1997 y 2007), entiende la importancia de mantener el paripé para los votantes. En sus memorias Un viaje (página 6) escribe sobre sus recuerdos de la noche de su histórica victoria electoral en 1997 y sus temores a que los conservadores desaparecieran de la escena, abriendo el camino a quién sabe qué, quizás un partido patriótico al estilo del que había creado en Francia Jean Marie Le Pen:

“Esta no era una victoria. Era una victoria aplastante. Después de unas dos horas, durante un tiempo estuve realmente preocupado. Las estimaciones mostraban más de cien escaños laboristas. Los conservadores tenían sólo seis. Empecé a pensar que había hecho algo inconstitucional. Mi intención era derrotar a los conservadores y hacerlo generosamente; pero ¿y si los hubiésemos eliminado?”

Podemos soñar. Desde que llegó al gobierno en 2018, Pedro Sánchez ha dependido de separatistas y bolivarianos de extrema izquierda para gobernar, en gran medida porque el PP ha sobrevivido, de una forma u otra, a las increíbles traiciones que ha infligido sobre sus votantes: votantes a los que se prometieron reformas a leyes (de aborto, laborales, memoria histórica y tantas otras cosas) que luego se ignoraron, a los que se aseguró que se controlaría la inmigración ilegal para luego favorecerla.

Si el PP se hundiera, por mucho que subieran alternativas como Vox, el primer resultado (probablemente) sería una mayoría absoluta de Pedro Sánchez. Cuatro años paseándose en el Falcon si tener que depender de separatistas para poder hacerlo. ¿Sería eso mucho peor de lo que hemos sufrido? Y el segundo resultado sería que, como en Francia, y quizás muy pronto en el Reino Unido, los votantes tendrían una auténtica alternativa por la que podrían votar para que hagan lo que ellos quieren que se haga, y el PP nunca quiso hacer, y de hecho nunca jamás hará.

Madrid, 1973. Tras una corta y penosa carrera como surfista en Australia, acabó como empleado del Partido Comunista Chino en Pekín, antes de convertirse en corresponsal en Asia-Pacífico y en Europa del Wall Street Journal y Bloomberg News. Ha publicado cuatro libros en inglés y español, incluyendo 'Podemos en Venezuela', sobre los orígenes del partido morado en el chavismo bolivariano. En la actualidad reside en Washington, DC.

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