Pablo d’Ors llega con un nuevo trabajo bajo el brazo: Los contemplativos (Galaxia Gutenberg). Tercer libro que pone el broche a la trilogía del entusiasmo tras Biografía del silencio y Biografía de la luz. Para el sacerdote, escritor y fundador de una red de meditadores llamada Amigos del Desierto, el tema de fondo del libro es el crecimiento personal formado por siete parábolas –sobre el cuerpo, el vacío, la sombra, la contemplación, la identidad, el perdón y la vida cotidiana- a partir de la obra de su maestro, Franz Jalics. Ciertamente, su lectura te deja descolocado ya que no pretende únicamente aportar certezas, sino que te lleva a cuestionarte, te zarandea, te conmueve para que abras tu mente, razones y conozcas, de alguna forma, los significados de aquello que nos rodea para no quedarnos en las apariencias. Este libro es luminoso. Un libro que genera esperanza.
Pablo d’Ors te habla serenamente, tanto que a veces sientes un escalofrío con sus palabras. Cuando habla, cuando ríe, cuando hace una pausa, hasta el silencio parece que enmudece. Ha logrado un libro tremendamente personal, sin ser autobiográfico, donde se muestra más d’Ors que nunca. En su conversación y en su escritura hay tanta sinceridad que vislumbras memoria de lo vivido. Los contemplativos es un canto necesario al hecho de estar vivos y a no dejarnos vencer por el desánimo en este mundo tan desalentador, que es también muy hermoso: “Todo es hermoso si se mira bien. Si no nos parece hermoso, es que no lo hemos mirado lo suficiente”.
Una hermosura que d’Ors ha encontrado en las personas y en los lugares que le han hecho feliz, “ya tenemos todo lo que necesitamos para ser felices, es sólo que no nos damos cuenta”. Cuando uno ya piensa que la vida es sota, caballo y rey, con la lectura de Los contemplativos descubriremos que nuestra existencia se compone de toda una baraja. “Es en la fragilidad donde brilla la luz en todo su esplendor”.
Hay mucho más allá de lo que alcanzamos a ver y oír, sólo hay que abrir el corazón. Pablo d’Ors escribe desde la vida para la vida.
–Los contemplativos está escrito para todo aquel que busca una guía, ayuda espiritual. Algo así como un camino para la iluminación, ¿escrito tal vez desde una mirada más narrativa y más como consejo moral? (mucha gente no creyente confiesa que les ha descolocado y les ha removido)
Mi perspectiva a la hora de escribir, como para vivir, es espiritual, lo que incluye lo psicológico, lo moral, lo cultural y todo lo demás, pero también lo trasciende. Quiero decir que no busco escribir simplemente desde la mente, o desde las vísceras, como dicen algunos, sino desde el alma, o sea, desde lo más profundo y genuino del ser humano. Si mi literatura descoloca, eso es una buena señal. Me sentiría insatisfecho si se limitara a entretener (no digo que esté mal) o a confirmarnos en lo que ya sabemos. Lo propio es que nos conmueva, que nos saque de nuestro territorio y nos lleve a otro lugar, más interesante y fecundo.
–En la presentación de su libro, afirmaba contundente que el gran tema de nuestro tiempo es la contemplación. Mirar hacia nuestro interior. “Hasta ahora hemos pensado que los problemas estaban fuera y hoy nos hemos dado cuenta de que el problema está dentro…”
La humanidad está entrando en un nuevo paradigma de la realidad, en un nuevo modo de interpretarlo todo: la consciencia. Estos últimos dos mil años, aproximadamente, hemos estado regidos por el paradigma de la razón. Los anteriores dos mil, siempre aproximadamente, por el del mito. Pero ahora empezamos a comprender que, junto a la razón, que necesariamente analiza y separa, está la intuición, que integra y une. Nos estamos dando cuenta —y esto daría para, al menos, una conferencia—, que no estamos en el mundo, sino que el mundo está en nosotros. Todo lo tenemos dentro: cambiando lo de dentro, se cambia lo de fuera. Haga la experiencia de decir buenos días a sus vecinos cuando se cruce con ellos, ya verá cómo son muchos los que le responden…
-El drama, la comedia, el llanto y la risa. Somos seres tan contradictorios… La vida es generosa y a la vez ruin, pero esta dualidad es lo que la hace interesante. Vamos tan acelerados que no nos damos cuenta de que, en realidad, la vida consiste en ese doble juego, ¿Acaso sería posible disfrutar de la felicidad si no experimentamos su contrario?
La vida es, ciertamente, luz y sombra, y ello hasta el punto de que la luz es, simplemente, una sombra alumbrada. Me gusta decir que somos almas poliédricas, no de una sola pieza, por fortuna, sino de muchas. Mi admirada Simone Weil lo decía más rotundamente: “La contradicción es el criterio de lo real”. La cuestión es no vivir esa contradicción que nos es tan propia dramáticamente, como solemos, sino armónicamente; y para eso es el trabajo espiritual.
–Las personas resultan interesantes cuando la vida les abofetea, comienza un relato de Los contemplativos. Y hace hincapié en que confiemos, “hasta lo más oscuro esconde una entraña de luz”. Esa grieta que deja entrar la luz, ahí está la respuesta…
Desde luego. Todo es hermoso si se mira bien. Si no nos parece hermoso, es que no lo hemos mirado lo suficiente. La realidad es benévola con nosotros, y siempre nos da lo que necesitamos para crecer. Quien no es nada benévola es la mente, que nos saca de la realidad y nos empuja al precipicio de la neurosis. La confianza es una compañera de camino mucho más saludable que el miedo, la duda o la sospecha. Quien confía en el mañana, para lo cual no queda otra que confiar en el hoy, vive sereno y alegre. Quien se deja arrastrar por los temores y preocupaciones, por el contrario, se amarga y oscurece. Es algo evidente, no es tan difícil discernir qué nos construye y qué nos destruye, qué nos limpia y qué nos ensucia.
–Hemos comprobado que el ser humano, y eso es esperanzador, tiene una gran capacidad de superación. Se lo comento porque gran parte de su libro tiene como tema central el crecimiento. ¿Qué nos hace crecer hoy?
Así es. Crecer es lo que más me interesa en el mundo. Lo segundo que más me interesa es ayudar a crecer a otros, pero eso es imposible si antes no crezco yo, porque nadie puede dar lo que no tiene. Nos hemos acostumbrado a ver la vida como un camino de declive, de decadencia o decrepitud incluso. Pero puede ser un ascenso, podemos —y debemos— caminar hacia una mayor felicidad. Lo que hoy nos hace crecer es lo que siempre nos ha hecho crecer, lo esencial: jugar con los niños, escuchar a los ancianos, darse paseos por la montaña, rezar o meditar, bañarse en el mar, dedicar tiempo de calidad a quienes nos rodean… Todas esas cosas… Lo más elemental es siempre lo más esencial.
–Los contemplativos es un homenaje al camino de la contemplación de Jalics, un camino hacia la espiritualidad, una mirada a nuestro interior, como decíamos. Cuando notemos que estamos pisando terrenos movedizos, que nos tambaleamos, ¿qué nos aconseja?
No escapar es lo primero. Escapamos con los mensajes, con la comida, con la bebida, con las series… No resolver la cuestión: no poner un parche, no tomarse una pastilla, no llamar al especialista, no zanjar de golpe y porrazo el problema. Lo que propongo cuando nos visita la sombra es mirarla amorosamente. Sólo una mirada amorosa disuelve lo sombrío, sea lo que sea. No hay que desdeñar la brutalidad de lo oscuro, desde luego, pero tampoco el poder del amor y de lo luminoso.
-Usted hace hincapié también en la meditación, en cómo le ha ayudado a usted a profundizar en la dimensión contemplativa de la vida cristiana, ¿cuál es el papel de la oración en la vida contemplativa y en general?
Aunque esto que voy a decir pueda parecer una broma, la oración es el tema más importante de todos. Sin Dios (llamémoslo “fundamento” para los no creyentes), todo se desmorona. O tienes un Dios o te haces Dios, no hay otra. Donde digo contemplar, para que el término no asuste, podemos decir escuchar o mirar. Sin escucha, sin mirada, ni el pensamiento ni la acción funcionan. Por eso sostengo que la contemplación salvará al mundo.
-Vivimos en un momento de crisis de valores políticos, económicos, sociales… En este camino, que es un regalo, es innegable que encontramos piedras en el camino, pero las piedras y las caídas están para superarlas. Estamos desbordados por el tiempo, las responsabilidades diarias, las noticias de guerras y es importante parar ¿Por qué es importante dedicar espacio y tiempo a la contemplación?
Porque si uno no se para se acaba agotando y quemando, es así de simple. En una jornada hay noche y día, es decir, tiempo para el descanso y tiempo para la actividad. Hay que respetar las leyes de la naturaleza, las leyes del universo, o los perjudicados seremos nosotros. Estamos en un momento de crisis, sí, pero crisis es oportunidad, de modo que estamos en un momento de oportunidad absoluta. Casi todo está abierto, ¡es una maravilla! Podemos crear, podemos inventar, podemos ser nosotros mismos, podemos dejar un futuro mejor a quienes van por detrás. Las cosas no son buenas o malas, es nuestra mente la que las enjuicia.
-Y el miedo es otro de los factores que más acecha (tras una pandemia, la crisis económica, la violencia…) El asunto no es que tengamos miedo, sino qué hacemos con él. Ante el miedo, ¿qué aconseja?
El miedo es el problema, en efecto. Ante cualquier situación que nos presenta la vida, siempre tenemos dos caminos: el miedo o el amor. ¿Qué hacer? Elegir el amor. El asunto consiste exactamente en eso, en elegir el amor. Hay un conflicto en mi pareja, elijo el amor. Estalla una crisis de Estado, elijo el amor. Soy testigo de una injusticia, elijo el amor. No es lo que solemos hacer. Más bien tendemos a entrar al trapo, a quejarnos de todo, a echar balones fuera. Hemos de tomar la determinación de no pelear con lo oscuro, sino limitarnos a encender el interruptor. Es infinitamente más eficiente y más descansado.
–A Jesús seguimos descubriéndole. ¿Le siguen a usted surgiendo preguntas sobre circunstancias de la vida de Jesucristo y su forma de soportar cada golpe? ¿Qué le sigue sorprendiendo más de su mensaje?
Yo estoy enamorado de Jesucristo, lo que significa que me relaciono con Él todos los días de mi vida y prácticamente a cada instante, o al menos a cada instante consciente. Para mí es la persona con mayor nivel de consciencia que ha pisado este planeta, de ahí que quienes tenemos fe digamos que es el Hijo de Dios, el Hijo de la Luz, la Luz misma de este mundo. Todo lo que se refiere a Él me interesa muchísimo. Lo que más me sorprende de Él es que no pretende que le adore (nunca pretendió de nadie nada semejante), sino que me mire a mí mismo y que ame a quienes tengo cerca. No conozco a nadie tan humano como Él, a nadie que me invite a ser tan lúcido y compasivo.
–Al igual que crece la desafección hacia los políticos, la iglesia está algo desubicada, y aumenta entre los fieles un desánimo. No acuden al templo como antes porque no encuentran una respuesta a los sufrimientos que vivimos actualmente. “Está claro que la propuesta de la Iglesia hoy no está funcionando. Hay algo que no estamos haciendo bien” Estamos ante todo un reto para la Iglesia, ¿no es cierto?
Desubicada no, desubicadísima. Sólo del reconocimiento de esta realidad puede nacer un futuro distinto y mejor. ¿Qué debe hacer la Iglesia, qué debemos hacer los cristianos? Vivir el evangelio, nada más. Tampoco nada menos. No encastillarnos en lo doctrinal, que debe ser incluido y trascendido, como todo lo mental. No hacer una lectura moral que no sea en primera instancia espiritual, pues de lo contrario se degenera en moralismo. No sucumbir al activismo, que es siempre por mala conciencia y por incapacidad de soportar las ambivalencias propias de la vida. Debemos ser discípulos, no erigirnos en maestros. Debemos amar a todos, con independencia de su condición sexual, religiosa, económica… Debemos agradecer todo lo que nos ha pasado, todo sin excepción, pero también mirar dentro, escuchar lo que ahí se nos diga y obedecerlo. Quien vive según la conciencia no se equivoca.
–No sé qué más nos debería pasar para aprender que tenemos que privilegiar la bondad, ser buenas personas y la generosidad. Mirar más por el prójimo, ¿qué virtudes cardinales escogería para guiarnos por la vida?
Todo lo que tendría que pasar para que mejoráramos ya está pasando. Ya tenemos todo lo que necesitamos para ser felices, es sólo que no nos damos cuenta. Privilegiaría el valor de la humildad sobre todos los demás, para mí eso es la clave de todo. O eres humilde o eres tonto, no hay alternativa. Si la iglesia fuera humilde, si los políticos fueran humildes, si los artistas y los científicos fueran humildes (eso quizá sea lo más difícil de todo), el mundo sería una maravilla. El mundo es, desde luego, para mí una maravilla, porque he tomado la determinación de no ser un tonto.
-¿Qué le resulta esperanzador?
Todo, absolutamente todo. Usted, esta conversación, el día de hoy, la temperatura que reina en este sitio, la gente que veo por la ventana… Todo me llena de una inmensa alegría porque todo es sencillamente perfecto, aunque haya tardado sesenta años en darme cuenta.
(Fotografía de Juan Ballester)