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La falsa dicotomía entre Ayuso y Moreno

Se lo habrán leído ustedes a doctos columnistas, taimados tertulianos y sagaces spin doctors. Que menos mal que Moreno Bonilla ganó las elecciones andaluzas y que lo hizo, además, con mayoría absoluta. Menos mal, primero, para la izquierda, que después de casi cuatro décadas instalada en San Telmo ahora celebra, como decían en Master and Commander, al animal menor. Y menos mal para Alberto Núñez Feijóo, cuyo modus moderandi se ve refrendado en las urnas con el triunfo del barón andaluz, que también es de los que gana los partidos jugando a sobar el balón y a que pasen pocas cosas.

Los autodenominados creadores de opinión llevan semanas vendiéndonos que ahora lo trending es el tiki-taka adormecedor de Feijóo y Moreno

Este análisis, tan extendido en medios de variada línea editorial, apunta de manera más o menos soterrada a que quien perdió los comicios del pasado 19 de junio no fue la izquierda, sino Isabel Díaz Ayuso. Los autodenominados creadores de opinión llevan semanas vendiéndonos que ahora lo trending es el tiki-taka adormecedor de Feijóo y Moreno frente al estilo de la presidenta madrileña, que juega al contragolpe y al patadón y tente tieso.

Pero, dejando el fútbol a un lado, esta supuesta pugna destapa el tarro de las esencias de la república romana tardía. También entonces, como Moreno y Ayuso, dos grandes figuras aparecían enfrentadas en el tablero de la historia. Los otrora aliados Cneo Pompeyo Magno y Cayo Julio César se enfrentaron bajo lo que parecían estandartes opuestos. El Senado había convencido al primero de la desmedida ambición del segundo, por lo que Pompeyo se presentó como un defensor de la república encargado de atajar los peligrosos ademanes dictatoriales de César. Este, por su parte, tomó la bandera del pueblo llano contra la casta senatorial romana. La historiografía ha juzgado en ocasiones a estos dos personajes como antagonistas, cuando en verdad ambos fueron dos animales políticos que buscaron poner la maquinaria política romana a su servicio personal. Con ese fin, se aliaron cuando les convino, con la formación del triunvirato con Craso, y guerrearon entre sí cuando el momento fue propicio. Quién sabe si Pompeyo, de haberse impuesto en Farsalia, no habría encontrado más tarde un final parecido al de César.

Pero perdonen la digresión. Volvamos a la España del siglo XXI. Así como César y Pompeyo fueron las dos caras de una misma moneda acuñada para pagar la ambición, ¿acaso no son Ayuso y Moreno un mismo animal político con distinto pelaje? La madrileña es cañera, chula y un tanto macarra. El andaluz es contemporizador, afable y educado. Pero, ¿acaso no son un calco sus programas electorales? Lo único en lo que se diferencian es en su talante, pero el sustrato de ambos es liberal. Igual que el de Feijóo, dicho sea de paso. Por tanto, está fuera de toda duda que es esa corriente quien en estos momentos domina el partido.

No compren el relato de contraponer a Ayuso y Moreno. Ambos, sin entrar a juzgar, están cortados por el mismo patrón

Los doctores de la ley liberal protestarán sobre esto último diciendo que Feijóo y Moreno aplicaron políticas poco liberales durante la pandemia. Se lo concedo a condición de que ellos admitan que ni el gallego ni el andaluz pueden encuadrarse en la alternativa, es decir, en las diezmadas filas del PP conservador.

Así pues, no compren el relato de contraponer a Ayuso y Moreno. Ambos, sin entrar a juzgar, están cortados por el mismo patrón. En medio está Feijóo, un hombre que apuesta por la gestión y la moderación. Valores estos que seguramente se antojen positivos y necesarios ante los nubarrones económicos que deberá afrontar si llega a La Moncloa, pero que en todo caso son banderas políticas, no ideológicas.

Feijóo, Ayuso, Moreno. Los tres forman —volvemos a Roma— un equilibrado triunvirato que domina el PP y que trabaja unido para aupar a su líder a la presidencia de España. Hasta el momento parecen llevar buena proa, pero que no se confíen. Hace dos mil años fue Augusto quien acabó llevándose el gato al agua.

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