El profesor estadounidense Stanley G. Payne decía en el prefacio de su obra En defensa de España (Barcelona: Espasa, 2017): «La Historia de España es de una singular riqueza. Ningún otro país tiene una historia tan rica en sus imágenes ni tan abundante en sus mitos y leyendas. De entre todos los países occidentales, la de España es la historia más exótica, y también la más extensa y extrema en su envergadura, tanto cronológica como geográfica».
La Historia de España tiene, como la de todos los países de Occidente, luces y sombras, pero la herencia que ha dejado en el mundo y la propia trayectoria del país permite asegurar que el balance histórico de España arroja más luz que oscuridad. Como señala el propio profesor Payne, la lectura de la Historia de España, con especial incidencia de la difamación que se ha hecho durante siglos desde fuera de nuestras fronteras y que ha tenido calado nacional, ha quedado relegada a descripciones superficiales y tópicas: país de bárbaros, paraíso multicultural, Imperio conquistador, Imperio decadente, leyenda negra, sociedad convulsa, guerras civiles, estado totalitario… pero muchas de estas descripciones son falsas y se desenvuelven en una continua disputa y controversia, que en realidad requiere importantes matizaciones.
Lo que sí se puede decir es que la Historia de España, dentro de la tradición romano-occidental, ha gozado de una propia singularidad, desde la herencia recibida en la antigüedad a su conformación como nación.
España en la antigüedad
A lo largo del I milenio a. C., la Península Ibérica fue poblada por una serie de pueblos cuyo origen aun es discutido por los historiadores. El jardín de las Hespérides fue hogar de pueblos prerromanos como celtas e íberos, que no constituían una unidad política, o los míticos Tartessos, la entidad política y cultural más antigua de la Península, ubicada en la zona sur, que alcanzó un notable esplendor entre los siglos IX y VII y que desapareció en el siglo VI a. C. en unas circunstancias aun debatidas.
La presencia de otras civilizaciones mediterráneas orientales llegó de la mano de griegos y púnicos -fenicios y cartaginenses- que veían aquí un gran potencial comercial y minero. Sin embargo, el primer gran hito histórico sucede cuando la Península se convierte en el escenario del enfrentamiento de las dos mayores potencias de la zona en esa etapa: la Segunda Guerra Púnica entre Cartago y Roma. La contienda con los cartagineses inició la conquista romana de lo que sería conocido como Hispania, que comenzaría en el año 218 a. C. y no terminó hasta el 19 a. C., cuando el emperador Augusto dirigió en persona las campañas en el norte.
La herencia que ha dejado en el mundo permite asegurar que el balance histórico de España arroja más luz que oscuridad
Hispania floreció con Roma, aunque durante la resistencia nacieran héroes míticos como Viriato. De hecho, más allá de importantes núcleos urbanos como Emerita Augusta, Hispania fue cuna de emperadores como Adriano, Trajano y Teodosio, quien fue el último líder del Imperio Romano antes de su partición en Oriente y Occidente.
Visigodos, musulmanes y la Reconquista
La decadencia de Roma tuvo un rápido reflejo en Hispania, que sufrió en el siglo V la ocupación de pueblos germánicos y orientales, quienes venían presionando sus limes. Teodorico II, rey visigodo y magister militum de la Galia, comenzó una serie de campañas en Hispania como aliado de Roma para intentar expulsar a estos pueblos. Con la caída de Roma en el 476 y la derrota visigoda en el 507 en la batalla de Vouillé, los visigodos se trasladan y asientan en territorio peninsular, fundan el Reino de Toledo y comienzan un proceso de unificación que daría hitos como el III Concilio de Toledo con Recaredo, que supondría la conversión del arrianismo al catolicismo, religión practicada por los hispanorromanos.
Aunque los visigodos no fueron un ejemplo de estabilidad, otorgaron una teórica unidad religiosa, geográfica y política con la expulsión de los bizantinos por Suintila, y legal con la promulgación del Liber Iudiciorum.
En el año 711, el Rey Rodrigo es derrotado en el comienzo de una invasión musulmana que conquistó en poco más de diez años lo que a los romanos les costó dos siglos. Sin embargo, también fue el inicio del germen de España, pues en el 722 un caudillo llamado Pelayo, vinculado a la nobleza militar visigoda o a la élite hispanorromana, se levantó en una cueva del monte Auseva iniciando la Reconquista, un término que pese a ser contemporáneo, describe esa mentalidad y cosmovisión de los reinos cristianos peninsulares que pujaban por recuperar «la España perdida».
No exenta de conflictos civiles o de nuevas invasiones, la Edad Media nos legó personajes de la talla del Cid Campeador, Jaime I de Aragón, Fernando III o Alfonso X, quien soñó con ser emperador. También gestas como la triple alianza que derrotó a los almohades en las Navas de Tolosa o la celebración de las Cortes de León en 1188, reconocidas en 2013 por la UNESCO como «el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo».
Cruzados, fundación de universidades, polo cultural con la Escuela de Traductores de Toledo y lugar de peregrinación con el Camino de Santiago, expansión por el Mediterráneo… Son algunos de los elementos que caracterizaron a los reinos cristianos peninsulares durante la Edad Media, junto con otras tantas cosas que darían para escribir innumerables páginas.
La Edad Moderna: el gran legado de España en la Humanidad
Pese a lo controvertido de la cuestión, el nacimiento de España podría situarse a comienzos de la Edad Moderna. Los Reyes Católicos culminaron un proceso que se había intentado realizar durante siglos: la unificación de las coronas de Castilla y Aragón. La Monarquía Hispánica, inaugurada en 1479 con la unión dinástica, vio completada su obra en la Península al tomar el reino nazarí de Granada en enero de 1492 y al anexionarse Navarra en las primeras décadas del siglo XVI. Su reformas administrativas y políticas hicieron que España se convirtiese en el estado más modernizado de su tiempo.
Somos herederos de esta historia, cargada de fuerza y pasión, que ha construido nuestra identidad como sociedad
Sin embargo, el acontecimiento que revolucionaría el mundo llevaría el sello de España, pues en 1492 el marino Cristóbal Colón llegaría a América y pondría inicio a los años de mayor esplendor de España. Un católico afirmaría que el destino fue providencial y que, una vez cristianizada la Península, Dios encomendó la misión a España de llevar su palabra al resto del mundo. Aunque si nos remitimos a lo factual, la llegada al Nuevo Mundo supuso un cambio en la economía, la sociedad, la ciencia y la filosofía. Es más, la obra de España en América fue la de civilizar, después de un periodo de conquista y derrota de imperios militares y expansionistas como el azteca o el inca.
Isabel la Católica hizo a las gentes de las Indias Occidentales súbditos de la Corona e instó en su Codicilio a sus sucesores a que debían instruirles en la fe católica y darles un trato bueno y justo. La Hispanidad era entonces una realidad y ha pervivido hasta la actualidad en forma de cultura, lengua y religión, siendo el mayor legado de España en la Historia de la Humanidad.
Llegó Carlos a la muerte de sus abuelos, fue rey y emperador y entonces llegaron los tiempos de hidalgos, conquistas y nuevas cruzadas. La Batalla de Pavía, la Contrarreforma, Cortés, Pizarro, Almagro, Juan Sebastián Elcano y la primera vuelta al mundo, Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca o el ius Gentium, precursor de los Derechos Humanos. España sentaba su hegemonía, venciendo en Europa, con grandes militares como el Gran Duque de Alba y los famosos Tercios.
Llegó después Felipe II, quien fue rey de Portugal y volvieron los hitos: Cervantes, Álvaro de Bazán y la victoria frente al turco en Lepanto o la confirmación de España como baluarte de la Cristiandad. Incluso llegamos a ver como una mujer, Isabel Barreto, se convertía en la primera almirante de la historia de la navegación.
Fueron tiempos de esplendor para nuestra cultura, con movimientos como el Siglo de Oro y figuras de la talla de Luis de Góngora, Garcilaso de la Vega, Quevedo, Pedro Calderón de la Barca. Destacamos también en lo pictórico con uno de nuestros pintores más universales, como fue Diego de Velázquez o con grandes escultores barrocos, de la talla de Gregorio Fernández.
La dinastía Borbón: un cambio de era
Con el fin de los Austrias se acabó la hegemonía de España en Europa en detrimento de Francia, aunque seguimos siendo una de las mayores potencias a nivel mundial. Felipe V de Borbón continuó la homogenización y centralización del Estado y nombres como Fray Junípero Serra continuaron con su misión cristianizadora en América.
Carlos III destacó por la promoción cultural y también personajes de la talla de Blas de Lezo o Bernardo de Gálvez mostraron su heroísmo en el campo de batalla. Tampoco se descuidó la filantropía: en aquella época se patrocinó una de las primeras campañas de vacunación, la Expedición Balmis, en la que participó la enfermera Isabel Zendal.
El siglo XIX fue un periodo convulso, no cabe lugar a dudas, pues sufrimos la ocupación francesa. Pero también fue el escenario de surgimiento de nuevos héroes, como los que se levantaron el 2 de Mayo en Madrid y en el resto de España. Por ejemplo, el ceutí Jacinto Ruiz y Mendoza, que se levantó en el Parque de Artillería de Monteleón junto a Daoiz y Velarde. Los desastres de esa guerra fueron inmortalizados por el talentoso Francisco de Goya, uno de los mejores pintores de nuestra Historia.
La Iberosfera es el reflejo de nuestra herencia cultural, compartiendo con sus habitantes un vínculo fraternal y cultural imperecedero
Después continuaron los conflictos civiles, la independencia de la España de Ultramar y desastres que marcaron nuestra idiosincrasia como la pérdida de Cuba y Filipinas. Sin embargo, la generación intelectual española no se detuvo y vio como Santiago Ramón y Cajal recibía un Premio Nobel, Leonardo Torres Quevedo inventaba el Teleférico o Ramiro de Maeztu reivindicaba la Hispanidad. Estas líneas, como es lógico, no han abordado la Historia de España al completo y ha abordado su virtud y esplendor frente a la decadencia y la controversia, de la que no está exenta. Sin embargo, somos herederos de esta historia, cargada de fuerza y pasión, que ha construido nuestra identidad como sociedad, como país. También ha causado que hoy 493 millones de personas tengan el español como lengua materna y que sea hablado por casi 600 millones. Del mismo modo, la Iberosfera es el reflejo de nuestra herencia cultural, compartiendo con sus habitantes un vínculo fraternal y cultural imperecedero.