«Podrán deshacerse de mí, pero no podrán deshacerse de mis ideas»
Pim Fortuyn
Tanto el entusiasmo como la inquietud (principalmente mediática) ante la victoria electoral de Geert Wilders en los Países Bajos la pasada semana han ido atemperándose ante las dificultades que está encontrando para articular una mayoría. Puede que se vea obligado a renunciar a algunas de sus promesas o incluso a la propia presidencia, aún no lo sabemos, pero en cualquier caso su rotundo apoyo popular redefine el debate público holandés en torno a las ideas fundamentales que abandera: el euroescepticismo, el rechazo a la inmigración masiva (particularmente de origen musulmán) y su oposición a las medidas de ingeniería social y estrangulamiento económico bajo la coartada del cambio climático. Siendo él quién más lejos ha llegado, no fue el primero en defenderlas. Veamos a continuación el origen de esa bola de nieve.
El país de Spinoza y patria adoptiva de Descartes, orgulloso de considerarse secular cobijo de la libertad de pensamiento y de credo —salvo que fueras católico, eso sí—, donde se imprimían los libros prohibidos en el resto de Europa, ha mostrado signos inquietantes en los últimos años de persecución ideológica, quizá fruto de un contexto internacional del que no puede sustraerse pese a su tradición. Todo empezó en 1948 en la ciudad de Velsen, donde nació y fue criado en la fe católica —que conservaría hasta el final, ahora ya sí se podía— Pim Fortuyn. Graduado en sociología y doctor en ciencias sociales, se convirtió en un convencido marxista que posteriormente derivaría en socialdemócrata afiliándose al Partido del Trabajo y, ya en los 80, se definiría como económicamente liberal.
Su condición de homosexual, de la que hablaba con detalle en público, influyó en su progresiva toma de conciencia la década siguiente sobre el efecto de la inmigración masiva en un país tradicionalmente nudo de comunicaciones, abierto tanto a flujos comerciales como de personas. Especialmente, cuando estas provienen de naciones con diferentes valores que traerán consigo y terminarán creando un irresoluble conflicto con la sociedad de acogida, como expresó en libros como el publicado en 1997 con el expresivo título «Contra la islamización de nuestra cultura». El problema no era racial -rechazaba de plano cualquier prejuicio en ese sentido- sino cultural, pues «el islam no se circunscribe a una sola raza». Su posición política, por tanto, pese a las gruesas acusaciones que se dirigían en su contra vinculándolo al nazismo, era la de alguien que simplemente quería preservar el orden democrático, liberal y secular, que caracterizaba a los Países Bajos y que veía en peligro ante el ascenso del islam: «no quiero tener que pasar de nuevo por la emancipación de las mujeres y de los homosexuales».
Con el cambio de siglo llegó el momento de dar definitivamente el salto a la política y tras un tanteo fallido a finales de 2001 en otro partido, a comienzos de 2002 funda el llamado Lista Pim Fortuyn. Su ascenso es meteórico y en apenas unos meses ya se postulaba como favorito en las encuestas para las elecciones generales. Pero un 6 de mayo, apenas 9 días antes de la votación, saliendo de una emisora de radio en la que había sido entrevistado fue tiroteado mortalmente. El autor, un ecologista radical que lo consideraba una amenaza para las minorías del país. Pim ya había advertido de que el señalamiento tan agresivo de todo el sistema político en su contra podía hacer peligrar su vida y, también, que llegado el caso podrían acabar con él, pero sus ideas tendrían continuidad. Ambos pronósticos se cumplieron.
El atentado causó una profunda conmoción en todo el país, tanto por el carisma que irradiaba la víctima como por la manera en que aquel crimen cercenaba de raíz la autoimagen nacional tan complaciente de paraíso democrático-liberal, donde cualquier idea podía ser expresada sin miedo ni censura. Al desfile funerario acudieron miles de personas, para quienes su ejemplo no sería olvidado desde entonces.
Sus herederos
Durante los años 90, en los que como vimos Pim ya perfiló el ideario por el que ahora es recordado, fue entrevistado en diversas ocasiones por Theo van Gogh, lejano pariente del pintor, en quien dejaría una profunda huella. En este encuentro de 1997, por ejemplo, criticaba el creciente autoritarismo y lejanía de los ciudadanos de las instituciones europeas (26 años después sus observaciones son aún más pertinentes), pues entendía que las democracias para ser funcionales deben ser nacionales y el Parlamento Europeo era una institución «sin alma», carente de raíces en la sociedad.
Pero fue su visión acerca de la inmigración de origen islámico lo que más influyó en van Gogh, quien en 2003 escribió el libro Alá lo sabe mejor, y en 2004 rodó un cortometraje titulado Sumisión, sobre el papel de la mujer en las sociedades musulmanas, cuya polémica terminaría llevándole al mismo destino que su amigo y mentor. El 2 de noviembre de aquel año, un islamista lo disparó, apuñaló y degolló. Finalmente, sobre el cadáver dejó una carta a la autora del guion del citado corto, Ayaan Hirsi Ali, una refugiada somalí, conocida por denunciar la mutilación genital femenina, que había llegado a ser diputada del partido liberal, donde también militaba por entonces Geert Wilders. Pues bien, apenas 8 días después, un comando terrorista islamista fue detenido poco antes de que llegara a atentar contra ambos. El suceso terminaría llevando a Ayaan a emigrar a Estados Unidos y a Geert, profundamente inspirado en el ejemplo de Pim Fortuyn, a fundar dos años después el ahora recién ganador de estas elecciones. Como bolas chocando en una mesa de billar, unas acciones desencadenan otras, y el ejemplo de unos inspira a otros que llegan después.
Otro caso, unos años posterior, lo encontramos en Thierry Baudet. Graduado en historia y filosofía, se doctoró en 2012 con una tesis bajo la dirección de Roger Scruton titulada «La importancia de las fronteras: por qué el gobierno representativo y el estado de derecho requieren Estados Nación» (puede leerse aquí en inglés, merece la pena). Ya desde el mismo título encontramos que sus tesis fundamentales son aquellas que veíamos en la entrevista antes mencionada de Pim con Theo van Gogh. La inspiración en su figura le llevó igualmente a fundar un partido en 2016 llamado Foro por la Democracia.
La prensa no tardó en hacer las comparaciones inevitables: este artículo titulado «Thierry termina el trabajo de Pim» se dedicaba precisamente a enumerar sus similitudes. Entre ellas una que en Pim parecía ser una cualidad y en el segundo un defecto: su dandismo. Enamorados ambos de su propia imagen pública, lo que en el primero parecía carisma en el segundo, para muchos holandeses, ha terminado siendo narcisismo y política-espectáculo. La necesidad en partidos a contracorriente de llamar la atención ante el silencio mediático o romper el cerco de la corrección política mediante la provocación, puede mal manejado convertirse en un lastre. Así que tras un punto álgido en 2019 cuando su partido se convirtió en el más votado del senado, terminó decayendo ostensiblemente. Para desgracia añadida, la comparación con Pim se extiende a las dos agresiones (en ambas terminó en el hospital, pero sin secuelas) que ha sufrido en los meses previos a estas elecciones, una a cargo de un ucraniano descontento con sus opiniones sobre la guerra, otra por un joven perteneciente a un grupo «antifa». Por una cosa u otra, la Holanda tolerante y librepensadora de antaño parece que se fue para no volver…
En todo caso, la caída del voto a Foro por la Democracia no ha ido a la abstención, sino al partido de Geert Wilders, otorgándole un considerable impulso. Así que unos podrán ser agredidos, otros amenazados y los demás allá, incluso, asesinados, pero siempre que quede alguien dispuesto a recoger la bandera y continuar, esas causas pervivirán hasta llegar a vencer.