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Orwell a 120 años de su nacimiento

Sus proféticas distopías nos pueden ayudar a entender la degeneración del sistema en el que vivimos

Ensayista, novelista y referente de toda una generación de periodistas, Eric Blair nació el 25 de junio de 1903 en Motihari, una pequeña ciudad de Bengala que formaba parte del Raj Británico de la India. Dicha localidad, fronteriza con Nepal, era muy apreciada por la Corona británica debido a su ingente producción de opio, de cuyo monopolio disfrutaba el imperio colonial. A eso, en concreto, se dedicaba su padre, pues trabajaba como agente del Departamento Británico del Opio, supervisando el control de calidad del producto.

No permaneció demasiado en la India, pues regresó a Inglaterra junto a su madre y su hermana para estudiar en la campiña inglesa de Oxfordshire, en la una pequeña escuela en la localidad de Henley. Reacio a narrar con detalle su infancia, debió quedar prendado de sus bucólicos paisajes, pues en sus distopías más famosas muestra un profundo amor por los animales y la naturaleza inglesa, punto en el que incide Christopher Hitchens en el epílogo de Rebelión en la granja (Barcelona: Penguin, 2019).

Concluyó su etapa educativa con una beca en el Eton College de Berkshire para regresar a las colonias británicas en 1922 como suboficial de la Policía Imperial en Birmania. La experiencia allí no fue de especial agrado para él, pero le sirvió para escribir Los días de Birmania, publicada en 1934. En 1927 regresó a Europa con el objeto de convertirse en escritor y esta etapa sería la que marcara su pensamiento. Desde ese año, se dedicó a “vagabundear”, como señaló después, entre París y Londres. Su regreso al hogar familiar, ubicado en el rural condado de Suffolk, se produjo finales de 1928. Durante ese periodo, nació un escritor dedicado a la docencia y muy concienciado con los problemas de la clase obrera inglesa, algo reflejado en El camino de Wigan Pier, publicado en 1937.

Ahí fue en 1933 donde adoptó el pseudónimo de George Orwell —inspirado por un río homónimo de Suffolk— cuando se publicó su primer libro Sin blanca en París y Londres. Sin embargo, lo que marcará de manera profunda la vida y proyecto ideológico y literario de Orwell será el estallido de la Guerra Civil en España. Pudo partir hacia los campos de batalla españoles tras conseguir una carta de recomendación de Fenner Brockway, miembro del Independent Labour Party. Antes tuvo que pasar por París para recoger la documentación correspondiente en el consulado. Allí fue famoso su encuentro con Henry Miller, donde le explicó el deber moral que tenían los escritores por sumarse a la lucha armada.

Con 33 años en ese momento, llegó a Barcelona el día después de Navidad de 1936 para alistarse en las milicias del partido de ideología trotskista POUM “porque en aquel momento y en aquella atmósfera parecía lo único razonable”, tal y como señala en Homenaje a Cataluña. En la Guerra Civil compartió trinchera con los anarquistas, donde fue testigo de las pugnas internas entre los partidos y sindicatos del Frente Popular y la imposición ideológica y doctrinal que Stalin estaba marcando desde Moscú para los partidos comunistas de España.

En Barcelona tuvo también la ocasión de participar en el conflicto entre CNT-FAI, apoyado por el POUM, y el Partido Comunista, junto al que estaban el PSUC, ERC y que contaba con el apoyo de las autoridades del Frente Popular. Estos hechos, producidos en mayo de 1937, y la consiguiente represión emprendida por el gobierno de Negrín contra el POUM —con sucesos como el secuestro y asesinato de Andreu Nin y la propia ilegalización del partido trotskista— motivaron que Orwell, su esposa y otros dos ingleses abandonaran Cataluña.

La experiencia en la Guerra Civil española, que le había dejado una herida de bala en el cuello, y la exacerbada represión del régimen de Stalin, habían hecho que Orwell se alejara de los postulados comunistas, posicionándose como en una “izquierda disidente”, que tampoco comulgaba con el Partido Laborista Británico. De hecho, en Barcelona tuvo una sensación de que los miembros del PCE vigilaban a anarquistas y miembros del POUM que expresó diciendo: “Todo el tiempo teníamos la odiosa impresión de que cualquiera que hasta entonces había sido nuestro amigo podía estar denunciándonos a la policía secreta. Nadie que estuviera entonces o los meses que siguieron podrá olvidar el horrible clima generado por el miedo, la sospecha, el odio, los periódicos censurados, las cárceles atestadas, las larguísimas colas de la compra y los grupos armados que recorrían las calles”. Testimonio que bien recuerda a su famosa distopía 1984, donde el gobierno del Hermano Mayor promueve hasta que los hijos delaten los actos de disidencia de sus padres.

¿Por qué debemos leer a Orwell?

Más allá de sus valiosos artículos de prensa y del clásico de la literatura de la Guerra Civil, Homenaje a Cataluña, la influencia profética de Orwell en la actualidad se aprecia en sus distopías más icónicas: Rebelión en la Granja y 1984. Si bien la fábula animal es un relato de la perspectiva orwelliana de la desvirtuación de la Revolución Rusa, la obra del Big Brother supone el culmen de la represión totalitaria, la eliminación hasta las últimas consecuencias de la libertad -en todos sus planos- y la imposición de un control absoluto por parte del Partido Interior del Socing (Socialismo inglés en la nuevalengua orwelliana).

En Rebelión en la Granja, Orwell narra como los animales la Granja Solariega, basándose en los discursos de El Comandante -cerdo que representa a la dupla Marx-Lenin expulsan de ella al Sr. Jones bajo la capitanía de los otros lechones Napoleón y Bola de Nieve. Los primeros años suponen una imposición del socialismo utópico, pero la novela deja ver elementos que pueden resultarnos familiares: el control de la propaganda —personificado en el cerdo Chillón—, la eliminación de la disidencia, las purgas, la manipulación de las masas, el surgimiento de las élites opulentas representadas en los cerdos y la manipulación de la historia.

Este último es un elemento trascendental en la obra de Orwell pues, en las situaciones de crisis y duda los animales se preguntaban: «¿Estamos mejor con el Sr. Jones?«. Pero el control del relato sobre el pasado causó el olvido de los animales de la granja, por lo que adquirieron la idea de que, pese a las paupérrimas condiciones tras la revolución animal, los tiempos anteriores al gobierno de los cerdos eran siempre peores. De hecho, la conformación de élites en la URSS que vivían como cualquier burgués occidental y la decepción de Orwell por ello es lo que muestra en Revolución en la Granja a través del dogma impuesto por los cerdos: «Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros«. De nuevo, las élites que llevan una vida de excesos exigen sacrificios al cada vez más depauperado pueblo.

1984 ya supone el desarrollo completo de las ideas dibujadas de forma breve en Rebelión en la Granja. La tónica de dicha obra es el control extremo de la población, vigilada las 24 horas a través de la instalación en las calles de micrófonos y pantallas, la creación de todo un sistema de manipulación, control y represión a través de ministerios instaurados en expreso para ello, el repudio de las clases obreras conocidas como «los proles«, la eliminación de la propiedad privada, el rechazo a las relaciones sexuales, al amor y a los lazos familiares. También el uso del lenguaje como forma de suprimir la libertad de pensamiento —algo que nos resulta muy familiar ahora— y la creación de un chivo expiatorio al que culpar de todos los males de la sociedad, encarnado en la persona de Goldstein.

Se ha podido apreciar en los últimos años, en especial, ese castigo a la opinión disidente con el pensamiento general y «oficial», el intento de modificación de la lengua y del pasado a través de leyes ideológicas y la denostación de autores clásicos. Por eso, leer a Orwell 120 años después de su nacimiento sigue siendo algo muy valioso y que nos puede ayudar a entender la degeneración del sistema en el que vivimos. De su obra, uno de sus pasajes más valiosos es este de 1984, fruto de una conversación de Winston Smith y Syme, dedicado a la modificación de la literatura clásica para adaptarla a la ideología del Socing y a la nuevalengua: “En 2050, probablemente antes, la viejalengua habrá desaparecido. Toda la literatura habrá sido destruida. Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron… existirán únicamente en versiones en nuevalengua, no sólo convertidas en algo diferente sino transformadas en algo opuesto a lo que eran antes”.

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