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Evangelización 2.0

De la serie The Chosen (dirigida por Dallas Jenkins) sobre la vida de Jesús y sus discípulos, ya escribí una extensa y entusiasta reseña en la revista Centinela al finalizar la segunda temporada (de siete —nada menos— que tienen previstas). La expectación ha ido creciendo con el tiempo y ahora que estrenan la tercera temporada me encuentro con que la actualidad cultural pide que recojamos la noticia. 

Terminaba aquel artículo advirtiendo de que «me ha admirado su eficacia con el público infantil, que entiende muy bien su lenguaje fílmico». Para ayudarme a recoger el hilo donde lo dejé, esta misma tarde mi hijo de once años me ha contado que es la serie más famosa de su clase. Cada vez que el profesor de Religión hace una pregunta, los que levantan la mano y contestan bien reconocen que se sabían la pregunta porque habían visto The Chosen. No es una anécdota pequeña. Demuestra hasta qué punto estamos ante una evangelización profunda y directa, justo en unos tiempos en que unos y otros ignoran qué está fallando en la transmisión de la fe y en las catequesis ante la estrepitosa caída de los números católicos que nos indican las últimas encuestas.

La serie enlaza con una ascética enraizada en la tradición

Las razones del acierto las podemos enumerar apoyándonos en el artículo de Centinela. Para empezar, una ortodoxia a prueba de tentaciones postmodernistas. La fe adulterada o rebajada o vergonzante no convence a nadie, porque todo el mundo huye como alma que lleva el diablo de aquello que parece no convencer ni al que lo predica. Dallas Jenkins, con el asesoramiento de un rabí judío, de un sacerdote católico y de un pastor protestante, ha cuidado todos los matices e implicaciones de la narración, sin dejar resquicios. Se demuestra que otro ecumenismo, cimentado en Cristo, es posible. Jenkins es un ferviente evangélico, mientras Jonathan Roumie, que interpreta a Jesús, es católico, converso y ferviente: «Rezar el rosario me da paz. Interpretar a Jesús es un gran honor no solo para mi carrera, sino para mi vida».

Estamos ante una manera de rodar, de financiar la serie, de difusión y de concebir los guiones que adapta la historia de Jesús a la agilidad, el dinamismo, la tensión y la intriga de las más trepidantes series actuales

En segundo lugar, la serie enlaza con una ascética enraizada en la tradición. De san Ignacio de Loyola a San Josemaría Escrivá de Balaguer, los maestros de oración han propuesto introducirse en la escena evangélica, aprovechado la inconcreción de su estilo, casi telegráfico, de los evangelistas. Así podríamos imaginar detalles que la hagan más viva y nos conmuevan más. Dallas Jenkins se introduce exactamente así, con una cámara y un guión que se complace en lanzar hipótesis narrativas sugerentes dentro de los marcos de la susodicha ortodoxia y de los pocos datos que ofrecen los evangelios. Pondré un solo ejemplo ilustrativo. Sabemos pocas cosas del evangelista Mateo: era hijo de Alfeo y fue recaudador de impuestos. Dentro de estos parámetros, los guionistas nos ofrecen un conflicto familiar con su padre, muy lógico en una sociedad que rechazaba a los colaboracionistas, e inventan una personalidad quizá con Asperger, que lo hace fanático de la exactitud. Esto conviene, naturalmente, para un evangelista. La imaginación, aun siendo inmensa y libérrima, encaja como un guante en la doctrina y en los hechos conocidos. Es el modus operandi en The Chosen.

La fórmula, en términos cinematográficos, ha sido un éxito indiscutible

En tercer lugar, después de la ortodoxia y de la imaginación tradicional, la inculturación. Estamos ante una manera de rodar, de financiar la serie (por crowfounding), de difusión (por una app propia, que garantiza independencia frente a las poderosas plataformas) y de concebir los guiones que adapta la historia de Jesús a la agilidad, el dinamismo, la tensión, las historias entrecruzadas, la diversidad de personajes y la intriga de las más trepidantes series actuales. A veces la actualización narrativa es demasiado evidente, con algún tic holliwoodense, actores atractivos, una excelente intro y una buena banda sonora; pero jamás hasta el extremo de sacarnos de la escena evangélica y su contexto judío. El uso del humor también es, por momentos, muy contemporáneo, pero siempre en los límites. 

La fórmula, en términos cinematográficos, ha sido un éxito indiscutible. Ya veremos si la tercera temporada —los dos capítulos ya emitidos quizá son más endebles— está a la altura de las dos anteriores, que fue muchísima. En IMDB, la popular plataforma de cine, los espectadores pusieron a The Chosen todo un 9,7 sobre 10. La venta de la primera temporada en DVD ha colocado la serie en el número 1 de la lista. Sus récords de recaudación de crowfounding son absolutos. Números que nos valen para hacernos una idea aproximada, aunque mucho mejor es aproximarse a quienes ya han visto alguna temporada. Su entusiasmo no deja lugar a dudas: The Chosen va más allá de un entretenimiento. Es la oración y el proselitismo de siempre con el pulso de nuestro tiempo. También en términos apostólicos la fórmula está siendo un éxito.

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